Sacado de las aguas
Éxodo: De la esclavitud a la libertad • Sermon • Submitted
0 ratings
· 66 viewsNotes
Transcript
Puede ser que al ver en avance de la maldad en el mundo. La forma en que gobiernos malvados oprimen al débil y se oponen a la fe y la Palabra de Dios. Cómo inocentes mueren a diario por la imposibilidad de definir si son o no objeto de derecho. Puede ser que todo esto nos lleva a pensar que el mal está triunfando sobre el bien y que Dios no parece estar muy preocupado en revertir dicha realidad. Pero si hay algo que nos enseña el libro de Éxodo, es que el Señor gobierna sobre su pueblo y que él usa incluso la opresión y el dolor para llevar a cabo sus planes.
Hoy iniciamos un recorrido por este apasionante libro de las Escrituras. Estamos agradecidos por la bendición de poder caminar por libros enteros de la Biblia y exponernos a todo lo que Dios ha revelado de sí mismo y de nosotros.
La palabra éxodo significa salida, y es esa precisamente la historia que se relata aquí: cómo el pueblo de Dios es sacado de la esclavitud en Egipto y llevado a la tierra prometida para adorar a su Dios
A grandes rasgos, la historia tiene tres grandes movimientos:
- El pueblo de Dios esclavo siendo liberado por Dios (1—13:16)
- El pueblo de Dios libre siendo santificado por Dios (13:17 — 24:11)
- El pueblo de Dios libre y santo morando con Dios (24:12 — 40:38)
Algo interesante del libro de éxodo es que comienza con un pueblo esclavo construyendo para Faraón y termina con un pueblo libre que construye un tabernáculo donde mora el Dios verdadero. Lo que hay en la mitad, es ese mismo Dios, mostrando Su poder para redimir, santificar, cuidar, sustentar y proveer una tierra a un pueblo que a veces obedece, pero que en muchas ocasiones actúa de manera rebelde.
Hoy entraremos al primer movimiento de esta gran historia, el pueblo de Dios esclavo en Egipto siendo liberado por Dios. Y veremos a un Dios fiel que cumple su promesa, que guarda a su pueblo en medio de la adversidad y les provee un libertador. Y es precisamente ese argumento el que le da forma a nuestro sermón en la mañana de hoy:
El Dios que cumple sus promesas a un pueblo esclavo (1-7)
El Dios que protege a un pueblo esclavo (8-22)
El Dios que provee esperanza a un pueblo esclavo (2:1-10)
El Dios que cumple sus promesas a un pueblo esclavo (1-5)
El Dios que cumple sus promesas a un pueblo esclavo (1-5)
Este capítulo es la historia continuada de Génesis, el cual termina con un Jacob yendo a Egipto por pedido de José en medio de una hambruna, muriendo en buena vejez e incluso a un José, también muriendo y siendo enterrado por sus padres.
No eran una familia numerosa a decir verdad, al menos no los suficientes para sugerir que pudieran llegar a ser una gran nación. Pero parte del plan del Señor era precisamente hacerlos prosperar y crecer en la tierra de Egipto.
Israel salió con todo lo que tenía, y llegó a Beersebaa, y ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. Y Dios habló a Israel en una visión nocturna1, y dijo: «Jacob, Jacob». Y él respondió: «Aquí estoy» Y Él dijo: «Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas descender a Egipto, porque allí te haré una gran nación.» Yo descenderé contigo a Egipto, y ciertamente, Yo también te haré volver1; y José cerrará tus ojos» (Gen 46:1-4)
El v7 añade una información muy importante: Los Israelitas tuvieron muchos hijos, aumentaron mucho y el país se llenó de ellos. Aunque eran exiliados y no era ese su destino final de acuerdo al plan de Dios, él estaba cumpliendo aquí la promesa que le había hecho a Abraham, de que su descendencia sería como la arena del mar y que él llenaría toda la tierra.
Cuando leemos el versículo 1, parece impensable que una nación sin recursos, sin medios de producción, sin tierras, pudiera siquiera llegar a subsistir; pero el plan de Dios estaba trazado de tal manera, que siendo Él dueño de todo, permitiera que esta familia creciera hasta hacerse poderosa. En los días de José el Faraón de turno había dado a su familia la ciudad de Gosén. Ellos podían allí cultivar, prosperar y hasta cierto punto practicar su religión, y fueron esas las condiciones en las que se dio el crecimiento.
Los judíos sabían que Egipto no era su lugar; sin embargo, era allí donde Dios los había prometido hacerlos crecer.
No dejo de pensar en las veces que creemos que si queremos ver fruto en nuestras vidas entonces necesitamos condiciones ideales: si viviera en otra ciudad, si tuviera otra iglesia, si tuviera otro trabajo, si tuviera otros vecinos, etc., lo cierto es que Dios puede llevar a cabo su plan de guardarnos y bendecirnos incluso en los lugares más difíciles.
Egipto fue difícil porque en algún momento, como lo veremos, representó opresión y esclavitud; pero en estos versículos el peligro es otro, el peligro era acomodarse a un país que no era su país, a una parada que no era el destino final. Y esto es una importante analogía también para nosotros. Puede ser que experimentar las comodidades de este mundo nos borre el deseo de anhelar el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha prometido.
Así que, ya sea que este mundo nos resulte hostil o demasiado cómodo, nunca debemos perder de vista que no somos de aquí y que aunque Dios permita que veamos su bendición en muchas formas.
Pero esta historia pronto sería arropada por una espesa nube de aflicción y terror. Una oposición férrea de parte de un nuevo rey que buscaría a toda costa frenar la explosión demográfica de un pueblo que podía convertirse en una amenaza; lo cual nos lleva al siguiente punto de nuestro sermón:
El Dios que protege a un pueblo esclavo (6-22)
El Dios que protege a un pueblo esclavo (6-22)
Se levantó un rey que no conocía a José, esa frase anuncia la horrible noche. Los Israelitas habían estado disfrutando del beneficio de haber sido familiares del segundo hombre más importante de Egipto en su momento, pero ese beneficio político fue desconocido por un nuevo gobernante, uno al parecer más militar, estratega y que comenzó a ver a los migrantes judíos como un gran problema interno.
Este rey intentó al menos en tres ocasiones y por tres formas distintas frenar el crecimiento del pueblo de Dios, pero siempre fracasando en el intento y no solo eso, sino produciendo el efecto contrario, haciendo que estos se multiplicaran aún más.
a. Lo primero que hizo fue convertirlos en su fuerza de trabajo (v11). En esclavos al servicio de sus proyectos civiles asignándole la construcción de dos ciudades (todavía no sabemos cómo es que ponerle trabajo a alguien hace que no se multipliquen), sin embargo, el texto dice, como si de un chiste se tratara, que entre más los oprimían, más se multiplicaban. Al no ver resultados, Faraón les puso una dura servidumbre. Les impuso maltrato y altas cuotas diarias; pero nada de eso dio resultado.
b. El segundo intento fue más macabro. Pidió lo que hoy pudiéramos considerar una especie de aborto selectivo. Dejar a los judíos sin varones, solo con mujeres, para reducir así la tasa de reproducción. Pero aquí vemos cómo es Dios quien ahora entra en la escena, pues las mujeres egipcias encargadas de atender los partos, temieron más al Señor que a Faraón y preservaron la vida de los infantes con el argumento de que no podían matarlo antes de nacer (incluso en generaciones tan inhumanas, la muerte del inocente es vista con repudio). Otra vez el versículo 20 repite lo que ya es un tema central en el texto: el pueblo se multiplicaba y se hacía cada vez más poderoso.
Hay una verdad práctica que no quiero dejar pasar por alto aquí y es que Dios honra a aquellos que temen a él más que a los hombres. Este texto es la prueba de que aunque los gobernantes han sido establecidos por Dios, los creyentes somos llamados a obedecer las leyes solo hasta donde estas se oponen a la verdad y cuando eso suceda, debemos confiar en la providencia del Señor. La valentía de estas parteras es increíble, ella podía morir; pero el texto destaca que fueron guardadas por Dios. Muchas veces el temor al hombre nos consume, pero debemos estar dispuestos a temer más a Dios antes que a los hombres.
c. Pero Faraón no estaba dispuesto a rendirse, así que en un tercer intento establece que, incluso si el niño llega a nacer, que sea echado en el Nilo, el río que para los egipcios era considerado un dios y la garantía de la fertilidad. Este era un genocidio, un intento por acabar con el pueblo de Dios a como diera lugar. Esta ya no era una orden solo a las parteras, sino a cualquiera que viera nacer a un niño judío. Solo imaginemos lo aterradora que era esta idea. Todo el pueblo y los dioses egipcios estaban en contra del pueblo de Dios.
Este es un pasaje abrumador por donde se le mire; sin embargo, deja ver una vez más el carácter de Dios guardando a su pueblo en medio de la adversidad. Solamente el Señor puede sacar bienes de males, solo él puede hacer que haya fruto en la esterilidad, únicamente él puede hacer que un pueblo que está condenado a desaparecer, por el contrario, se multiplique.
Esta ha sido la historia del pueblo de Dios desde siempre. Piensen en la iglesia misma en los días de Jerusalén. Un pequeño manojo de judíos de poca influencia comienza a adorar a un ser resucitado, la religión oficial los persigue y de repente ese grupo se hace tan grande que derriba un imperio y se extiende por el mundo. Suenan todavía las palabras de Nicodemo en los días de aquella reunión en Hechos 5:
»Por tanto, en este caso les digo que no tengan nada que ver con estos hombres y déjenlos en paz, porque si este plan o acción es de los hombres, perecerá; pero si es de Dios, no podrán destruirlos; no sea que se hallen luchando contra Dios».
Más de dos mil años han pasado y la iglesia del Señor, esa pequeña semilla se ha convertido en un árbol frondoso con mucho fruto y la razón es que el mismo Dios que prometió cumplir sus promesas a Israel es el mismo que las cumple para Su pueblo. Él no cambia y él ha dicho que edificaría a su iglesia y las puertas del Hades no prevalecerían.
Amado hermano, este texto es la muestra de que la fidelidad de Dios está por encima de las condiciones ideales. Podemos confiar que incluso en medio de la adversidad él nos guarda. Puede que tu adversidad no sea como la de Israel, pero puede ser una esposa o esposo difícil, un jefe tirano, personas que te dañan solo por maldad; soporta en el Señor, no devuelvas mal por mal, siempre recordando que si estas cosas son por causa del Señor, al final Dios hará justicia y él reivindicará nuestra causa. No tenemos que salir siempre a tomar la justicia por nuestra mano; podemos confiar en el Señor que él dará a cada uno su pago y recordar siempre sus promesas para nosotros.
Hasta ahora hemos visto cómo el Señor ha convertido todos los intentos de mal contra su pueblo en bien. Esto es algo como Ju-jit-su celestial, Dios, sin armas, usando la fuerza de su oponente contra sí mismo. Todo esto parece una paradoja que llega su clímax y en el que Dios termina mostrando aún más su gloria y poder, lo que nos lleva al último punto de nuestro texto…
El Dios que provee esperanza a un pueblo esclavo (2:1-10)
El Dios que provee esperanza a un pueblo esclavo (2:1-10)
Aunque a simple vista pareciera que la historia toma otro rumbo, la realidad es que solo se nos introduce a un nuevo personaje en la historia. Un niño, nacido de la tribu de Leví en medio de días oscuros, pero que su nombre y sus actos serían determinantes para el resto de la historia.
El versículo 3 nos dice que una mujer de la familia de Leví había intentado ocultar a su hijo del pueblo que los buscaba para arrojarlos al río, así que en un acto de evidente confianza, construye una barquilla de juncos que calafateo con brea para poner al niño en ella y que pudiera ser llevado vivo por las aguas.
Lo que sigue bien pudiera ser una serie de eventos afortunados si no supiéramos que nuestro Dios controla hasta los eventos más insignificantes de nuestra historia:
- “Casualmente” la hermana sigue al niño en el recorrido a lo lejos
- “casualmente” la hija de Faraón bajó a bañarse ese día con las doncellas al río
- “Casualmente” vio la barquilla y “casualmente” la manda a traer
- “Casualmente” tiene compasión del niño y decide protegerlo
- “Casualmente” la hermana le propone que ella puede conseguir a alguien que lo crie y ella dice que sí.
- Así que “casualmente” la madre del niño termina con él devuelta en sus brazos y con un salario y protección por amamantarlo.
- El niño creció y su nombre fue Moisés, cuyo nombre significa, “casualmente”, sacado de las aguas.
La belleza de este relato es indescriptible. Es la forma en la que Dios termina burlándose de un Faraón que se creía dios y de un río que era adorado como si fuera un dios. La paradoja de todo esto es que, el río que estaba supuesto a ahogar al niño, terminó siendo el lugar de donde este sería tomado para luego convertirse en el libertador del pueblo esclavo.
Hay un detalle que algunos comentaristas apuntan y que ha sido bastante curioso para mí, pero que da mucho sentido a la trama. La palabra que Moisés, el autor de Éxodo, usa aquí para “arca” solo se emplea una sola vez más en la biblia y es para referirse al arca de Noé. Eso no puede ser una casualidad. La salvación que Dios estaba proveyendo iba otra vez sobre las aguas.
Esto nos deja ver al mismo tiempo una tremenda conexión con nuestro Señor Jesucristo, el mismo que en el Jordán fue presentado como el Cordero de Dios que libertaría al mundo de sus pecados, el hijo amado en el cual Dios se complacería.
Es precisamente de en medio del dolor, de la ignominia, de las aguas de la muerte, que Dios levanta a quien conduciría al pueblo a la libertad.
Dios está en control de toda la historia y la historia nunca se desvía de su plan. Al final, todo saldrá de acuerdo con su propósito soberano. Los planes de Dios nunca fracasan, ni siquiera en la peor de las circunstancias, y este texto nos lo muestra de una manera muy clara.
En este punto también vemos, como lo dijimos, que no hay eventos aleatorios en la historia de los hijos de Dios. Cada cosa que sucede él termina usándola para nuestro bien y termina contribuyendo a un plan mucho mayor. Nunca perdamos el asombro por esto. En estos últimos versículos no vemos que se menciona a Dios, pero no dudamos en ningún momento que él es quien está trayendo todo esté bien a través de los detalles que consideramos insignificantes.
Como hemos visto en este pasaje, la historia del pueblo de Dios es más una historia acerca de Dios obrando en su pueblo. Él es el que en su fidelidad cumple las promesas, él es quien en su poder guarda a su pueblo del mal y es él quien en su misericordia provee a un libertador incluso de la manera menos pensada. Bendito sea Dios.