HACEDORES DE LA PALABRA
INTRODUCCIÓN
RECIBAMOS LA PALABRA CON ATENCION Y MANSEDUMBRE
Como hemos experimentado el poder transformador de Dios y hemos llegado a ser nuevas criaturas, debemos someternos siempre a su Palabra, permitiéndole que continúe su obra divina en nuestra vida y a través de nuestra vida.
Escuchar es un arte difícil de dominar, ya que significa centrar un interés intenso en la persona que habla. Escuchar es el arte de cerrar la propia boca y abrir los oídos y el corazón. Escuchar es amar al prójimo como a uno mismo; sus preocupaciones y sus problemas son lo suficientemente importantes como para ser escuchados
En este contexto, por lo tanto, parece que tardo para hablar incluye el concepto de ser cuidadoso de no estar pensando en nuestras propias ideas, mientras otra persona está tratando de expresar las de Dios.
No podemos en realidad escuchar la Palabra de Dios cuando nuestra mente está concentrada en nuestros propios pensamientos. Necesitamos guardar silencio, tanto en nuestro interior como en nuestro exterior.
un joven le pidió a un famoso orador romano que le enseñara el arte de hablar en público, el joven continuó con un incesante caudal de vana palabrería que no dio oportunidad al gran maestro de interponer una palabra. Cuando finalmente llegaron al punto en el que iban a hablar de los honorarios, el orador le dijo: “Joven, a fin de darte clases de oratoria, tendré que cobrarte el doble”. Al preguntarle por qué, le explicó: “Porque tendré que enseñarte dos técnicas: La primera, cómo sujetar tu lengua; la segunda, cómo usarla”
En este contexto, Santiago parece estar refiriéndose en particular a airarse ante una verdad en la Palabra que disgusta, que confronta el pecado o entra en conflicto con una creencia personal, norma o conducta muy apreciada.
Se refiere a una disposición hostil a la verdad de las Escrituras cuando esta no se corresponde con nuestras propias convicciones, manifestadas, aun cuando solo interiormente, contra aquellos que enseñan fielmente la Palabra.
20 pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere.
Antes que la Palabra de Dios pueda producir su justicia en nosotros, debemos desechar el pecado de nuestra vida que está entre nosotros y esa justicia.
OBEDECIÉNDOLA CON DILIGENCIA Y PERSEVERANCIA
Si una profesión de fe en Cristo no da por resultado una vida transformada, que siente hambre y sed de la Palabra de Dios y que desea obedecer esa Palabra, profesar es solo eso, una simple profesión.
aquellos primeros espejos dieron un reflejo oscuro y distorsionado de la persona que los usaba. Pero cambiando de posición el espejo cuidadosamente y buscando la mejor iluminación, con el tiempo una persona podía ver una imagen bastante correcta de su rostro
Una persona que mira a la Palabra de Dios, aun cuando lo haga cuidadosa y acertadamente, y a pesar de eso no aplique en su propia vida las verdades que ha descubierto, es como alguien que olvida de inmediato lo que acaba de mirar en el espejo, salvo que las consecuencias son inconmensurablemente peores.
Esa persona ve su pecado descrito con todo su horrible mal y ve también la misericordiosa provisión de Dios en Cristo como remedio. Sin embargo, sigue su camino como si nunca hubiera conocido esas verdades
El verdadero creyente persevera en la perfecta ley de Dios… de la libertad, porque esa es la voluntad de su Padre celestial, y por encima de todo él busca agradarle y honrarle.
APLICANDOLA CORRECTAMENTE
Episkeptomai (visitar) significa mucho más que una visita aislada para conversar. Conlleva las ideas de preocupación por otros, poner en práctica la provisión y ayuda para ellos en cualquier forma que se necesite.
Episkeptomai se emplea a menudo en el Nuevo Testamento para referirse a la visita de Dios a su pueblo a fin de ayudarlo, fortalecerlo y animarlo (vea, p. ej. Lc. 1:68, 78; 7:16; Hch. 15:14).
El verdadero cristianismo se manifiesta con un corazón puro y amoroso, por la forma en la que los creyentes hablan y por el modo en el que actúan
El cristiano genuino no puede sentirse feliz o contento cuando no muestra compasión por los demás. No es nuestra perfección la que evidencia nuestra salvación, sino el aborrecer nuestras imperfecciones y el buscar, con la ayuda y el poder de Dios, el enmendarlas
La religión pura, es decir, el cristianismo bíblico, es un asunto de obediencia santa a la Palabra de Dios, que se refleja, entre otras formas, por nuestra sinceridad en cuanto a nosotros mismos, por nuestro desprendimiento en cuanto a las necesidades de los demás y por nuestra forma de permanecer sin hacer concesiones morales y espirituales en cuanto al mundo