La trágica caída de la humanidad (Génesis 3:1-7)
Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama el Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo enterod; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él.
Prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años
Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestras mentes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo.
Y el SEÑOR Dios dijo a la serpiente:
Por cuanto has hecho esto,
maldita serás más que todos los animales,
y más que todas las bestias del campo;
sobre tu vientre andarás,
y polvo comerás
todos los días de tu vida.
Pero el Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe, prestando atención a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios,
2 mediante la hipocresía de mentirosos que tienen cauterizada la conciencia;
3 prohibiendo casarse y mandando abstenerse de alimentos que Dios ha creado para que con acción de gracias participen de ellos los que creen y que han conocido la verdad.
4 Porque todo lo creado por Dios es bueno y nada se debe rechazar si se recibe con acción de gracias;
5 porque es santificado mediante la palabra de Dios y la oración.
Porque si por la transgresión de uno, por este reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por medio de uno, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.
18 Así pues, tal como por una transgresión resultó la condenación de todos los hombres, así también por un acto de justicia resultó la justificación de vida para todos los hombres.
19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos.
20 Y la ley se introdujo para que abundara la transgresión, pero donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia,
21 para que así como el pecado reinó en la muerte, así también la gracia reine por medio de la justicia para vida eterna, mediante Jesucristo nuestro Señor