El milagro de la Navidad

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Reconozcamos el mayor milagro que hizo Dios por amor de nosotros los que creemos

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Lucas 2:1–7 RVR60
1 Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. 2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. 3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. 4 Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; 5 para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. 6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. 7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Lucas 22:1–7 NVI
1 Se aproximaba la fiesta de los Panes sin levadura, llamada la Pascua. 2 Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley buscaban algún modo de acabar con Jesús, porque temían al pueblo. 3 Entonces entró Satanás en Judas, uno de los doce, al que llamaban Iscariote. 4 Éste fue a los jefes de los sacerdotes y a los capitanes del templo para tratar con ellos cómo les entregaría a Jesús. 5 Ellos se alegraron y acordaron darle dinero. 6 Él aceptó, y comenzó a buscar una oportunidad para entregarles a Jesús cuando no hubiera gente. 7 Cuando llegó el día de la fiesta de los Panes sin levadura, en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua,
Lucas 2:1–7 NTV
1 En esos días, Augusto, el emperador de Roma, decretó que se hiciera un censo en todo el Imperio romano. 2 (Este fue el primer censo que se hizo cuando Cirenio era gobernador de Siria). 3 Todos regresaron a los pueblos de sus antepasados a fin de inscribirse para el censo. 4 Como José era descendiente del rey David, tuvo que ir a Belén de Judea, el antiguo hogar de David. Viajó hacia allí desde la aldea de Nazaret de Galilea. 5 Llevó consigo a María, su prometida, cuyo embarazo ya estaba avanzado. 6 Mientras estaban allí, llegó el momento para que naciera el bebé. 7 María dio a luz a su primer hijo, un varón. Lo envolvió en tiras de tela y lo acostó en un pesebre, porque no había alojamiento disponible para ellos.
Lucas 2:1–7 NBLA
1 Aconteció en aquellos días que salió un edicto de César Augusto, para que se hiciera un censo de todo el mundo habitado. 2 Este fue el primer censo que se levantó cuando Cirenio era gobernador de Siria. 3 Todos se dirigían a inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad. 4 También José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, 5 para inscribirse junto con María, comprometida para casarse con él, la cual estaba encinta. 6 Sucedió que mientras estaban ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. 7 Y dio a luz a su Hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.

I. Para muchos, piedras de tropiezo

Hay algunas de las cosas en las que creemos los cristianos que podrían escandalizar a la gente de nuestra generación. Los humanos del siglo XXI somos seres inteligentes. Consideramos que hemos superado la ignorancia de otras épocas y hemos aprovechado ampliamente los conocimientos adquiridos para procurarnos una vida cómoda y eficiente, facilitada por toda la tecnología que hemos creado. Somos muy inteligentes y capaces, ¿verdad?
En ese sentido, para muchos, los cristianos podemos parecer “atrasados”, “antiguos”, “obsoletos”, “inclinados a las fábulas”.
Sí. Los discípulos de Jesús todavía creemos en Dios, en su obra y sus milagros. Y eso escandaliza al mundo “avanzado” en que vivimos.
Consideremos algunas de las cosas que escandalizarían a muchos de los que viven a nuestro alrededor.

1.1. El perdón

¿Cómo es posible aceptar que la muerte de un sólo hombre, que muere en un patíbulo romano de hace dos mil años, sirva para remediar los pecados de toda la humanidad a lo largo de las eras? ¿Cómo puede ser que aquel sacrificio sirva para que Dios perdone nuestros pecados en el día de hoy?

1.2. La resurrección

¿Cómo podemos creer que Jesús se levantase físicamente y volviera a la vida después de haber muerto? ¿Puede un cadáver volver a la vida?

1.3. El nacimiento virginal

¿Cómo se puede afirmar semejante anormalidad biológica?

1.4. Los milagros del Evangelio

El resto de los milagros suponen también una grave dificultad para muchos. Algunos pueden aceptar que Jesús sanara a los enfermos, ya que hay otras personas que hacen también curaciones milagrosas, pero, ¿cómo se puede aceptar que Jesús caminara sobre el agua o que alimentara a cinco mil personas y devolviera la vida a los muertos? Ante estos problemas, y otros parecidos, muchos individuos, que están al borde de la fe, se sienten profundamente perplejos en el día de hoy. No obstante, la verdadera dificultad no está solamente en estos aspectos mencionados, sino sobre todo en el misterio principal de todos los misterios: la encarnación de la Navidad.

1.5. La encarnación: la mayor piedra de tropiezo

La afirmación más asombrosa de la doctrina cristiana es que Jesús de Nazaret fuera Dios y a la vez hombre. El hecho de que Jesús fuese tan completamente divino como humano es el mayor de todos los misterios del Universo.

Lo que ocurrió la primera Navidad fue el acontecimiento más profundo e inescrutable de la revelación cristiana: Y aquel Verbo fue hecho carne, nos dice Juan (1:14). Dios se hizo hombre, el Hijo divino se hizo judío, el Todopoderoso apareció en la Tierra en forma de un niño indefenso, incapaz de hacer otra cosa más que estar en una cuna, mirando sin comprender, haciendo los movimientos y los gestos típicos de un bebé, necesitando alimento y toda la atención de sus padres, incluso teniendo que aprender a hablar como cualquier otro niño. En todo esto no hubo ilusión, ni engaño en absoluto, la infancia del Hijo de Dios fue una auténtica realidad. Cuanto más se piensa, más asombroso resulta. Ni la ciencia-ficción podría ofrecernos algo tan fantástico como la doctrina de la encarnación. Esta es la verdadera piedra de tropiezo del Cristianismo. En este punto es en el que han naufragado los judíos, los musulmanes, los antiguos arrianos, los modernos unitarios, los testigos de Jehová y otros muchos grupos religiosos.

Si, por el contrario, aceptamos la encarnación por fe, todas las demás dificultades se disuelven. Si Jesús es el Verbo, la Palabra eterna, el agente del Padre en la creación, el autor de la vida, no resulta tan extraño que tenga poder sobre la muerte, y él mismo se levante de la muerte. Lo que resulta más asombroso es que Él tuviera que morir, no que volviera a vivir. El verdadero misterio es que el inmortal muriese, pero en la resurrección del inmortal ya no hay misterio comparable. Y si el inmortal hijo de Dios se sometió a la muerte, no es de extrañar que semejante muerte pueda tener poder para salvar a una raza condenada. La encarnación es, pues, un misterio insondable, pero un misterio que da sentido a todo lo demás en el Nuevo Testamento.

Los evangelistas Mateo y Lucas nos dicen de forma bastante detallada como vino el Hijo de Dios a este mundo. Nació fuera de la ciudad, en lo que podríamos llamar un pequeño hotel, un albergue de una oscura aldea judía, en la época en que Palestina estaba dominada por el poderoso Imperio romano.

Nosotros tendemos a embellecer el relato cuando lo contamos Navidad tras Navidad. Podríamos decir que lo hemos mitificado de forma romántica a base de contemplar los bonitos belenes que se preparan en muchos lugares en estas fechas, pero se trata más bien de un relato brutal y cruel. Jesús no nació en aquel albergue, porque estaba lleno y nadie le ofreció una cama a la mujer que estaba por dar a luz, así que tuvo que tener a su hijo en el establo y colocarlo lo mejor que pudo sobre un pesebre. El relato del Evangelio no tiene comentarios, pero, si se lee atentamente, no pasa desapercibido el cuadro de degradación e insensibilidad que se nos pinta.

II. El milagro de la encarnación

Al celebrar la Navidad este año, celebremos consciente y cuidadosamente lo que verdaderamente festejamos.
Los hijos de Dios festejamos que Dios se encarnó, que Dios se hizo hombre.
Juan 1:1–18 RVR60
1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. 6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. 7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. 8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. 9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. 14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. 15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. 16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. 17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. 18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.
Juan 1:1–18 NVI
1 En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Él estaba con Dios en el principio. 3 Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. 5 Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla. 6 Vino un hombre llamado Juan. Dios lo envió 7 como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que por medio de él todos creyeran. 8 Juan no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. 9 Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo. 10 El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no lo reconoció. 11 Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. 12 Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. 13 Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios. 14 Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. 15 Juan dio testimonio de él, y a voz en cuello proclamó: «Éste es aquel de quien yo decía: “El que viene después de mí es superior a mí, porque existía antes que yo.” » 16 De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia, 17 pues la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. 18 A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer.
Juan 1:1–18 NTV
1 En el principio la Palabra ya existía. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. 2 El que es la Palabra existía en el principio con Dios. 3 Dios creó todas las cosas por medio de él, y nada fue creado sin él. 4 La Palabra le dio vida a todo lo creado, y su vida trajo luz a todos. 5 La luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad jamás podrá apagarla. 6 Dios envió a un hombre llamado Juan el Bautista, 7 para que contara acerca de la luz, a fin de que todos creyeran por su testimonio. 8 Juan no era la luz; era sólo un testigo para hablar de la luz. 9 Aquel que es la luz verdadera, quien da luz a todos, venía al mundo. 10 Vino al mismo mundo que él había creado, pero el mundo no lo reconoció. 11 Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; 12 pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. 13 Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios. 14 Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de fidelidad y amor inagotable. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre. 15 Juan dio testimonio de él cuando clamó a las multitudes: «A él me refería yo cuando decía: “Alguien viene después de mí que es muy superior a mí porque existe desde mucho antes que yo”». 16 De su abundancia, todos hemos recibido una bendición inmerecida tras otra. 17 Pues la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor inagotable de Dios y su fidelidad vinieron por medio de Jesucristo. 18 Nadie ha visto jamás a Dios; pero el Hijo, el Único, él mismo es Dios y está íntimamente ligado al Padre. Él nos ha revelado a Dios.
Juan 1:1–18 NBLA
1 En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Él estaba en el principio con Dios. 3 Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En Él estaba la vida, y la vida era la Luz de los hombres. 5 La Luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. 6 Vino al m undo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan. 7 Este vino como testigo para testificar de la Luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. 8 No era él la Luz, sino que vino para dar testimonio de la Luz. 9 Existía la Luz verdadera que, al venir al mundo, alumbra a todo hombre. 10 Él estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de Él, y el mundo no lo conoció. 11 A lo Suyo vino, y los Suyos no lo recibieron. 12 Pero a todos los que lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre, 13 que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios. 14 El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. 15 Juan dio* testimonio de Él y clamó: «Este era del que yo decía: “El que viene después de mí, es antes de mí, porque era primero que yo”». 16 Pues de Su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia. 17 Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo. 18 Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él lo ha dado a conocer.
Este es el poderosísimo milagro que Dios hizo por ti y por mí. Vino a buscarnos. Se interesó personalmente en nosotros. Nos amó, tanto como para entrar en nuestra propia fragilidad, identificarse por nosotros y enfrentar a nuestros peores enemigos, el pecado y la muerte, para que nosotros tuviéramos una vía de escape de la condenación eterna.

1. Dios hecho hombre.

Juan 1:1–5 RVR60
1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Juan 1:1–5 NVI
1 En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Él estaba con Dios en el principio. 3 Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. 5 Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla.
Juan 1:1–5 NTV
1 En el principio la Palabra ya existía. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. 2 El que es la Palabra existía en el principio con Dios. 3 Dios creó todas las cosas por medio de él, y nada fue creado sin él. 4 La Palabra le dio vida a todo lo creado, y su vida trajo luz a todos. 5 La luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad jamás podrá apagarla.
Juan 1:1–5 NBLA
1 En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Él estaba en el principio con Dios. 3 Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En Él estaba la vida, y la vida era la Luz de los hombres. 5 La Luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron.
El verbo, el logos, como le quieras llamar, el propio Creador de todo lo que existe vino a romper la historia, a transformarlo todo y a ser el camino hacia la vida.

2. Hay solamente dos maneras de reaccionar ante la encarnación de Dios: rechazarle o recibirle.

Juan 1:6–13 RVR60
6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. 7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. 8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. 9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Juan 1:6–13 NVI
6 Vino un hombre llamado Juan. Dios lo envió 7 como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que por medio de él todos creyeran. 8 Juan no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. 9 Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo. 10 El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no lo reconoció. 11 Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. 12 Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. 13 Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios.
Juan 1:6–13 NTV
6 Dios envió a un hombre llamado Juan el Bautista, 7 para que contara acerca de la luz, a fin de que todos creyeran por su testimonio. 8 Juan no era la luz; era sólo un testigo para hablar de la luz. 9 Aquel que es la luz verdadera, quien da luz a todos, venía al mundo. 10 Vino al mismo mundo que él había creado, pero el mundo no lo reconoció. 11 Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; 12 pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. 13 Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios.
Juan 1:6–13 NBLA
6 Vino al m undo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan. 7 Este vino como testigo para testificar de la Luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. 8 No era él la Luz, sino que vino para dar testimonio de la Luz. 9 Existía la Luz verdadera que, al venir al mundo, alumbra a todo hombre. 10 Él estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de Él, y el mundo no lo conoció. 11 A lo Suyo vino, y los Suyos no lo recibieron. 12 Pero a todos los que lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre, 13 que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.
Juan nos deja bien claro su testimonio. No todos los que lo vieron creyeron en Él. No todos los que tuvieron contacto con Él lo recibieron. Pero Él hizo algo muy poderoso, imposible de ser hecho de otra manera, en las vidas de quienes sí le recibieron. La misma cosa sucede hasta el día de hoy.
No se trata de una simple confesión de fe que uno hace en un día de mucha vulnerabilidad y emoción. Si crees en Jesús, si realmente le recibes, como dice este pasaje, toda tu vida cambia. La persona que recibe a Jesús ya no puede seguir viviendo para sí misma, sino que pasa a vivir para Él, con Él, conforme a sus valores y planes, haciendo su voluntad y no la propia.

3. Dios no es un misterio: se dio a conocer sin filtros en Jesús.

Juan 1:14–18 RVR60
14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. 15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. 16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. 17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. 18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.
Juan 1:14–18 NVI
14 Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. 15 Juan dio testimonio de él, y a voz en cuello proclamó: «Éste es aquel de quien yo decía: “El que viene después de mí es superior a mí, porque existía antes que yo.” » 16 De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia, 17 pues la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. 18 A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer.
Juan 1:14–18 NTV
14 Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de fidelidad y amor inagotable. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre. 15 Juan dio testimonio de él cuando clamó a las multitudes: «A él me refería yo cuando decía: “Alguien viene después de mí que es muy superior a mí porque existe desde mucho antes que yo”». 16 De su abundancia, todos hemos recibido una bendición inmerecida tras otra. 17 Pues la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor inagotable de Dios y su fidelidad vinieron por medio de Jesucristo. 18 Nadie ha visto jamás a Dios; pero el Hijo, el Único, él mismo es Dios y está íntimamente ligado al Padre. Él nos ha revelado a Dios.
Juan 1:14–18 NBLA
14 El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. 15 Juan dio* testimonio de Él y clamó: «Este era del que yo decía: “El que viene después de mí, es antes de mí, porque era primero que yo”». 16 Pues de Su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia. 17 Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo. 18 Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él lo ha dado a conocer.
Sí, los cristianos de todas las épocas nos apoyamos en el mensaje testimonial de aquellos que le vieron, que pudieron presenciar su gloria. Y creemos. Como le diría el propio Maestro a Tomás:
Juan 20:29

29Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

Aquellos hombres humildes que caminaron con Jesús vieron al propio Dios.
Lucas 9:28-36

28Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. 30Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; 31quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén. 32Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él. 33Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía. 34Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. 35Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd. 36Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.

Juan no se cansaría, a lo largo de todos sus días, de repetir este testimonio:
1 Juan 1:1-4

1Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida 2(porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); 3lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. 4Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.

Conclusión:
La fe que compartimos, nuestro compromiso con Jesús, está firmemente sustentado por las evidencias de la Palabra y el testimonio de aquellos que tuvieron el privilegio de andar con Jesús cara a cara durante su ministerio, creyendo en Él. Sí, a muchas personas les cuesta creer.
Pero somos portadores de este poderoso mensaje, que una vez más tenemos que proclamar esta Navidad: Jesús es el Hijo de Dios, la Encarnación del propio Dios, el Único Camino de salvación, la única esperanza.
Hay mucha gente sin esperanza a nuestro alrededor. Seamos dignos portadores del poderoso mensaje de Dios.
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