Yo soy la resurrección y la vida
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“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás”.
Juan 11:25
Jesús era el maestro de maestros en sus enseñanzas. Él no solamente explicaba las enseñanzas, sino que las demostraba mientras enseñaba. Por ejemplo, para demostrar que Él era el Buen Pastor, muestra compasión sobre un ciego y lo sana. Para demostrar que Él era la Puerta, Él da la salvación.
A través del libro de Juan vemos los 7 “Yo soy” de Jesús y sabemos que el propósito de estos, así como de todo el libro es: testificar de la deidad de Cristo y para llevarnos a la salvación (20:31). El último versículo del libro de Juan menciona que él no pudo escribir sobre todo lo que Cristo hizo, sino que eligió estos 7 milagros que daban testimonio inconfundible de Su deidad.
De los 7 milagros, el levantar a Lázaro de la muerte después de 4 días de haber muerto, es por mucho, el más poderoso. Esta no es la primera vez que Cristo resucita a alguien porque ya lo había hecho con la hija de Jairo justo cuando acaba de morir (Mr. 5:21-43), y con el hijo de la viuda que también recientemente había muerto pues estaban en el proceso de llevarlo al sepulcro (Lc. 7:11-17). La muerte de Lázaro fue diferente porque tenía 4 días de muerto antes de la resurrección y seguramente la descomposición del cuerpo se encontraba en estado avanzado.
Hay varios puntos en esta historia que nos llaman la atención. Primero, los miembros de esta familia eran muy cercanos a Jesús, y obviamente habían pasado mucho tiempo con el Maestro porque la conversación de Marta con Jesús demostró su conocimiento de la teología que Cristo mismo le había enseñado. Ella sabía que había un día final donde todos resucitarán (Jn. 11:24), ella reconocía que Jesús era el Mesías (Jn. 11:27), y sabía que Él era capaz de sanar a los enfermos; sin embargo, a pesar de que había resucitado personas anteriormente, Marta todavía no lo había visto como ¡la Vida!
Él es el creador de todo (Col. 1:16) y aquel que puede crear de la nada (Gen. 1:1) puede resucitar a la vida porque su naturaleza es Vida. Él no recibió la vida como nosotras, sino que Él mismo nos dio vida. La vida existe en Él, y como Él es eterno, entonces nuestra vida también. Es por ello por lo que, al momento de morir iremos a uno de 2 lugares, el cielo con eterno gozo, o al infierno con eterno sufrimiento. De todas las decisiones que hacemos en nuestra vida, esta es la más importante que tomaremos, porque determina nuestra vida después de la muerte. Y la decisión es, si Jesucristo es tu Salvador y Señor.
¿Cuántas de nosotras somos como Marta? Lo conocemos, hemos pasado tiempo con Él y, aun así, nos falta convicción para obedecerlo. Leemos la Biblia, sin embargo, no la estudiamos y aunque sabemos mucho de Él, no hemos experimentado personalmente lo que Él es capaz de hacer.
Jesús esperó 2 días para ir donde sus amigos porque Él tuvo un plan para glorificarse, un plan mucho mejor que sanar a Lázaro. Marta y María no lo entendían y se quejaban (Juan 11:21 y 32). En nuestros tiempos difíciles cuando no entendemos lo que está ocurriendo ¿lo acusamos de no venir dónde nosotras?
Para poner esta historia en perspectiva, Lázaro murió días antes de la crucifixión de Jesús y, por ende, Él estaba aumentando la fe de sus discípulos y preparándolos por un milagro mucho mas grande que este: Su resurrección. Se ve claramente que el mismo evento aumentaba la fe de sus hijos mientras que también aumentaba la condenación en aquellos que lo rechazaban. Esta decisión es tan importante porque determina nuestro destino.
Otro aspecto de esta historia que nos llama la atención es que Jesús está demostrando lo que había dicho en Juan 5:21 “Porque así como el Padre levanta a los muertos y les da vida, asimismo el Hijo también da vida a los que El quiere”. Y en los versículos 28-29 El termina con “No os admiréis de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio.” Cristo no es solamente El Salvador, sino que Él es el juez al que cada una de nosotras nos enfrentaremos. Notemos la paradoja, ¡Jesús da vida a los hombres mientras Él entrega su vida para que la recibamos!
El tercer aspecto que nos llama la atención se nota en Juan 11:35 “Jesús lloró.” Es increíble cuanto nos pueden enseñar tan solo dos palabras. La palabra griega utilizada aquí era ‘dakryo” y significa “estallido repentino de llanto”. Es un sentir de dolor emocional profundo, y puede ser de enojo, tristeza, duelo o indignación. Él sabía que Lázaro no quedaría muerto (Jn. 11:4), entonces el duelo no provocó el llanto.
El pastor John MacArthur especula que Cristo sentía todo el impacto de lo que el pecado había producido. Él dice: “Es que cada emoción fue sentida profundamente en su espíritu, en su interior, Él fue conmovido o permitió que el problema lo sacudiera emocionalmente. Se dejó sentir todo.”
Como Betania estaba en el camino de Jerusalén a Jericó, había muchas personas viajando porque fue cerca del tiempo de la Pascua. Jesús estaba rodeado por muchas personas, algunas quienes estaban pasando por el dolor de perder un ser querido, otras que lo atravesaría en el futuro y la gran mayoría morirían sin aceptarlo como el Mesías, personas que vivirían en una eternidad de condenación.
En este momento Él, siendo Dios, fue el único que entendía el poder del pecado, la realidad de este, pues Su creación era perfecta y por causa del pecado, de la caída era el único que podía entender la profundidad del castigo para aquellos que pasarían la eternidad bajo el juicio de Dios; y como hombre, también fue abrumado. La muerte no es el final como muchos piensan sino, es una transición de la vida física a la vida espiritual.
El último aspecto que quiero hacer notar es cuando Jesús llama a Lázaro en el versículo 43 “Habiendo dicho esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, ven fuera!” ¿Y qué ocurrió? ¡Lázaro recuperó la vida! ¿Cómo fue que Cristo creó al mundo? ¡Con Su palabra! La palabra de un Dios Todopoderoso es suficiente para dar vida. ¡Y esto no es diferente a cuando Él nos llama a su redil! (Mt. 9:9). Pero notamos también que Lázaro salió como entró, atado con vendas y Jesús manda a aquellos alrededor de desatarlo (Juan 11:44).
Cuando Él nos llama al redil, entramos con toda nuestra cosmovisión mundana. Como mujeres debemos enseñar a las jóvenes en la fe (Tit. 2:3-6) y todas debemos humildemente seguir a nuestros líderes (Heb. 13:7). Cristo regenera nuestras mentes, sin embargo, hay un proceso para quitar mentiras y reemplazarlas con la verdad. Como vimos en esta historia, evitar el sufrimiento no es una señal del amor de Dios, sino dándonos a Él mismo y con ello recibir el regalo de pasar la eternidad a Su lado.
Su plan y tiempo son perfectos, y cuando confiamos en Él, sus revelaciones son más profundas y gloriosas mientras atravesamos por el valle del sufrimiento y la muerte caminando con Él (Salmos 23:4).
Bendiciones