Unión con Cristo

Todos nosotros, recibiendo uno y el mismo Espíritu, el Espíritu Santo, estamos de alguna manera unidos entre nosotros y con Dios. Aun en nosotros, siendo muchos, Cristo que es el Espíritu del Padre y su propio Espíritu, habita en cada uno de nosotros separadamente, siendo el Espíritu uno e indivisible, une los separados espíritus de las individualidades de cada uno de nosotros, como tenemos un ser separado en su propia simplicidad natural en unidad, hace que todos se manifiesten sucesivamente en él, a través de sí mismo, y como uno solo. Porque así como el poder de su santa carne hace que todos existan para ser miembros del mismo cuerpo, así mismo también el Espíritu de Dios indivisible que habita en todos siendo uno, nos une a todos juntos en una unidad espiritual.

Al igual que cuando un rayo de sol cae sobre los cuerpos brillantes y transparentes, ellos mismos también se convierten en brillantes y arrojan un brillo fresco que sale de sí, por lo que las almas en las que el Espíritu mora, iluminados por éste, se convierten en espirituales y envían su gracia a los demás. De aquí viene el conocimiento previo del futuro, la comprensión de los misterios, la percepción de lo que está oculto, la distribución de cosas buenas, la ciudadanía celestial, un lugar en el coro de los ángeles, la alegría sin fin, permaneciendo en Dios, llegar a ser semejante a Dios, y en lo más alto de todo, ser hechos Dios.

El Señor, quien venció al diablo y nos muestra la manera de vencerle, nos ordena velar. Tuvo ese encuentro con Satanás una primera, segunda y tercera vez, para instruirnos en cómo debemos pelear contra el enemigo de la humanidad. Lo venció por nosotros, para que no desmayemos fácilmente a causa de nuestra escasa capacidad y fortaleza, porque el diablo ya ha sido debilitado y herido. Sin duda que por la fe lo venceremos, porque por la fe estamos unidos a Cristo, y por la fe sacamos (como una espada) el Espíritu de Cristo, por cuya fuerza y virtud triunfaremos.