¿Le conoces?
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INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
SALUDOS
Felipe Brooks nació en Boston el año de 1835, estudió en varias instituciones educativas y en la Universidad de Harvard, se dedicó al ministerio cristiano, y llegó a ser obispo de la Iglesia episcopal. Cierta ocasión un estudiante le preguntó: --¿El compañerismo personal con Jesús es parte del cristianismo: A esto, Brooks, sin vacilar, contestó: --El cristianismo es precisamente el compañerismo personal con Jesús; y esto es lo que constituye la diferencia entre la religión que enseña la Biblia y las otras religiones. Una persona es cristiana según el conocimiento que tenga de Jesús.La respuesta que dio Felipe Brooks fue el eco de las palabras que el Señor Jesús pronunció en su corazón intercesora: "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado".
Objetivos
Saber que tipo de relación tengo con Cristo
Motivar a cada líder a entregarse por completo al Señor
¿CÓMO LLEGAMOS A CONOCER?
¿Cómo conoce el ser humano? Somos seres racionales pero podemos decir que tenemos tres dimensiones: la racionalidad, la voluntad y la afectividad. El hombre tiene distintas formas de conocer:
Conocimiento espontáneo: lo que se capta por los sentidos externos o el sentido común. El hombre pide más: de ahí los niños y su constante “por qué”: el hombre reclama profundidad.
Conocimiento científico-experimental: capacidad de comprender cómo funcionan las cosas o cómo es la realidad mediante un método según la ciencia de la que se trate (biología, historia, química…). Corroborar con la experimentación las hipótesis y conjeturas que surgen del conocimiento espontáneo.
Conocimiento intelectual: capacidad de trascender lo conocido. Formar ideas, juicios, razonamientos… acercarse a lo esencial de la realidad y no quedarse sólo en la superficie.
Conocimiento por testimonio: por relación personal con otro.
Conocimiento afectivo: empatía: reconocer la bondad o maldad de una situación cotidiana; o intuir lo que le ocurre a alguien por lo que la conocemos, por su reacción, por su mirada, por sus gestos. Hay conocimientos teóricos y conocimientos prácticos. Lo que está claro es que todos los conocimientos se dan en el hombre y no de manera exclusiva, a veces se mezclan para llegar mejor a la verdad. El hombre es capaz de conocer aquello que ve, pero también aquello que no ve porque profundiza y alcanza a comprender el fondo de las cosas y de las personas.
“Nada es querido si no es previamente conocido”: la operación de la voluntad es querer. La inteligencia nos hace conocer lo verdadero y la voluntad querer lo bueno. Todos tenemos una tendencia natural a lo bueno: nadie busca hacerse daño a sí mismo. Todos nos movemos entre el deseo y el querer. Lo ideal es que deseo y querer vayan de la mano y que el deseo no ciegue querer lo bueno.
La voluntad es tan importante como la inteligencia, al igual que dedicamos tiempo a estudiar para desarrollar la primera, no podemos dar por hecho que nuestra voluntad ya está educada, hemos de conseguir adueñarnos de nuestra voluntad. Saber qué queremos e ir a por ello. Para esto es necesario ejercitar las virtudes. ¿Cómo se ejercitan? La virtud se llega a conseguir con la repetición de actos buenos que facilitan a la persona hacer lo que realmente «quiere» y no dejarse llevar siempre por los deseos o las apetencias más básicas.
¿QUIEN ES JESÚS PARA OTROS? MATEO 16:13-15
Aquí tenemos el relato de otra vez que Jesús Se apartó de la gente. Su fin estaba muy próximo, y Jesús necesitaba todo el tiempo con que pudiera contar para estar a solas con Sus discípulos. Le quedaba mucho que decirles y que enseñarles, aunque todavía ellos no parecían estar preparados para recibirlo o entenderlo. Con ese fin Se retiró con ellos a la región de Cesarea de Filipo. Es probable que el viaje a Cesarea de Filipo ocurriera a mediados del año 30 d. C., en el verano durante el medio año cuando Jesús se retiró del ministerio público y se dedicó principalmente a instruir a sus discípulos. Esta fase del ministerio de Cristo duró desde cuando fue rechazado en Capernaúm, aproximadamente por el tiempo de la pascua en la primavera, hasta la fiesta de los tabernáculos en el otoño. Para evitar conflictos con los dirigentes judíos y los espías que lo seguían, Jesús ya había pasado varias semanas más allá de los límites de Galilea, en Fenicia y Decápolis. Pero tan pronto volvió a Galilea, los espías enviados por el sanedrín se presentaron otra vez para desafiarlo, y se retiró de Galilea hacia Betsaida Julias, en territorio de Felipe. Los espías no le siguieron. Jesús se enfrentaba entonces con un problema supremo y perentorio. Le quedaba poco tiempo; Sus días en la carne estaban contados. El problema era: ¿Había alguien que Le hubiera entendido? ¿Alguien que Le hubiera reconocido como el Que era? ¿Había personas que, cuando Él ya no estuviera en la carne, pudieran continuar Su obra, y trabajar para Su Reino? No cabe la menor duda de que ese era un problema crucial, que implicaba la supervivencia de la fe cristiana. Si no había nadie que hubiera captado, ni siquiera intuido, la verdad, entonces toda Su obra se había perdido; si había algunos pocos que se daban cuenta de la verdad, Su obra estaba a salvo. Así es que Jesús decidió hacer la prueba en intensidad, y preguntarles a Sus seguidores quién creían que era Él. Es del máximo interés dramático ver dónde escogió Jesús hacerles la pregunta clave. Puede que hubiera pocos lugares en Palestina que tuvieran más asociaciones religiosas que Cesarea de Filipo. Toda la zona estaba jalonada con templos del dios sirio Baal. Thomson, en La Tierra y el Libro, enumera no menos de catorce tales templos que había en los alrededores. Aquella era una zona cuya atmósfera era el aliento de la antigua religión, que estaba toda ella a la sombra de los dioses antiguos.
Pero no eran los dioses de Siria los únicos que se adoraban allí. En las proximidades de Cesarea de Filipo se erguía una gran colina en la que había una profunda caverna que se decía que había sido el lugar de nacimiento del gran dios Pan, el dios de la naturaleza. Hasta tal punto estaba identificada Cesarea de Filipo con ese dios que su nombre original había sido Paneas, y hasta hoy en día se la conoce como Bâniyâs. Las leyendas de los dioses de Grecia se concentraban en torno a Cesarea de Filipo.
Además, esa cueva se decía que era donde nacía el río Jordán. Josefo escribió: «Hay una cueva muy hermosa en la montaña bajo la cual hay una gran cavidad en la tierra; y la caverna es abrupta, y prodigiosamente honda, y llena de agua en calma. Sobre ella se eleva una gran montaña, y por debajo de la caverna surge el río Jordán».
Cesarea de Filipo había un gran templo de mármol blanco dedicado a la divinidad del césar. Lo había construido Herodes el Grande.
Este fue el dramático escenario. En él se encuentra un Carpintero galileo sin dinero y sin hogar, con doce hombres corrientes a Su alrededor. Ya entonces, los judíos ortodoxos están programando y conspirando para destruirle como hereje peligroso. Se encuentra en un área jalonada de templos de dioses sirios, en un lugar bajo la sombra de los dioses griegos, en el que también se daba cita toda la historia de Israel, en el que el esplendor de mármol blanco de la sede del culto al césar dominaba el paisaje y sojuzgaba la vista. Y allí, tenía que ser precisamente allí, ese extraordinario Carpintero se dirige a los otros hombres y les pregunta quién creen que es Él, esperando la respuesta: «¡El Hijo de Dios!». Es como si Jesús Se colocara contra el trasfondo de las religiones del mundo con toda su historia y su esplendor, y demandara que se Le comparara con ellas y recibir un veredicto a Su favor. Habrá pocas escenas en las que brille con una luz más deslumbradora la conciencia que Jesús tenía de Su propia divinidad.
Cuando Jesús hace la pregunta, aquí se utiliza en el griego el pretérito imperfecto que diría “preguntaba”, lo que lleva a pensar en una discusión o una charla prolongada. Cristo se había retirado a esta región habitada por gentiles, en parte para escapar de los espías que no le daban tregua mientras permanecía en Galilea, y también en parte para tener la oportunidad de instruir a sus discípulos y prepararlos para la hora de crisis con la cual pronto terminaría el breve ministerio de Jesús (DTG 379). Jesús comenzó a hablar de su pasión inminente dirigiendo los pensamientos de los discípulos a sí mismo como el Mesías. Al parecer, nunca antes había tratado este tema en forma directa. Era esencial que lo reconocieran como el Mesías antes de que pudieran comprender en sentido alguno el significado de su sacrificio en el Calvario. Si sólo fuera reconocido como un maestro “venido de Dios” (Juan 3:2) o como uno de los antiguos profetas resucitado de entre los muertos, su muerte no podría haber tenido más importancia que la de cualquier otro gran hombre bueno. Serviría de ejemplo, pero no sería vicaria. No tendría virtud expiatoria. El que quiere hallar la salvación en la cruz del Calvario, debe primeramente reconocer que Aquel que pendió en la cruz no fue otro sino el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, el Mesías, el Cristo. Solamente si se reconoce a Jesús de Nazaret como Mesías, se tiene la base para comprender y apreciar la cruz en su verdadera perspectiva. Por supuesto, Jesús sabía perfectamente lo que la gente pensaba de él. Conocía también el concepto erróneo que tenían de la naturaleza del reino que había venido a establecer. Jesús formuló esta pregunta a los discípulos a fin de prepararlos para la siguiente pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mat. 16:15). La fe de los discípulos resaltaba más en contraste con la incredulidad o la poca fe del resto de sus compatriotas. Sin duda, ellos estaban en mejor condición de creer pues habían estado en íntima relación con el Maestro por algún tiempo. Aquí los discípulos presentan algunos puntos de vista con relación a las opiniones que habían escuchado acerca de Jesús, ya que en todas estas calificaciones se reconocía a Jesús como profeta, pero no como lo que realmente es, como Dios. Es interesante que la misma pregunta se aplica hoy. Quién dice la gente que es Jesús. Para muchos cada vez se hace más fácil rechazar que realmente Jesús es el Mesías prometido y que es nuestro Salvador y la otra pregunta que hago en esta hora es ¿Ha conocido mi comunidad quién es Jesús por mi propio testimonio?
¿QUIÉN ES JESÚS PARA TI? MATEO 16:15
La construcción griega es, como la española, enfática: “Vosotros, ¿quién decís que soy?” Algunos de los discípulos habían sido compañeros constantes de Jesús durante más de un año; otros lo habían sido como por dos años. Mucho más que los otros hombres, ya habían tenido la oportunidad de observar las muchas evidencias de la divinidad de Jesús. En este momento, Jesús les dio la oportunidad de testificar de su fe. Aunque todavía no comprendían perfectamente a Jesús, Andrés, Felipe y Natanael parecen haber creído desde un principio que Jesús era el Mesías (Juan 1:40–49; DTG 114). Después del incidente de la tormenta en el lago, todos los discípulos lo habían adorado, y luego de la crisis en Galilea habían profesado fe en él como Hijo de Dios (Juan 6:68–69).
Cuando Jesús oyó los veredictos de la multitud, les dirigió a sus discípulos la pregunta más importante: «Y vosotros, quién decís que soy?». Puede que se produjera un instante de silencio, mientras pasaban por las mentes de los discípulos pensamientos que casi les daba miedo expresar en palabras; y entonces Pedro hizo el gran descubrimiento y la gran confesión; y Jesús supo que su obra estaba a salvo, porque había por lo menos uno que comprendía.
Es interesante comprobar que cada uno de los evangelios sinópticos nos da su versión particular del dicho de Pedro. Mateo nos dice: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». Marcos es el más breve: «Tú eres el Cristo» (Marcos 8:29). Y Lucas, el más claro: «Tú eres el Cristo de Dios» (Lucas 9:20).
Jesús sabía entonces que había por lo menos alguien que Le había reconocido como el Mesías, el Ungido de Dios, el Hijo del Dios viviente. Las palabras Mesías, en hebreo, y Cristo, en griego, quieren decir lo mismo, Ungido. Los reyes empezaban a reinar cuando eran ungidos, como aún sucede en muchos países. El Mesías, el Cristo, el Ungido, es el Rey de Dios sobre la humanidad.
De acuerdo a esto entonces podemos preguntar a los presentes: ¿Quién es Jesús para ti? ¿Será que en todo este tiempo has conocido y reconocido realmente quién es Jesús? ¿Cómo podremos cumplir la misión encomendada si aún no conozco quien es ese Jesús en el que digo creer? Una vez Napoleón dio su veredicto acerca de Jesús: «Yo conozco a los hombres, y Jesucristo es más que un hombre». Sin duda Pedro no sabía exponer teológicamente ni expresar filosóficamente lo que quería decir cuando dijo que Jesús era el Hijo del Dios viviente; de lo único que Pedro estaba completamente seguro era que ninguna descripción puramente humana era adecuada para aplicarse a Jesús. Porque Pedro, a pesar de sus deficiencias y de su negación solo algún tiempo después, aún así reconoció en Cristo el más sublime ser de todo el universo porque lo había podido contemplar en su más excelsa expresión de amor y majestad ante la obra realizada hasta ese momento.
TÚ ERES EL CRISTO MATEO 16:16
Este pasaje enseña que el descubrimiento de Jesucristo tiene que ser un descubrimiento personal. La pregunta de Jesús fue: «Vosotros, ¿qué pensáis vosotros de Mí?». Cuando Pilato Le preguntó a Jesús si era el rey de los judíos, Jesús le contestó: «¿Dices eso por ti mismo, o te lo han dicho otros de Mí?» (Juan 18:33s).
Nuestro conocimiento de Jesús no debe ser de segunda mano. Puede que uno sepa todo lo que se ha dicho acerca de Jesús, que conozca todas las cristologías que se han enseñado y que sea capaz de hacer un resumen de lo que han dicho los grandes teólogos acerca de Jesús… y, sin embargo, no ser cristiano. El Cristianismo no consiste en saber acerca de Jesús, sino en conocer a Jesús. Jesucristo demanda un veredicto personal. No solo a Pedro, sino igualmente a cada uno de nosotros: «Tú, ¿qué piensas tú de Mí?».
Según Elena de White, Pedro expresó no sólo su convicción, sino también la de sus compañeros (DTG 380, 383). En parte por su impulsividad, en parte por sus dotes de liderazgo, Pedro fue el primero en contestar.
Ahora pregunto a cada uno de los presentes: ¿Quién es Jesús para ti?
¿Conoces a Jesús por lo que escuchas de otros? algunos cometemos el grabe error de que al iniciar cada día sólo tomamos un breve tiempo para orar y escuchar las palabras de lo que alguien más estudió e interpretó y yo no me tomo el tiempo de sentarme y dedicar mi tiempo exclusivo para conocer de cerca a nuestro Salvador. Algunos solo contamos testimonios de otros, pero no tengo nada que contar porque simplemente no he llegado a conocer a ese Jesús. Muchos llegan a contar las grandes cosas que Jesús ha hecho en la vida de otros, pero no hemos logrado experimentar las grandes cosas que Dios puede hacer también en mi vida.
Es hoy el momento que iniciemos a experimentar por cuenta propia quien es ese Jesús. Esta iglesia debe levantarse hoy y profundizar su relación con el Señor. Ya es el tiempo cuando esta iglesia conozca tan de cerca al Maestro que la gente pueda comprender que hay salvación también para ellos por nuestro propio testimonio. ¿Qué concepto tiene la gente de Dios por medio de ti? ¿Conocer bien a Jesús porque tu vives como viviría Cristo? Si esto no es así, entonces hoy es el día en que la iglesia debe levantarse y brillar para Jesús. Es hoy el momento para conocer realmente quien es este maravilloso Dios.