Fuera de toda lógica
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· 66 viewsDios tiene todo el control sobre todo lo que ocurre, incluyendo nuestras circunstancias. Confiemos en Él.
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¿Qué es lo más radical que necesitas en tu vida? ¿Qué situación fuera de tu control necesitarías que cambiara y que a menos que Dios haga algo nada va a pasar? Hemos escuchado que para Dios no hay nada imposible, como el ángel Gabriel le dijo a María, pero a veces no consideramos que eso se pueda aplicar a nuestras vidas. ¿Por qué no? ¡Anímate a creer que Dios tiene control de todas las cosas, incluyendo tu vida y sus detalles!
¿Tiene sentido la vida? ¿O es la vida nada más que una secuencia de eventos casuales, espontáneos, sin conexión real entre sí?
La mayoría de las personas viven como si todo ocurriera “porque sí”, espontáneamente, desconectado de otras cosas.
En realidad somos nosotros los que desconocemos lo que sucederá a continuación, mañana, el mes que viene, el año siguiente. Pero Dios no solamente conoce lo que va a suceder sino que tiene el control de todo. Y sucede que sí, hay conexión entre las cosas que suceden. Lo que pasa y cuándo ocurre, todo está bajo la mirada y el control del que lo sabe todo.
Esta es una realidad bastante fuerte para nosotros. Los que hemos creído en Jesús asistimos a la iglesia, escuchamos la Palabra de Dios, procuramos ajustar nuestras vidas a sus enseñanzas, y lo cierto es que de hecho vivimos con Él. Es decir, al creer en Jesús hemos establecido una relación con Dios, y podemos ver los rastros de su intervención en nuestras vidas todos los días.
1 Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. 2 (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.) 3 Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. 4 Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
5 Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. 7 Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez. 8 Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá? 9 Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10 pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él. 11 Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. 12 Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. 13 Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. 14 Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; 15 y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él. 16 Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.
1 Había un hombre enfermo llamado Lázaro, que era de Betania, el pueblo de María y Marta, sus hermanas. 2 María era la misma que ungió con perfume al Señor, y le secó los pies con sus cabellos. 3 Las dos hermanas mandaron a decirle a Jesús: «Señor, tu amigo querido está enfermo.»
4 Cuando Jesús oyó esto, dijo: «Esta enfermedad no terminará en muerte, sino que es para la gloria de Dios, para que por ella el Hijo de Dios sea glorificado.»
5 Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 A pesar de eso, cuando oyó que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más donde se encontraba. 7 Después dijo a sus discípulos:
—Volvamos a Judea.
8 —Rabí—objetaron ellos—, hace muy poco los judíos intentaron apedrearte, ¿y todavía quieres volver allá?
9 —¿Acaso el día no tiene doce horas?—respondió Jesús—. El que anda de día no tropieza, porque tiene la luz de este mundo. 10 Pero el que anda de noche sí tropieza, porque no tiene luz.
11 Dicho esto, añadió:
—Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo.
12 —Señor—respondieron sus discípulos—, si duerme, es que va a recuperarse.
13 Jesús les hablaba de la muerte de Lázaro, pero sus discípulos pensaron que se refería al sueño natural. 14 Por eso les dijo claramente:
—Lázaro ha muerto, 15 y por causa de ustedes me alegro de no haber estado allí, para que crean. Pero vamos a verlo.
16 Entonces Tomás, apodado el Gemelo, dijo a los otros discípulos:
—Vayamos también nosotros, para morir con él.
1 Un hombre llamado Lázaro estaba enfermo. Vivía en Betania con sus hermanas María y Marta. 2 María era la misma mujer que tiempo después derramó el perfume costoso sobre los pies del Señor y los secó con su cabello. Su hermano, Lázaro, estaba enfermo. 3 Así que las dos hermanas le enviaron un mensaje a Jesús que decía: «Señor, tu querido amigo está muy enfermo».
4 Cuando Jesús oyó la noticia, dijo: «La enfermedad de Lázaro no acabará en muerte. Al contrario, sucedió para la gloria de Dios, a fin de que el Hijo de Dios reciba gloria como resultado». 5 Aunque Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro, 6 se quedó donde estaba dos días más. 7 Pasado ese tiempo, les dijo a sus discípulos:
—Volvamos a Judea.
8 Pero sus discípulos se opusieron diciendo:
—Rabí, hace sólo unos días, la gente de Judea trató de apedrearte. ¿Irás allí de nuevo?
9 Jesús contestó:
—Cada día tiene doce horas de luz. Durante el día, la gente puede andar segura y puede ver porque tiene la luz de este mundo; 10 pero de noche se corre el peligro de tropezar, porque no hay luz. 11 Nuestro amigo Lázaro se ha dormido —agregó después—, pero ahora iré a despertarlo.
12 —Señor —dijeron los discípulos—, si se ha dormido, ¡pronto se pondrá mejor!
13 Ellos pensaron que Jesús había querido decir que Lázaro sólo estaba dormido, pero Jesús se refería a que Lázaro había muerto.
14 Por eso les dijo claramente:
—Lázaro está muerto. 15 Y, por el bien de ustedes, me alegro de no haber estado allí, porque ahora ustedes van a creer de verdad. Vamos a verlo.
16 Tomás, al que apodaban el Gemelo, les dijo a los otros discípulos: «Vamos nosotros también y moriremos con Jesús».
1 Estaba enfermo cierto hombre llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta.
2 María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos.
3 Las hermanas entonces mandaron a decir a Jesús: «Señor, el que Tú amas está enfermo»
4 Cuando Jesús lo oyó, dijo: «Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por medio de ella».
5 Y Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.
6 Cuando oyó, pues, que Lázaro estaba enfermo, entonces se quedó dos días más en el lugar donde estaba.
7 Luego, después de esto, dijo* a Sus discípulos: «Vamos de nuevo a Judea».
8 Los discípulos le dijeron*: «Rabí, hace poco que los judíos te querían apedrear, ¿y vas allá otra vez?»
9 Jesús respondió: «¿No hay doce horas en el día? Si alguien anda de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo.
10 »Pero si alguien anda de noche, tropieza, porque la luz no está en él».
11 Dijo esto, y después añadió: «Nuestro amigo Lázaro se ha dormido; pero voy a despertarlo».
12 Los discípulos entonces le dijeron: «Señor, si se ha dormido, se recuperará».
13 Jesús había hablado de la muerte de Lázaro, pero ellos creyeron que hablaba literalmente del sueño.
14 Entonces Jesús, por eso, les dijo claramente: «Lázaro ha muerto;
15 y por causa de ustedes me alegro de no haber estado allí, para que crean; pero vamos a donde está él».
16 Tomás, llamado el Dídimo, dijo entonces a sus condiscípulos: «Vamos nosotros también para morir con Él»
Vamos a analizar esta historia bíblica para considerar como Dios obra en nuestras vidas así como obró en las vidas de los protagonistas de la historia.
1 Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. 2 (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.) 3 Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. 4 Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Hoy en día, cuando alguien de nuestra familia se enferma, no importa en que punto del planeta se encuentre, nos enteramos al momento: recibimos un texto, una llamada, una fotografía… Pero debemos recordar que las cosas no siempre fueron así.
Los hermanos Lázaro, Marta y María, de Betania, eran amigos de Jesús. Jesús los amaba, tenía una relación cercana con ellos y los visitaba siempre que podía. No solamente eran amigos: los hermanos habían creído en Jesús, conocían su importancia, sus enseñanzas, sus milagros, y sabían de su poder.
Por eso, cuando Lázaro se enfermó, las hermanas le enviaron de inmediato la noticia a Jesús. Ellas sabían que Jesús había sanado enfermos, y es probable que hubieran visto alguna de las sanidades o conocieran a alguno de los sanados. ¿Qué es lo que haces cuando alguien en tu familia pasa por algún problema, como una enfermedad? ¡Procuras obtener ayuda lo antes posible! Ellas recurrieron a Jesús.
La limitación tuvo que ver con la velocidad de las comunicaciones en aquel momento. Jesús estaba en Betábara, un lugar al otro lado del río Jordán, donde Juan el Bautista había estado bautizando. Las noticias se transmitían por medio de emisarios, y estos demorarían varios días en llegar hasta allí.
Un día, uno de los empleados de la casa de Lázaro, Marta y María llegó con la noticia de que Lázaro estaba enfermo. Al enterarse Jesús, rodeado de sus discípulos, hizo una poderosa afirmación:
Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Es aquí donde empezamos a reconocer que Jesús sabía lo que estaba haciendo, más allá de lo que el conocimiento y el control humano pueden llegar. Recibió la información y le comunicó a los discípulos lo que sabía de ella: aquella enfermedad tenía un propósito, y ese no era la muerte. Una enfermedad puede provocar la muerte, es cierto, pero ese no era el propósito de aquella enfermedad.
Esto nos tiene que llevar a pensar en las cosas que vivimos, las situaciones que enfrentamos: tienen un propósito.
¿Qué opinará - qué sabrá - Jesús acerca de lo que estás viviendo en este tiempo? Él tiene el control de lo que sucede, y puede hablar con toda autoridad acerca de tu situación, así como habló acerca de la de Lázaro, Marta y María.
Mi primera reacción es la de traerle a Jesús mis situaciones, mis problemas, angustias, preocupaciones: “¿Qué piensas de esto, Señor? ¿Qué sabes de mis circunstancias que yo todavía no conozco?”. ¿Le preguntarías a Jesús lo mismo?
5 Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. 7 Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez. 8 Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá? 9 Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10 pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él. 11 Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. 12 Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. 13 Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. 14 Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; 15 y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él. 16 Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.
Observamos como este concepto se amplía en el pasaje. Juan nos aclara que Jesús amaba a aquellos amigos. Y al parecer, conforme al relato de Juan, lo que hace a continuación es un resultado de ese amor por ellos. Y, ¿qué hace a continuación? ...se quedó dos días más en el lugar donde estaba. No esperes reacciones y acciones lógicas cuando camines con Dios, no lógicas conforme al pensamiento humano. ¿Qué es lo que uno hace “lógicamente” cuando se entera de que un amigo o familiar está enfermo? ¡Va de inmediato! ¡No posterga el intento de ayudarlo!
Allí es donde tenemos que pensar en lo que Jesús sabe y quiere hacer, más allá de lo que nosotros entendemos.
Y allí entra otro asunto importante: el tiempo de Dios. A veces tenemos problemas con esto. Oramos a Dios, queremos que Dios intervenga, y queremos que lo haba ahora, en nuestro tiempo, ya. Pero Dios sabe que a veces eso no es lo mejor para nosotros, y Él va a darnos siempre lo mejor.
¿Alguna vez pediste algo a Dios y no llegó tan rápido como querías? ¿Todavía estás esperando respuestas de parte de Dios? Por favor, no desesperes. Dios quiere que le conozcas, que recibas todo el impacto de su grandeza, su poder y su misericordia, y eso solo puede ocurrir cuando las cosas suceden conforme a su agenda, no la nuestra.
Luego, Jesús tuvo que enfrentar la resistencia de los discípulos a regresar a Judea (Betania quedaba en Judea, cerca de Jerusalén). El Maestro los tranquiliza afirmando que ellos andan a la luz, que no tienen què temer. Ellos no tropezarian.
Entonces les habla de Lazaro. Primero les dice que “está durmiendo”, pero ellos lo toman literalmente, y no entienden. Entonces les aclara que murió. Era bueno que ellos no estuvieran allí cuando sucedió, porque su distancia de la situación les ayudaría a creer. A veces, no ser parte de ciertos momentos o situaciones, también puede ser para nuestro bien.
Observa la actitud de Tomás ante la noticia del viaje: asume que sí tendrán problemas allí (Tomás era muy perceptivo, tenía razón), y se prepara para enfrentarlos en aquella región.
17 Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.21 Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.22 Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.23 Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.24 Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
17 A su llegada, Jesús se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a tres kilómetros de distancia, 19 y muchos judíos habían ido a casa de Marta y de María, a darles el pésame por la muerte de su hermano. 20 Cuando Marta supo que Jesús llegaba, fue a su encuentro; pero María se quedó en la casa.
21 —Señor—le dijo Marta a Jesús—, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas.
23 —Tu hermano resucitará—le dijo Jesús.
24 —Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final—respondió Marta.
25 Entonces Jesús le dijo:
—Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; 26 y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?
27 —Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo.
17 Cuando Jesús llegó a Betania, le dijeron que Lázaro ya llevaba cuatro días en la tumba. 18 Betania quedaba sólo a unos pocos kilómetros de Jerusalén, 19 y muchos se habían acercado para consolar a Marta y a María por la pérdida de su hermano. 20 Cuando Marta se enteró de que Jesús estaba por llegar, salió a su encuentro, pero María se quedó en la casa. 21 Marta le dijo a Jesús:
—Señor, si tan sólo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto; 22 pero aun ahora, yo sé que Dios te dará todo lo que pidas.
23 Jesús le dijo:
—Tu hermano resucitará.
24 —Es cierto —respondió Marta—, resucitará cuando resuciten todos, en el día final.
25 Jesús le dijo:
—Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá aun después de haber muerto. 26 Todo el que vive en mí y cree en mí jamás morirá. ¿Lo crees, Marta?
27 —Sí, Señor —le dijo ella—. Siempre he creído que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que ha venido de Dios al mundo.
17 Llegó, pues, Jesús y halló que ya hacía cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.
18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a tres kilómetros;
19 y muchos de los judíos habían venido a la casa de Marta y María, para consolarlas por la muerte de su hermano.
20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, lo fue a recibir, pero María se quedó sentada en casa.
21 Y Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
22 »Aun ahora, yo sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá»
23 «Tu hermano resucitará», le dijo* Jesús.
24 Marta le contestó*: «Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final»
25 Jesús le contestó: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá,
26 y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?».
27 Ella le dijo*: «Sí, Señor; yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, o sea, el que viene al mundo»
La segunda parte de esta historia tiene lugar con la llegada de Jesús a Betania. Habían pasado varios días desde que Marta y María habían enviado la noticia de la enfermedad de su hermano. Luego Jesús había esperado dos días antes de emprender el regreso, que le habría tomado unos días más. Cuando llegan, Lázaro ya hacía cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.
En aquel tiempo, el duelo de las familias era acompañado por los amigos y conocidos, no solamente por un breve lapso, por un día o un evento en particular (como los servicios fúnebres que nosotros celebramos) sino que se quedaban allí por varios días, proveyendo para las necesidades, acompañando el dolor y procurando arrojar algo de consuelo y apoyo a los dolientes. Eso fue lo que Jesús y sus discípulos encontraron al llegar.
Marta recibe la noticia de que Jesús acaba de llegar a la región y sale a recibirlo. Lo había estado esperando, y había esperado que llegara antes. Pero Jesús siempre era bienvenido en aquel hogar. Con un corazón quebrantado por su pérdida, Marta sale a recibir al Maestro.
Juan no nos da demasiados detalles del encuentro, si hubieron abrazos o no, pero nos indica cuáles fueron las palabras de Marta al recibir a Jesús:
Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
Aquello podría interpretarse como un reproche para Jesús por no haber llegado antes, aunque en realidad es una exclamación diciendo: “¡Cómo hubiera querido que llegaras aquí antes! ¡Todo hubiera sido diferente!”.
Es muy posible que hayas tenido esa sensación en algún momento. A veces la ayuda parece llegar tarde.
Pero observa bien: Marta sabía que si Jesús hubiera estado, habría sanado a Lázaro y no habría muerto. Esa afirmación tiene una implicación muy clara: la ayuda hubiera sido oportuna antes, pero en aquel momento en particular ya era muy tarde. Los humanos sabemos que nada podemos hacer contra la muerte. Definitivamente, puede más que nosotros, nos atropella, golpea y daña, sin que podamos hacer nada en su contra una vez que sucede. Para Marta, ya era tarde para que algo fuera hecho por Lázaro. Tendría que acostumbrarse a vivir con aquel vacío, con aquella ausencia en su vida.
Sin embargo, Marta tenía más noticias importantes para el Maestro: no todo era negativo. Su fe estaba en su lugar, muy saludable. Es algo muy saludable poder decirle a Jesús “¡Creo!”. Marta le dice a Jesús que su fe no había parado de crecer, y que sabía que todo lo que Jesús le pidiera al Padre, Él se lo daría (eso no incluía, para Marta hasta entonces, revertir la muerte).
Entonces Jesús le empieza a hablar de la resurrección. Su afirmación es poderosa: “Tu hermano resucitará”. Absorve esas palabras. La resurrección es una reversión de la muerte, una vuelta atrás de aquello que consideramos más definitivo en nuestras vidas.
¿Cómo toma Marta esta declaración? La recibe como una afirmación de la esperanza eterna. Es lo que nos decimos unos a otros hoy en día cuando un familiar o amigo cristiano parte a la presencia del Señor. “Se fue a la presencia del Señor; un día, Dios lo levantará entre los muertos, en la resurrección de los justos”. La fe y la doctrina de Marta estaban en el lugar correcto, y estaba recibiendo con madurez lo que Jesús le estaba diciendo.
Pero entonces Jesús hace la afirmación que nadie más ha hecho ni podría hacer en toda la historia de la humanidad.
Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y que cree en mí, aunque esté muerto vivirá. ¿Crees esto?
No me es posible eludir la emoción que me producen estas palabras. Jesús está hablando de mi enemigo más poderoso, el “invencible” para nosotros, y tiene algo muy importante que decir al respecto.
Esta afirmación empieza con uno de sus poderosos “Yo Soy”, la frase prohibida para los israelitas, la declaración del Nombre de Dios. Jesús no viene a enseñar una técnica espiritual o un procedimiento por el que se podría obtener algún tipo de beneficio. Jesús se señala a sí mismo como la fuente de la gracia y la bendición de Dios.
Habían estado hablando con Marta de la resurrección, y Jesús ahora le dice que han estado hablando de Él mismo: Él es la resurrección y la vida. Vuelve a leerlo, vuelve a considerarlo. NUNCA NADIE MÁS QUE JESÚS HA PODIDO HACER SEMEJANTE AFIRMACIÓN, EN TODA NUESTRA HISTORIA. Si hablamos del día de la resurrección, cuando los que hemos creído en Jesús nos levantaremos de entre los muertos para estar con Él para siempre, ¡estamos hablando de Él! No es un evento, no es un poder, ¡ES JESÚS!
Ahora presta atención a las dos afirmaciones a continuación:
...el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
¿Crees en Jesús? No estamos hablando de un “creer” liviano, una convicción superficial, sino de ese creer que hace que una persona se compromete con Jesús como el valor máximo y más importante de su vida. Si crees en Jesús, estas palabras se te aplican. Una persona que cree en Jesús y llega a la muerte, puedes estar seguro de que esa muerte no será para siempre. La persona que cree en Jesús, conforme a estas palabras, tiene garantizada su resurrección. La muerte no significa su derrota definitiva y el olvido de su vida. El que cree en Jesús vivirá más allá de la muerte. Esto podría aplicarse, por ejemplo, a Lázaro, pensando en lo que había afirmado Marta acerca de la resurrección en el día final.
...todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.
No, para el que cree en Jesús, la muerte no es eterna ni definitiva. Es solamente transitoria. La relación con Jesús implica una diferencia a la mayor escala, tanto en el tiempo presente como para el futuro. Los que creemos en Jesús no tenemos por qué temerle a la muerte como capaz de exterminarnos y eliminarnos de la existencia para siempre. Los que creemos en Jesús no moriremos eternamente.
Jesús concluye su afirmación con la pregunta:
¿Crees esto?
La respuesta de Marta está llena de la sabiduría de Dios:
Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido a este mundo.
Nunca mejor dicho. La fe de Marta es la que tú y yo necesitamos tener. Jesús le preguntó si creía que Él era la resurrección y la vida, y que la fe en Él garantizaba la victoria sobre la muerte. Ella fue más allá, declarando la esencia de la identidad de Jesús, con mucha claridad y énfasis. Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Juan, en su primera carta, afirmaría que quien tiene esta convicción vence al mundo.
¿Crees esto tú también?
28 Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.29 Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.30 Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.31 Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.32 María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.33 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió,34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.35 Jesús lloró.36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.37 Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?
28 Dicho esto, Marta regresó a la casa y, llamando a su hermana María, le dijo en privado:
—El Maestro está aquí y te llama.
29 Cuando María oyó esto, se levantó rápidamente y fue a su encuentro. 30 Jesús aún no había entrado en el pueblo, sino que todavía estaba en el lugar donde Marta se había encontrado con él. 31 Los judíos que habían estado con María en la casa, dándole el pésame, al ver que se había levantado y había salido de prisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar.
32 Cuando María llegó adonde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y le dijo:
—Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
33 Al ver llorar a María y a los judíos que la habían acompañado, Jesús se turbó y se conmovió profundamente.
34 —¿Dónde lo han puesto?—preguntó.
—Ven a verlo, Señor—le respondieron.
35 Jesús lloró.
36 —¡Miren cuánto lo quería!—dijeron los judíos.
37 Pero algunos de ellos comentaban:
—Éste, que le abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera?
28 Luego Marta regresó adonde estaba María y los que se lamentaban. La llamó aparte y le dijo: «El Maestro está aquí y quiere verte». 29 Entonces María salió enseguida a su encuentro.
30 Jesús todavía estaba fuera de la aldea, en el lugar donde se había encontrado con Marta. 31 Cuando los que estaban en la casa consolando a María la vieron salir con tanta prisa, creyeron que iba a la tumba de Lázaro a llorar. Así que la siguieron. 32 Cuando María llegó y vio a Jesús, cayó a sus pies y dijo:
—Señor, si tan sólo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
33 Cuando Jesús la vio llorando y vio que los demás se lamentaban con ella, se enojó en su interior y se conmovió profundamente.
34 —¿Dónde lo pusieron? —les preguntó.
Ellos le dijeron:
—Señor, ven a verlo.
35 Entonces Jesús lloró. 36 Las personas que estaban cerca dijeron: «¡Miren cuánto lo amaba!». 37 Pero otros decían: «Este hombre sanó a un ciego. ¿Acaso no podía impedir que Lázaro muriera?».
28 Habiendo dicho esto, Marta se fue y llamó a su hermana María, diciéndole en secreto: «El Maestro está aquí, y te llama»
29 Tan pronto como ella lo oyó, se levantó* rápidamente y fue hacia Él.
30 Porque Jesús aún no había entrado en la aldea, sino que todavía estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado.
31 Entonces los judíos que estaban con ella en la casa consolándola, cuando vieron que María se levantó de prisa y salió, la siguieron, suponiendo que iba al sepulcro a llorar allí.
32 Al llegar María adonde estaba Jesús, cuando lo vio, se arrojó a Sus pies, diciendo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto»
33 Y cuando Jesús la vio llorando, y a los judíos que vinieron con ella llorando también, se conmovió profundamente en el espíritu, y se entristeció.
34 «¿Dónde lo pusieron?», preguntó Jesús. «Señor, ven y ve», le dijeron*.
35 Jesús lloró.
36 Por eso los judíos decían: «Miren, cómo lo amaba»
37 Pero algunos de ellos dijeron: «¿No podía Este, que abrió los ojos del ciego, haber evitado también que Lázaro muriera?»
Luego de la conversación con Marta, todavía faltaba el encuentro con María, la hermana menor de la familia. Jesús no salió de donde estaba, a la entrada de la ciudad, y hasta allí llegó María, a quien su hermana le había anunciadl la llegada del Maestro.
María empezó la conversación de manera idéntica a como la había empezado su hermana mayor, pero al parecer lo hizo con mucha más emoción y postrada a sus pies. Recordemos que María era quien había preferido sentarse a escuchar las enseñanzas de Jesús en lugar de oficiar de buena anfitriona y atender la casa y las visitas.
Una vez más se escuchó:
Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Una vez más, tal como en el caso de lo dicho por su hermana, esto significada ese definitivo “Ya es tarde, ya no se puede hacer nada”.
¿Puedes imaginarte a María allí, llorando en el suelo ante Jesús? Ella también creía en Jesús, y volcaba todo su dolor, su tristeza, su quebrantamiento delante del Maestro.
¿Qué piensa Dios de nuestro dolor, cuando las circunstancias nos superan, cuando sentimos que ya todo está perdido, cuando lo que va más allá de nuestro control es demasiado y perdemos la esperanza de que la situación tenga algún cambio? Ahora míralo a Jesús. Jesús vio llegar a María seguida de los dolientes, y vio que ella estaba destrozada por la tristeza de su pérdida. Vio a los demás, que también lloraban, que lamentaban la pérdida de Lázaro y el quebrantamiento de María y Marta, y se conmovió.
Dice el pasaje literalmente que se estremeció en espíritu y se conmovió.
Tú que enfrentas el dolor, la tristeza, la confusión que envuelve tu alma ante las cosas que suceden, tienes que saber en primer lugar que no estás solo. El Dios eterno, en la persona del Hijo, también se conmueve al considerar tu quebrantamiento.
Así de conmovido, tal vez con su voz algo quebrada, pregunta dónde fue puesto el cuerpo de Lázaro, y le invitan a ver dónde estaban. Entonces aparece el versículo más corto de la Biblia:
Jesús lloró.
Sí, Dios se compadece por ti y contigo. ¿No sabía Jesús que estaba a punto de levantar a Lázaro de entre los muertos? ¡Claro que sabía! Ya lo había dicho. Él tenía el control de toda la situación. Pero parte de su ministración a nuestro corazón consiste en el hecho de que su alma se pega a la nuestra, nos acompaña en nuestro sentir y no nos deja abandonados en nuestro dolor. Jesús llora contigo. Te acompaña, se identifica con tu sentir.
Esto fue visible, perceptible por los otros, y la gente alrededor supo que Jesús amaba a Lázaro.
Al mismo tiempo, también cayeron en el “Pero ahora ya es tarde”, sabiendo que Él había sanado ciegos y podría haber impedido la muerte de su amigo. Pero para ellos, como para Marta y María, ya era demasiado tarde. ¿Lo era?
38 Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima.39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.40 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído.42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!44 Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
38 Conmovido una vez más, Jesús se acercó al sepulcro. Era una cueva cuya entrada estaba tapada con una piedra.
39 —Quiten la piedra—ordenó Jesús.
Marta, la hermana del difunto, objetó:
—Señor, ya debe oler mal, pues lleva cuatro días allí.
40 —¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios?—le contestó Jesús.
41 Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo:
—Padre, te doy gracias porque me has escuchado. 42 Ya sabía yo que siempre me escuchas, pero lo dije por la gente que está aquí presente, para que crean que tú me enviaste.
43 Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas:
—¡Lázaro, sal fuera!
44 El muerto salió, con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario.
—Quítenle las vendas y dejen que se vaya—les dijo Jesús.
38 Jesús todavía estaba enojado cuando llegó a la tumba, una cueva con una piedra que tapaba la entrada. 39 «Corran la piedra a un lado», les dijo Jesús.
Entonces Marta, la hermana del muerto, protestó:
—Señor, hace cuatro días que murió. Debe haber un olor espantoso.
40 Jesús respondió:
—¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?
41 Así que corrieron la piedra a un lado. Entonces Jesús miró al cielo y dijo: «Padre, gracias por haberme oído. 42 Tú siempre me oyes, pero lo dije en voz alta por el bien de toda esta gente que está aquí, para que crean que tú me enviaste». 43 Entonces Jesús gritó: «¡Lázaro, sal de ahí!». 44 Y el muerto salió de la tumba con las manos y los pies envueltos con vendas de entierro y la cabeza enrollada en un lienzo. Jesús les dijo: «¡Quítenle las vendas y déjenlo ir!».
38 Entonces Jesús, de nuevo profundamente conmovido, fue* al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta sobre ella.
39 «Quiten la piedra», dijo* Jesús. Marta, hermana del que había muerto, le dijo*: «Señor, ya huele mal, porque hace cuatro días que murió.”
40 Jesús le dijo: «¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?».
41 Entonces quitaron la piedra. Jesús alzó los ojos, y dijo: «Padre, te doy gracias porque me has oído.
42 »Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que me rodea, para que crean que Tú me has enviado».
43 Habiendo dicho esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!».
44 Y el que había muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo*: «Desátenlo, y déjenlo ir».
Jesús llega ante la tumba todavía muy conmovido. La mayoría podía pensar que venía a presentar sus respetos, que llegaba como otro doliente, para acompañar a la familia en aquel tiempo de despedida, de ausencia, de vacío ante la partida del ser querido.
Pero cuando caminas con Jesús puedes esperar que todo sea diferente.
Jesús llega ante la tumba y pide que la abran.
¿Alguna vez fuiste testigo de algo así en un cementerio? Yo no lo he sido. Es ilógico. Si vienes a presentar tus respetos te limitas a acompañar, sentir y procurar consolar. No pides que abran ninguna tumba. Una vez más, lo que pedía Jesús era ilógico.
Una vez más, la más práctica de la familia, la que tenía su ojo puesto en los detalles de lo que pasaba en la casa, Marta, le respondió. Tal vez Jesús no sabía cuánto tiempo había pasado desde el fallecimiento de Lázaro.
Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.
Ya cuatro días… Ante eventos de esa naturaleza se cuentan los días, las horas, los minutos. No, definitivamente, abrir la tumba no era una buena idea.
¿Qué tenía Jesús que decir al respecto?
¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?
¿Qué quería decir eso? Creo que Marta y los demás no lo tuvieron claro, pero supieron que tenían que hacerle caso, aunque no fuera lógico. Jesús le iba a enseñar a Marta, María y todos los demás que creer en Él, que confiar en Él realmente hacía una inmensa diferencia al enfrentar las situaciones prácticas de la vida.
Tú y yo también tenemos que confiar en Él, por más que lo que nos dirija a hacer parezca ilógico.
Así que ya no interpusieron razones ni argumentos en contra, y abrieron la tumba.
Entonces Jesús ora:
Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes, pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
Podría haber orado por consuelo, por alivio para los dolientes, por fortaleza para enfrentar aquel momento doloroso. Pero no lo hizo; oró agradeciéndole al Padre por haberle escuchado. Jesús había hablado con el Padre de aquel momento. Sabía que no necesitaba reafirmarlo, que tanto Él como el Padre lo sabían todo, pero los que lo rodeaban necesitaban entender que aquel momento ya había sido anticipado por Dios.
¿Cómo puede Dios anticipar y preparar un momento así? ¡Parecía que la intervención de Dios había llegado tarde! Pero justamente por eso, Jesús le agradece al Padre, porque ahora los testigos presenciarían algo que expondría la grandeza de Dios de una manera inexcusable. Jesús estaba a punto de poner a Dios a la vista de todos. Los que lo vieran jamás lo olvidarían, y alimentarían la fe salvadora en las vidas de muchos más.
Entonces lo hizo. Ahora sí alzó su voz.
...clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!
¿Puedes imaginar a María, a Marta, a los discípulos, a los judíos que habían venido de Jerusalén? ¡Jesús le estaba hablando al muerto! No solo le hablaba, le gritaba y le estaba dando una orden.
Definitivamente, aquella no es la conducta apropiada en un momento fúnebre. Jesús hizo así lo que ningún humano ha hecho ni puede hacer, y al hacerlo reveló a Dios, su plan perfecto, su gracia, su poder, y alimentó nuestra fe. Sí, la nuestra, hasta el día de hoy.
¿Por qué?
Pues, porque...
...el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario.
Tal como estaba en la tumba, el que había muerto y había sido sepultado cuatro días antes salió de la tumba por sus propios medios.
Una vez más, vuelve tu vista a María, a Marta, a los discípulos, a los demás. Verás bocas abiertas, personas que caen sobre sus rodillas, lágrimas, escucharás gritos, suspiros, exclamaciones.
Ese es el Dios que Jesús vino a revelarnos. Es el Todopoderoso. La muerte no tiene poder en su contra y literalmente no hay nada que no pueda hacer. ¿Las leyes de la naturaleza? ¿La biología? ¿La física? ¡Todo lo obedece a Dios, quien fue revelado en la persona de Jesucristo!
Ese es el Dios, el Padre, a quien oramos todos los que creemos en Jesús.
Si Dios pudo hacer esto con Lázaro, ¿crees que hay alguna de tus oraciones, peticiones o necesidades que Él no podría responder afirmativamente? ¡Vamos! ¡Él lo puede todo!
Es cierto que Dios no va a hacer siempre todo. Jesús no levantó a todos los muertos a su alrededor durante su ministerio, así como tampoco sanó a todos los enfermos. Su propósito no es solamente hacer un alto desliegue de su poder, sino revelarse y que todos los que creemos en Jesús le conozcamos personalmente.
Recibe este relato con la autoridad de testigo presencial de Juan.
Dios quiere que le conozcas, que sepas de su gracia, su poder, su misericordia.
Dios quiere tratar con tus circunstancias, con tus quebrantamientos, con tus problemas, con tu vida, así como obró en las vidas de sus amigos. No siempre va a levantar a los muertos o sanar a los enfermos, pero se quiere manifestar en las vidas de todos los que creen en Él.
Cree en Jesús. Confía en Él.
Muchas veces te va a dirigir a obedecerle más allá de lo que las personas consideramos lógico o correspondiente.
Confía en Él.
Él tiene el control.
Él tiene un plan.
Podemos confiar en Él.
Conoce a Dios, quien se manifestó y se sigue manifestando en Jesús.