Mayordomía - Clase 1 (El proposito de Dios para las riquezas)
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1. Introducción
1. Introducción
Bienvenidos a esta primera clase sobre la mayordomía cristiana.
Mi propósito es ayudarles a comprender el propósito de Dios en el uso de nuestro dinero y nuestras posesiones.
Es un tema en el prima la libertad humana, por esta razón no vamos a entrar en detalles específicos sobre como deberías distribuir tus bienes o recursos. Pero si aprenderemos los principios bíblicos generales para hacerlo de una manera que glorifique a Dios.
Vamos a tratar de cubrir los siguientes temas:
– El propósito de Dios para las riquezas
– La manera ordinaria en la que Dios nos da recursos /Trabajo
– La economía de hoy: Gasto y presupuesto
– La economía del mañana: Deuda y ahorro
– Desarrollando un corazón que valora el dinero correctamente
– Mañana en nuestro sermón abordaremos el tema de la gracia de dar a la iglesia
Vamos a iniciar considerando:
»Porque el reino de los cielos es como un hombre que al emprender un viaje, llamó a sus siervos y les encomendó sus bienes. »Y a uno le dio cinco talentos (108 kilos de plata), a otro dos y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y se fue de viaje. »El que había recibido los cinco talentos, enseguida fue y negoció con ellos y ganó otros cinco talentos. »Asimismo el que había recibido los dos talentos (43.2 kilos) ganó otros dos. »Pero el que había recibido uno, fue y cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor. »Después de mucho tiempo vino* el señor de aquellos siervos, y arregló* cuentas con ellos. »Y llegando el que había recibido los cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: “Señor, usted me entregó cinco talentos; mire, he ganado otros cinco talentos”. »Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. »Llegando también el de los dos talentos, dijo: “Señor, usted me entregó dos talentos; mire, he ganado otros dos talentos”. »Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. »Pero llegando también el que había recibido un talento (21.6 kilos), dijo: “Señor, yo sabía que usted es un hombre duro, que siega donde no sembró y recoge donde no ha esparcido, y tuve miedo, y fui y escondí su talento en la tierra; mire, aquí tiene lo que es suyo”. »Pero su señor le dijo: “Siervo malo y perezoso, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. ”Debías entonces haber puesto mi dinero en el banco, y al llegar yo hubiera recibido mi dinero con intereses. ”Por tanto, quítenle el talento y dénselo al que tiene los diez talentos (216 kilos de plata)”. »Porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. »Y al siervo inútil, échenlo en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.
Jesús nos cuenta esta parábola de un hombre que yéndose lejos, confió varias cantidades de dinero a sus tres siervos, a cada uno conforme a su capacidad.
El primero recibió 5 talentos
El segundo recibió 2 talentos
El tercero recibió 1 talento.
Después de regresar de su viaje, el hombre llamó a sus siervos para que ellos rindieran cuentas de cómo habían usado su dinero.
Los dos primeros siervos trabajaron el dinero y lo duplicaron. Por esto, el señor elogió su fidelidad y los llamó «buenos siervos», luego les da más responsabilidad y además podrán disfrutar de gozo.
El tercer siervo fue negligente y malo, y escondió el dinero en un hoyo en la tierra. Por esta razón, el señor lo reprendió, tomó su dinero, y lo echó fuera de su casa.
Esta es una buena parábola para considerar el asunto de la mayordomía. Para efectos pedagógicos dividiremos el texto en tres partes: El señor, Los siervos y Su administración.
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1. El Señor: Dios
1. El Señor: Dios
Una correcta comprensión de las riquezas comienza con Dios y la relación que El tiene con su creación.
Dios es el dueño de todo
Todo le pertenece a Dios. Dios creó todo las cosas, eso quiere decir que él también tiene derecho sobre todo lo que ha creado, aún de la riqueza terrenal.
Salmo 24:1–2 (NBLA)
Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, El mundo y los que en él habitan. Porque Él la fundó sobre los mares, Y la asentó sobre los ríos.
Dios no le debe nada a sus criaturas.
»¿Quién me ha dado algo para que Yo se lo restituya? Cuanto existe debajo de todo el cielo es Mío.
Dios no necesita nada de su creación, pero todo es suyo para hacer con ello como a él le parece.
Todo lo que Dios creó es bueno, aun la riqueza:
Porque todo lo creado por Dios es bueno y nada se debe rechazar si se recibe con acción de gracias;
A los ricos en este mundo, enséñales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos.
Dios nos da riquezas para nuestro disfrute, pero no deberíamos poner nuestra esperanza en ellas.
Seguir un estilo de vida ascético (uno que ve el sufrimiento como una forma de expiar el pecado y la vergüenza), lejos del placer y la riqueza no es lo que la biblia enseña. Aunque negarse cosas por el bien de otro es loable en la biblia, puede usarse para mal, auto-enfoque, el balance esta en usarlo todo para la gloria de Dios.
Principio 1: Dios es dueño de todo. Él no debe nada a nadie. Todo lo que él ha hecho es bueno, y eso incluye nuestras riquezas. El secreto para manejar bien el dinero no es huir de él, es someterlo al señorío de Cristo.
Dios da a las personas sus riquezas
Dios da a las personas sus riquezas
Gn. 1:28-3
Dios los bendijo y les dijo: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Ejerzan dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra» También les dijo Dios: «Miren, Yo les he dado a ustedes toda planta que da semilla que hay en la superficie de toda la tierra, y todo árbol que tiene fruto que da semilla; esto les servirá de alimento. »Y a todo animal de la tierra, a toda ave de los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra, y que tiene vida, les he dado toda planta verde para alimento». Y así fue.
Así lo hizo el señor con sus siervos en la parábola.
Porque ¿quién te distingue? ¿Qué tienes que no recibiste? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?
Esto incluye todo: la familia, la educación, los dones espirituales, el trabajo, la iglesia. David reconoció esto:
1 Cr. 29:12,16
»Oh Señor, Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificarte una casa para Tu santo nombre procede de Tu mano, y todo es Tuyo.
En nuestra parábola, el señor dio diferentes cantidades de dinero a cada siervo. Él no dio a todos la misma cantidad.
Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él?
La desigualdad no es pecado. Dios da a cada uno su parte en esta vida.
1 S. 2:7 “»El Señor empobrece y enriquece; Humilla y también exalta.”
Lo importante es cómo administramos lo que Dios nos da.
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2. Los siervos: El hombre
2. Los siervos: El hombre
Si Dios es el señor en la parábola, Nosotros somos los siervos. ¿cómo deberíamos mirar las riquezas que poseemos? Solo somos Mayordomos.
A. ¡No somos dueños de lo que tenemos!
Nada nos pertenece. Esta es una idea difícil de aceptar. Somos propensos a decir: «Me gané esto, así que es mío. ¡No me digas que hacer con él!». Pero todas las cosas le pertenecen a Dios.
Esta es una gran razón por la que las personas no quieren seguir a Dios y por la que el joven rico se fue triste en Lucas 18. No quieren someter sus riquezas o sus vidas al señorío de Dios.
No fuimos diseñados para ser dueños. Esta realidad nos libera de la tiranía de este mundo, del egoísmo y podremos aprender a ser generosos.
Como salió del vientre de su madre, desnudo, Así volverá, yéndose tal como vino. Nada saca del fruto de su trabajo Que pueda llevarse en la mano.
Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él.
Solo somos administradores de lo que se nos ha dado
Un administrador es alguien a quien se le ha confiado las riquezas de otro y es responsable de manejarlas velando por los intereses del propietario.
Fuimos creados para ser administradores de la creación de Dios. Por esta razón, Dios les prohíbe vender la tierra a los Israelitas a perpetuidad, porque la tierra es suya y ellos solamente son extranjeros y forasteros.
«Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre.
Esta relación fue diseñada para mantener su confianza en Dios y para llevarlos finalmente a tomar posesión de un lugar mejor: ¡uno celestial!
Principios:
Debemos usar todo para la gloria de Dios.
Somos responsables de la manera que usamos las riquezas de nuestro señor (Romanos 14:12)
Debemos justificar la manera en que usamos todas nuestras riquezas, no solo lo que damos a la iglesia, sino también lo que invertimos en nosotros mismos
Enriquecerse no es un fin por sí mismo.
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3. administración
3. administración
Administración pobre: Evidencia de incredulidad
Administración pobre: Evidencia de incredulidad
Ya hablamos del señor y los siervos de la parábola, ahora hablemos de los tipos de siervos, empecemos por el siervo infiel.
Fue negligente y malo. Escondió el dinero en la tierra. Consecuencia: Él es arrojado al infierno.
Los siervos fieles confiaron en que su señor regresaría como él había dicho, por lo que arriesgaron absolutamente todo por su promesa. No se guardaron nada. Pero el siervo infiel decidió jugar a lo seguro. O bien pensó que su señor tal vez no regresaría como había prometido, o que cuando lo hiciera, la fidelidad no sería recompensada. Por tanto, él jugó una estrategia de reducción de riesgos: enterrar el talento y hacer otras cosas con su tiempo.
Los siervos fieles confiaron en la palabra y en la bondad de su señor; el siervo infiel no tenía fe en ninguna de ellas.
No puedes servir a Dios y al dinero. Al final, tu deseo de hacerlo demuestra que no tienes fe en Dios. Demuestra que no eres cristiano.
Del siervo infiel aprendemos que lo que haces con tu dinero es una señal de si tienes o no la fe salvadora: fe en las promesas de Dios y fe en la bondad de Dios.
Esta parábola no trata acerca de ser un cristiano «bueno» o «mediocre»: como si esas categorías existiesen. Trata acerca de la diferencia entre el cielo y el infierno.
5. Administración fiel: Glorificar a Dios
5. Administración fiel: Glorificar a Dios
Fueron elogiados como buenos y fieles
Fueron obedientes; obedecieron inmediatamente
Pensaron bien de su señor
Fueron productivos y tomaron riesgos (fe)
Recibieron beneficios rentables
Fueron pacientes hasta el regreso de su señor.
Vemos que ser un administrador fiel es usar las riquezas a la manera de Dios.
A. La motivación del siervo fiel
La primera motivación es el amor. Dios no solo nos enseñó como invertir nuestras riquezas, él lo modeló en amor.
Porque conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a ustedes se hizo pobre, para que por medio de Su pobreza ustedes llegaran a ser ricos.
Jesús se humilló a sí mismo como el siervo sufriente, obedeció perfectamente al Padre, y murió en una cruz para que su pueblo compartiera su herencia (Gá. 4:7). Su riqueza fue gastada para enriquecernos.
La marca del que ha sido perdonado por Cristo es el amor a Dios, y el amor a Dios incluye ciertamente un deseo de usar nuestro dinero para agradarle.
Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.
El segundo motivo tiene que ver con el temor.
En la parábola, el señor regresó un día y aclaró cuentas con los siervos. Nos pasará lo mismo:
Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo.
Lo que hacemos en la tierra tiene implicaciones para ganar recompensas en el cielo…
No se dejen engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará.
¿Estás preparado para rendir cuentas?
B. Dios establece los términos de cómo usamos las riquezas
Dios no solamente provee motivación. Como dueño de todo, él también establece los términos de cómo deberíamos usar las riquezas que él nos confía.
Debemos ser diligentes y no negligentes (Pr. 10:4)
sabios y no necios (Pr. 8:18-19, 17:16)
humildes y no orgullosos (Pr. 22:4)
generosos y no tacaños (Pr. 11:22, 16:3)
honestos y no mentirosos (Pr. 13:11)
justos y no pecadores (Pr. 13:21).
Debemos buscar el consejo (Pr. 15:22),
practicar la abnegación (Pr. 23:1-2)
y confiar en Dios (Pr. 28:25).
Al hacerlo no está garantizando que siempre ganarás riquezas, pero generalmente son predicciones verdaderas, y es como debemos entenderlas.
Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios.
Hay muchas maneras de glorificar a Dios, pero una actitud piadosa hacia nuestras riquezas dice mucho acerca de quién es nuestro Dios. Lo que hacemos con nuestro dinero exalta al evangelio y es un testimonio de la clase de Dios al que servimos.
Por ejemplo:
cuando agradecemos a Dios por lo que hemos recibido, glorificamos a Dios como el dador de todas las cosas (Ef. 5:19).
cuando ofrendamos glorificamos a Dios como digno de confianza (Mt. 6:33).
Cuando estamos contentos con nuestras riquezas, glorificamos a Dios como suficiente para suplir nuestras necesidades (Fil. 4:12, 19-20).
Cuando usamos nuestras riquezas de manera sacrificial para ayudar a otros, glorificamos a Dios como amoroso y misericordioso.
Así que, para ser un administrador fiel, debemos usar nuestras riquezas con el propósito de glorificar a Dios, exaltar su nombre y enaltecer el evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
Una manera obvia de hacer esto es dando a la iglesia para apoyar a sus ministerios y pastores (Gá. 6:6; 1 Co. 9:9-14)
Podemos usar nuestro auto para dar aventones antes y después de los servicios.
Podemos usar nuestra casa para extender hospitalidad y evangelizar (3 Juan 8).
Podemos usar nuestro dinero pasa suplir las necesidades de otra persona que no puede retribuirnos (1 Juan 3:17), para proveer para una familia (1 Ti. 5:8), para compartir con otros (He. 13:16; Lucas 3:11) o para prestar (Salmo 37:26; Lucas 6:35).
Hay muchas maneras de glorificar a Dios con nuestras riquezas, y Dios nos da una amplia libertad en esto.
C. Dios es glorificado cuando buscamos beneficios rentables
Los siervos fieles fueron productivos con las riquezas que recibieron, ganando un beneficio.
Dios también se glorifica cuando buscamos beneficios rentables. Sin embargo, el sistema de valores de Dios es bastante diferente al del mundo. ¿Qué es valioso en su economía? Déjame dejarte con tres ideas:
Invierte en el valor real hoy: Cada vez que gastamos dinero en algo, siempre hay un costo de oportunidad asociado con eso, podríamos haber invertido el dinero en algo más para un propósito distinto. Dios quiere que tomemos en serio estas comparaciones al comprar. Y algunas de las cosas que podemos hacer con nuestro dinero valen más para Dios hoy que otras. Ej:
La sabiduría es mejor que las piedras preciosas (Pr. 8:10-11).
El temor a Dios es más importante que un gran tesoro (Pr. 15:16).
La justicia es más importante que el dinero (Pr. 15:6, 16:8)
Una buena reputación es más importante que grandes riquezas (Pr. 22:1).
En otros lugares vemos que nuestra fe en Dios es más importante que el oro (1 Pedro 1:7)
La salvación es mejor que ganar el mundo entero (Marcos 8:36).
El dinero no puede comprar la salvación, ni la fe, ni la esperanza o el amor, pero ciertamente puede ser usado para desarrollarlos y practicarlos. La viuda en Marcos 12:41-44 usó su dinero para aumentar su fe en Dios, y eso glorificó a Dios. Así que:
Cuando prestas dinero a un amigo en necesidad incluso cuando no sabes si él o ella será capaz de pagarte, estás usando tu dinero para fortalecer tu fe y definir bien tus prioridades.
Cuando usas tu auto para traer a un hermano a la iglesia, estás usando tu dinero para ayudarle a recibir la Palabra de Dios.
Y en la economía de Dios, estas son transacciones inteligentes.
Enfócate en el futuro
La fe, las relaciones, la palabra de Dios, son valiosas porque a diferencia de tu dinero y tu auto, ellas serán de valor en el cielo. Las riquezas terrenales son fugaces.
No te fatigues en adquirir riquezas, Deja de pensar en ellas. Cuando pones tus ojos en ella, ya no está. Porque la riqueza ciertamente se hace alas Como águila que vuela hacia los cielos.
»No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
En algún momento, todo el dinero que tengas será inservible para ti (ya sea porque estarás muerto o porque Jesús ha regresado), pero tienes la oportunidad de usarlo ahora para invertir en el tesoro eterno que jamás perderá valor.
Lo que hacemos con nuestras riquezas es un factor determinante. La manera en que terminas usando tu dinero, conducirá tu corazón al bien o al mal. «Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón».
Así que invierte en el futuro.
Maximiza los beneficios
Dios quiere que maximicemos esos beneficios.
Y todo lo que hagan, de palabra o de hecho, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de Él a Dios el Padre.
Al igual que los administradores fieles en nuestra parábola, estamos llamados a apostarlo todo—a arriesgarlo todo confiando en la promesa de Dios de que él regresará, y recompensará a aquellos que hayan vivido con fe en él.
Tus finanzas deberían evidenciar la declaración de Pablo
1 Corintios 15: «Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres».
Si resultara que las promesas de Dios no eran reales, alguien que viera tus financias diría: «Oh, que lamentable. Habría hecho algunos cambios si supiera que Cristo no regresaría». O miraría tus finanzas y diría: «Esto es un desastre. Apostó todo a la promesa de Dios».
¡Apuesta todo a la promesa de Dios!
6. Conclusión
Dios es el dueño de todo, incluso de lo que tú piensas que eres dueño. Y cuando realmente creemos eso y lo ponemos en práctica:
1. Nos libera del estrés en medio de las circunstancias. Él está en control. Un trabajo perdido, un mercado de valores caído, un techo con fugas: Todas esas cosas pueden estar dentro del buen plan de Dios para mí. Vivir como si Dios es el dueño de todo, es lo que nos permite decir junto con el apóstol Pablo que hemos aprendido el secreto de estar contentos sin importar las circunstancias.
«Una vez, un hombre angustiado montó su caballo hasta donde se encontraba John Wesley, gritando: ‘Sr. Wesley, ¡ocurrió algo terrible! ¡Su casa se incendió completamente! Wesley sopesó la noticia, luego respondió calmadamente: ‘No. La casa del Señor se incendió completamente. Eso significa una responsabilidad menos para mí». (The Treasure Principle, R. Alcorn, p. 26)
2. Nos libera de la idolatría del materialismo. El materialismo dice que yo compro cosas para ser feliz. Pero si Dios es el dueño de todo, no hay nada que compre porque piense que eso me hará feliz ni siquiera una entrada al cine o un algodón de azúcar. Compro algo porque poseerlo me hará un mejor administrador que posee algo más. Compro para el placer de Dios y no para el mío, reconociendo, por supuesto, que algunas veces mi disfrute de su creación es lo que le da placer a Dios. Pero para el cristiano, el disfrute de las riquezas nunca es un fin en sí mismo. Es siempre un disfrute derivado porque finalmente estoy viviendo para el placer de Dios. Así que, si nunca compro nada simplemente porque creo que me traerá placer, me he liberado de la tiranía del materialismo.
3. Nos libera para ser generosos. Para el mundo, la generosidad es la parte que me pertenece que estoy dispuesto a compartir. Para el cristiano, la generosidad es la parte sobrante de Dios una vez que proveo para mí. Glorifico a Dios al proveer para mí; glorifico a Dios al proveer para otros. De modo que, el forcejeo que ocurre en el corazón del hombre mundano que quiere ser generoso —entre este buen deseo y su propio egoísmo— desaparece una vez que el hombre llega a ver a Dios como el dueño de todo. Este principio nos libera para ser generosos.