Iglesia (Liderazgo)

Ser guía del hombre, la más variable y múltiple de las criaturas, me parece en verdad que es el arte de las artes y la ciencia de las ciencias. Cualquier persona puede reconocer esto mediante la comparación de la labor del médico de las almas con el tratamiento del cuerpo, y darse cuenta de que si este último es laborioso, lo nuestro es más laborioso aun y con mayores consecuencias, debido a la naturaleza de su objeto, del poder de su ciencia, y el objeto de su ejercicio. Uno se ocupa del trabajo sobre los cuerpos y la materia perecedera, que necesariamente debe ser disuelta y someterse a su destino, incluso si en esta ocasión, por la ayuda del arte, puede superar el trastorno dentro de sí misma, que se disuelve por la enfermedad o a la hora de someterse a la ley de la naturaleza, ya que no puede elevarse por encima de sus propias limitaciones. El otro se ocupa del alma, que viene de Dios y es divina, y participa de la nobleza celestial, y la presiona, incluso si está apegada a una naturaleza inferior.

Considero que predicar un sermón no es la parte más difícil. Y aun así cuánto talento se requiere para clarificar la verdad, convencer a los oyentes, penetrar sus conciencias con la luz irresistible y lograr que permanezca allí y que se la lleven a sus hogares, atornillar la verdad en su mente y la obra de Cristo en sus afectos, enfrentar cada objeción contradictoria y resolverla con claridad, conducir a los pecadores hacia un punto y hacerles ver que no hay esperanza, que inevitablemente deben convertirse o ser condenados, y hacer todo esto mediante un lenguaje y una forma que sean dignos de nuestra tarea, y al mismo tiempo de la manera que mejor se adapte a la capacidad de nuestros oyentes. Esto, y mucho más que debe llevarse a cabo en cada sermón, debe ser hecho con una gran dosis de habilidad santa. ¡Un Dios tan grande, cuyo mensaje presentamos, debe ser honrado por la forma en que lo entreguemos!

Así como … la misma medicina y la misma comida no son, en todos los casos, administradas para los cuerpos de los hombres, sino que se hace una diferencia en función del grado de salud o de enfermedad de éstos, también las almas son tratadas con diferente instrucción y orientación. Aquellos que lo han experimentado testifican sobre este tratamiento. Algunos son guiados por la doctrina, otros formados por el ejemplo, algunos necesitan el estímulo, otros la reprensión, algunos son lentos y difíciles de despertar al bien, y deben ser despertados al ser sacudidos por la Palabra, mientras que otros son inmoderadamente fervientes en espíritu, con impulsos difíciles de contener, como potros de pura sangre, que corren lejos del punto de llegada, y para mejorarlos la Palabra debe tener una influencia de control y restricción.