EN MEMORIA DE
FALLECIMIENTO • Sermon • Submitted
0 ratings
· 30 viewsNotes
Transcript
La justicia de Dios
La justicia de Dios
Dios creó al hombre con una capacidad sin límite para la vida. La única condición para mantenerse en ella era la obediencia a Dios (“… mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” [Gn. 2:17]). De manera que el proceso de decadencia y corrupción que se produce en el cuerpo de los hombres es un fruto del pecado. La sentencia: “Polvo eres, y al polvo volverás” fue dada después de la introducción del pecado. Dios nos dice en Ezequiel 18:32: “Porque no quiero la m. del que muere”. Sin embargo, como resultado de la •caída, “está establecido para los hombres que mueran una vez, y después de esto el juicio” (He. 9:27).
Un hombre llamado Lázaro estaba enfermo. Vivía en Betania con sus hermanas María y Marta.
María era la misma mujer que tiempo después derramó el perfume costoso sobre los pies del Señor y los secó con su cabello. Su hermano, Lázaro, estaba enfermo.
Así que las dos hermanas le enviaron un mensaje a Jesús que decía: «Señor, tu querido amigo está muy enfermo».
Cuando Jesús oyó la noticia, dijo: «La enfermedad de Lázaro no acabará en muerte. Al contrario, sucedió para la gloria de Dios, a fin de que el Hijo de Dios reciba gloria como resultado».
Aunque Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro,
se quedó donde estaba dos días más.
Pasado ese tiempo, les dijo a sus discípulos: —Volvamos a Judea.
Pero sus discípulos se opusieron diciendo: —Rabí, hace sólo unos días, la gente de Judea trató de apedrearte. ¿Irás allí de nuevo?
Jesús contestó: —Cada día tiene doce horas de luz. Durante el día, la gente puede andar segura y puede ver porque tiene la luz de este mundo;
pero de noche se corre el peligro de tropezar, porque no hay luz.
Nuestro amigo Lázaro se ha dormido —agregó después—, pero ahora iré a despertarlo.
—Señor —dijeron los discípulos—, si se ha dormido, ¡pronto se pondrá mejor!
Ellos pensaron que Jesús había querido decir que Lázaro sólo estaba dormido, pero Jesús se refería a que Lázaro había muerto.
Por eso les dijo claramente: —Lázaro está muerto.
Y, por el bien de ustedes, me alegro de no haber estado allí, porque ahora ustedes van a creer de verdad. Vamos a verlo.
Tomás, al que apodaban el Gemelo, les dijo a los otros discípulos: «Vamos nosotros también y moriremos con Jesús».
La Salvación de Dios
La Salvación de Dios
Cuando Jesús llegó a Betania, le dijeron que Lázaro ya llevaba cuatro días en la tumba.
Betania quedaba sólo a unos pocos kilómetros de Jerusalén,
y muchos se habían acercado para consolar a Marta y a María por la pérdida de su hermano.
Cuando Marta se enteró de que Jesús estaba por llegar, salió a su encuentro, pero María se quedó en la casa.
Marta le dijo a Jesús: —Señor, si tan sólo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto;
pero aun ahora, yo sé que Dios te dará todo lo que pidas.
Jesús le dijo: —Tu hermano resucitará.
—Es cierto —respondió Marta—, resucitará cuando resuciten todos, en el día final.
Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá aun después de haber muerto.
Todo el que vive en mí y cree en mí jamás morirá. ¿Lo crees, Marta?
—Sí, Señor —le dijo ella—. Siempre he creído que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que ha venido de Dios al mundo.
La Restauración de Dios.
La Restauración de Dios.
Luego Marta regresó adonde estaba María y los que se lamentaban. La llamó aparte y le dijo: «El Maestro está aquí y quiere verte».
Entonces María salió enseguida a su encuentro.
Jesús todavía estaba fuera de la aldea, en el lugar donde se había encontrado con Marta.
Cuando los que estaban en la casa consolando a María la vieron salir con tanta prisa, creyeron que iba a la tumba de Lázaro a llorar. Así que la siguieron.
Cuando María llegó y vio a Jesús, cayó a sus pies y dijo: —Señor, si tan sólo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Cuando Jesús la vio llorando y vio que los demás se lamentaban con ella, se enojó en su interior y se conmovió profundamente.
—¿Dónde lo pusieron? —les preguntó. Ellos le dijeron: —Señor, ven a verlo.
Entonces Jesús lloró.
Las personas que estaban cerca dijeron: «¡Miren cuánto lo amaba!».
Pero otros decían: «Este hombre sanó a un ciego. ¿Acaso no podía impedir que Lázaro muriera?».
Jesús todavía estaba enojado cuando llegó a la tumba, una cueva con una piedra que tapaba la entrada.
«Corran la piedra a un lado», les dijo Jesús. Entonces Marta, la hermana del muerto, protestó: —Señor, hace cuatro días que murió. Debe haber un olor espantoso.
Jesús respondió: —¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?
Así que corrieron la piedra a un lado. Entonces Jesús miró al cielo y dijo: «Padre, gracias por haberme oído.
Tú siempre me oyes, pero lo dije en voz alta por el bien de toda esta gente que está aquí, para que crean que tú me enviaste».
Entonces Jesús gritó: «¡Lázaro, sal de ahí!».
Y el muerto salió de la tumba con las manos y los pies envueltos con vendas de entierro y la cabeza enrollada en un lienzo. Jesús les dijo: «¡Quítenle las vendas y déjenlo ir!».