Una Casa que no se Cae
Porque Jesús es el Rey, es sabio obedecer las palabras que el ordena
Oír y hacer
Los dos constructores tienen en común que levantan sus viviendas en un valle que contiene el lecho de un río. Durante la estación seca este lecho está seco, o casi tan seco que no ofrece peligro para ninguna de las casas.
El primer constructor es sensato. Es previsor. Calcula que la estación seca no durará. Pronto los cielos se oscurecerán, y las legiones aladas de la tormenta llegarán. La casa se verá inundada por las lluvias, azotada por los vientos, y, a menos que se tomen las debidas precauciones, será arrastrada por la creciente, por el turbulento aluvión. Así se prepara para el peligro inminente. Antes de edificar la casa saca la tierra suelta, cava hasta encontrar la roca (cf. Lc. 6:48). Ensegiuda pone el fundamento sobre la roca.
Los dos hombres mencionados en esta parábola son constructores, porque vivir significa edificar. Toda ambición que un hombre acaricia, todo pensamiento que concibe, toda palabra que habla, y toda obra que ejecuta es como un ladrillo de construcción. Gradualmente se va levantando la estructura de la vida. No todos los edificadores son iguales, sin embargo. Algunos son sensatos, otros son necios.