¡Sana mis defectos, Dios!
Jonás • Sermon • Submitted
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· 47 viewsDios quire que seamos transformados para parecernos más a Él.
Notes
Transcript
¿Tienes algún defecto?
¡Vaya pregunta! ¡Todos los tenemos!
¿Cuál considerarías que es tu peor defecto?
Según Wikipedia, “Se llama defecto a la carencia o falta de las cualidades propias y naturales de una cosa o a cualquier imperfección natural o moral”.
Le llamamos “defecto” a la falta de las cualidades deseables. Permíteme algunos de los defectos que he escuchado que algunas personas mencionan: “Mi nariz está torcida” o “Tengo los ojos muy pequeños”. Sí, esos pueden ser algunos de los que podemos considerar como nuestros defectos “físicos”. Pero nuestra definición de defectos se va a extender más allá, para abarcar las fallas de nuestro carácter, aquellas características de nuestro trato con los demás que no representan una virtud sino todo lo contrario.
Así que, ¿cuáles son tus defectos? ¿Puedes reconocerlos? Presta mucha atención: el hecho de que reconozcas que tienes tales y cuales defectos no te justifica. No puedes librarte de tus errores asumiendo que “soy así, ¿qué voy a hacer?” (“Si soy así, ¿qué voy a hacer?”, dice un tango). Nuestros “defectos” son, muchas veces, áreas de nuestras vidas con las que tenemos que trabajar para mejorar. ¿Por qué?
Pues...
...como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. (1 Pedro 1:15-16)
Dios no justifica nuestros defectos sino que los denuncia por medio del Espíritu Santo y obra en nosotros en el proceso de cambiar para parecernos cada vez más a Él. En la Biblia, a nuestros defectos se les llama “obras de la carne” y se nos enseña que Dios nos ayuda para que los dejemos atrás, para que cambiemos.
Jonás tenía un feo defecto: era gruñón, regañón y enojón. Y eso le causó problemas.
1 Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó. 2 Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal. 3 Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida.
1 Pero esto disgustó mucho a Jonás, y lo hizo enfurecerse. 2 Así que oró al Señor de esta manera:
—¡Oh Señor! ¿No era esto lo que yo decía cuando todavía estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, pues bien sabía que tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, que cambias de parecer y no destruyes. 3 Así que ahora, Señor, te suplico que me quites la vida. ¡Prefiero morir que seguir viviendo!
1 Este cambio de planes molestó mucho a Jonás y se enfureció. 2 Entonces le reclamó al Señor:
—Señor, ¿no te dije antes de salir de casa que tú harías precisamente esto? ¡Por eso huí a Tarsis! Sabía que tú eres un Dios misericordioso y compasivo, lento para enojarte y lleno de amor inagotable. Estás dispuesto a perdonar y no destruir a la gente. 3 ¡Quítame la vida ahora, Señor! Prefiero estar muerto y no vivo si lo que yo predije no sucederá.
1 Pero esto desagradó a Jonás en gran manera, y se enojó.
2 Y oró al Señor: «¡Ah Señor! ¿No era esto lo que yo decía cuando aún estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis. Porque yo sabía que Tú eres un Dios clemente y compasivo, lento para la ira y rico en misericordia, y que te arrepientes del mal anunciado.
3 »Y ahora, oh Señor, te ruego que me quites la vida, porque mejor me es la muerte que la vida».
Observa de qué manera reaccionó Jonás ante lo que pasó en Nínive luego de su primer día de predicación (ni siquiera recorró toda la ciudad).
1Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó. (Jonás 4:1) RVR60
Pero esto desagradó grandemente a Jonás y lo enojó. (Jonás 4:1) RVA
Pero esto disgustó mucho a Jonás, y lo hizo enfurecerse. (Jonás 4:1) NVI
Este cambio de planes molestó mucho a Jonás y se enfureció. (Jonás 4:1) NTV
¿Qué fue lo que molestó/desagradó/disgustó tanto a Jonás?
10Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo. (Jonás 3:10)
Jonás vio lo que sucedió cuando obedeció a Dios, predicó su mensaje y la gente reaccionó al mismo. Al meditar en el capítulo 3 nos maravillamos de las cosas que Dios puede hacer con nuestras pequeñas obediencias, con nuestras limitadas acciones puestas a su servicio. ¡Dios puede y quiere transformar vidas por el poder de su gracia y su evangelio!
Pero aquí tenemos a un predicador que no se alegró por el avivamiento resultante de su mensaje. La gente se conmovió, se volvió a Dios, se arrepintió, cambió… ¡y Jonás se enojó!
¡Vaya con este hombre!
¿Puede uno enojarse y disgustarse con algo que Dios haga? Bueno, a Jonás le pasó. Jesús dijo que era bienaventurado quien no encontrara tropiezo en Él.
¿Puede ser que te suceda algo así, que consideres algo que sucede y llegues a la conclusión de que no te gusta, no te parece justo, hubieras preferido que Dios hiciera algo diferente?
Jonás no se limitó a sentirse mal con lo que estaba sucediendo y enojarse. El versículo 2 nos dice que, aún sintiendose así, oró a Dios:
Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clenemte y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal. (Jonás 4:2)
Creo que Jonás no va a dejar de sorprendernos. Estaba mal, enojado, en desacuerdo con aquella situación y la manera de proceder de Dios. Podía haberse guardado sus palabras y “verse bonito” mientras se retiraba de Nínive. Pero no, le expresó a Dios su desacuerdo.
Recuerdo que Jesús contó una parábola que parece expresar algo parecido.
1Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. 2Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. 3Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; 4y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. 5Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. 6Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? 7Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. 8Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. 9Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. 10Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. 11Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, 12diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. 13Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? 14Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. 15¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? 16Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos. (Mateo 20:1-16)
Sí, puede parecer injusto. La gracia de Dios es injusta, porque no se basa en su justicia sino en su misericordia.
Lo que queda claro aquí es que Jonás conocía bien a Dios. La descripción que hace del carácter de Dios es totalmente coherente con toda la revelación bíblica.
8 Misericordioso y clemente es Jehová;
Lento para la ira, y grande en misericordia.
9 No contenderá para siempre,
Ni para siempre guardará el enojo.
10 No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades,
Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.
11 Porque como la altura de los cielos sobre la tierra,
Engrandeció su misericordia sobre los que le temen. (Salmos 103:8-11)
Esta misma verdad aparece por lo menos en tres salmos y se repite en los profetas. Dios quiere perdonar.
Dios quisiera que todos, que cada persona, accedieran a la salvación pasando por el arrepentimiento.
9El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. (2 Pedro 3:9)
El hecho es que Jonás, hijo de Dios y su siervo, conocía a Dios, su gracia y su carácter. Era por eso que Jonás no había querido que hubiera ningún trato entre Dios y aquel pueblo lleno de injusticia y violencia, porque sabía que cualquier acercamiento de Dios a ellos iba a ofrecer siempre la posibilidad del arrepentimiento y la restauración.
Así es Dios: perdonador, restaurador, ofreciendo siempre la alternativa del arrepentimiento y el perdón. Dios quiere perdonar aun a las personas que más te han herido en esta vida, a quienes más daño te han hecho. ¿Sería justo? Tampoco era justo que Dios te diera la vida eterna, y lo ha hecho.
Pero observa hasta qué punto lleva Jonás su rechazo a lo que Dios está haciendo:
3Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida. (Jonás 4:3)
¿Alguna vez haz llegado a este extremo? ¿Alguna vez has dicho algo así como “¡No puedo creer que esto esté sucediendo! ¡No puede ser! ¡Esto no es justo! ¡Me quiero morir!”?
Así se sentía Jonás, quien quería que aquellos asirios fueran duramente condenados por sus delitos e injusticias. Cuando Jonás había dirigido sus pasos hacia Jope para abordar aquel barco sabía que se dirigía a la muerte, y la prefería antes que el perdón de Dios para aquel pueblo.
4 Y Jehová le dijo: ¿Haces tú bien en enojarte tanto?
4 —¿Tienes razón de enfurecerte tanto?—le respondió el Señor.
4 El Señor le respondió:
—¿Te parece bien enojarte por esto?
4 Y el Señor dijo: «¿Tienes acaso razón para enojarte?».
¿Cómo trata Dios con nuestras debilidades, con nuestros defectos de carácter? Esta experiencia de Jonás tiene la cualidad de enseñarnos justamente eso, la manera en que Dios enfrenta nuestros peores defects de carácter.
Dios podría haber terminado la historia antes, o en aquel punto en particular podría terminarla. ¿Era esa la actitud de un siervo de Dios, la de rechazar su voluntad y oponerse a la exposición de su gracia? Lo mismo se puede decir de nosotros en cuanto a todas esas ocasiones en las que no reflejamos el carácter de Dios sino los defectos de nuestra carne.
Algunos de nosotros necesitaríamos copiar este versículo y cololarlo a la vista, para tenerlo bien presente.
¿Haces bien en reaccionar así, en hacer las cosas como las estás haciendo?
Pero observa atentamente lo que está ocurriendo aquí: el hijo de Dios, Jonás, está exponiénse completamente ante la luz de Dios, hablando directamente con Él de lo que siente y experimenta, aun cuando no es correcto. Dios quiere ese tipo de trato honesto de nuestra parte. No sería la primera vez que los humanos expresamos nuestros sentimientos inapropiados ante Dios.
Este no es el único pasaje bíblico en que hay personas diciéndole cosas incómodas ante Dios, o exponiendo sentimientos de dolor o deseos de venganza. Pero justamente de eso se trata nuestra relación con Dios.
5Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. 6Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; 7pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. 8Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 10Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. (1 Juan 1:5-10)
Ahí lo tienes. Jonás se puso a la luz, dijo lo que había en su corazón, sin censuras. ¿Tú te has puesto a la luz?
Por lo general, nosotros tratamos de ser “diplomáticos” con Dios, “protocolares”. A Dios no le decimos todo lo que sentimos, porque distinguimos que algunas cosas no están bien. Jonás había aprendido a tratar con Dios sencillamente, tal como era, sin esconder nada. Eso es lo que Dios espera de nosotros.
La gran pregunta aquí es: ¿Cómo trata Dios con nuestras debilidades (como las de Jonás)?
Aquí lo tienes a Dios, cuestionando a Jonás por su enojo. ¿Estaba haciendo bien Jonás? La respuesta parece bastante obvia. Pero Dios lo que estaba haciendo era enfrentar al hombre con su propia reacción: “Reacciona, hombre, ¿qué estás haciendo? ¿Es esto correcto?
¿Eres de las personas que se enojan? ¿Qué cosas te “hace hacer o decir” el enojo?
19Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; 20porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. (Santiago 1:19-20)
No, ¡cuidado con el enojo! Si quieres obrar la justicia de Dios tendrás que evitar dejarte llevar por la ira.
Pero el enojo no es el único problema.
19Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. (Gálatas 5:19-21)
Varias de estas “manifestaciones de la carne” se relacionan con la ira, y otras no. Pero son todas razones suficientes para que Dios nos mire a los ojos y nos pregunte: “¿Haces tú bien al reaccionar así?”. La respuesta es siempre “No”. Pero al exponerlo ante Dios le estamos dando la oportunidad de sanarnos, corregirnos, ayudarnos a cambiar. Eso fue lo que pasó con Jonás.
5 Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella a la sombra, hasta ver qué acontecería en la ciudad.
6 Y preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que hiciese sombra sobre su cabeza, y le librase de su malestar; y Jonás se alegró grandemente por la calabacera. 7 Pero al venir el alba del día siguiente, Dios preparó un gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó. 8 Y aconteció que al salir el sol, preparó Dios un recio viento solano, y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida. 9 Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte.
5 Jonás salió y acampó al este de la ciudad. Allí hizo una enramada y se sentó bajo su sombra para ver qué iba a suceder con la ciudad. 6 Para aliviarlo de su malestar, Dios el Señor dispuso una planta, la cual creció hasta cubrirle a Jonás la cabeza con su sombra. Jonás se alegró muchísimo por la planta. 7 Pero al amanecer del día siguiente Dios dispuso que un gusano la hiriera, y la planta se marchitó. 8 Al salir el sol, Dios dispuso un viento oriental abrasador. Además, el sol hería a Jonás en la cabeza, de modo que éste desfallecía. Con deseos de morirse, exclamó: «¡Prefiero morir que seguir viviendo!»
9 Pero Dios le dijo a Jonás:
—¿Tienes razón de enfurecerte tanto por la planta?
—¡Claro que la tengo!—le respondió—. ¡Me muero de rabia!
5 Entonces Jonás se fue al oriente de la ciudad e hizo una enramada. Luego se sentó bajo la sombra de la enramada mientras esperaba ver lo que le acontecería a la ciudad. 6 Ahora bien, el Señor Dios proveyó que una planta frondosa creciera allí y pronto extendió sus anchas hojas sobre la cabeza de Jonás y lo protegió del sol. Esto le trajo alivio y Jonás estuvo muy agradecido por la planta.
7 ¡Pero Dios también proveyó un gusano! Al amanecer del día siguiente, el gusano se comió el tallo de la planta, de modo que se marchitó. 8 Así que cuando el sol se intensificó, Dios proveyó un viento abrasador del este para que soplara sobre Jonás. El sol pegó sobre su cabeza hasta que se sintió tan débil que deseaba morirse y exclamó: «¡Es mejor morir que vivir así!».
9 Entonces Dios dijo a Jonás:
—¿Te parece bien enojarte porque la planta murió?
—¡Sí —replicó Jonás—, estoy tan enojado que quisiera morirme!
5 Entonces salió Jonás de la ciudad y se sentó al oriente de la misma. Allí se hizo un cobertizo y se sentó bajo la sombra de él, hasta ver qué sucedería en la ciudad.
6 Y el Señor Dios dispuso que una planta creciera sobre Jonás para que hiciera sombra sobre su cabeza y lo librara de su incomodidad. Y Jonás se alegró grandemente por la planta.
7 Pero al rayar el alba del día siguiente Dios dispuso que un gusano atacara la planta, y esta se secó.
8 Y sucedió que al salir el sol, Dios dispuso un sofocante viento del este, y el sol hirió la cabeza de Jonás, así que él desfallecía, y con toda su alma deseaba morir, y decía: «Mejor me es la muerte que la vida»
9 Entonces Dios le preguntó a Jonás: «¿Tienes acaso razón para enojarte por causa de la planta?». «Tengo mucha razón para enojarme hasta la muerte», le respondió.
Dios quiere obrar en ti - en cada uno de nosotros - para ayudarte a madurar y adquirir más de su carácter. Es más, permíteme decirte que Dios está tratando contigo, con tus debilidades, con tus defectos.
¿Cómo lo hace? ¿Cómo nos ayuda Dios a crecer y mejorar? Su meta siempre es instalar el carácter de Cristo en nosotros, que como decía Juan el Bautista nosotros mengüemos para que Él crezca. En el proceso puede utilizar cualquier cosa como su instrumento para facilitar nuestro crecimiento.
En el caso de Jonás, Dios utilizó su necesidad de sombra. De la misma manera, Él va a utilizar cualquiera de tus necesidades o situaciones para que puedas ser moldeado conforme a su semejanza.
El versículo 5 nos dice de las acciones de Jonás. No se limitó a sus palabras hacia Dios, sino que se instaló justo frente a la ciudad de Nínive para ver qué ocurriría al cabo de los 40 días anunciados. Estaba comprometido con que los asirios pagaran por sus violencias. Se estableció lo mejor que pudo a la sombra.
Entonces Dios intervino.
Esto es asombroso. El mismo Dios que levantó una poderosa tormenta en medio del Mar Mediterráneo, ahora promovió el crecimiento de una planta de ricino, con amplias hojas, para que le diera sombra a Jonás. Era algo sencillo, pequeño, pero que Jonás recibió con mucha alegría. Podríamos decir que Jonás se encariñó con aquella planta que le dio alivio frente al calor.
Y entonces Dios, para transmitirle una poderosa lección a su hijo, envió un gusano. Observa, por favor, como Dios interviene tomando el control sobre cosas pequeñas, aparentemente insignificantes pero que afectan nuestras vidas. En este caso, una planta y un gusano. ¿Todo por qué? Para enseñarle a su hijo una lección importante.
El gusano atacó la planta en sus puntos sensibles y esta se secó, de un día para otro, de la noche a la mañana. Entonces volvió el calor, tercera intervención de Dios (planta, gusano, viento caluroso).
Dios sabía de qué manera iba a reaccionar Jonás al respecto. Otra vez - por razones diferentes - Jonás se apesadumbró, se molestó, se angustió, en este caso por su plantita seca. Una vez más, Jonás deseó la muerte. Definitivamente, Dios estaba tratando con su carácter.
Observa como por segunta vez Dios cuestiona el enojo de Jonás. ¿Correspondía su reacción? En este caso, Dios practicamente le pregunta si aquello le enoja mucho. Su respuesta es corta y directa: “Mucho me enojo, hasta la muerte”.
Dios va a utilizar tus circunstancias, lo que te importa, lo que te sucede, para hablar a tu corazón.
¿Qué te está ocurriendo? ¿Qué te ha pasado últimamente? Vuelve a considerar tus circunstancias, porque Dios está obrando en tu vida, y está utilizando lo que te sucede para ayudarte a crecer y mejorar.
10 Y dijo Jehová: Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció. 11 ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?
10 El Señor le dijo:
—Tú te compadeces de una planta que, sin ningún esfuerzo de tu parte, creció en una noche y en la otra pereció. 11 Y de Nínive, una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y tanto ganado, ¿no habría yo de compadecerme?
10 Entonces el Señor le respondió:
—Sientes lástima por una planta, aunque tú no hiciste nada para que creciera. Creció rápido y murió rápido. 11 Pero Nínive tiene más de ciento veinte mil habitantes que viven en oscuridad espiritual, sin mencionar todos los animales. ¿No debería yo sentir lástima por esta gran ciudad?
10 Entonces el Señor le dijo: «Tú te apiadaste de la planta por la que no trabajaste ni hiciste crecer, que nació en una noche y en una noche pereció,
11 ¿y no he de apiadarme Yo de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de 120,000 personas que no saben distinguir entre su derecha y su izquierda, y también muchos animales?»
Dios va a utilizar, muchas veces, comparaciones para que comprendamos los principios espirituales que rigen nuestras vidas. Fue el método favorito de Jesús al compartir sus parábolas, con las que comparó las situaciones con las que las personas estaban familiarizadas.
Dios quería enseñarle a Jonás una lección de suma importancia, y para eso utilizó la parábola de la sombra de la plantita.
Jonás se había entristecido por la muerte de aquella planta que tan genrosamente le había proporcinado el alivio de su sombra ante el calor. Le había importado la planta y le había dolido que muriera.
Y Dios le llama la atención a ese sentimiento. Sí le importó, y estaba bien. Le importó y no había hecho nada por ella.
A Jonás le había importado su planta. ¿No serían más importantes las personas a las que Dios conocía y se refería?
Dios tenía contadas a las personas que habitaban en Nínive. Eran familias, tenían amigos, soñaban, esperaban, respiraban. Y a no ser que creyeran en Él se perderían.
A Dios le importan las personas, y no querría que ninguna de ellas se perdiera.
Dios te trajo a meditar de este pasaje para decirte que a Él le importan las personas que te rodean. Sabe cuántos son y lo que están viviendo, y conoce su ignorancia, como conocía la de los ninivitas.
¿Y no tendré yo piedad...?
Dios quiere salvar. ¿Cuál será tu actitud? ¿De qué lado te vas a colocar?
Jonás los rechazaba y Dios se compadecía. No sabemos qué más sucedió (el libro queda inconcluso) pero nos queda la esperanza de que Jonás haya comprendido, y que su actitud haya cambiado.
Solamente con la ayuda de Dios puedes amar a tus enemigos. Esas personas que a veces te han tratado mal, con injusticia, que tal vez a ti no te importen, le importan a Dios. Aprende a sentir con el corazón de Dios. Así como a Él le importaste sin merecerlo, esas personas con las que hoy te relacionas y que han rechazado tu testimonio son objeto de la compasión de Dios.
8Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (Romanos 5:8)
Ama como Dios ama.