La sabiduría bíblica es aquella que se ve en los hechos, no en las palabras. Esta sabiduría no es la que está adornada con abundancia de argumentos, sino la que se viste de mansedumbre.
La paciencia es compañera de la sabiduría, no esclava del deseo; la paciencia es amiga de una buena conciencia, no enemiga de la inocencia.