DIOS ES AMOR (2 PARTE)

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1 juan 4:12-21

12 A Dios nadie le ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros. 13 En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. 14 Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo. 15 Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. 16 Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. 17 En esto se perfecciona el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como Él es, así somos también nosotros en este mundo. 18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor. 19 Nosotros amamos, porque Él nos amó primero. 20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. 21 Y este mandamiento tenemos de Él: que el que ama a Dios, ame también a su hermano.
12 A Dios nadie le ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros. 13 En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.
La clausula con la que Juan inicia esta parte de la carta merece nuestra atención a fin de evitar los excesos y las confusiones. Él dice: A Dios nadie le ha visto jamás. El enfásis es importate, la idea es esta: A Dios nadie lo ha visto nunca. Pero tal aceveración debe conciliarse con algunos relatos del AT como cuando Moisés leyó el libro del pacto al pueblo y este se comprometió a obedecerlo. La Biblia nos dice que en esa ocasión “subió Moisés con Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y vieron al Dios de Israel, y debajo de sus pies había como un embaldosado de zafiro, tan claro como el mismo cielo. Mas Él no extendió su mano contra los príncipes de los hijos de Israel; y ellos vieron a Dios y comieron y bebieron.” Ex. 24:10-12.
Cuando María y Aron murmuraron contra su hermano Moisés Dios dijo de su siervo:
Cara a cara hablo con él, abiertamente y no en dichos oscuros, y él contempla la imagen del SEÑOR. ¿Por qué, pues, no temisteis hablar contra mi siervo, contra Moisés? Num 13:8.
En la Lucha que tuvo Jacob contra el Ángel de Dios Jacob bautizó a aquel lugar Peniel “...porque dijo: He visto a Dios cara a cara, y ha sido preservada mi vida” Gn 32:30.
Según el relato del AT, Dios fue visto por algunos hombres. Sin embargo, cuando llegamos al NT no encontramos con declaraciones como las de Pablo: “Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, a Él sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.” 1 Ti 1:17.  
Y aún,
“el único que tiene inmortalidad y habita en luz inaccesible; a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A Él sea la honra y el dominio eterno. Amén.” (6:16).
De Cristo el apóstol dijo:
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.” Col 1:15.
Es evidente que para la teología de Pablo “Dios es Invisible”.
Juan escribió en su evangelio:
Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer. Jn 1:18.
Y el propio Señor Jesús dijo a la mujer Samaritana: “Dios es Espíritu...”
Y más adelante dirá:
No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que viene de Dios, este ha visto al Padre. Jn 6:46.
En efecto, Dios el Padre es Invisible, es Espíritu incorporeo, en el AT se dio a conocer a traves de diversas teofanías (apariciones) pero de ninguna manera expresaban la totalidad de su ser porque a Dios nadie lo ha visto jamás. Boice acierta al decir: “Las teofanías del Antiguo Testamento, incluyendo la aparentemente contradictoria declaración en Éxodo 24:10, no involucraban la revelación completa de Dios como Él es en Él mismo, sino sólo una sugerencia de quien Él es en maneras que un ser humano pudiera entender.”
Para Juan la buena noticia es esta: que Si nos amamos unos a otros, podemos estar seguros de que, aunque no le veamos, que este Dios Espíritu, que habita en luz inaccecible permanece en nosotros.
Además, Juan indica que si nos amamos su amor se perfecciona en nosotros. La idea es que en el contiuo y desisnterasado ejercicio del amor, el creyente demuestra que ha experimentado una mayor plenitud de amor divino, demuestra que el amor de Dios “se ha manifestado plenamente” (NVI) o “se ha perefeccionado” (RVR) en él.
Cuando colocamos un cantaro debajo de una cascada salvaje, esta llenará el cantaro, lo rebosará y finalmente lo desbordará de manera continua e indetenible. ¿Acaso no debería ocurrir lo mismo con el amor divino derramado en el creyente? primero lo llena por la fe, luego lo rebosa por la experencia intima, y finalmente impelido por el Espíritu Santo lo desborda continuamente hacia los demás, y muy en especial hacia los hermanos de la fe.
Pero la pregunta que puede surgir en este punto es la siguiente: ¿Cómo podemos saber nosotros porbres criaturas que dependemos de nuestros sentidos para informarnos y razonar que ese Dios invisible realmente está morando en nosotros? Juan responde a esta inquietud al decir: En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.
Dicho de otra manera, en vista de que no vemos a Dios podemos saber que Él permanece en nosotros porque Él nos ha dado de su Espiritu Santo como lo ha prometido. Y esa morada en el creyente tiene un efecto externo evidente y es que “nos amamos unos a otros”. Como bien comenta: “El amor mutuo es un signo de la morada de Dios en los hombres” (Brooke). [1]. Dicho de manera negativa sería: El que no ama a su hermano no permanece en comunión y con Dios el Espíritu Santo no mora en él.
[1] Tomado de Robertsons Word Pictures (E-sword).
Juan viene de indicarles a sus hermanos uan verdad cardinal del cristianismo: Dios es amor”. A demás, les indicó que su amor se manifesto a favor nuestro de la siguiente manera: “...en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él.” e incluso “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. 1 Jn 4:9-10. Pero estas verdades sublimes no son extraidas de un alma romantica embrigada del amor e ideal griego, son objetivas, el apóstol les dice: Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo.
Una vez más Juan deja clara la objetividad de la fe cristiana. La expresión “nosotros hemos visto”nos recuerda a la introducción de esta carta: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos, acerca del Verbo de vida.” e incluso al prólogo de su evangelio: “ Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria” Jn 1:14.” Por su puesto nos recuerda la confiabilidad del testigo. Juan es un testigo ocular que, ha diferencia de los maestros gnosticos que promovían un conocimiento misterioso, había visto, tocado y examinado a Jesucristo el Hijo el Salvador del mundo.
Además Juan muestra la participación de la trinidad en la salvación del creyente: (a) El Padre comisiona al Hijo (b) El Hijo actua como el Salvador (c) El Espíritu Santo mora en el creyente.
No puede ser acusado de universalista el apóstol por indicar que “el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo.” La clausula queda restringifa al indicar que “Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios”. Son solo aquellos que confiensan que Jesús es el Hijo de Dios quienes entra en una realación salvifica con el Padre.
Tampoco se le puede acusar de “confesionistas” por decir: Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios”. La expresión “Jesús es el Hijo de Dios” debe considerase con todas sus implicaciones teológicas, póliticas, y culturales. La idea es que todo aquel que esté dispuesto a aceptar que Jesús de Nazaret (con toda su historia) es humano y divino (con todo lo que tal declaración conlleva ante los griegos, los romanos, y los juidios) permanece en Dios y Dios en Él.
Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. Juan esta diciendo algo que ya ha mencionado con anterioridad (a) Dios es amor, (b) que al amar permanecemos en Dios. Pero ahora indica algo maravilloso: “Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros.” El amor que Dios tiene para nosotros es conocible pero además es confiable. Todo la cristiandad puede decir sin miedo a equivocarse: Nosotros conocemos y confiamos en el amor que Dios tiene para nosotros.
Los siguiente que Juan indica es que al amarnos unos a otros y permanecer en Dios se perfecciona el amor en nosotros, es decir, el amor alcanza un estado de madurez tal que tengamos confianza en el día del juicio, pues como Él es, así somos también nosotros en este mundo. Juan esta expresando que al amarnos unos a otros, estamos imitando a nuestro Dios amante en este mundo, con esto sabemos que permanecemos en Dios y podemos tener confianza en el día del juicio porque sabemos que Dios no amó de tal manera que juzgo nuestro pecados en su Hijo Jesucristo.
Y así como la fe excluye del corazon a la incredulidad, el amor excluye al temor: En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor. porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor. El hijo de Dios teme a Dios en un sentido de temor filial o reverente, pero no tiene miedo de ser castigado. Sabe que será disciplinado y reprendido pero jamás tiene miedo del castigo eterno. Pablo escribió:
 Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! Ro 8:15.
y,
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 2 Ti. 1:7.
Juan expresa de manera sucinta una verdad que atravieza toda la Biblia: “Nosotros amamos, porque Él nos amó primero”. Así ha dejado que el amor de Dios es incodicional aquí indica que el amor del hombre hacia Dios es una respuesta al amor divino. Sin embargo, el creyente puede amar a legitimamente a su hermano y a Dios. No tendrá un amor perfecto pero en sus aspiraciones estará el elevado mandamiento del amor y en su día a día lo dejará andar libre y desinteresado.
Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto.  Quien piensa que el amor a Dios es un cálido sentimiento hacia Él y solo hacia Él, es seriamente reprendido por estas palabras del apóstol. Cualquiera que dice que ama a Dios pero aborrece a su hermano, es un mentiroso, solo habla de labios para fuera. El que ama a Dios siempre amará a los hermanos. A Dios nadie lo ha visto, pero a los hermanos hechos conforme a la imagen de Dios y regenerados por el poder del Espiritu Santo si pueden verse, a ellos se les amará siempre que se ame a Dios. Pero además de esto Juan finaliza recordando que tenemos un mandamiento que Dios mismo nos ha dado: que el que ama a Dios, ame también a su hermano.
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