LO QUE ES Y LO QUE NO ES LA MUERTE
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LO QUE ES Y LO QUE NO ES LA MUERTE
«Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia» (Filipenses 1:21).
INTRODUCCIÓN: Aunque la muerte en términos humanos es una pérdida irreparable, en términos espirituales «es ganancia». Con la muerte el cristiano pierde su cuerpo, pero gana la oportunidad de un futuro cuerpo glorificado. Pierde la tierra, pero gana el cielo. Pierde su familia congénita, pero gana una familia celestial. Pierde de ver aquí en la tierra muchas cosas futuras, pero en el cielo verá muchas cosas preciosas.
I. Lo que es la muerte:
1. Es temerosa. Su nombre por sí solo causa temor. El miedo a la muerte persigue al ser humano desde que nace. Todos hemos nacido para morir. Tenemos sentencia de muerte (Hebreos 9:27).
2. Es incógnita. Está rodeada de misterios. Para los antiguos faraones las pirámides de Egipto eran sus tumbas-palacios, desde donde ellos gobernarían en la otra vida. El ser humano vive buscando responder al dilema de la muerte y a los interrogantes que la rodean.
3. Es solitaria. Viene para arrancar con su guadaña a un ser querido del jardín de la vida familiar. Donde había compañía deja soledad. Donde había un matrimonio deja viudez. Donde habían padres y madres, deja orfandad. Donde habían hijos, deja padres sumidos en el dolor y la angustia. Donde había amigos, deja recuerdos.
4. Es finalista. Con ella se concluye el último capítulo para cerrar el libro de la vida humana. Todo lo que está «debajo del sol» (Eclesiastés 3:16), termina con la muerte. Las aspiraciones humanas terminan con la muerte. Los ahorros terminan con ella. El trabajo y su afán terminan con ella. Las preocupaciones terminan con ella. Los planes futuros terminan con la muerte. Ella nos lleva al final…, a la recta final de la vida.
II. Lo que no es la muerte:
1. No es inexistencia. Con ella no termina todo, aunque ella termina todo. Me explico, termina la vida física, pero no termina nuestra vida espiritual. Tenemos supervivencia en nuestras almas-espíritus.
2. No es un sueño eterno. El creyente duerme para este mundo físico, pero está despierto para Dios. El que muere sin Cristo eternamente estará en una pesadilla.
3. No es un estado de infelicidad. Para el no creyente sí lo es (Lucas 16:23, 24). Pero para aquel que conoció a Jesús de Nazaret, aunque haya sido la escoria de la sociedad, un criminal empedernido, un blasfemo religioso…, la muerte lo introduce a ese estado donde «Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron» (Apocalipsis 21:4).
4. No es un estado permanente. El cristiano nacido de nuevo que ha sido un profesante y un practicante de su fe, tiene la esperanza de que un día en el programa divino de Dios, se levantará resucitado por encima de las libras de tierra que aprisionaban sus restos y del ataúd que lo había encerrado para su funeral.
Pablo apóstol dijo: «Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero» (1ª Tesalonicenses 4:16).
CONCLUSIÓN: Amigo que me escuchas, un día la muerte te alcanzará con su flecha disparada a la ventura (léase sobre la muerte del rey Acab en 1 Reyes 22:34). ¿Dónde habrás de pasar la eternidad? ¿La pasarás con Cristo o sin Cristo? ¿En el cielo o fuera del cielo? Sólo tienes una decisión que tomar y debes apresurarte. Ésta es: ¡Conviértete a Jesucristo! No esperes hasta que la flecha se meta «entre las junturas de la armadura» (1 Reyes 22:34). Aunque te disfraces, la flecha enemiga te alcanzará (1 Reyes 22:30)