EL NOVEDOSO MANDAMIENTO DEL AMOR
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1 Juan 2:7-11
1 Juan 2:7-11
Amados, no os escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, que habéis tenido desde el principio; el mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído. Por otra parte, os escribo un mandamiento nuevo, el cual es verdadero en Él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya está alumbrando. El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está aún en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz y no hay causa de tropiezo en él. Pero el que aborrece a su hermano, está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.
Recientemente leí en el sitio web Nocturnari Revista de creación literaria un artículo de Slaymen Bonilla titulado “El amor, una visión desde el pesimismo utópico”. El autor se esforzó por presentar varios puntos de vista filosófico del fenómeno de amor. Pasó desde la utopía del amor hasta el pesimismo. Del romanticismo poético que le dio vida a Romeo y Julieta, y los príncipes azules, hasta los más primitivo como la idea de que el asunto del amor en realidad “Sólo se trata de que cada macho se ayunte con su hembra”. A lo largo de todo su artículo se percibe una nota alarmante el autor nota que la mayoría de los hombres no aman, que la historia a registrado un minúsculo puño de hombres que han amado con su vida (Por cierto, entre ellos Jesús de Nazaret) mientras que el resto, la inmensa mayoría se entrega a lo contrario. Al respecto el comenta:
¿Qué es lo que hacemos los demás? ¿Qué tipo de amor practica el hombre? La guerra, el asesinato, la violencia física o psicológica, la hambruna, la infidelidad. Sólo por mencionar algunas cifras, según Janick de Oliveira Cézar “todo el mundo ha sido, fue o será infiel” (Janick de Oliveira Cézar: 2006). Las cifras duras nos hablan de un promedio del 63% en América Latina (Grupo Diarios de América). Las guerras son incontables y los muertos a causa de ellas inimaginables. Más de mil millones de seres humanos viven con menos de un dólar por día, 2.800 millones de personas, es decir, cerca de la mitad de la población mundial, viven con menos de 2 dólares por día. Cada día, 30.000 niños menores de cinco años mueren de enfermedades que podrían haber sido evitadas. El 20% de la población mundial posee el 90% de las riquezas (Movimiento ATD Cuarto Mundo). La contaminación atmosférica del planeta es responsable de 1.3 millones de muertes cada año (OMS). La depredación de la naturaleza es inmisericorde. Cada año 1.6 millones de personas en todo el mundo pierden la vida violentamente (OMS). Millones de animales son maltratados cada año en el mundo (Humane Society). Ese es el tipo de amor que la mayoría práctica. Tal como dice JoséMaría Cabodevilla: “La historia de la Humanidad podría definirse como una interminable crónica de guerra, crónica en la que de vez en cuando, junto a los nombres de muchas batallas, se cita el nombre de un armisticio, cuya verdadera significación no era otra que la de permitir a los beligerantes rehacer su arsenal para luego continuar luchando” (Cabodevilla, 1974: 107). Esa es la vida diaria del hombre gris.
La carta de Juan enseña que el amor es una marca de todo creyente. El Cristiano aunque vive en un mundo sumergido en el odio, se esfuerza en practicar el amor. EL creyente “no deja que muera el amor”. Para él, el amor no es un fenómeno poco entendido, una realidad, es un mandato y un fruto del Espíritu Santo. El amor es, el ambiente donde se desarrolla toda la vida cristiana. Este es el tema que Juan introduce en esta parte de su carta. El amor como un mandamientos antiguo pero renovado.
I. EL MANDAMIENTO ANTIGUO Y NUEVO
I. EL MANDAMIENTO ANTIGUO Y NUEVO
a. Este mandamiento es el amor.
a. Este mandamiento es el amor.
Juan inicia esta parte de su carta refiriendo a sus hermanos con el adjetivo “Amados”. Esto no es mera coincidencia. Para Juan estos hombres son su depósito de amor divino. Él los ama con el amor de Cristo (agapetos). Es así como dando ej. al ponerse él como un hermano amante y a ellos como el objeto de su amor, pasa hablarles de un mandamiento que es tanto antiguo como nuevo, a saber, el mandato del amor. El dice: no os escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, que habéis tenido desde el principio; el mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído.
Desde el principio de su vida como cristianos ellos aprendiendo algo de suma importancia. El amor es el ambiente donde se desarrolla toda la vida cristiana, es la calzada por donde se transita en el peregrinaje de la fe. De hecho, antes de aceptar por la fe a Cristo, ellos debieron comprender que el amor de Dios fue lo que motivó a Cristo a venir a salvarles y que ese amor se ha vuelto su ejemplo. Es por eso que Juan les dice que lo habéis tenido desde el principio; el mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído.
Pero nótese que además de haber tenido este mandamiento desde el principio de su vida cristiana. El mandamiento es antiguo. Y esto, en el sentido de que siempre ha sido la intención de Dios que este mandamiento, a saber, el amor sea distintivo en su pueblo.
Primero el amor es distintivo en un sentido vertical, porque Dios demanda amor:
Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. (Dt 6:4–5).
Y también es distintivo en un sentido horizontal, porque demanda amor entre los hombres:
No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo; yo soy el Señor (Lv 19:18).
Este mandamiento del amo se extendía aún hacia los extranjeros:
“El extranjero que resida con vosotros os será como uno nacido entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo” Lv. 19:34.
De hecho, la ley mosaica hace evidente que el amor es la nota principal que da sentido y unidad a todo el decálogo. Los primeros cuatro mandamientos nos enseñan a amar a Dios correctamente (Exodo 20:1-9) y los 6 restantes nos enseñan a amar al prójimo como es debido (Exodo 20:12-17). Es en este sentido que decimos que el amor es el cumplimiento de la ley. No que el amor sustituye la ley !No! sino que el amor es el epítome (resumen ideal) de la ley. Como bien dijo Pablo:
No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley. Porque esto: No cometerás adulterio, no matarás, no hurtarás, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en estas palabras se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley. Ro 13:8–10
Pero a su vez, este antiguo precepto del amor es un mandamiento nuevo, el cual es verdadero en Él y en vosotros. Juan dice que aunque el mandamiento siempre ha estado, es nuevo en el sentido de que Jesucristo lo ha hecho real para nosotros. Ahora bien, merece la pena observar como Jesucristo lo ha hecho realmente nuevo en varios sentidos.
Primero en la forma en que lo enseñó:
En una ocasión cuando un escriba le preguntó cuál era el mandamiento más importante Él dijo: «Escucha, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza». El segundo es este: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay otro mandamiento mayor que estos. (Mr 12:29–31). Recodemos que el amor no es una manera de simplificar la ley sino de resumirla. El que quiera amar a Dios y al prójimo deberá cumplir toda la ley.
Y en otra ocasión el Señor dijo: “Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo». Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis más que otros? ¿No hacen también lo mismo los gentiles? Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5:43–48).
Segundo por lo elevando del amor:
En el contexto de la última cena Jesús dijo: Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros. (Jn 13:34–35).
Aquí observamos en primer lugar la palabra améis que Jesús usa para dejar la ordenanza. En Levíticos cuando se ordena amar al prójimo se usa un verbo hebreo (ajáb) que significa “tener afecto”; “ser amable”; “querer”. Por su parte, el término usado por Jesús es agape que se usa para indicar un amor incondicional y divino. El mandamiento del amor es novedoso porque en Cristo es posible trascender el ámbito de los sentimientos; y alzarse hasta lo puro y divino. Este amor está bien resumido por Pablo:
El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser (1 Co 13:4–8).
Tercero por la manera del amor:
La manera del amor en AT es “amarás a tu prójimo como a ti mismo” Pero en el NT la manera se remonta a lo perfecto. Jesús es claro al ponerse Él como ejemplo del amor, “que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros”. Entonces, en este sentido el mandamiento es nuevo porque el creyente debe amar como Jesucristo le ama (incondicional, inmerecido, inmotivado, etc.).
Pero además, es novedoso por la naturaleza de Jesucristo, el Dios encarnado. Los griegos creía que el amor era un aspiración de lo inferior hacia lo superior. Era las criaturas quienes debían amar a los dioses. Los dioses no amaban a criaturas inferiores. Pero Dios verdadero se revela como un Dios amante que de tal manera amó al mundo que Dios a su único Hijo Amado y Amante (Jn. 3:16,13:34; Mt. 3:17).
Para Juan al Jesús venir a la tierra y darnos ejemplo de amor, el mandamiento antiguo se vuelve novedoso. Y no hay razones para que los hombres sigan en la ignorancia y en el odio porque las tinieblas van pasando, y Cristo la luz verdadera ya está alumbrando. Jesús mismo dijo: “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas. Jn 12:46.
b. El odio pertenece a las tinieblas
b. El odio pertenece a las tinieblas
Ahora Juan les dice, El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está aún en tinieblas. Al parecer en los días del apóstol habían algunos que aseguraban estar en la luz pero odiaban a sus hermanos. Para Juan en realidad los tales están aún en tinieblas. Su profesión de fe es una mera jactancia. Si el amor es el indicativo de que el creyente está en luz, es decir, participa de las excelencias y virtudes de Dios en la comunión, y por lo tanto, está vivo espiritualmente. Entonces, lo contrario al amor, a saber, el odio, es una señal inequívoca que la persona está en la oscuridad, en la ignorancia, en la muerte espiritual. Este tema el apóstol lo desarrollará en el siguiente capítulo: “Hermanos, no os maravilléis si el mundo os odia. Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte. Todo el que aborrece a su hermano es homicida, y vosotros sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.” 1 Jn 3:13–15.
c. el amor pertenece a la luz y garantiza estabilidad
c. el amor pertenece a la luz y garantiza estabilidad
El apóstol continúa diciendo: El que ama a su hermano, permanece en la luz y no hay causa de tropiezo en él. Para Juan al igual que el resto de los escritores del NT el amor es cardinal en la vida cristiana. Pablo Dijo:
Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe. Y si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviera toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy. Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha. 1 Co 13:1–3
Para Pedro quienes han sido participes de la naturaleza divina y han escapado de la corrupción de la carne deben:
Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor. Pues estas virtudes, al estar en vosotros y al abundar, no os dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Porque el que carece de estas virtudes es ciego o corto de vista, habiendo olvidado la purificación de sus pecados pasados. Así que, hermanos, sed tanto más diligentes para hacer firme vuestro llamado y elección de parte de Dios; porque mientras hagáis estas cosas nunca tropezaréis 2 P 1:5–10.
En el caso de Pedro, vemos un notorio paralelo con Juan. Para ambos, el que ama lleva una vida estable. Juan dice El que ama a su hermano... no hay causa de tropiezo en él y Pedro dice: “...porque mientras hagáis estas cosas nunca tropezaréis”. El amor que lleva a poner los intereses de nuestros hermanos junto a los nuestros nos lleva a pensar y actuar de la misma manera que Cristo lo hizo. El Señor jamás tropezó, nunca buscó sus propios intereses o puso sus necesidades por encima de la de otros. Al contrario, en Jesús vemos una muestra de entrega total. Él no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en recate por muchos. Quienes viven bajo el amor hacia el hermano jamás tropezaran. ¿En cuanta de nuestras decisiones podemos decir que el amor por los hermanos prevalece? ¿Son consideradas su necesidades tanto como las nuestras? Quienes tienda a no considerar a los hermanos en su vida, decisiones, y acciones tienden a tropezar.
Juan ve en el amor hacia los hermanos una vida estable que avanza segura hacia la perfección. Pero por el contrario, el que aborrece a su hermano, está en tinieblas, el estado interior es oscuro y sus pensamientos son confuso. Esto se manifiesta en su mundo interior y anda en tinieblas. tropezando con todo, inseguro y vacilante porque no sabe adónde va. No solo no sabe a donde va (destino) sino que no sabe adónde va (en que punto del camino se encuentra) porque las tinieblas han cegado sus ojos. Como bien dice el proverbio “El camino de los impíos es como las tinieblas, no saben en qué tropiezan (Pr 4:18–19). Y Jesús, “el que anda en la oscuridad no sabe adónde va.” Jn 12:35
APLICACIONES PARA LA VIDA
(1) El amor es el distintivo de la fe cristiana, es su brazo ejecutor. Pablo menciona que “…en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión significan nada, sino la fe que obra por amor.” El epítome del amor lo hallemos en 1 Corintos 13: “El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”
(2) Vale mencionar que este amor que caracteriza la vida cristiana no es un sentimiento, o una resolución humana, es un fruto del Espíritu Santo que nos impulsa a servir a los demás de manera abundante, que nos lleva a hacer el bien según tengamos oportunidad, especialmente a los de la familia de la fe. Aunque este amor nos estimula a dar de nuestro dinero, relaciones y bienes materiales, la corona de ese amor es darse uno mismo: “...como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma”.
(3) ¿Que sería la vida cristiana sin no hubiera la obligación de amar a los hermanos? Fascinante, estupenda, más fácil, las respuestas serían variadas pero seguramente muchos piensan que sería más llevadera. Y es que, es difícil encontrar a un cristiano que no lleve alguna cicatriz en su corazón causada por otro hermano. Pero, el mandamiento está ahí y sigue vigente. Nuestra relación con Dios se mide por nuestro amor hacia el pueblo de Dios, y muy especialmente, con esos hermanos que son más difíciles de tratar. Ahora bien, debemos entender que nuestro hermanos siguen siendo hombres pecadores, solo que están redimidos y en proceso de santificación. Considere por un momento la inmensa expectativa que solemos poner sobre las relaciones cristianas, es probable que en ninguna otra relación pongamos tan elevadas expectativas como en las que otro cristiano participa pero esto no debe ser así. Seamos cuidadosos en este aspecto. En este lado del cielo no hay perfección, aún los hermanos más santos tienen errores y muchas inconsistencias. El amor hacia los demás hermano esta basado en la gracia, es un amor que perdona multitud de errores. Recordemos que somos una comunidad de gracia.
(4) ¿Cuantas veces ha tropezado usted en la vida? ¿Se ha preguntado cuántos de esos tropiezos provienen de decisiones egoistas que solo se enfocaban en usted y su bienestar? Somos parte de una cultura que está en “modo sobreviviente”. Nuestra cultura sufre de un “darwinismo social épico”, el más apto sobrevive y eso implica que el más débil debe ser devorado. P.ej. Las empresas no toman sus desiciones buscando el bienestar de su competencia sino intentando aplastarla. Tampoco las de sus trabajadores, sino la mayor rentabilidad posible. Los gobiernos igual, nadie actúa a a favor de nadie a menos que convenga. La moda parece ser que los gobiernos desfilen y prueben sus equipos militares para demostrar su poder y amedrentar a los más débiles.
Esto lo vemos aún en el hogar. Los hijos cuando llegan a la edad adulta parecen solo pensar en ellos.Los padres son responsables en buena medida porque lo criaron para la superación, para competir, para ser los mejores y para tener éxito. El vecino no es un aliado sino un adversario que tiene un mejor auto, una mejor casa, y una esposa más linda. El compañero de trabajo no es un colega con el cual cooperar sino un rival con el cual compito. De esto, todos estamos infectados. Pero esta mentalidad no debe ser el espíritu que gobierne las relaciones cristiana, se nos manda amar y con una clase especial de amor. Pablo dijo:
Por tanto, si hay algún estímulo en Cristo, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto y compasión, haced completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito. 3 Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo. ( Flp 2:1–3).
(5) La iglesia tiene la tarea de manifestar una clase de cultura particular, la cultura del reino. La iglesia debe decirle al mundo con su ejemplo así lucirían las familias, las naciones, y el mundo entero si todos nos sometieran a Cristo. alguien dijo que la iglesia debería ser “un pedazo de cielo en la tierra”, y pienso que no exageró, claro que no en su plenitud, pero si debería aproximarse los suficiente como para darnos a degustar un poco de la gloria celestial.
Lo mismo es aplicable donde quiera que hayan dos hermanos o más reunidos, la familia, el matrimonio, los negocios, etc. no debería haber organización más bella que aquella que se conforman en el vinculo del amor cristiano. Pero hoy los matrimonios cristianos lucen tan distintos como deberían, las relaciones de los padres piadosos con sus hijos dejan mucho que decir. Muchos culpan a Dios por eso. Toman la actitud del insensato: La insensatez del hombre pervierte su camino, y su corazón se irrita contra el Señor. Prov. 19:3. Pero en realidad el enojo no debe ser contra Dios, los planes de Dios son buenos, perfectos, todo lo hizo hermoso en su tiempo. La lucha es contra el pecado, el enojo es contra él. Es una lucha legitima la del hombre que decide no descansar hasta ver brillar el reino de Dios sobre todos los departamentos de su vida.