Una entrada nada común
Navidad • Sermon • Submitted
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· 3 viewsEvangelizar no es traer gente al templo sino llevar a Jesús a cada persona.
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Lo común como debilitador del poder
Lo común como debilitador del poder
Ciertas ideas cristianas han perdido su impacto en nosotros porque se han vuelto comunes.
Toma cualquier concepto valioso y poderoso; vuélvelo común y popular y perderá su efecto y su impacto.
Nos pasa con el amor, con las buenas acciones, nos pasa con la oración, con los cultos, con las relaciones.
La venida del Hijo de Dios al mundo podría haber caído en esa categoría. Leamos el relato Bíblico y no lo volvamos común.
1 Por aquellos días Augusto César decretó que se levantara un censo en todo el imperio romano. 2 (Este primer censo se efectuó cuando Cirenio gobernaba en Siria.) 3 Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio pueblo. 4 También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la ciudad de David, 5 para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta 6 y, mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. 7 Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada.
El misterio de los siglos
El misterio de los siglos
El nacimiento de Jesús es el evento más increíble e importante en la historia de la humanidad.
“Dio a luz a su hijo” es un misterio sin resolver desde la lógica humana.
Significa que el gran Dios de los siglos, el Eterno, se sometía a la limitación del tiempo.
Significa que el Dios inmaterial y omnipresente tomaba forma de carne y hueso.
Significa que el Dios perfecto se hacía como un imperfecto.
Significa que el Dios sabio se sometía a la ignorancia de ser un niño sin razonamiento.
Significa que el Dios que con su palabra creó todo lo que existe tuvo que aprender a hablar.
Significa que el Dios que es dueño de todo se hizo pobre.
Significa que el Dios que manda y gobierna sobre los astros debía obedecer las reglas de una madre humana.
Lo que estaba pasando en “dio a luz a su hijo” no era una fiesta navideña con ron ponche, jamón y tamales, era algo que debería provocarnos algo más que un festejo, debería dejarnos perplejos, temblando y rendidos adorando.
Es que el propósito de ese “dio a luz a su hijo” no era hacerte feliz, era rescatarte; era hacer lo que para ti era imposible: salvarte.
Por eso, si solo esperas ser feliz en navidad, no has entendido el misterio del pesebre.
Si anunciamos a Jesús como una vía que únicamente provee felicidad, estamos anunciando un evangelio incompleto y comercial.
Anunciamos a Jesús porque aquel “dio a luz a su hijo” significaba que la esperanza para el mundo y para el ser humano se estaba encarnando.
No le hacemos un favor a Dios...
No le hacemos un favor a Dios...
Aceptar el evangelio no es hacerle un favor a Dios. Que tú y yo lo aceptemos no le mejora su estado de ánimo, él es todo en estabilidad, él es completo.
No le damos compañía a Dios, él tiene millones de ángeles a su servicio y puede crear más, cada uno para cualquier fin que desee, sin la imperfección y drama humanos.
No elevamos la autoestima de Dios, él no necesita nuestra adoración para llenar vacíos psicológicos.
No le ayudamos a Dios para que no pierda su inversión, lo que él hizo no está invalidado por lo que tú hagas, lo que él hace es porque esa es su naturaleza, no porque necesite que le devolvamos algo.
La misión de Dios
La misión de Dios
Al decir “dio a luz a su hijo”, entendemos que esta es una misión de Dios, no del hombre. Nosotros no amamos a ser humano como para entregarnos por ellos, Dios, en cambio, se hizo como uno de nosotros.
Dios entra en la escena del mundo como una criatura, esa era parte de su misión. Cuando evangelizamos nos unimos a la misión de Dios.
Aquí es donde nos preguntamos: el cristiano tiene una misión, o la misión tiene un cristiano. Nosotros no somos dueños de la misión, servimos en ella.
Cumplir la misión no es un favor que le haces a Dios, es un entendimiento de que fuiste rescatado y ahora lo anuncias a otro.
El evangelismo es la mejor muestra de gratitud a Dios por habernos rescatado, por haber nacido aquella noche en el pesebre.
Navidad: retrato del no-evangelismo
Navidad: retrato del no-evangelismo
La navidad es la época en la que recordamos el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, aquel “dio a luz a su hijo”.
La navidad también refleja en lo que hemos convertido el evangelismo: es una época confusa, conveniente y comercial.
Confusa
Confusa
El mundo ni siquiera celebra a Jesús. Santa, los renos, los regalos y el jamón son más populares que Jesucristo durante esta época.
No sabemos qué celebramos o si esta es la fecha o por qué pasan tantas cosas tristes en la época en la que debiéramos estar felices.
Así es nuestro evangelismo, es confuso. No mostramos a Jesús. Las doctrinas, los testimonios y la musica son más populares que Jesús al evangelizar.
Conveniente
Conveniente
La navidad es una época de conveniencia. Se trata de sacar provecho, de pensar en uno, de llenarse de regalos y asistir a muchas fiestas, se trata de darle rienda suelta a los deseos y justificar el desenfreno.
Así es nuestro evangelismo, es conveniente. Lo hacemos cuando recibimos cosas buenas, cuando lo entendemos todo, cuando nos sentimos capacitados. En otras palabras gira en torno a nosotros, los seres humanos y nuestros sentimientos.
Comercial
Comercial
La navidad es comercial. Parece que está demás explicarlo. Pero en estos días, quien no compra o no tiene para gastar se siente mal. Hemos caído en la religión del consumo en la que te sientes menos bendecido porque no puedes adquirir.
El comercio explota, a conveniencia, lo que puede vender con tal de engrosar sus cuentas y multiplicar sus cifras.
Nuestro evangelismo es comercial. Vendemos a un Dios banquero, que es nuestro aliado en nuestros proyectos pero que nos cobra altos intereses de un 10 %.
Hablamos de un Dios que da dinero y alegría y nos movemos a cuantificar los nuevos convertidos sin interesarnos realmente en ellos.
¿Por qué no evangelizas?
¿Por qué no evangelizas?
Hay muchas respuestas a esta pregunta. No solo de ¿Por qué?, sino también del ¿Cómo?
Evangelizar es sumarse al plan de los siglos, es integrarse a la misión de Dios.
Si crees que el fin del plan de Dios era tu rescate, eres demasiado egoísta. Dios no te rescató para traerte a un hotel 5 estrellas a esperar su regreso para llevarte al cielo.
Tú no eres el fin del plan de Dios, no eres el destino de toda la misión de Dios. Él te rescató para que su plan se extienda al mundo entero.
No fuiste rescatado para relajarte y ser feliz, fuiste reclutado para unirte a una misión de restauración total de toda la creación. Y hasta que entiendas eso tu vida cristiana será solo una fantasía.
La evangelización no es opcional, es tu deber, para eso fuiste rescatado. ¿Lo estás haciendo?
¿Crees que aquel “dio a luz a su hijo” era solo un momento romántico? No. Ese fue el acto que desafió los poderes de las tinieblas e hizo temblar al cielo y a la tierra.
Dios te dio un estilo
Dios te dio un estilo
Dios no te reclutó para mandarte a morir a la guerra sin poder defenderte. Él te dio capacidades especiales para que cumplas tu parte de la misión, para que evangelices.
Dios te puso en un momento específico de la historia en donde las comunicaciones e información son más prominentes que nunca. ¿Estás aprovechando eso?
Dios te dio habilidades, talentos y capacidades especiales. ¿Las estás usando?
Dios te dio un temperamento, carácter y personalidad para que llegues de una manera particular a cierto tipo de persona. ¿Lo estás haciendo?