Mateo 9:35-38

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Mateo 9:35-38

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Jesús se compadece de las multitudes
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Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 14: Mateo 1. Jesús se compadece de las multitudes, 9:35-38

Después del Sermón del monte y una serie de milagros, Jesús realiza otro recorrido extenso por Galilea (comp. 4:23 ss.), visitando todas las ciudades y las aldeas (v. 35)

Compasión, Misión, y Persecución, Mateo 9:35–10:42 RESUMEN DEL MINISTERIO DE JESÚS (9:35)

Podemos suponer que Mateo quiere decir: todas las ciudades y aldeas de Galilea. Pues bien, según Flavio Josefo, en la Galilea de tiempos de Jesús existían 204 ciudades y aldeas, cada una con un promedio de unos quince mil habitantes. Aun tomando en cuenta las posibles exageraciones de Josefo, las cifras indican una gran población y nos hacen comprender que el resumen de Mateo se aplica no a un ministerio de unos pocos días o semanas, sino probablemente a uno que puede haber durado un año o más.

Compasión, Misión, y Persecución, Mateo 9:35–10:42 RESUMEN DEL MINISTERIO DE JESÚS (9:35)

Jesús estaba en un pináculo de popularidad. La expectación de la gente era enorme. Acabamos de ver (9:10–34) un ejemplo de cómo los casos de necesidad y de controversia se amontonaban uno tras otro, de manera que Jesús se veía obligado a llevar a cabo sanidad tras sanidad, sin pausa y sin descanso. Él mismo procuraba encontrar espacios de tranquilidad en medio de esta actividad agotadora a fin de orar o de dar enseñanza a sus discípulos. Pero esto no fue siempre posible (ver, por ejemplo, 14:13–14; Marcos 1:35–39).

¿Por qué mantuvo ese ritmo de trabajo? ¿Por qué no aprendió a “dosificar” mejor su tiempo y a tomar con calma su ministerio? El texto no nos lo dice explícitamente. Sin duda, hubo un claro sentido de urgencia en Jesús mismo: sabía que el tiempo disponible era corto y que debía acabar su misión (ver, por ejemplo, Juan 7:33; 9:4). Pero también es incuestionable que el ritmo de trabajo le venía impuesto por las circunstancias. Jesús nunca tuvo “mentalidad de funcionario”; nunca cerraba su despacho a las cinco de la tarde dejando desamparada a la gente que guardaba su turno en la cola. No enviaba a casa desatendido a nadie, ni siquiera cuando se lo proponían los discípulos (14:15). Y no lo hacía porque sentía compasión de la gente.

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Compasión, Misión, y Persecución, Mateo 9:35–10:42 LAS RAZONES DE LA COMPASIÓN DE JESÚS (9:36)

En cuanto a la primera metáfora, Mateo nos dice que Jesús sentía compasión porque las multitudes estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.

La oveja es un animal que necesita ser protegido y amparado. Si no hay quien la cuide, se aleja muy pronto del rebaño y, sola, es presa fácil para las fieras. No sabe defenderse. En cambio, vive feliz y tranquila cuando es guiada y alimentada por un pastor. De igual manera, el ser humano, por mucho que se crea capaz de defenderse solo y se jacte de su madurez e independencia, es presa fácil para el maligno cuando carece de una buena orientación en la vida. Por eso, desde tiempos de Moisés, Dios había designado a líderes políticos y espirituales para ser guías para su pueblo. Pero, lejos de cumplir fielmente con esta tarea, éstos se limitaban a aislarse de las multitudes, viviendo en guetos de refinada espiritualidad religiosa o como casta política superior. Su actitud hacia el pueblo era de desprecio y distanciamiento. Acabamos de verlo en el ejemplo de la reacción de los fariseos ante la cena en casa de Mateo (9:10–11). Los líderes, lejos de querer ayudar a la gente ignorante, la rehuían y, en el peor de los casos, la oprimían (23:14). Además, en el fondo y a pesar de su apariencia de rectitud, compartían el mismo corazón inmundo que ella (23:25). En vez de ser los sabios administradores de la Palabra de Dios, imponían sobre el pueblo sus propias opiniones y tradiciones. Lejos de ayudar a otros a entrar en el reino, cerraban ante ellos la entrada (23:13).

Compasión, Misión, y Persecución, Mateo 9:35–10:42 LAS RAZONES DE LA COMPASIÓN DE JESÚS (9:36)

Jesús, en cambio, no miraba a las multitudes con desprecio, impaciencia o enfado. A pesar de que eran torpes como ovejas, las miraba con compasión. Sufría a causa de ellas. Miraba más allá de la superficie de sus vidas para ver la profunda desorientación y angustia que padecían. Miraba a los pecadores como enfermos con necesidad de un médico (9:12) o, ahora, como ovejas con necesidad de quien las pastoreara.

Compasión, Misión, y Persecución, Mateo 9:35–10:42 LAS RAZONES DE LA COMPASIÓN DE JESÚS (9:36)

El primer adjetivo empleado por Mateo para describir a estas ovejas (angustiadas) sugiere la tiranía religiosa a la que las multitudes estaban expuestas a causa del legalismo de sus líderes. Es una palabra que puede ser traducida como acosadas, azotadas, hostigadas, agotadas o afligidas. Sugiere la presencia de una fuerza opresiva. Los líderes se entrometían indebidamente en la vida de la gente. En cambio, el segundo adjetivo (abatidas) puede significar abandonadas, desamparadas, tiradas, esparcidas o desparramadas. Sugiere la ausencia de un liderazgo adecuado. Los líderes descuidaban a la gente. Juntos, estos adjetivos indican que lo que conmovió a Jesús fue el sufrimiento doble de la gente: a efectos espirituales y morales, los falsos pastores de Israel colocaban pesadas cargas sobre el pueblo y, simultáneamente, descuidaban sus propias responsabilidades pastorales. A la vez, el pueblo sufría negligencia y opresión.

Compasión, Misión, y Persecución, Mateo 9:35–10:42 LAS RAZONES DE LA COMPASIÓN DE JESÚS (9:36)

Esta metáfora es especialmente significativa por al menos dos razones. En primer lugar, después del contenido de los capítulos 8 y 9 habríamos esperado que Mateo dijera que Jesús tuvo compasión a causa de las muchas dolencias y aflicciones físicas de las multitudes. A fin de cuentas, Jesús acaba de sanar enfermedades, calmar tempestades, expulsar demonios y levantar a muertos. Podría parecer, pues, que su compasión se dirigía principalmente a las necesidades físicas y materiales del ser humano. Pero ahora el evangelista lo deja muy claro: aunque es evidente que Jesús se compadecía de la gente a causa de sus sufrimientos corporales, sin embargo el énfasis primordial de su compasión recaía sobre sus necesidades morales y espirituales. De todos los males que el ser humano puede padecer, el principal es éste: no tener pastor en la vida y, por tanto, vivir desorientado, alienado y perdido, sin rumbo ni propósito claro.

Compasión, Misión, y Persecución, Mateo 9:35–10:42 LAS RAZONES DE LA COMPASIÓN DE JESÚS (9:36)

Después de hacer constatar el hecho de la compasión de Jesús, Mateo emplea dos metáforas para describir, respectivamente, qué es lo que despertó aquella compasión en el Señor y cuál fue la medida que él propuso para remediar el mal de la gente. Ambas metáforas proceden de la vida rural: la primera tiene que ver con el pastor y su rebaño; la segunda con el agricultor y la cosecha.

Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 14: Mateo 1. Jesús se compadece de las multitudes, 9:35-38

Joya bíblica

Y cuando vio las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban acosadas y desamparadas como ovejas que no tienen pastor (9:36).

Al frente de Israel estaban los líderes políticos y religiosos, pero no tenían pastor. Los primeros no tenían ninguna orientación que ofrecer, los segundos, ninguna consolación que dar, de ahí el desamparo. Israel estaba abatido, doblegado o postrado por las cargas sociales y religiosas. ¿Cuántos pueblos hoy están en la misma situación? La compasión de Jesucristo fue una conmoción interior, un quebranto. La gente sola y necesitada, devastada por el desconsuelo, fue el objeto de la compasión del Maestro. Es por ello que para esos días, y los nuestros, Jesucristo sigue siendo la única alternativa que los hombres pueden elegir frente a todas las que el mundo aún siga ofreciendo.

Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 14: Mateo 1. Jesús se compadece de las multitudes, 9:35-38

Mateo describe lo que Jesús vio en las multitudes y cuál fue su reacción. Emplea dos términos gráficos para describir la condición espiritual de las multitudes. El énfasis en los caps. 8 y 9 se concentraba en las necesidades físicas, las enfermedades. Ahora se concentra en las necesidades espirituales. El primer término que describe las multitudes es “acosadas” que traduce una palabra griega ( 1590) que significa: abatido, azotado, agotado, afligido. El segundo término ( 4495), “desamparado”, significa: tirado, echado, esparcido, desparramado.

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Este cuadro de la condición espiritual de las multitudes llevó al Señor a sentir una emoción profunda en su fuero más íntimo. Sintió compasión (v. 36). “Compasión” traduce un término griego ( 4697) que se encuentra cinco veces en Mateo y un total de doce veces en el NT. Es una palabra fuerte y significa “el retorcerse de los intestinos”. Expresa lo que el padre del hijo pródigo sintió cuando vio a su hijo de lejos regresando a casa arrepentido (Luc. 15:20).

Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas. Aquí se hace explícito lo que ya hemos visto en diversas ocasiones de forma implícita: que lo que impulsaba la actividad de Jesús era su amor. ¡Qué equivocados estaban los fariseos en su diagnóstico de sus motivaciones (9:34)! Y lo grande de nuestro texto estriba en esto: que, aun cuando Jesús estaba agotado y necesitaba descansar, los evangelistas dan fe de que las multitudes nunca despertaron en él un sentimiento de rechazo o de molestia, sino siempre un sentimiento de compasión. Además, el vocablo empleado por Mateo (viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas) es especialmente fuerte. Deriva de la palabra entrañas y se refiere a aquellos sentimientos que se sienten vivamente y hasta nos conmueven físicamente. Se trata, pues, de una compasión entrañable que conmovía a Jesús hasta lo más profundo de su ser.

Muchas veces nos pasa que, cuando iniciamos un ministerio determinado, miramos a la gente con buenos ojos; pero, al comprobar la indiferencia de algunos, la ingratitud de muchos y la murmuración de otros, empezamos a cansarnos de ellos. Muchos médicos y muchas enfermeras, por ejemplo, empiezan su carrera con espíritu de vocación y abnegación, pero acaban endureciéndose ante el sufrimiento ajeno, se vuelven impacientes con los enfermos y cumplen sus tareas de una manera mecánica. Muchos pastores, con el paso del tiempo, se entregan a una árida rutina de visitación y predicación, en vez de mantener fresca la visión y la vocación del principio. Las constantes demandas de la gente los agotan, los decepcionan y los desilusionan. Descubren que las mismas personas que tendrían que ser el objeto de su solicitud pastoral les producen hastío. Se vuelven insensibles a las necesidades de los demás. Entonces, en el mejor de los casos, cambian la entrega abnegada de una verdadera vocación por el mero profesionalismo eficiente; y, en el peor de los casos, acaban preocupándose sólo de su propia importancia, comodidad y remuneración. Y todos nosotros, al vivir en una sociedad en la que las penas del mundo entero penetran diariamente en nuestros hogares a través de las noticias en televisión, tendemos a volvernos indiferentes ante las desgracias de los demás. Llegamos a vacunarnos contra la compasión. Nos volvemos insolidarios. Nos deshumanizamos. Cuanto más piden nuestra colaboración o nuestra caridad, tanto más se agota nuestra misericordia. Las multitudes y sus problemas acaban asqueándonos.

En todos estos casos, la familiaridad y el cansancio acaban con nuestra paciencia y con nuestra capacidad para compadecernos de la gente. Pero nunca observamos esta tendencia en Jesús. Ciertamente, la creciente oposición a su persona hizo que abandonara ciertos lugares y dirigiera palabras duras contra ellos (11:20–24). Pero hasta el final pudo derramar lágrimas sobre Jerusalén, la ciudad que más oposición le ofrecía (Lucas 19:41–44; cf. Mateo 23:37–39). También es cierto que, a veces, Jesús intentó apartarse de las multitudes (por ejemplo, en el 5:1 o el 8:18); pero esto nunca fue por desprecio, sino para buscar la necesaria tranquilidad. Ni el ritmo de trabajo, ni la torpeza de la gente, ni la ingratitud de la mayoría, ni la persecución de los líderes pudieron volver indiferente al Señor ni secar las fuentes de su compasión. Después de recorrer toda Galilea y a pesar de su cansancio personal, Jesús seguía sintiendo compasión de las multitudes. Nunca se volvió duro e indiferente hacia ellas.

Y ésta es la clase de compasión que debe manifestarse en todos los que tenemos el Espíritu de Cristo y pretendemos ministrar en su nombre: una compasión profundamente sentida en las entrañas, pero que no transige con el pecado; y que, por otro lado, nunca se vuelve fría y profesional. Lejos de endurecernos con el paso del tiempo y volvernos indiferentes al sufrimiento ajeno, al ir creciendo en Cristo debemos volvernos cada vez más sensibles a las necesidades de nuestro prójimo y más capaces de solidarizarnos con él.

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Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 14: Mateo 1. Jesús se compadece de las multitudes, 9:35-38

Además de sentir compasión por las multitudes necesitadas y deseando llevar a sus discípulos a sentir lo mismo, hizo tres cosas: (1) Llamó la atención de los apóstoles a la necesidad de obreros para recoger una cosecha que estaba ya madura, (2) mandó que orasen por más obreros y (3) los comisionó y los preparó para salir a ministrar a las multitudes necesitadas. Para ministrar adecuadamente a las multitudes, el obrero debe primeramente tener ojos para ver las necesidades espirituales; luego debe sentir una compasión genuina y profunda, debe darse cuenta que él solo no puede atender a las multitudes y debe orar al Señor que levante más obreros; debe sentir el llamado y comisión del Se-ñor, y finalmente debe ser equipado y enviado al campo.

Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 14: Mateo 1. Jesús se compadece de las multitudes, 9:35-38

Para implorar al Señor por algo, uno primeramente debe sentir su necesidad o falta.

Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 14: Mateo 1. Jesús se compadece de las multitudes, 9:35-38

La falta de obreros se debe no a la indisposición de Dios de llamar, sino la indisposición de los hombres de oír y obedecer. Cuando uno ruega al Señor que envíe más obreros, tres cosas pasan: (1) Se abre uno mismo para que Dios pueda llamarle, (2) se crea un ambiente favorable en la iglesia para que Dios pueda hablar a otros miembros y (3) Dios bendice la persona que ora en esta manera, pues obedece un mandato explícito del Señor.

Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 14: Mateo 1. Jesús se compadece de las multitudes, 9:35-38

Es irónico que el Señor hable de la falta de obreros cuando había tantos líderes religiosos en Israel. Pero hay una gran diferencia entre “líderes religiosos” y “obreros llamados por el Señor”. Lo que escaseaba en Israel era un cuerpo numeroso de hombres y mujeres llamados y comprometidos a obedecer al Señor en la extensión de su reino. Por otro lado, no escaseaban ministros profesionales que se pastoreaban a sí mismos (comp. Eze. 34:2).

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