Enséñanos a Orar III
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Esta es la última plática en la que estuvimos estudiando sobre la oración. En la primera parte vimos lo importante que es tener un espacio y tiempo dedicado a la oración. Podemos orar en cualquier parte, pero cuando tomamos tiempo para orar, de forma dedicada, intencionada, es una señal que queremos intimidad con Dios.
Espacio y tiempo
Palabras normales: No uses palabras rimbombantes si no hablas así. Es un tiempo con tu Padre y pasa el tiempo que sea necesario.
Dios ya sabe de todo lo que tienes necesidad.
La semana pasada vimos la oración que Jesús enseña a sus discípulos.
Lo primero que hacemos es reconocer la Grandeza y Santidad de nuestro Padre, a quien podemos ir en cualquier momento.
Lo segundo es cuando nos rendimos a Su voluntad y queremos que venga SU reino.
Lo tercero es declarar nuestra dependencia de Dios para todas las áreas de la vida.
Hoy veremos otra parte de la Escritura en que Jesús dice una vez más la oración modelo. Esta versión es un poco diferente, algunos usan esa diferencia como argumento para decir que la Biblia tiene errores, porque la oración fundamental para los cristianos se dice de forma diferente, sin embargo, al ver el contexto nos damos cuenta de que es dicha en otra ocasión.
La historia la narra Lucas, es un doctor, historiador, investigador, no fue discípulo de Jesús, no se documenta que haya pasado tiempo con Jesús, a diferencia de Mateo y Juan que sí fueron discípulos. El libro de Marcos narra la historia contada por Pedro. Al inicio del libro Lucas dice cómo llegó a escribir esa narración.
Jesús está orando en cierto lugar y uno de los discípulos le dice: enséñanos a orar, tal como Juan enseño a sus discípulos.
“Jesús dijo: —Deberían orar de la siguiente manera: Padre, que siempre sea santificado tu nombre. Que tu reino venga pronto. Danos cada día el alimento que necesitamos y perdónanos nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a los que pecan contra nosotros. Y no permitas que cedamos ante la tentación.” (Lucas 11:2–4, NTV)
Cuando los discípulos oyen esto, lo primero que recuerdan es que Jesús en una ocasión anterior ya les enseñó una oración, pero la dijo de manera diferente. Quizá alguien le dijo: “Jesús, como que no aprendiste bien tu oración. Ya la regaste y eso que es tu oración.” Jesús tal vez respondería: “¡ah, no! Entendiste mal, no se trata de memorizar esas palabras, sino de ponerse a cuentas con Dios, de tener intimidad, de conocerlo.
Después de esto empieza a hablar de otra cosa, de algo que con frecuencia genera frustración, comenta con sus discípulos de las veces que oras y no recibes lo que pides o cuando no suceden las cosas por las cuales estás orando.
Es más ¡sucede lo contrario! Oras para que Dios te saque de las deudas o provea los recursos para salir de ese atolladero y hemos dicho nuestra bien concebida frase “nunca más lo volveré a hacer” pero ¡ni así! Y te sigues endeudando, o el acreedor se pone más exigente. Quizá oras para sanar de una enfermedad y no sanas y se agrega otra enfermedad a la lista. Oras por un familiar y parece que se aleja más. O por tu matrimonio y la distancia crece entre los dos.
Jesús toca ese tema y lo que sigue es una prueba de que la Biblia es la Palabra de Dios, porque si alguien más lo hubiera dicho, creo que por ningún motivo querría dejar en mal a Dios, por decirlo de alguna manera.
Jesús empieza a hablar en forma de parábola y los discípulos dicen: ¡oh no! Y ahora… porque cuando habla así, son más las vece que no entendemos que las que sí. Jesús empieza:
“Luego utilizó la siguiente historia para enseñarles más acerca de la oración: «Supongan que uno de ustedes va a la casa de un amigo a medianoche para pedirle que le preste tres panes. Le dices: “Acaba de llegar de visita un amigo mío y no tengo nada para darle de comer”. Supongan que ese amigo grita desde el dormitorio: “No me molestes. La puerta ya está cerrada, y mi familia y yo estamos acostados. No puedo ayudarte”.” (Lucas 11:5–7, NTV)
Esto es algo que todos podemos entender, hay una similitud con la cultura del medio oeste con los latinos en este sentido de la hospitalidad. Recuerdo cuando niños mis hermanos y yo íbamos al rancho de los abuelos, se reunía mucha de la familia, los primos, tíos y en las tardes era una gran fiesta y divertida para dormir. Porque no había dormitorios, ni camas´, bueno, había una sola cama, un cuadrado de madera con lazo cruzándolo que era para mis papás. Después del café con lechí, tortilla tostada al comal y frijoles a buscar tu lugar para dormir, el piso de tierra con protuberancias por todas partes. Así que primero una lona que cubría la mayor parte del suelo, después de la lona, cobijas para tener un medio colchoncito. Después de un buen tiempo para hacer toda esa preparación, empezaba la lucha para ver quién dormía en el rincón, quién en medio y así. 30 minutos después que todos por fin tienen su lugar, no faltaba el primo que decía ¡papaaa! ¿ya saben qué sigue verdad? ¡quiero hacer pipí! Empezaba la búsqueda de la puerta de salida, caminando más bien brincando como en campo minado, entre primos, tíos, tías, pisando manos, rodillas hasta llegar a la puerta, quitar el pasador, abrir con el chirrido de las puertas, salir y calmar al perro que empezó a ladrar, asustar a las gallinas que han ocupado el corredor y medio mundo se despertaba.
Algo así era en ese tiempo, una sola habitación, las mujeres de un lado, varones de otro y los niños en otro. Cuando el amigo llega a tocar la puerta a ¡media noche! El amigo de adentro dice: ¡No voy a abrirte, voy a despertar a toda la gente, para buscar el pan, llegar a la puerta! Ni lo pienses, regresa mañana. Pero el amigo sigue tocando la puerta con desesperación, porque no tiene pan para darle a su amigo y sigue tocando la puerta, ignorando el mensaje.
“Les digo que, aunque no lo haga por amistad, si sigues tocando a la puerta el tiempo suficiente, él se levantará y te dará lo que necesitas debido a tu audaz insistencia.” (Lucas 11:8, NTV)
Por la persistencia, insistencia, molestancia, impertinencia se va a levantar y le dará lo que necesita para que deje de molestar. Aunque no se levante a darle el pan por ser amigos, se va a levantar para que deje de molestar, darle el pan y listo ¡déjame dormir!
Ahora bien, al leer las parábolas uno de los ejercicios comunes es preguntarse, en la parábola ¿estoy yo reflejado? ¿quién soy yo? ¿quién es Dios? Como en la parábola del Hijo pródigo, el hijo que se va soy yo, cuando regresa y ve que el Padre lo espera y recibe, ese padre es Dios. Si me alejo, Dios me recibe, esa parábola me gusta.
En esta ¿quién soy yo? ¿El que tiene Pan o el que toca la puerta? Pues el que necesita siempre soy yo, entonces, el que está dentro de la casa es Dios ¿es ÉL quien dice: déjame en paz?
En otra ocasión la Biblia narra que un juez injusto, no teme a Dios y que todos los días llega una mujer a importunarlo, a gritar pidiendo que le haga justicia, el juez le decía ¡vete! No tengo tiempo para ver tu caso. Pero fue tanta la insistencia de la mujer, que un día el juez dijo: Con tal de que esta mujer deje de molestar, le haré justicia, le voy a conceder su petición. En esta parábola ¿quién somos? La mujer. Entonces, como que la parábola no deja muy bien a Dios que digamos.
Es un amigo que sale de la cama y da el pan, pero con tal que el amigo se vaya. Es un juez que hace justicia para que lo dejen de molestar.
O sea, si quieres algo de Dios ¡sigue tocando la puerta!Y te responderá, no porque te quiera responder, sino para que dejes de estar molestando. Ese es el significado de la parábola. Podemos intentar darle otra explicación, otro matiz y decir que en griego el original, dice otra cosa y que tal vez, porque, pero…etc. Sin embargo ¡esto es lo que dice! Pero al verlo con calma de forma detenida, te das cuenta de que ¡tiene todo el sentido del mundo!
Los que tenemos hijos sabemos de qué se trata esto. Cuando los hijos quieren algo y nos lo piden con insistencia: ¡quiero mcdonalds! Lo repiten hasta que nos cansan, nos colman la paciencia y los llevamos, no porque haya surgido de nuestro corazón, sino para que dejen de estar molestando.
O quizá te piden permiso con tanta insistencia, y se lo das, para que dejen de molestar. Ahora bien, como padres, eso no quiere decir que los ames menos o más, es sólo parte de la relación. ¡No tiene nada que ver con el amor o con la relación!
La otra parte es cuando nuestros hijos vienen, nos piden algo y les decimos que no es posible y responden: ah, bueno, está bien papi, gracias. Y por la actitud que toman, nos alegramos, reflexionamos y decimos: espera, termino rápido y vamos a jugar. Después ellos dicen: Mi papi es el mejor del mundo.
¿No será que en parte a eso se refiere Dios? Cuando dice: dime ¡Padre, papá! Podría ser que lo que hace que cambie de opinión de vez en cuando, sea un reflejo de Dios como Padre y lo que leímos quiere decir exactamente eso:
Dios no se molesta, no se enoja por tu persistencia, pero a veces se mueve por tu persistencia.
Dios no se irrita porque le pidas y le pidas y le vuelvas a pedir y regreses a insistir. Dios se siente honrado y de vez en cuando dice ¡está bien! Ten pan y sal de aquí. No creo que diga la última parte.
Jesús nos dice: Cuando ores, dile: ¨
Mi Dios eres grande, estoy rendido a tu voluntad
Y no dejes de pedir, no dejes de pedir, no dejes de pedir. Quizá tu persistencia puede mover el corazón de Dios.
Jesús lo interpreta así:
“»Así que les digo, sigan pidiendo y recibirán lo que piden; sigan buscando y encontrarán; sigan llamando, y la puerta se les abrirá.” (Lucas 11:9, NTV)
Lo dice de forma diferente para que no lo malinterpretemos, para que lo entendamos bien; sigue tocando, dile: sé que me escuchas, se que estás aquí, vi la luz prendida, no me iré hasta que me respondas.
Pide, busca, llama. ¡ve a la oración constantemente! Y algunas veces Dios responderá movido por tu persistencia, tu persistencia tiene el potencial de hacer que Dios responda.
Pide, busca, llama, pide, busca, llama, pide, busca, llama.
“Pues todo el que pide, recibe; todo el que busca, encuentra; y a todo el que llama, se le abrirá la puerta.” (Lucas 11:10, NTV)
Quizá estés pensando de alguna ocasión que estuviste pidiendo o en estos días que has estado pidiendo y Dios ¡no respondió o no responde! Jesús podría narrarte una historia de sus amigos María, Marta y Lázaro oraron para que algo sucediera y ¡no pasó de la manera como ellos querían! La respuesta llegó tarde, pero la respuesta fue milagrosa y mejor.
La oración es algo así como: ¡No dejes de orar hasta que algo suceda! ¡no dejes de orar! He oído de hombres y mujeres que han estado orando lo que parece una eternidad, para que sucedan cosas imposibles y de pronto, años después, sucede eso por lo que han estado orando, pero años después.
Pero sabes que la principal causa por la cual las personas dejan de orar no es porque dejen de creer en Dios, no es porque crean que sí hay cosas imposibles hasta para Dios, la principal causa para dejar de orar es nuestra desesperación. No porque la oración no funcione, sino por lo difícil que es permanecer confiando.
Hay personas que se desesperan y están orando por una esposa, un esposo, un hijo, un trabajo mejor y no quieren esperar. Lo que dicen es: No quiero orar, lo que quiero es un novio que me lleve flores amarillas. Y se buscan una relación ¡cualquiera es buena! Y prefieren después pedirle a Dios que los bendiga y les de un matrimonio feliz, con la persona que ellos eligieron con prisas.
En el proceso de pedir, buscar y llamar puede suceder algo, que quizá sea mejor que recibir lo que estamos pidiendo. Cuando estamos enfocados en el proceso de pedir, de buscar y llamar Dios hace algo en nosotros.
Cuando oras para que tu pareja cambie o que tus hijos regresen, después de estar orando, te das cuenta de que quién debe cambiar ¡eres tú! Por eso los hijos se alejaron, por eso el distanciamiento con tu pareja, por eso el alejamiento de tu familia, por eso los despidos de los trabajos; no se trataba de ellos, se trata de ti. ¿Para qué van a regresar, para qué vas a sanar, para qué vas a recibir dinero? Si cuando lo tengas ¡seguirás igual! Con la ira, soberbia, orgullo, desobediencia, etc.
Dios revela que hay algo en nosotros que debe cambiar. Dios te dice: antes de darte lo que quieres, deseo que tú cambies, quiero hacer algo en ti, quiero moldearte, quiero que seas el espejo en el cual YO me reflejo.
O en el proceso de la oración nos damos cuenta de que estamos pidiendo mal y que realmente lo que estamos pidiendo ¡no es lo mejor! O no es la voluntad de Dios. Es como si orarás pidiendo: Señor revélame el número de la lotería o cuál banco robar.
Oremos con insistencia, con persistencia y Dios hará algo y de vez en cuando hará lo que estás pidiendo. Aunque puede que no sea en el tiempo que tú quieras, pero cuando ÉL decida hacerlo, dirás: WoW ¡Qué grande es nuestro Dios! ¡qué grande es mi Dios!
Dios no se irrita, no se enoja por nuestra persistencia, es más, de vez en cuando ÉL puede decir: Está bien, acércate a la puerta, pero siempre que ores, Dios hará algo. ÉL lo hará.
Cuando eres persistente le estás diciendo a Dios ¡tú eres el único que puede hacer esto! Creo que es tu voluntad y quiero hacer tu voluntad. Estoy rendido a ti, reconozco mi dependencia de ti, si tú no lo haces ¡nadie lo puede hacer! Dependo de ti en todo. Y Dios dice: ¡Esa es la actitud que me gusta! ¡haré algo por ti! Te daré el Pan de Vida.
¿Qué tan diligente eres en tu oración? Siendo honestos. ¿Hay algo por lo que estás tan interesado, que todos los días vas a tu cuarto y cierras la puerta para orar? Y aunque digas: Dios esto que te pido es imposible para mí, pero mientras viva oraré, estaré importunando al cielo constantemente.
Si no empiezas a orar así, te estás perdiendo la oportunidad de ver a Dios en acción, el hecho que aún no tengas respuestas en algunas de tus oraciones, que te provoque a seguir insistiendo, a seguir buscando a seguir tocando la puerta, a seguir gritando desde tus rodillas y ÉL conforme a SU Soberanía, contestará como es mejor para ti y te sorprenderá.
Palabra de Dios
Oremos