Revelación

Con la ayuda del agua del nuevo nacimiento, la mancha de años anteriores ha sido arrasada, y una luz desde lo alto, serena y pura, se ha infundido en mi corazón reconciliado. Después de eso, la intervención del Espíritu sopló desde el cielo, un segundo nacimiento me había restaurado en un hombre nuevo. Entonces, de una manera maravillosa, las cosas dudosas, comenzaron a ser seguras ante mí; las cosas ocultas se revelaron; las cosas oscuras se iluminaron; lo que antes parecía difícil comenzó a sugerirme un medio de realización; lo que pensaba imposible, fue susceptible de ser logrado, por lo que fui capaz de reconocer que lo que previamente, habiendo nacido de la carne y viviendo en el ejercicio de los pecados, era terrenal, pero ahora había comenzado a ser de Dios, y animado por el Espíritu de santidad.

El Antiguo Testamento proclamaba abiertamente al Padre y oscuramente al Hijo. El Nuevo manifestó al Hijo, e indicó la divinidad del Espíritu. Ahora el mismo Espíritu habita entre nosotros y nos proporciona una demostración más clara de sí mismo. Porque no era seguro, cuando la divinidad del Padre aún no era reconocida, proclamar claramente al Hijo; ni cuando la del Hijo todavía no había sido recibida para cargarnos aún más (si se me permite el atrevimiento de la expresión) con la del Espíritu Santo; para que la gente no pueda, como los hombres cargados más allá de sus fuerzas con alimentos, o los que presentan los ojos demasiados débiles para ver la luz del sol, arriesgarse a perder aun lo que estaba al alcance de sus poderes.

Cuando indaguen con respecto a la predestinación, que recuerden que están penetrando en los escondrijos de la sabiduría divina, donde aquel que se arroja con seguridad y confianza, en lugar de satisfacer su curiosidad, entrará en un laberinto complicado. Porque no es justo que un hombre curiosee con impunidad dentro de las cosas que el Señor quiso mantener ocultas dentro de sí mismo, y que escudriñe la sublime sabiduría eterna, la cual es su voluntad que no comprendamos sino que adoremos, y que así todas sus perfecciones se manifiesten. Esos secretos de su voluntad que él ha tenido a bien manifestar, son revelados en su Palabra—revelados en la medida en que él sabía que son conducentes a nuestro interés y bienestar.