Salvación

La fe cristiana segura y viva no se trata únicamente de creer todas las cosas de Dios contenidas en las santas Escrituras, sino también de una confianza ferviente en Dios, de que nos cuida y nos estima como un padre al hijo a quien ama, que será misericordioso con nosotros por amor a su Hijo único, y que tenemos a nuestro Salvador Cristo, nuestro abogado y sacerdote eterno, en cuyos méritos, ofrenda y sufrimiento confiamos para que nuestras ofensas sean continuamente lavadas y purificadas, siempre que nosotros, verdaderamente arrepentidos, volvemos a él de todo corazón, determinados firmemente por medio de su gracia a obedecer y servirle guardando sus mandamientos, y a nunca retornar de nuevo al pecado. Esa es la verdadera fe que la Escritura elogia y recomienda.

El único refugio seguro se encuentra en la misericordia de Dios, según ésta se manifiesta en Cristo, en quien está completa cada parte de nuestra salvación. Dado que a los ojos de Dios todos los seres humanos son pecadores perdidos, sostenemos que Cristo es su única justicia, porque debido a su obediencia él ha borrados nuestras transgresiones, por su sacrificio aplacó la ira divina, por su sangre lavó nuestras manchas, por su cruz llevó sobre sí nuestra maldición, y por su muerte hizo satisfacción a nuestro favor. Sostenemos que es de esta forma que el hombre es reconciliado con Dios el Padre, en Cristo, no por mérito propio, ni por el valor de las obras, sino por misericordia gratuita.

Si alguna vez intentamos dar un paso hacia cualquier tipo de acuerdo o unidad, debe hacerse mediante el establecimiento del siguiente principio en la mente de todas las personas: que no será de ninguna ventaja para nadie, sea de la iglesia o línea cristiana que fuere, a menos que cada uno crea personalmente las promesas del Señor y viva en obediencia a todos los preceptos de Cristo. Para quien obra de este modo, es un atropello al evangelio completo decir que su salvación podría estar en riesgo si no perteneciera a esta o aquella iglesia o forma de llevar adelante el cristianismo, en especial al considerar cuánto del mundo se ha mezclado en todos los caminos implicados en la religión.