La Justificación

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Lectura biblica

1. Contextualización:

Diccionario Bíblico Lexham Romanos, Epístola a los

Posiblemente Pablo le escribió esta carta a la iglesia en Roma a mediados de la década del 50 d.C. desde Corinto en Grecia.

Diccionario Bíblico Lexham Composición étnica

La comunidad a la que Pablo le escribió era un grupo mixto de cristianos judíos y gentiles. En Rom 11:13,

El proposito de la carta:
Instructivo
Evangelistico (Viaje a España)
Pastoral
Apologetico
Diccionario Bíblico Lexham Propósito complejo

Aunque el deseo de Pablo de expandir su ministerio a España en el lejano occidente le dio ocasión para escribirle a la iglesia de Roma buscando su respaldo, también fue una oportunidad para escribirles sobre algunos puntos en los que requerían instrucción. La defensa de Pablo del evangelio contra los judaizantes habría agudizado su presentación del evangelio y lo habría ayudado en su ministerio a la iglesia de Roma, la cual enfrentaba situaciones similares.

Los temas a tratar en esta epistola:
Diccionario Bíblico Lexham El argumento de Romanos

El mensaje de Pablo tiene que ver con la justicia de Dios revelada en el evangelio, que es el poder de Dios para salvación de los que creen (Rom 1:16–17). Muestra la necesidad de la justicia de Dios debido a nuestra condenación (Rom 1:18–3:20). También muestra la provisión de la justicia de Dios en la justificación (Rom 3:21–5:21) y el resultado de la justicia de Dios en la santificación (Rom 6:1–8:39). Pablo explica quién recibe la justicia de Dios al aclarar lo que constituye el verdadero pueblo de Dios (Rom 9–11). Finalmente expone la respuesta adecuada del creyente a la justicia de Dios (Rom 12:1–15:13). Finaliza con saludos y doxología (Rom 15:13–16:27).

2. La ley y el pecado

3. Justifiación y Salvación

4. Nuestra vida actual

Conclusiones

Diccionario Bíblico Lexham La humanidad injusta—Rom 3:9–20

La humanidad injusta—Rom 3:9–20. Las bendiciones especiales experimentadas por los judíos no cambian el requerimiento de Dios de una justicia perfecta. Pablo expone las implicancias de lo que ha venido diciendo desde 1:18 hasta ahora. Es decir, todos somos condenados por la ley, ya sea la ley mosaica o la ley de la que da testimonio la conciencia de toda persona (Rom 2:12–15). Por lo tanto, en definitiva, el judío no sale mejor parado que el gentil. Pablo cita varios pasajes del Antiguo Testamento en relación con la desobediencia de Israel, mayormente de Isaías y diversos salmos, para destacar la condenación de toda la humanidad bajo el poder del pecado (Rom 3:9).

La justificación: La provisión de la justicia de Dios—Rom 3:21–5:21.Contra el trasfondo de la pecaminosidad humana, que ha generado el juicio de Dios, Pablo reformula la tesis de la carta en (Rom 1:16–17) y expone cual es la solución: La expiación sacrificial de Cristo, la cual reveló la justicia de Dios para los que confían en Cristo. Pablo defiende esta buena noticia con los ejemplos de Abraham y David, quienes también fueron considerados justos por su fe, independientemente de las obras. Pablo explica cómo las personas pueden obtener la justificación al presentar a Cristo como el segundo Adán. Cristo representa a los que están en él. Pero, a diferencia del primer Adán, Cristo fue perfectamente obediente hasta la muerte. Por lo tanto su obra no resultó en condenación. Más bien, su acto de justicia hizo posible la salvación para todos.

Los medios de la justicia de Dios—Rom 3:21–31. Después de demostrar que nadie—ni el judío con la ley ni el gentil sin ella—es justo porque todos hemos pecado, y la ley sólo nos trae condenación, Pablo pasa a dar las buenas noticias: La justicia de Dios se ha revelado fuera de la ley. Está disponible gracias a la muerte expiatoria de Cristo y su fiel obediencia a la ley, y está a disposición de todo el que confíe en él.

El perdón y la justificación de los que creen no es un acto arbitrario de Dios. Más bien, dice Pablo, la obra perfecta de Cristo—su vida, su muerte, su resurrección, su ascenso y entronización—fueron necesarios para demostrar el carácter justo de Dios y su fidelidad. Es por medio de la obra de Cristo que Dios pudo actuar con justicia, castigando el pecado y al mismo tiempo declarando justos ante él a los pecadores por la fe en Cristo, independientemente de la ley.

Como la salvación es solamente por gracia, y por fe, únicamente por medio de Cristo, debe ser solamente para la gloria de Dios. Esto excluye la posibilidad de jactarnos de nuestra parte. Hace que la salvación esté abierta para judíos y gentiles. Esto no minimiza los requerimientos de la ley. En realidad ratifica la ley porque es el cumplimiento de lo que la ley prometía pero no podía cumplir: La justicia por fe. La obra de Cristo satisface el requerimiento de la ley y demuestra que Dios es justo.

El ejemplo de la justicia de Dios—Rom 4:1–25. Después de exponer las afirmaciones del evangelio, Pablo pasa al ejemplo de Abraham, quien fue justificado y declarado justo por medio de la fe independientemente de la ley. Aquí Pablo hace una de las afirmaciones más sorprendentes de las Escrituras, especialmente para los judíos. Al referirse a Abraham como alguien quien confió en Dios, quien justifica al “impío” Pablo llama implícitamente “impío” a Abraham (Rom 4:5). El punto de Pablo es mostrar que la misma Escritura (Rom 4:3) afirma que la justicia viene por la sola fe (Gén 15:6). Por lo tanto, incluso Abraham y David (Rom 4:6–8) no tuvieron nada de qué gloriarse delante de Dios. Ambos reconocieron que la justicia es un don de gracia (Rom 4:4).

Pablo sigue adelante preguntando si la justificación está solamente a disposición de los judíos o también de los gentiles (Rom 4:9). Scott observa que “Esta pregunta motiva otra, relacionada con las circunstancias en que fue justificado Abraham” (Stott, The Message, 128). Si Abraham fue declarado justo por medio de la fe antes de su circuncisión, entonces los gentiles también pueden serlo (Rom 4:11–12). No somos hijos de Abraham y herederos de las promesas hechas a Abraham y su descendencia por medio de las obras o por ascendencia biológica. Ya seamos judíos o gentiles, somos hijos y herederos de Abraham por medio de la fe, independientemente de la ley.

Las bendiciones de la justicia de Dios—Rom 5:1–11. “Habiendo expuesto la necesidad de justificación (Rom 1:18–3:20) y el camino de la justificación (Rom 3:21–4:25), el apóstol pasa a describir sus frutos o “dichosas consecuencias” ” (Stott, The Message, 138–39). Pablo acumula palabras cada vez más intensas de bendición para describir la condición del creyente justificado: Paz, entrada, gracia, gozo, gloria (Rom 5:1–3). La justificación lleva al creyente a tener gozo incluso frente al sufrimiento porque está seguro de su salvación por el don del Espíritu. Efectivamente, si la gracia les fue dada siendo impíos, con mayor razón los salvará de la ira de Dios y los reconciliará con él.

La explicación de la justicia de Dios—Rom 5:12–21. Pablo explica cómo la obra de Cristo da como resultado que seamos declarados justos. Cuando Adán desobedeció a Dios en el jardín del Edén, cayó bajo la ira de Dios. Como era el representante de toda la humanidad, todos heredan el pecado de Adán y la corrupción resultante de la naturaleza humana. Por lo tanto toda la humanidad está bajo pena de muerte (Rom 5:12–14). En contraste, Jesús es cabeza de una nueva y mejor humanidad. Obedeció perfectamente al Padre, trae justicia y vida a todos los que están en él (Rom 5:17). Gracias al sacrificio de Cristo, los que creen ya no están bajo la ira de Dios. Se los considera justos (Rom 5:19) y por lo tanto herederos de la vida eterna (Rom 5:21).

El resultado de la justicia de Dios—Rom 6:1–8:39. En esta sección Pablo procura advertirles a sus lectores sobre las falsas inferencias que algunos ya han hecho de su enseñanza. Algunas personas llegaron a la conclusión equivocada de que un evangelio de pura gracia estimula la vida de pecado, al ser innecesario el cumplimiento de la ley. Pablo combate esa idea señalando que a la justificación sigue necesariamente la santificación. En efecto, no estar bajo la ley le quita poder al pecado (Rom 6:14) ya que el pecado se vale de la ley para tentar (Rom 7:5). Aunque la ley despierta al pecado, eso no significa que la ley en sí sea mala. Pero por buena que sea la ley, carece de poder para santificar (Rom 7:14–25). Pablo combate por una parte al antinomianismo (Rom 6:1–7:13) y por otra al legalismo (Rom 7:14–25). El agente de la santificación es el don del Espíritu escatológico y dador de la vida (Rom 8:1–13), quien es el anticipo y la garantía de la gloria para el creyente (Rom 8:14–39).

El “ya” de la santificación—Rom 6:1–7:6. Aquí el énfasis se pone en el paso del creyente de estar bajo el pecado y la ley a estar bajo Cristo y la gracia. En unión con Cristo, el creyente ya experimenta la liberación de la esclavitud del pecado (comparar Col 1:13). Aunque es importante no caer en el error de pensar que los cristianos pueden lograr cualquier nivel de perfección en esta vida y todavía más importante no confundir santificación con justificación, en el sentido descrito arriba, las palabras de Pablo pueden entenderse refiriéndose al “ya” de la santificación, el equivalente inmediato de la justificación.

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