La revelación suprema

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Así como Cristo se reveló, así debemos nosotros revelarlo al mundo.

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INTRODUCCIÓN

SALUDO
Practicando El Sermón del Monte: Un cristiano de la península de Corea visitó a uno de los misioneros que allí estaban, y le dijo que había aprendido el Sermón del Monte y deseaba repetirlo delante de él. En seguida aquel cristiano repitió, palabra por palabra, sin que le faltara una sola, los tres capítulos que componen el mencionado sermón. Cuando terminó, el misionero dijo a ese cristiano que era necesario poner por obra las enseñanzas del sermón; a lo que aquel creyente replicó: “Así lo aprendí: Procuraba yo aprenderlo, todo de una vez, y las palabras se me iban. Entonces aprendí de memoria un versículo, salí en busca de alguno de mis vecinos y en él practiqué las enseñanzas de ese versículo; y se me quedaron bien las palabras. Entonces procuré aprender de esa manera todo el sermón, y así lo aprendí.”
OBJETIVOS
Recordar todo lo que ha hecho nuestro Dios por nosotros a través de la historia
Permitir que Jesús se revele hoy en mi vida
Dar a conocer a Cristo al mundo
INFORMACIÓN GENERAL DEL LIBRO
El propósito del libro de Juan es capacitar a sus lectores y oyentes para “Creer que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios, y para que, creyendo, tengamos vida en su nombre”. Esta declaración de propósito fue escrita en el momento de transición entre la generación que había conocido a Jesús personalmente y la segunda generación, la que lo conoció solo mediante el testimonio de otros. La audiencia de Juan es la segunda generación de creyentes. Este enfoque en esta segunda generación se puede percibir en muchos pasajes del evangelio de Juan. El discípulo amado es un buen guía y portavoz para los discípulos de la segunda generación, y las posteriores, que sin haber visto han de creer. Jesús, tras haber orado por sus discípulos puso su atención en “Los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (17:20). Jesús es la vid. los discípulos somos los pámpanos, y el fruto que llevan es la segunda generación, cuya conexión con Jesús tiene que establecerse mediante los anteriores discípulos. Hay “otras ovejas” que no vieron a Jesús, pero escucharán su voz y creerán. En Mateo, Marcos y Lucas, Jesús en repetidas ocasiones usa el contacto físico al realizar milagros, pero en el evangelio de Juan ese toque destaca por su ausencia. Para la segunda generación, las palabras de Jesús superan las barreras del espacio. No están en desventaja respecto a aquellos que vieron a Jesús y lo tocaron.
Podemos observar en el libro de Juan un cuadro peculiar de los siguientes temas:
Jesús es la revelación definitiva de Dios
La salvación es vida
La gloria y exaltación de Cristo es su sacrificio sobre la cruz
El Espíritu Santo ministra a los creyentes
El fin ha llegado
FUE HECHO CARNE
¿Cuántas veces nos hemos sentido solos? ¿Cuántas veces hemos considerado que Dios se ha olvidado de nosotros? A lo largo de la historia bíblica tenemos el registro fiel de la interacción de Dios con el ser humano, vemos el interés de Dios de estar cerca de sus criaturas y compartir con nosotros de una forma íntima. A través del capítulo 1 de Juan encontramos la revelación mayor que hizo Dios y su mayor cercanía con el ser humano luego de la entrada del pecado, y la forma como lo hizo fue por medio de su único hijo quien fue entregado en favor de todos los seres humanos. Aquí llegamos a la afirmación en la que se resume todo el tema que Juan desarrolla en su evangelio. Ha meditado y escrito acerca de la Palabra de Dios, esa Palabra poderosa, creadora y dinámica, que fue el Agente de la creación; esa Palabra guiadora, directora, controladora, que pone orden en el universo y en la mente humana. Estas ideas les resultaban conocidas y familiares tanto a los judíos como a los griegos. Y ahora dice la cosa más sorprendente y maravillosa de todas: «Esta Palabra que creó el mundo, esta razón que mantiene el orden del universo, se ha hecho una persona que hemos visto con nuestros propios ojos.» Aquí es donde Juan se remonta por encima de todos los pensamientos anteriores. Esto es algo totalmente nuevo que Juan introdujo en el mundo griego al que dirige su libro. Agustín de Hipona dijo más tarde que, en los días anteriores a su conversión al Evangelio había leído y estudiado a los grandes filósofos paganos, que le habían enseñado muchas cosas; pero que la Palabra se había hecho carne no lo había leído en ninguno de ellos. Para los griegos esto era algo completamente imposible. El que Dios pudiera asumir un cuerpo era algo que a un griego no se le podía ocurrir ni soñar. Para los griegos, el cuerpo era un mal, una prisión en la que el alma estaba aherrojada, o una tumba en la que estaba confinado el espíritu. Plutarco, el antiguo sabio griego, ni siquiera podía creer que Dios pudiera controlar, directamente los acontecimientos de este mundo; más bien tenía que hacerlo por medio de diputados o intermediarios; porque así lo veía Plutarco, sería sencillamente blasfemo el involucrar a Dios en los asuntos de este mundo. Filón no podría haberlo dicho nunca. Decía: -«La vida de Dios no ha descendido a nosotros; ni se ha. rebajado a sentir las necesidades de un cuerpo.» El gran emperador romano estoico Marco Aurelio despreciaba el cuerpo en comparación con el espíritu. «Desprecia por tanto la carne -decía-, la sangre y los huesos y el entramado revuelto de nervios y venas y arterias.» "La composición del cuerpo entero está sujeta a corrupción» Y de pronto aparece una novedad totalmente sorprendente: que Dios pudiera y estuviera dispuesto a llegar a ser una persona humana y entrar en esta vida que nosotros vivimos, que la eternidad pudiera aparecer en el tiempo, que el Creador pudiera aparecer en la creación de tal manera que los ojos humanos de hecho le pudieran ver.
Pablo se refiere al aspecto de la encarnación como un gran misterio. La mente humana no lo puede llegar a comprender. Es la manifestación por excelencia de Dios hacia el hombre. Dios está tan interesado en el ser humano que decide acercarse a nosotros en una condición que nos fuera familiar y que nos fuera posible interactuar con el. Juan ya ha reafirmado la verdadera naturaleza de Cristo, y ahora revela aquí su verdadera humanidad. Cristo es divino en el sentido absoluto y supremo de la palabra. También es humano en el mismo sentido, con la excepción de que “no conoció pecado” (2 Cor. 5:21). Esta parte final del prólogo lleva al relato de la vida histórica de Jesús, por lo cual se dice que el Verbo se hizo carne. Lo más significativo sobre esta afirmación es el énfasis en la palabra carne, que se usa como sinónimo de humanidad. La afirmación, sin embargo, es más impactante que si Juan hubiera escrito “el Verbo tomó la forma de humanidad”. Carne atrae la atención al ingreso del Verbo en el pleno devenir de los hechos humanos. El Verbo divino se convirtió en el Jesús humano.
Aunque Cristo era en forma de Dios, dice la escritura que él no estimó ser igual a Dios como algo a lo cual aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y se hizo semejante a nosotros en esta condición deplorable, para poder estar más cercano a nosotros. En él estaba la plenitud de la deidad, pero eligió rebajarse a la situación humana para llenarnos de esperanza con su carácter y vida. Las dos naturalezas —la divina y la humana— estaban misteriosamente combinadas en una persona. La divinidad estaba revestida con la humanidad, no había sido sustituida por ella. En ningún sentido Cristo dejó de ser Dios cuando se hizo hombre. Las dos naturalezas llegaron a ser íntima e inseparablemente una, y, sin embargo, permanecieron distintas.
HABITÓ ENTRE NOSOTROS
¿Cómo se sienten las personas al ver que alguien reconocido les saluda o les da algún regalo? He podido ver a personas que se vuelven como locas por el echo que su artista favorito les envíe un saludo, que si este va pasando los salude o algo por el estilo. Cuanto más nosotros deberíamos sentirnos privilegiados, amados, honrado al saber que Dios nos conoce a todos por nuestros nombres, que conoce cada detalle de nuestras vidas y que está siempre para nosotros. Al analizar el desarrollo de este verso tan rico en significado podemos descubrir algo interesante. Nos dice este verso que Jesús vino, y “habitó” entre nosotros. ¿qué quiere decir esta palabra “habitó”? “Puso su Morada” (BJ). Gr. skēnóō, “acampó”, o “levantó tienda” entre nosotros (cf. DTG 15). Cristo llegó a ser completamente uno de nosotros para revelar el amor del Padre, para compartir nuestras experiencias, para ponernos un ejemplo, para socorrernos en la tentación, para sufrir por nuestros pecados y para representarnos ante el Padre. El Verbo eterno, que siempre había estado con el Padre, ahora había de convertirse en Emanuel, “Dios con nosotros”.
Qué hermoso es saber que Dios dispuso a no vernos de lejos, sino que se dispuso a estar tan cerca de nosotros como nunca antes, ya que ahora Cristo vino, estuvo en nuestro medio, se hizo semejante a nosotros, experimentó lo que nosotros y así para que pudiéramos sentirnos seguros y confiados de que realmente él nos ama. él entró a este tabernáculo “para no salir más”.
Cuando recordamos la experiencia del pueblo de Dios en el AT, siempre vemos a Dios interesado en estar a nuestro lado, darnos sus instrucciones, estar atento a las necesidades de sus hijos. Con la entrada del pecado nos hemos distanciado de Dios, hemos huido siempre de él, y él siempre ha estado detrás de nosotros para hacernos saber cuan interesado está en nuestra condición para traernos paz y salvación. Dios rebeló la forma como podía el pueblo experimentar su presencia de forma más cercana y si evaluamos las diferentes situaciones vemos como Dios se acerca a Adán y Eva al momento de caer en pecado, vemos como Dios se acerca para salvar al mundo del diluvio, vemos como Dios se acerca para dar promesas a los patriarcas con relación al futuro, da manifestaciones a través del desierto para darle seguridad a su pueblo que estaba en su medio, da instrucciones con relación al santuario para estar aún más cerca de los suyos y así estar en el centro de ellos. Todo esto muestra el gran interés de Dios para estar cerca de todos nosotros. Dios se ha revelado de forma más magnífica y maravillosa a través de su hijo y de esta forma hacernos saber de una vez por todas que su mayor interés está en estar a nuestro lado por toda la eternidad.
VIMOS SU GLORIA
Así fueron perfeccionadas todas las manifestaciones parciales anteriores de Dios en una manifestación esencialmente personal e históricamente humana. Lleno de gracia y de verdad—Así se debe leer: “Habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad”, indicando el fruto completo de los propósitos de amor de parte de Dios para con los pecadores de la humanidad, los cuales frutos hasta ahora existían sólo en promesa, y el cumplimiento al fin de aquella promesa en Cristo; en una gran palabra: “las misericordias firmes a David” (Isa_55:3; Act_13:34; cf. 2Sa_23:5). En su persona toda aquella Gracia y Verdad, que habían estado flotando tanto tiempo en forma tenebrosa, y lanzando en las almas de los pobres y necesitados sus rayos quebrados, tomaron posesión permanente de la carne humana, y la llenaron. Por esta Encarnación de la Gracia y la Verdad, la enseñanza de miles de años fue de una vez sobrepujada y agotada y la familia de Dios entró de golpe en su mayoría de edad. (y vimos su gloria—no por el ojo del sentido, el cual vio en él sólo al “carpintero”. Su gloria era “discernida espiritualmente” (1Co_2:7-15; 2Co_3:18; 2Co_4:4, 2Co_4:6; 2Co_5:16)—la gloria de gracia, amor, ternura, sabiduría, pureza, espiritualidad excelentes; de majestad y mansedumbre, riqueza y pobreza, poder y debilidad, encontrándose en contraste único de su género; siempre atrayendo y a veces encantando a los “niños” que le seguían y lo abandonaron todo por él. gloria como del unigénito del Padre).

Gr. dóxa, aquí equivalente con el Heb. kabod, que se usa en el AT para la “gloria” sagrada de la presencia permanente del Señor (ver com. Gén. 3:24; Exo. 13:21; cf. com. 1 Sam. 4:22). En la LXX se emplea dóxa 177 veces por kabod. Juan y los demás discípulos dieron su testimonio ocular del hecho histórico de que “aquel Verbo fue hecho carne” (Juan 1:14; ver cap. 21:24; 1 Juan 1:1–2). Sin duda, Juan aquí piensa en casos tales como la transfiguración, cuando la divinidad momentáneamente fulguró a través de la humanidad. También Pedro habla de haber “visto” la “majestad” y la “magnífica gloria” de Cristo en la transfiguración (2 Ped. 1:16–18). Pedro añade que esa gloria acompañó a la declaración: “Este es mi Hijo amado”. En cuanto a las varias ocasiones durante la vida de Jesús cuando la gloria del cielo le iluminó el rostro, ver com. Luc. 2:48. En Juan 17:5 Jesús ora al Padre: “Glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. La fe cristiana se basa en el hecho de que esa “gloria” divina descansó sobre una persona histórica, Jesús de Nazaret.

Cuando observamos toda esta manifestación gloriosa de nuestro Redentor debe suceder algo en nosotros. Cuando las personas tenían un encuentro con Dios algo sucedía, algo les motivaba a no quedarse quietos, algo en ellos renacía y surgía entonces el interés por contarlo a todo mundo. Esto es lo que debe suceder hoy en la iglesia de Dios. Cuando la iglesia de Dios vea a su Redentor, cuando la iglesia de Dios experimente la cercanía de Dios en cada una de sus vidas entonces esta será una iglesia creciente que no se quedará quieta hasta que todo el mundo conozca que Dios ha venido también a habitar con todos ellos. Esta debe ser la respuesta de esta iglesia ante Dios y su manifestación hacia nosotros.
"Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (vers. 14). Alabemos a Dios por esta maravillosa declaración. Las posibilidades que presenta nos parecen demasiado grandes para que las podamos entender, y nos avergüenzan por nuestra debilidad y nuestra incredulidad. Alabo a Dios porque por fe puedo ver a mi Salvador. Mi alma se apropia de ese gran don. Nuestra única esperanza en esta vida consiste en levantar la mano de la fe para estrechar la mano extendida para salvar. "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1: 29). Si quisiéramos apartar nuestra vista del yo para enfocarla en Jesús con el fin de hacer de él nuestro Guía, el mundo vería en nuestras iglesias un poder que ahora no ve ( Manuscrito 166 , del 30 de diciembre de 1905, "Hay que hacer una obra agresiva
CONCLUSIÓN
Sumario
500 ilustraciones 148. Con su Pueblo

CON SU PUEBLO

Ex. 17:8–16; 1:29; 7:1; 9:3; Deut. 31:8; Jos. 1:9; Mat. 28:20.

Se dice que en una batalla que dirigía el Duque de Wellington, una parte de su ejército estaba cediendo ante el enemigo, cuando de pronto un soldado vio al Duque entre sus propios combatientes, y el soldado gritó con voz estentórea y jubilosa: “¡Aquí está el Duque! ¡Dios lo bendiga!” Y el mismo soldado, dirigiendo la palabra a uno de sus compañeros, le gritó a éste: “¡Más me gusta ver la cara del Duque, que a toda una brigada!” Los demás soldados, al oir todo esto, volvieron sus rostros hacia el lugar donde estaba el Duque de Wellington: al verlo se reanimaron, recobraron la serenidad y el valor, y decían: “¡El que nunca ha sido derrotado ni lo será está con nosotros!” Y pronto derrotaron al enemigo.

Jesucristo, nuestro General, siempre está con su pueblo: Siempre está con nosotros: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”, dijo él (Mat. 28:20). ¡Sigamos luchando por conquistar al mundo: el Señor Jesús está con nosotros!—Autor desconocido.

Llamado
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