Sermón sin título (2)
Los sentimientos, son el balance consciente de nuestra situación, de cómo están funcionando nuestros deseos y proyectos en contacto con la realidad. La calma, la alegría, la satisfacción, el miedo, la tristeza, la decepción, la frustración, nos informan de ello.
Los apegos son relaciones psicológicas que enlazan profundamente a un sujeto con otras personas o con experiencias u objetos. De forma más restrictiva podríamos decir que es el vínculo afectivo que el niño establece con su madre (de forma muy especial) y con sus cuidadores más cercanos
Los impulsos tienen que ver con deseos, necesidades, tendencias. Abre el mundo de la motivación. Nos lleva a los valores y nos aparta de los contravalores. El hambre, la sed, el afán de poder, la necesidad de ser amado, pertenecen a este nivel.
José Antonio Marina (2005) nos dice que los fenómenos afectivos están genéticamente programados, aparecen básicamente iguales en todas las sociedades humanas y pueden organizarse en tres grupos: impulsos, sentimientos y apegos.
Los estímulos que despiertan las emociones, antes de que haya oportunidad para el aprendizaje, son muy limitados. Es decir, nacemos con un bagaje emocional que se tendrá que desarrollar a través del aprendizaje.
El ser humano no nace con todas las emociones complejas que manifiesta en sus años adultos, atraviesa por un largo proceso de desarrollo emocional durante el cual adquiere temores, sentimientos de todo tipo, lealtad, etc.
Las emociones, sobre todo si son muy intensas, provocan cambios en el organismo: el corazón late más rápido, se libera azúcar, las pupilas se dilatan y muchos otros cambios. Existen, por lo menos, tres dimensiones de la experiencia emocional: tensión-relajación, agrado-desagrado, atención-rechazo (Scholberg, 1954).
La palabra emoción se deriva de la palabra latina emovere que significa «remover, agitar o excitar». No existe una distinción exacta entre emoción y motivación. Las dos palabras significan estar conmovido, agitado y las dos pueden despertar, sostener y dirigir la actividad.
1. Aspecto motriz
Las emociones pueden pasar, sin hacerlo de forma voluntaria, a nuestras expresiones faciales, movimientos, etc. «En el cuerpo también se cuecen las emociones -la alegría, la ira, el miedo, el enojo, la sorpresa el asco, la vergüenza- y la cara es su principal espejo» (Rojas Marcos, L., 2000: 131).
3. Aspecto cognitivo
Es el pensamiento o razonamiento que genera la emoción.
Pero vamos a la cuestión educativa: educar las emociones tiene que ver con entender que la razón y la emoción van unidas en nuestra vida de cada día y que se debe conseguir el equilibrio entre ellas. Esto nos lleva a la idea de que debemos enseñar a regular (no tapar) las emociones en las distintas áreas de la existencia humana (es lo que se ha venido a llamar «inteligencia emocional»). Para ello es necesario escucharnos y conocernos. Saber que nuestras emociones son, generalmente, alarmas que nos avisan de algo a lo que nos tenemos que enfrentar y resolverlo desde la razón y el control.
2. Aspecto fisiológico
De la misma manera que la anterior, una emoción nos puede llevar a cambios somáticos, básicamente bioquímicos, que pueden derivar, incluso, en enfermedades si las emociones son repetidamente negativas.