Sermon Obediencia
Obediencia
OBEDIENCIA Los términos traducidos por obediencia tanto en el Antiguo Testamento (shama) como en el Nuevo Testamento (hypakoúo y eisakoúo) denotan la acción de escuchar o prestar atención (otros términos en el Nuevo Testamento son peı́tho «ser persuadido»: Hch 5:36, 37; Ro 2:8; Gl 5:7, etc., y peitharjéo «someterse a la autoridad»: Hch 5:29, 32; Tit 3:1). Aunque obediencia se utiliza también en sentido secular, el significado central deriva de la relación con Dios. Él da a conocer su voluntad mediante su voz o su palabra escrita, y frente a ella no hay neutralidad posible: prestar atención humilde es obedecer, mientras desestimar la Palabra de Dios es rebelarse o desobedecer (Sal 81:11; Jer 7:24–28). La obediencia a Dios es una entrega total a su voluntad y, por consiguiente, obediencia y → FE están íntimamente relacionadas (Gn 15:6; 22:18; 26:5; Ro 10:17–21).
La práctica de la desobediencia a Dios (Zac 7:11ss; Ro 5:19; 11:32) llega a hacer del hombre un incapaz aun para oírle (Jer 6:10). Pero Dios envía a Jesucristo, quien cumple plena y filialmente la obediencia debida (Jn 6:38; Flp 2:8; Heb 5:8). Su obediencia es imputada a los hombres (Ro 5:18s; 1 Co 1:30). Por la fe participamos de esa obediencia (Hch 6:7; Ro 1:5; Heb 5:9), en tanto que la incredulidad es desobediencia (Ro 10:16; 2 Ts 1:8; 1 P 2:8). En esta relación de agradecida obediencia (Ro 12:1ss), que excluye toda idea de mérito propio (Ro 9:31–10:3), el cristiano imita a Cristo en humildad y amor (Jn 13:14ss; Flp 2:5ss; Ef 4:32–5:2) y se somete «en el Señor» a quienes corresponde (Ro 13:1ss; Ef 5:22; 6:1ss; Flp 2:12; Heb 13:17). No obstante, la obediencia a Dios tiene absoluta prioridad (Hch 5:29).