Dt 10:1- La Grandeza del Amor

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1. La generosidad del amor (10:1–11)
Mientras recuerda el episodio de Horeb, Moisés habla a la congregación de la generosidad divina hacia el pueblo de Israel, la familia de Aarón y la tribu de Leví.
a. El pueblo de Israel (10:1–5)
Moisés se asegura de que el pueblo recuerde cómo Dios dijo a su siervo que tallase otras dos tablas como las primeras, una observación que se formula cuatro veces en cuatro versículos (1–4).
v.2. Arca ¿Que había en el arca? He 9:4. Aunque las primeras tablas están rotas, el Señor invitó a Moisés a dejar nueva constancia del acuerdo, y las tablas recién labradas debían colocarse dentro del arca de la alianza. Aunque el pueblo había pecado, incumpliendo los mandamientos (4), Dios les ofrecía un nuevo comienzo. No merecían ser perdonados, pero la naturaleza del amor consiste en perdonar, y hacerlo plena, absoluta e inmediatamente. Esas palabras repetidas, como las primeras (1), son un notable recordatorio del perdón generoso de Dios.
b. La familia de Aarón (10:6–7)
‎v.6. בְּאֵרֹת בְּנֵי־יַעֲקַן Beerot Benei Yaacán; pozos de (los) hijos de Jaacán; Beerot Bene Jaacán, un lugar en el desierto:—Beerot-bene-jaacán.
יַעֲקָןYaakán; de lo mismo que 6130; Jacán, un idumeo:—Jaacán. (Pozos de los hijos de Jaacán). Uno de los lugares donde acamparon los israelitas en su peregrinación por el desierto Dt 10:6.
Aarón había pecado. De eso no cabía ninguna duda. Los dos primeros mandamientosdejaban claro que los israelitas no debían tener otros dioses ni labrar ninguna imagen (5:8). El pueblo había dicho: «Haznos dioses», y como respuesta a sus demandas, Aarón, con sus propias manos, había tallado el becerro de oro. La prohibición contra la idolatría decía claramente que aquellos que rechazasen el amor de Dios adorando a imágenes se enfrentarían a la ira de un «Dios celoso» que castigaría «la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación» (5:7–10). Sin embargo, por la misericordia de Dios, se permitió a Aarón retomar sus responsabilidades de liderazgo, y tras su muerte, su hijo Eleazar tuvo el sacerdocio (6). Los pecados de aquel padre en concreto no los pagaron sus hijos. Dios perdonó generosamente la gran transgresión de Aarón.
c. La tribu de Leví (10:8–9)
Las nuevas tablas sobre las que estaban escritos los mandamientos se conservaron en un arca, (8) durante el viaje; los encargados de trasladar serían los sacerdotes de la tribu de Leví. El arca era de oro y su tapa se conocía como «el propiciatorio». Cuando el pueblo pecaba, la sangre del sacrificio se vertía sobre el propiciatorio «en expiación» Lv:16:15-16. por los pecados del pueblo.
Además, el arca debía ser un recordatorio visible para el pueblo de la presencia de Dios en medio de ellos. Fue allí, en el arca del tabernáculo, donde Dios «se reunía» con Moisés. Las imágenes o representaciones de Dios estaban estrictamente prohibidas, pero el Señor sabía que a su pueblo le ayudaría tener unos símbolos o señales externas de su presencia o poder.
El Señor también sabía que su pueblo podría perder fácilmente sus valores espirituales y morales, de modo que separó a una tribu en concreto (Leví) para convertirla en sus ministros, y para recordar al pueblo las cosas sagradas. Cuando los levitas llevaban el arca durante el largo peregrinaje por el desierto, daban testimonio de la presencia de Dios, de su Palabra (las dos tablas de la ley) y de su misericordia.
La tribu de Leví era, por sí misma, un símbolo de la importancia que tienen las realidades espirituales, y de la generosidad divina para satisfacer abundantemente sus necesidades materiales básicas. Ellos debían servir al Señor (estar delante, la postura de un siervo) y bendecir al pueblo (8), haciéndoles saber las cosas que eran más importantes. Los levitas no iban a recibir una parte del territorio como las otras tribus. Éstas debían sustentarles. Si se entregaban de corazón a su ministerio de enseñanza, pastoreo e intercesión entre los israelitas, los recursos divinos siempre satisfarían sus necesidades cotidianas. El sacerdote entregado era el «mensajero» de Dios entre su pueblo. El propio Señor quiso ser su herencia especial (9). Él sería tan generoso con ellos como con todas las otras tribus. No padecerían ningún tipo de privación, porque habían antepuesto la obra de Dios a todo lo demás.
En una breve descripción (10–11) de su ministerio intercesor en el monte, Moisés recordó al pueblo cinco aspectos importantes de la generosidad de Dios. Él responde a las oraciones (Jehová también me escuchó esta vez), perdona los pecados (no quiso Jehová destruirte), ofrece una guía (levántate… para que marches delante del pueblo), garantiza su ayuda (para que entren y posean la tierra) y cumple las promesas (que juré a sus padres que les había de dar).
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