INTRODUCCIÓN A SANTIAGO
SANTIAGO SE PRESENTA COMO SIERVO DE DIOS Y DEL SEÑOR JESUCRISTO, ESCRIBIENDO A LOS JUDÍOS QUE SE ENCONTRABAN FUERA DE PALESTINA
UNA BREVE INTRODUCCIÓN A LA CARTA
El que no haya ninguna referencia al concilio de Jerusalén mencionado en Hechos 15 (alrededor de 49 d.C.) indica una fecha de la redacción de Santiago antes de que se reuniera el concilio. Es improbable que, en una carta dirigida a los creyentes judíos de la diáspora, Santiago (Jacobo) dejara de mencionar el Concilio de Jerusalén si ya hubiera tenido lugar. Esta fecha temprana es apoyada por la falta de cualquier referencia a los gentiles, a las iglesias gentiles o a los temas relacionados con los gentiles (p. ej. la circuncisión o el comer carne sacrificada a los ídolos). El intervalo más probable en que debió escribir Santiago es del 44 al 49 d.C., convirtiéndolo en el primero de los libros a escribirse del Nuevo Testamento.
EL REMITENTE DE LA CARTA
Cuando Pablo visitó Jerusalén, descubrió que Jacobo, al igual que Pedro y Juan, eran columnas de la iglesia allí (Gá. 2:9–12)
LOS DESTINATARIOS DE LA CARTA
La frase doce tribus era un título, por lo general, empleado en el Nuevo Testamento para referirse a la nación de Israel
El público principal de Santiago eran los judíos que habían huido debido a la persecución y que todavía estaban sufriendo pruebas por causa de su fe (1:2). Para darles confianza, esperanza y fortaleza para soportar aquellas pruebas, Santiago les dio una serie de pruebas (vea la Introducción) por las que podían determinar la autenticidad de su fe.
Chairein (salud) significa “regocijarse” o “alegrarse” y era un saludo secular común. Sin embargo, para Santiago la palabra no era una simple formalidad. Esperaba que lo que escribió alegrara el corazón de sus lectores al ofrecerles medios para verificar la autenticidad de su salvación. Santiago sabía que eso les daría gran consuelo en sus pruebas, que Satanás usa de modo persistente para tratar de hacer que los cristianos duden que son hijos de Dios y coherederos con Jesucristo.
CONCLUSIÓN
Si alguien conoció bien a Jesús, probablemente Santiago haya sido esa persona. Santiago y Jesús crecieron juntos en la misma familia; comieron juntos, jugaron juntos y trabajaron juntos. Después de su resurrección, Jesús se le apareció a Santiago, que en ese momento estaba solo (1 Co. 15:7). Y si hubo alguna persona que con derecho propio pudiese llamar a Jesús “mi hermano”, tal persona era Santiago.
Santiago evita jactarse. Con toda humildad él se identifica como “siervo de Dios y del Señor Jesucristo”. Jesús no se avergüenza de llamarnos hermanos y hermanas (Heb. 2:11). Nosotros, sin embargo, hacemos bien si seguimos el ejemplo de Santiago y nos llamamos a nosotros mismos siervos de Dios y de nuestro Señor Jesucristo.