Caminando con los malvados (vv. 10–19)
2:9–11. Viajar por la vida es una peregrinación. A medida que andamos podemos decir con David, el padre de Salomón: “Jehová es mi pastor… Junto a aguas de reposo… me guiará por sendas de justicia… Aunque pase por valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo…” (Salmo 23).
A lo que David describe en el más famoso de todos los Salmos como “sendas de justicia”, Salomón lo llama “todo buen camino”. El asunto no consiste en que tomemos un mapa de carreteras y planeemos sobre él toda nuestra vida; eso es imposible. No, nosotros sencillamente vivimos cada nuevo día con el Señor, prestando atención a lo que él dice en la Biblia y hablándole en oración. Ése es el camino de la sabiduría.
En contra del decir popular, la ignorancia no es felicidad. El conocimiento de Dios sí lo es, pues trae la paz: de corazón, de alma, y de mente, que no se puede comprar. Tal como lo expresa otro decir: “Sin Jesús no hay paz. Conoce a Jesús y conocerás la paz”
Dios no nos promete que nunca vamos a enfrentar los dolores físicos ni los peligros en esta vida; sin embargo, la sabiduría nos libra de los que nos causamos nosotros mismos, y al final nos mantiene espiritualmente seguros para siempre.