Habla

Dios ha señalado una aplicación particular y vívida de su Palabra, en la predicación de ésta, como medio para conmover a los pecadores acerca de la importancia de la religión, de su propia miseria, de la necesidad de encontrar un remedio (y la gloria y la suficiencia del remedio provisto). Asimismo, a fin de despertar mentes puras en los santos, estimular sus afectos al traer con frecuencia a su memoria los grandes beneficios de la religión y establecer en ellos sus colores apropiados, aunque los conozcan, y ya hayan sido completamente instruidos en estos.

Guarda tu lengua de las críticas y vela por tus palabras. Debes saber que al juzgar a los demás te dictas sentencia a ti mismo, y que tú mismo eres culpable de las faltas por las que los culpas. No es una excusa decir, “Si otros me cuentan cosas no puedo ser grosero con ellos”. A nadie le interesa hablar con un oyente reacio. Una flecha nunca se aloja en una piedra, a menudo vuelve sobre el que la arrojó. Deja que el detractor aprenda de tu renuencia a escuchar que no debe menoscabar.

No porque algo sea expresado con elocuencia debe necesariamente ser cierto, ni si fue pronunciado de manera balbuceante debe ser falso; ni necesariamente cierto, lo que es torpemente expresado; ni es, por consiguiente, falso, lo expresado en un buen lenguaje. La sabiduría y la locura son como la comida sana y la malsana, y las palabras eruditas o las simples son como los recipientes finos o rústicos, los dos tipos de comidas se pueden servir en cualquier tipo de plato.