JESÚS VINO A MI
Él vino a mi • Sermon • Submitted
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Introducción. Buenas tardes, me presento. Esta es una época de muchos colores, fiestas como esta, pero también de mucha reflexión. Hoy quiero que juntos reflexionemos ¿Porqué el vino a mi?
1 En esos días, Augusto, el emperador de Roma, decretó que se hiciera un censo en todo el Imperio romano. 2 (Este fue el primer censo que se hizo cuando Cirenio era gobernador de Siria). 3 Todos regresaron a los pueblos de sus antepasados a fin de inscribirse para el censo. 4 Como José era descendiente del rey David, tuvo que ir a Belén de Judea, el antiguo hogar de David. Viajó hacia allí desde la aldea de Nazaret de Galilea. 5 Llevó consigo a María, su prometida, cuyo embarazo ya estaba avanzado.
6 Mientras estaban allí, llegó el momento para que naciera el bebé. 7 María dio a luz a su primer hijo, un varón. Lo envolvió en tiras de tela y lo acostó en un pesebre, porque no había alojamiento disponible para ellos.
1. Jesús vino para romper el silencio y para cumplir la profecía
1. Jesús vino para romper el silencio y para cumplir la profecía
Una de las mejores formas de resumir todo el Antiguo Testamento en una palabra sería anticipación. A través de los pactos, las promesas, los profetas y los eventos históricos del Antiguo Testamento, no había duda de que vendría un Mesías de parte de Dios (cp. Ro 1:1-3 “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne,” ). La pregunta principal era cuándo. Por eso, en tiempos de Jesús, habían miles de judíos como Simeón: personas que esperaban que el Mesías viniera y trajera restauración (Lc 2:25 “Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.” ).
Estas son solo algunas de las numerosas profecías cumplidas sobre Jesús:
Jesús sería un descendiente de David (2 S 7:12-13).
Jesús nacería de una virgen (Is 7:14).
Jesús nacería en Belén (Mi 5:2).
Jesús llevaría a cabo Su ministerio en Galilea (Is 9:1-2).
Jesús tendría un precursor (Juan el Bautista; Is 40:3-4).
Jesús sería despreciado y rechazado (Is 53:3).
Jesús tendría un trono eterno (Dn 7:13-14).
Jesús vendría como un rey montado en un asno (Zac 9:9).
Jesús sería abandonado, tendría sed, sería despreciado y Sus manos y Sus pies serían traspasados (Sal 22).
Jesús vencería la muerte (Is 25:7-8).
Jesús establecería un nuevo pacto (Jr 31:31).
Ahora tenemos la bendición de vivir después del nacimiento de Cristo y comprender todos los beneficios que vinieron con Su encarnación. Cuando apartamos un tiempo para enfocarnos en esperar y anhelar la celebración del nacimiento de Jesús, podemos apreciar la fe de quienes vivieron antes y ver estas cosas desde su perspectiva. Ellos anhelaban ver las cosas que sabemos son verdaderas. Esto hará que estemos aún más gozosos por el nacimiento de Cristo.
Todos estamos presionados por la cultura y el consumismo para ver la Navidad de manera superficial, y necesitamos contrarrestar esa presión atesorando más al Señor. Como Pablo escribió, somos llamados a disciplinarnos para la piedad (1 Ti 4:7 “Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad;” ). Esto implica ser intencionales en ordenar nuestras vidas para Dios.
Para desear más Su segunda venida Qué día tan magnífico fue aquel en que los pastores escucharon a la multitud de ángeles alabando a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace» (Lc 2:14 “¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” ). Como creyentes, ¡sabemos que esperamos la llegada de otro día glorioso, cuando Jesús vendrá una vez más! Durante el Adviento, cuando contamos el tiempo hasta la Navidad, experimentamos un anhelo de algo por venir. De esa manera, también podemos confirmar nuestra expectativa de una futura segunda venida del Rey y desearla. Junto con Pablo, declaramos que «nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo» (Fil 3:20 “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;” ). Gozarnos en el hecho de que Cristo ya vino una vez nos lleva a gozarnos de saber que volverá.
2. Jesús vino para rescatarnos y ser el último sacrificio
2. Jesús vino para rescatarnos y ser el último sacrificio
En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios […] El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn 1:1-2,14). Es importante recordar que Jesús ya existía antes de Su nacimiento en esta tierra. Jesús se encarnó, estuvo dispuesto a dejar el cielo y enfrentar los peligros de este mundo. ¡Estuvo dispuesto a darlo todo con el fin de llevar a cabo el rescate más maravilloso!
La Biblia dice que estábamos muertos antes de obtener la salvación de Jesús. Esto se debe a que, si Jesús no está en nosotros, estamos separados de Dios y somos esclavos del pecado: el pecado controla nuestra vida. Asimismo, declara que estamos muertos porque una persona muerta no puede hacer nada para cambiar su situación: somos totalmente incapaces de salvarnos. Pablo también se refiere a nuestra incapacidad para salvarnos: «No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano» (Gá 2:21).
Raymond Dillar y Tremper Longman explican la situación con claridad: Dios es santo y no puede tolerar la presencia de pecado e impureza. El sacrificio es una forma de volver a hacer puro lo impío y restaurar la comunión en la presencia de Dios. Además, permite que las personas impuras, que fueron expulsadas de la presencia de Dios, regresen una vez más al campamento, que es el terreno de lo santo
Efesios 5:2: «…Cristo les amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma». Hebreos 9:26: «De otra manera, a Cristo le hubiera sido necesario sufrir muchas veces desde la fundación del mundo; pero ahora, una sola vez en la consumación de los siglos, se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo». Hebreos 10:14: «Porque por una ofrenda Él ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados». Hebreos 10:18: «Ahora bien, donde hay perdón de estas cosas, ya no hay ofrenda por el pecado». Estos versículos nos muestran que Jesús se entregó voluntariamente como un sacrificio a Dios por nuestra culpa. Además, señalan que, como Él fue un sacrificio perfecto, ya no necesitamos el sistema de sacrificios que consiste en ofrecer animales por el pecado. Después de la muerte de Jesús, los judíos y los no judíos que comprendieron que Jesús se ofreció a Sí mismo por culpa de sus transgresiones dejaron de sacrificar animales sobre el altar porque se dieron cuenta de que lo único necesario era el sacrificio de Jesús.
3. Jesús vino para mostrarnos el amor de Dios y para mostrarnos el camino
3. Jesús vino para mostrarnos el amor de Dios y para mostrarnos el camino
Recuerda: el amor no es egoísta y siempre trata de proteger a los demás. Dios nos ama sin importar nuestra situación y desea cuidarnos no solo de otras personas y de peligros en el futuro, sino también de nuestra propia maldad. Él ama a todos, y Su amor es tan inigualable que se extiende hacia Sus enemigos. Romanos 5:8 afirma que «Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros». Él eligió buscar nuestro bien y derribar aquello que nos separaba, a pesar de que nosotros somos los que fallamos.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Jn 3:16). En los salmos, el adjetivo que más se utiliza para describir el amor de Dios es «inagotable». Observa dos ejemplos: • Salmos 13:5: «Pero yo confío en tu amor inagotable; me alegraré porque me has rescatado» (NTV). • Salmos 90:14: «Sácianos cada mañana con tu amor inagotable, para que cantemos de alegría hasta el final de nuestra vida» (NTV). La palabra hebrea que se traduce como «inagotable» a veces aparece como «gran», «fiel» y «misericordioso». Nuestro Dios es grande, fiel y misericordioso; por eso, Su amor es perfecto.
Gracias, Dios, por el gran amor que nos mostraste al tomar medidas extremas para buscar nuestro bien. Viniste a la tierra por amor. «Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos» (Jn 15:13).
Jesús dijo: «El que me ha visto a Mí ha visto al Padre» (Jn 14:9). Y Pablo escribió lo siguiente: «toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en Él» (Col 2:9). Dios envió a Jesús a esta tierra para que podamos conocerlo, de manera tal que Él pudiera enseñarnos de qué se trata la vida. Sin Cristo, todos estamos atrapados en un túnel de oscuridad, en busca de la verdad, pero, solo en Él, podemos encontrar la verdad.
4. Jesús vino para darle toda la gloria a Dios
4. Jesús vino para darle toda la gloria a Dios
Hemos visto que Jesús nos rescata de la muerte y nos da vida. Nos guía hacia la santidad y el bienestar. Él cumplió todas las profecías del Antiguo Testamento; efectivamente, Él era el Mesías del que hablaban las Escrituras del Antiguo Testamento. Él es el último y perfecto rey, profeta y sacerdote. No encontrarás a nadie con tanta gentileza para servir a los demás, tanta autoridad para enseñar religión, tan poderoso en obras y en milagros, ni más amoroso en Su sacrificio por el bien de los demás. En la actualidad, por medio de Su Espíritu, continúa llevando adelante la tarea de transformar vidas. Abraham Kuyper tenía razón cuando dijo: «No existe ni un centímetro cuadrado en todo el dominio de nuestra existencia humana el cual Cristo, que es Soberano sobre todo, no reclame como Suyo».
Para finalizar esta serie, las palabras de Atanasio escritas hace más de 1700 años en su libro La encarnación del Verbo resultan más adecuadas que las mías:
Son tantos los méritos del Salvador como resultado de Su encarnación que intentar enumerarlos es como contemplar el mar abierto y tratar de contar las olas. Es imposible seguir todas las olas con nuestros propios ojos; si intentamos hacerlo, el movimiento continuo termina confundiendo nuestros sentidos. De la misma manera, si deseamos considerar todos los méritos de Cristo en el cuerpo, es imposible, ni siquiera enumerándolos, ya que las cosas que trascienden nuestra comprensión siempre son más que las que creemos haber entendido. Como no podemos hablar con propiedad ni siquiera de una parte de Su obra, sería mejor si no habláramos de ninguna parte de ella. Porque, de hecho, todos los aspectos de ella son maravillosos, y donde sea que el hombre ponga su mirada, verá la divinidad del Verbo y quedará completamente enamorado. Soli Deo gloria. Amén.
¡Sálvanos, Rey bueno! ¡Sálvanos tú que te hiciste niño, tú que escogiste experimentar nuestras desgracias y bellezas desde cero, desde el vientre, desde el parto! Devuélvenos el asombro que nos produce ser testigos de tus manos trabajando en el banco del alfarero. Por favor, haznos ver en cada ultrasonido tus huellas digitales y en cada latido, tu canto. Conmuévenos con ver la misericordia que nos brindas al confiarnos —a nosotros, los malvados— tus bellezas más vulnerables. Tráenos de vuelta a nuestro lugar correcto, a la humildad de considerarnos criaturas dependientes de ti y a que nuestros corazones se sepan dichosos al reconocer que te necesitamos. Danos por favor la perspectiva correcta y que estimemos como bendición y herencia tuya a cada niño, aunque el mundo lo llame, sin la mayor vergüenza, una inconveniencia. ¡Sálvanos, Rey bueno que se hizo niño, que se hizo embrión, que se hizo quebrantable para darnos vida! Ilumínanos cada vez que abrimos tu Libro para ver cada vida a través de tus ojos preciosos. En nuestro entendimiento limitado y oscuro, solo queremos pedir «niños sanitos» y a menudo se oye: «Eso es lo más importante». Pero recuérdanos la verdad y el deseo de tu corazón, para que, al nacer, nuestros niños hallen padres conscientes de su mayor necesidad, que es reconocerse incapaces de salvarse, y que en ese entendimiento, estén creciendo en humildad delante de ti, que estén convencidos de que es imposible vivir como tú mandas sin tu ayuda, y que a partir de eso, nuestros pequeños corran a ti porque nos ven hacerlo con todo el corazón. Que tanto papás como mamás puedan descansar en tu inmensa bondad y soberanía, y no en sus fuerzas, su habilidad ni su cuenta bancaria. Que tú seas el Esposo y Padre de las que están solas. Que tus brazos —tu Iglesia— las rodeen de amor y sostén y, a medida que les crezca el vientre, su comunidad crezca en misericordia, servicio y amor a la verdad. Que no olvidemos a los papás que desean ser responsables y que se sienten profundamente desesperados por el deseo de criar al hijo que por diferentes motivos no pueden alcanzar. ¡Haz puentes donde hoy no existen, Señor! Que cada bebé que aún no ha nacido emerja a la luz conectando la mirada con los que han sido destinados a darle identidad y protección para su bien y tu gloria. Finalmente, ese amor de una vía lo empuje a conectar su mirada con la mirada del Rey bueno, que se hizo niño, que se hizo embrión y que lo ha amado desde siempre. Que tu Espíritu Santo nos invada de una profunda tristeza por nuestros crímenes secretos. Que aquellos que han hecho de su vientre una tumba llamen al pecado por su nombre y sean libres en tu presencia. Que las mujeres que se maquillan una sonrisa para asistir a la iglesia pero llevan enterrado el recuerdo de un aborto puedan experimentar una inundación de tu gracia. Que reciban ese regalo precioso del verdadero arrepentimiento y que podamos verlo también en los hombres que, por su cobardía o indiferencia, han contribuido a que el Belén donde se oyeron coros de ángeles se convierta en un mar de alaridos de dolor. Por todos los pequeños más pequeños te rogamos, Rey bueno y poderoso, Rey del cielo y de la tierra, que formas vida en los vientres, que te hiciste chiquito y «quebrantable» para hacernos tuyos. En el Nombre de ese Rey, de Jesús. Amén.
de López, Aixa. Para siempre (Spanish Edition) (pp. 131-132). B&H Publishing Group. Edición de Kindle.