1 PEDRO 1:17
17Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;
Pedro enseña, exhorta y aconseja a sus lectores acerca del modo en que debieran vivir. Menciona una vez más la relación que tienen como hijos de Dios para con Dios el Padre, que es santo y justo.
17. Puesto que invocan como Padre al que juzga imparcialmente las obras de cada uno, pórtense con temor reverente durante el tiempo que vivan como extranjeros en este mundo.
Cada palabra de este texto es importante y rebosa de significado. Nótese que este versículo sirve de introducción a los cuatro versículos siguientes (vv. 18–21).
a. “Puesto que invocan como Padre”. Los traductores de la versión presente han captado correctamente el pensamiento de este versículo con las palabras puesto que. Una traducción literal del griego sería: “Y si invocan a un Padre”. Sin embargo, la oración condicional expresa la realidad de una práctica de larga data, de modo que las palabras Y si pueden significar “puesto que”.
En el griego, la palabra Padre está antes del verbo invocar para recibir un énfasis especial. Aunque el sustantivo Padre carece del artículo determinado, en su forma absoluta se refiere a Dios el Padre. En otras palabras, Pedro indica que no tiene en mente ningún otro padre que Dios el Padre. Ya en los tiempos del Antiguo Testamento la gente invocaba a Dios como Padre (Sal. 89:26; Jer. 3:19; Mal. 1:6). Pero el Nuevo Testamento revela que Jesús nos enseña a orar íntimamente al Padre en el Padre nuestro (Mt. 6:9; Lc. 11:2). Pablo escribe que nosotros clamamos: “Abba, Padre” (Ro. 8:15; Gá. 4:6).
Cuando llamamos a Dios nuestro Padre por ser sus hijos, debemos esperar que él también sea nuestro juez. Pedro agrega que el Padre “juzga imparcialmente las obras de cada uno”. Dios no favorece a nadie, sea rico o pobre (Stg. 2:1–9), judío o gentil (Ro. 2:11), esclavo o amo (Ef. 6:9; véase también Co. 3:25). El texto dice que Dios juzga sin mirar el rostro de la persona (cf. 1 Sa. 16:7) y que Dios Padre ya está juzgando las obras de cada uno. Nadie quedará exento de juicio, porque Dios juzgará imparcialmente cada acción del hombre. Por consiguiente, cuando invocamos el nombre del Padre, nos encontramos también con un juez imparcial.
¿Cuál es el propósito de saber que Dios es nuestro Padre y nuestro juez? Pedro lo aclara al decir: “pórtense con temor reverente durante el tiempo que vivan como extranjeros”. El cristiano debe vivir siempre consciente de estar en la presencia de Dios. El sabe que el ojo de Dios está constantemente sobre él. Además, también se da cuenta de que el que no es cristiano lo está observando cuidadosamente para ver qué dice y qué hace. Por lo tanto, debe ser un verdadero hijo de Dios, para que se reflejen en el hijo las virtudes del Padre.
La NVI ha traducido correctamente la palabra temor al calificarla con el adjetivo reverente. La relación entre Dios y su hijo no es de miedo sino de respeto. Dios quiere que su hijo viva como extranjero en esta tierra. En otras palabras, el hijo de Dios tiene su ciudadanía en el cielo (Fil. 3:20; Heb. 11:9). Es un extranjero en el mundo (v. 1; 2:11) durante el tiempo que Dios haya querido concederle (cf. 2 Co. 5:1, 6). Es un peregrino que busca complacer a Dios con su conducta diaria, que tiene profunda reverencia por Dios y su Palabra, y que sabe que ha sido comprado con el precio de la sangre de Jesús (vv. 18–19).
A continuación de esto, leemos un párrafo de cuatro versículos en que Pedro presenta un breve resumen de la fe cristiana. Estos versículos enseñan las doctrinas de la redención, revelación y resurrección de Cristo.