LO BUENO QUE SE CONVIERTE EN MALO- ORA ASÍ
LO BUENO QUE SE CONVIERTE EN MALO- ORA ASÍ
I. ORAR CONOCIENDO EL CARACTER Y VOLUNTAD DEL PADRE
A. PADRE NUESTRO QUE ESTAS EN LOS CIELOS
. Si dijéramos sólo Padre nuestro y nos paráramos ahí, podríamos tener alguna disculpa; pero es a nuestro Padre del Cielo a Quien nos dirigimos. El amor está presente, pero la santidad también.
B. SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
Por tanto, cuando oramos: «Santificado sea Tu nombre», queremos decir: «Capacítanos para darte el lugar único y soberano que merecen Tu naturaleza y carácter».
C. VENGA TU REINO
D. QUE TU VOLUNTAD SE HAGA, COMO EN EL CIELO, ASÍ EN LA TIERRA.
Lutero preguntaba en su catecismo: «¿Cómo es santificado el nombre de Dios entre nosotros?». Y su respuesta era: «Cuando tanto nuestra vida como nuestra doctrina son verdaderamente cristianas»
II. ORAR EN DEPENDENCIA DEL PADRE
A. PAN DE CADA DIA (PRESENTE- PADRE)
B. PERDONA NUESTRAS OFENSAS (RECORDANDO EL PASADO -CRISTO)
C. NO NOS METAS EN TENTACIÓN (FUTURO- ESPIRITU SANTO)
D. DEPENDENCIA DEL MAS GRANDE DE LO QUE IMAGINAMOS
III. ORAR CON UNA ACTITUD CORRECTA
Nadie está en condiciones de hacer la Oración Dominical cuando su corazón esté dominado por un espíritu de resentimiento. Si uno no ha arreglado las cosas con sus semejantes, tampoco las puede arreglar con Dios.
Quien nos la enseñó y legó como algo Suyo; pero es una oración que no puede hacer suya más que un discípulo de Jesús; que solamente uno que ha reconocido a Jesucristo como su Salvador y Señor puede tomar en sus labios con sentido.
La Oración Dominical se nos presenta específica y definidamente como la oración del discípulo, y solo en los labios de un discípulo adquiere su pleno significado. Para decirlo de otra manera: sólo la puede hacer suya la persona que sabe lo que está diciendo en ella, y no lo puede saber a menos que haya entrado en el discipulado.
La oración no debe ser nunca un intento de forzar la voluntad de Dios a nuestros deseos, sino siempre un intento de someter nuestra voluntad a la de Dios.
Debemos advertir el orden de las peticiones de la Oración Dominical. Las primeras tres tienen que ver con Dios y con Su gloria; las tres siguientes se refieren a nuestras necesidades. Es decir, que se empieza por darle a Dios el lugar supremo que Le corresponde, y después, y solamente después, nos volvemos hacia nosotros y nuestras necesidades. Sólo cuando se Le da a Dios el lugar que Le corresponde, todo lo demás pasa a ocupar el lugar que le corresponde. La oración no debe ser nunca un intento de forzar la voluntad de Dios a nuestros deseos, sino siempre un intento de someter nuestra voluntad a la de Dios.
La segunda parte de la oración, la que trata de nuestras necesidades, tiene una unidad preciosamente ensamblada. Trata de las tres necesidades esenciales de la persona humana, y las tres esferas del tiempo en que se mueve. Primero, pide pan, lo que necesita para mantener la vida, y de esta manera presenta las necesidades del presente ante el trono de Dios. Segundo, pide perdón, y así trae el pasado a la presencia de Dios. Y tercero, pide ayuda en la tentación, y deja así el futuro en las manos de Dios. En estas tres breves peticiones se nos enseña a depositar el pasado, el presente y el futuro en el estrado de la gracia de Dios.