Discipulado

No te sorprendas cuando una persona es capaz de imitar de Dios. Es capaz, si Dios quiere. Porque al no oprimir a nuestros prójimos, no desear tener más que los más débiles, no ser rico e imponerse a los más inferiores, se es feliz, pero en estas cosas nadie es capaz de imitar a Dios, porque estas cosas están fuera la majestad de los imitadores. Porque el que toma la carga de su vecino, que quiere hacer el bien a otro que está en peor situación, que habiendo recibido cosas de Dios, no se aferra a ellas sino que se las da a las personas necesitadas, se convierte en un dios para los que lo reciben. Este último es un imitador de Dios.

¿Por qué deberías temer que te despojen de aquello a lo que has renunciado para Cristo? Si eres cristiano, esta es la primera lección que aprendes: negarte a ti mismo, tomar tu cruz y seguir a tu Maestro, por lo que el enemigo llega demasiado tarde. No tienes vida que perder porque ya se la has dado a Cristo y ninguna persona puede tomarla sin que Dios lo permita. Todo lo que tienes está asegurado y aunque Dios no te ha prometido inmunidad de esta clase de sufrimiento, sí se ha comprometido a soportar la pérdida, de hecho, pagándote ciento por uno, y no deberás esperar por ello hasta el mundo venidero.

¿Cómo puede un hombre decir que cree en Cristo, y no hace lo que Cristo le mandó? O cuando ha alcanzado la recompensa de la fe, ¿cómo no va a mantener la fe de los mandamientos? Él debe necesariamente vacilar y discurrir, y arrebatado por un espíritu de error, como el polvo que se agita por el viento que sopla alrededor, no hará ningún avance en su camino hacia la salvación, porque no guarda la verdad del camino de la salvación.