Caracter bienaventurado del cristiano II

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Introducción

En mayo de 2020, George Floyd, un ciudadano afroestadounidense fue asesinado luego de ser arrestado por la policía de Mineápolis al usar, según se dice, un billete falso en una tienda de comestibles. Floyd fue inmovilizado en el suelo siendo aplastado por el cuello y presionado por un total de 3 policías. Durante 8 minutos y 46 segundos, imploró por su vida, llegando a decir 20 veces «I can't breathe!» (no puedo respirar), rogándole al policía por su vida. La gente de alrededor, que estaba grabando la situación, también gritó al policía que se levantara de encima del aprehendido. Al cabo de unos minutos, se veía a Floyd en el suelo sin mostrar signos de vida, siendo declarado muerto al llegar al hospital. Una autopsia privada, contratada por la familia de Floyd, reveló su muerte como producto de una asfixia mecánica, confirmando así la sospecha de homicidio.
Cita bíblica: Mateo 5:6-8 “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.”

I. Deseo de justificación y justicia

El hambre y la sed no están para nada relacionadas a las cosas materiales, sino con la justicia. Hay dos enfoques que la justicia tiene aquí, la una es legal y la otra es ética o moral.
La dicha del que busca la justificación
Tenemos a Abraham como el padre de la fe, a quien se fe le fue contada por justicia (Gn 15:6). Es Dios quien justifica al pecados y no el pecados que se justifica a sí mismo. Debemos recordar que el hombre es incapaz de justificarse a sí mismo por cuanto todos somos como suciedad delante del Padre (Is. 64:6) Nada podemos hacer por nosotros mismo, así lo aclara Jeremías (Jer 2:22)
El Espíritu Santo actúa en el pecados despertando su conciencia y haciéndole sentir hambre y sed de justicia. Tenemos a Cristo como el pan de vida y agua que calma la sed (Jn. 6:35) Cristo calma nuestra hambre y sed de ser justificados. Es la necesidad espiritual básica que todos los mortales tienen en primera instancia.
La consecuencia del justificado
Cuando el pecador es justificado esto trae consecuencia a su vida. Estas consecuencias son positivas para él y los que lo rodean. La consecuencia es el deseo genuino de vivir una vida que se ajuste en todo a las demandas justas que Dios establece en su Palabra. Es la forma natural de vida cristiana para quienes viven a Cristo en ellos. Esto está intimamente relacionado con el comportamiento. Aquel que busca la justicia ha de vivir también en justicia. Es la clase de ética en la que el egoísmo ha dado paso al amor desinteresado y comprometido.
No sólo es una justicia como ética de vida propia, sino también como un deseo de que la justicia social sea desarrollada en la sociedad. El cristiano no puede pasar de largo ante la injusticia y atropello de los derechos humanos. Como creyentes necesitamos buscar la justicia también en la sociedad, siempre a los modos correctos. Como dice Samuel Perez Millos: “No es posible dejar de entender que quien predicó el evangelio de salvación lo hizo siempre acompañado de dar de comer al hambriento, sanar al enfermo, consolar al afligido, restaurar al caído y denunciar abiertamente la injusticia de los que estaban en autoridad, disfrazada de apariencia piadosa. Quien vive a Cristo tiene necesariamente que sentir hambre y sed de justicia social”.
La razón de la bienaventuranza es que el hambre y la sed de justicia serán saciados. No se refiere a una saciedad temporal y pobre, sino total y completa. Así como Dios satisface el hambre y sed de justificación en su totalidad, también lo hace progresivamente en el segundo aspecto de justicia. Cristo es la fuente inagotable que sacia tanto el hambre como la sed espiritual porque en él está toda la plenitud de la Deidad (Col 2:9-10)

II. Misericordia

La misericordia es la acción del amor orientada hacia el miserable. La misericordia es el resultado y no el requisito de conocer a Dios. Es la capacidad de ponerse uno mismo en la situación del otro y de actuar con compasión (Mt 6:12; 18:21-35).
La identificación con Cristo conduce a la práctica de la misericordia como manifestación de la relación espiritual con el Padre. El creyente es llamado a vestirse de entrañable misericordia (Col 3:12). Es en ese sentido que la misericordia abarca tanto el sentimiento de bondad, como el acto bondadoso.
Cristo es alguien que era misericordioso cuando sanaba a los enfermos, lo fue con la viuda de Naín, con el entristecido Jairo por la muerte de su hija, con las hermanas de Lázaro, lo fue con los pecadores que no merecían el perdón de pecados, siendo la cruz el ejemplo supremo de misericordia, donde él imploraba por quienes le estaban crucificando.
La misericordia no sólo es para el prójimo que está próximo, sino para todo aquel que estuviese en necesidad incluyendo a los que pudiera considerarse como enemigo. Ser misericordioso es el resultado de vivir a Cristo (Fil 1:21) No se trata sólo de hablar de Cristo, sino también vivir a Cristo.
No se es misericordioso por el mandato en sí, sino como una necesidad impuesta por la vida de Cristo. Usted alcanzó misericordia, fue tratado con misericordia, experimentó la misericordia, pero mucho más, fue dotado de la misericordia de Dios por la acción del Espíritu.
¿Estoy practicando la misericordia?

III. Santificación

Corazón limpio o puro es aquel que no está contaminado con el pecado y no actúa bajo su control. Cuando se habla de alguien que es limpio de corazón, se hace referencia a alguien que no tiene un corazón lleno de hipocresía.
Es un llamado a vivir vidas pura, pero no en el sentido de los fariseos que buscaban vidas intachables y de aparente santidad, quienes mentían con su apariencia externa. Limpiaban lo externo del vaso, pero la contaminación interna era claramente visible para Dios.
Todos los que han sido regenerados son capaces de tener una vida totalmente nueva y la santidad no se vuelve una demanda en ellos, sino un estilo de vida. El que busca la limpieza de corazón lo hace por que quiere vivir una vida santa en identificación con Él.
La recompensa de una vida en limpieza e la felicidad y el hecho de ver a Dios. Lógicamente este “ver a Dios” se trata de algo espiritual. Es decir, cuando alguien viva en limpieza de corazón, observará que su vida está en comunión sin interrupción con Dios.
Quien no vive una vida de separación del pecado no puede gozar de la bendición de tener comunión íntima y personal con Dios. Los que disfrutan de la comunión íntima de Dios, tienen ya el cielo en la tierra.

Aplicaciones

Gozan de felicidad las personas que han buscando la justificación y que posterior a ser justificados buscan también la justicia social.
Gozan de felicidad todos aquellos que habiendo recibido misericordia de Dios, muestran misericordia a los demás.
Gozan de felicidad aquellos que purifican sus vidas teniendo como recompensa el ver a Dios en la comunión íntima.
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