Existen 3 disciplinas
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Las 3 disciplinas de la buena predicación
Existen 3 disciplinas de vital importancia para cualquier predicación. ¿En qué medida forman parte de tu proceso habitual de preparación?
1. ¿Qué dice? (Exégesis)
La Biblia fue escrita a otros antes que a nosotros, así que antes que nada, es imperativo descubrir qué significaba en su contexto original. Cualquier predicación honesta debe empezar por aquí. Nos guste o no, el mensaje de Dios a nosotros es un mensaje mediado a través de unos escritos destinados a otras personas. Por lo tanto, la pregunta a contestar es ¿Qué quería el autor comunicar a sus lectores originales?
2. ¿Qué significa? (Hermenéutica)
Este es el paso dónde debemos hacer la complicada labor de discernir lo que un texto escrito originalmente para otros hace mucho tiempo en otro contexto tiene que ver con nosotros hoy en día en nuestro contexto. Unas veces la aplicación es más o menos evidente. Otras veces es un rompecabezas de difícil construcción. En este paso nos preguntamos: ¿Qué relevancia tiene para nosotros hoy en día?
3. ¿Cómo lo presento? (Homilética)
La estructura presta claridad a un sermón. La originalidad le da frescura y mantiene el interés del oyente. De poco servirá el mejor plato si por el aspecto que presenta nadie lo quiere saborear. La tarea homilética nos hace preguntar: ¿Cómo he de estructurar y presentar el mensaje original del autor para que su relevancia para nosotros hoy en día llegue a mis oyentes con toda su autoridad divina?
Panorámicas sobre la preparación de sermones
Panorámica 1. Las 3 disciplinas de la buena predicación
¿En qué consiste la buena predicación?
De hecho, ¿en base a qué criterios deberíamos trabajar para que cada semana nuestros sermones alimenten a nuestra audiencia de una manera que agrade a Dios?
La respuesta está en un conjunto de 3 disciplinas que engloba el proceso de preparar una predicación.
Exégesis
Hermenéutica
Homilética
Estas tres palabras no suelen aparecer en una conversación normal, así que quizás nos ayude hacer referencia a las tres preguntas que pretenden contestar.
Exégesis – ¿Qué dice? Específicamente, ¿qué quería el autor bíblico comunicar a sus lectores originales?
Hermenéutica – ¿Qué significa? Concretamente, ¿qué relevancia tiene para nosotros hoy en día?
Homilética – ¿Cómo lo presento? Es decir, ¿Cómo he de estructurar y presentar el mensaje para que llegue a mis oyentes con toda su autoridad divina?
Estas son las 3 disciplinas esenciales de toda predicación o enseñanza bíblica buena.
Hay que descubrir el sentido original del texto bíblico.
Hay que interpretarlo para nuestros tiempos y contexto.
Hay que comunicarlo de una forma eficaz a la gente que tenemos sentada delante.
¿Quieres asegurarte de que tus predicaciones gocen de la mayor calidad posible? Refuerza tus destrezas en estas 3 disciplinas. Ocúpate de estas 3 disciplinas al preparar cada sermón.
Queremos reforzar tu pericia en cada una de las 3 disciplinas.
Y si responde a tu situación y posibilidades, también queremos ayudarte a acelerar y mejorar tu labor con la incorporación de medios informáticos con Software bíblico Logos.
Panorámica 2. Evitar sermones malformados
Nuestra misión consiste en Apoyar la eficiente preparación de predicaciones dinámicas que son máximamente fieles a las Escrituras.
De ahí que enfaticemos las 3 disciplinas esenciales de toda predicación o enseñanza bíblica buena.
Hay que descubrir el sentido original del texto bíblico. Exégesis.
Hay que interpretarlo para nuestros tiempos y contexto. Hermenéutica.
Hay que comunicarlo de una forma eficaz a la gente que tenemos sentada delante. Homilética.
Siempre que te esfuerces en estos tres terrenos con esmero e integridad puedes estar razonablemente tranquilo de estar expresando el pensar de Dios. Puede que cubras estas tres disciplinas en 4, 5, 10 o 20 pasos, pero debes cubrir las tres disciplinas o tu preparación tendrá carencias.
¿Qué pasa si no realizas las 3 disciplinas de manera adecuada? Creo que verás sermones mal formados de maneras bastante características.
Si sólo llevas el fruto de la Disciplina 1 ósea de exegesis al púlpito, puede que compartas tus descubrimientos, pero no estarás realmente predicando. Tendrás información. Sabrás cuándo se escribió el original, en qué circunstancias, a quiénes iba dirigido, etc. Sin embargo, esto no significa que automáticamente sepas qué tiene que ver con las personas que tendrás sentada al frente. Además, sin pensar en cómo has de presentarlo, puede que toda la información sea correcta pero que la gente se duerma al escucharlo porque no ven ninguna relación evidente con la vida que a ellos les toca vivir.
Si sólo desarrollas la Disciplina 2 de hermenéutica te expones al peligro de cometer “eiségesis,” es decir, introducir al texto un significado que no está realmente ahí. Lo más probable es que acabes predicando un mero reflejo de ti mismo o del sistema teológico que has adquirido con el paso de los años. Me temo que gran parte de la predicación estudiada que hay, hoy en día, comienza aquí. Presumiendo saber más sobre un texto particular de lo que realmente sabemos. ¡Esta no es una buena manera de proceder!
Si sólo enfocas la Disciplina 3 de homiletica lo más probable es que prediques o enseñes espuma. Mi impresión es que demasiado de lo que se predica y publica hoy en día ha sido trabajado de esa manera. Se escogen un par de palabras clave del texto, luego se dice lo que viene a la cabeza, haciendo referencia a esas palabras clave un par de veces, para que parezca un estudio legítimo. Pero existe una diferencia enorme entre realmente decir lo que dice el texto, y decir lo que uno quiere con alguna referencia al texto.
Y si se puede pecar con una disciplina, también con dos. Es decir, también sería interesante pensar sobre las malformaciones expositivas que se darían combinando 2 de las 3 disciplinas.
Exégesis y Hermenéutica sin Homilética.
Exégesis y Homilética sin Hermenéutica.
Hermenéutica y Homilética sin Exégesis.
Me da la impresión de que la criatura del primer emparejamiento sería una clase magistral con destellos de brillantez que impresionan al oyente sin que le llegue a tocar el corazón.
El retoño de la segunda combinación sonaría a una predicación estupenda para el primer siglo.
El engendro de la tercera unión probablemente sea lo que aparece en el típico púlpito liberal. Muy bonito. Muy actual. Muy carente de la voz de Dios.
Cada una de las tres disciplinas es esencial. Trabájalas como mejor te parezca, pero trabaja cada una de ellas lo mejor que puedes en el tiempo que Dios te concede.
Haciendo eso podrás ofrecer a tus oyentes la autoridad del original en cada predicación.
Panorámica 3. Las 3 disciplinas a lo largo de la semana
Si damos por sentado la importancia de las 3 disciplinas de la buena predicación, surge una pregunta práctica. ¿Cómo pasar de los conceptos teóricos a la preparación real? ¿Cómo distribuir nuestro estudio de un pasaje bíblico para que el mensaje del domingo esté preparado con integridad, pero dentro del marco temporal del que disponemos? Evidentemente, es cuestión de reservar una porción óptima del tiempo disponible para cada disciplina. Y esto sería así tanto si preparamos todo en un mismo día como si lo hacemos a lo largo de varios días. Tanto si disponemos de muchas horas como si disponemos de relativamente pocas. Sin embargo, como la predicación suele tener una periodicidad semanal, la semana nos puede servir como marco de referencia ideal. Sería cuestión de simplemente realizar un poco de trabajo cada día, dentro de la rutina ordinaria de nuestras vidas. Es más, distribuir el trabajo a lo largo de siete días ofrece ciertas ventajas como pueden ser tiempo adicional para la reflexión y aplicaciones que casi se sugieren por si solas de las mismas experiencias y conversaciones de la semana. En principio, no habría razón por la que no se podría hacer una distribución equilibrada, dedicando un tiempo parecido a cada disciplina. Sin embargo, el hecho es que el volumen de trabajo natural correspondiente a cada disciplina no es igual. Además, como en cada disciplina podemos identificar aspectos definidos que la componen, puede resultar sumamente útil convertir esos aspectos en objetivos concretos a conseguir cada día. Veamos.
Exégesis necesitará 3 días.
Hermenéutica, 1 día
y Homilética, 3 días
Es decir,
Lunes, martes y miércoles me dedico a entender el sentido original del texto bíblico.
Jueves me concentro en aclarar su significado para los seguidores de Cristo hoy en día.
Viernes, sábado y domingo me esfuerzo por desarrollar un bosquejo que comunique lo descubierto de una manera dinámica.
¿Y cuáles son los aspectos concretos que representan los objetivos a conseguir cada día? Para nuestros fines, los nombraremos de la siguiente manera.
Lunes: Contexto
Martes: Contenido
Miércoles: Estructura
Jueves: Significado
Viernes: Bosquejo
Sábado: Manuscrito
Domingo: Sermón
Por supuesto damos por sentado que no siempre el trabajo nos saldrá de una manera tan nítida. Siempre hay interrupciones. A veces, nos cuesta más un aspecto que otro. En otras ocasiones nos quedamos estancados ante un nudo teológico que hay que desentrañar. Tener una estructura sencilla de este tipo nos puede ayudar mucho a la hora de organizarnos y priorizar nuestros esfuerzos cada día. Además, como nuestra convicción es que normalmente transmitimos mejor el pensamiento bíblico si predicamos series sobre libros bíblicos completos, nuestro trabajo semanal ganará mucho en calidad y eficiencia si agregamos una etapa inicial de Preparación Previa. Finalmente, enfatizar la importancia de no perder de vista este patrón global.
Sí, al igual que cada disciplina está compuesta de aspectos definibles, en cada aspecto se pueden identificar tareas y sub-tareas que los componen.
Cuando pasamos al desarrollo de esas tareas y sub-tareas es mucho más fácil en una herramienta tan multi-funcional como el software bíblico de Logos.
Si acabamos pensando exclusivamente en torno a las múltiples funcionalidades del software, el trabajo nos parecerá extremadamente confuso, laborioso e interminable. De ahí que volvemos a resaltar el patrón global. Es lo de siempre cuando se comenta lo del bosque y los árboles.
Las 3 Disciplinas son el bosque.
Los objetivos diarios son los árboles.
Si mantenemos estas distinciones claras en nuestra mente, al sentarnos un martes, por ejemplo, para seguir estudiando sobre el pasaje del domingo, sabremos en qué lugar exacto del bosque nos encontramos.
Panorámica 4. El triatlón de la predicación
Como cualquier predicador sabe, en ciertos momentos viene bien una ilustración. Pensemos unos momentos en un triatlón. Un montón de atletas que realizan una prueba en la que hay que nadar, montar en bicicleta y correr. Son tres disciplinas diferentes, pero una sola carrera. El vencedor es aquel que, en ese día, es capaz de realizar mejor las tres etapas y las transiciones entre ellas.
Se trata de la combinación, porque es una sola carrera, no tres. De ahí que no haga falta ser el mejor ciclista del mundo para ganar un triatlón. Ni hace falta ser el mejor ciclista ese día para ganar, siempre que sus tiempos en las otras dos etapas y las transiciones sean suficientes para reforzar su tiempo en la etapa de ciclismo. Es el conjunto de tiempos lo que le hace a uno vencedor.
Ahora bien. Lo que está claro es que para participar en un triatlón uno tiene que, como mínimo, saber realizar cada uno de los tres deportes de manera adecuada.
Hablar de la predicación como una actividad de tres disciplinas nos recuerda a un triatlón. No es suficiente incorporar solo una o dos de las disciplinas. Hacen falta las tres. Además, hay que saber combinar las tres de una manera complementaria y realizar las transiciones entre ellas de una manera correcta. Si podemos decirlo así, una predicación “fiel” es aquella que realiza bien el conjunto de las 3 disciplinas.
La predicación. Tres disciplinas. Una sola carrera.
Primero está la “Etapa de la exégesis”. A esta la sigue la “Etapa de la hermenéutica”. Termina con la “Etapa de la homilética”. Para acabar la carrera, hace falta completar cada etapa. El no realizar una etapa tiene un nombre: ¡hacer trampas! Y si en un triatlón a uno lo descubren saltándose una etapa, queda descalificado.
Deberíamos pensar en la predicación de la misma manera. Subir al púlpito sin haber realizado adecuadamente alguna de las tres disciplinas es hacer trampas.
Pero ampliemos nuestra metáfora un poco más, pensando en el proceso semanal que organiza nuestra reflexión.
En un triatlón no solo existen etapas, sino que las etapas suelen tener tramos con características particulares que pueden variar más o menos según el terreno de una carrera concreta. Por ejemplo, puede haber, tanto para las etapas de ciclismo como para las de carrera a pie, tramos llanos o de fuertes desniveles. De ahí que en una carrera particular un tramo pueda resultar más duro que otro, y según la preparación del atleta, puede ir ganando o perdiendo tiempo, frente a sus rivales. Por consiguiente, ser un atleta superior, no es sólo cuestión de saber correr, sino también de estar en condiciones de poder superar una cuesta sin echar a perder toda la carrera.
De manera similar, en nuestra distribución del trabajo práctico a realizar también identificamos tramos.
En la Etapa de la exégesis podemos identificar tres tramos. El tramo del contexto lo hacemos el lunes. El martes completamos el tramo del contenido y el miércoles toca el tramo de la estructura, y con esto hemos terminado el trabajo exegético sobre el pasaje.
El jueves realizamos lo que corresponde a la Etapa de la hermenéutica, que en nuestra distribución, es una etapa de un sólo tramo, el tramo del significado.
Con eso completado, pasamos a la Etapa de la homilética. Viernes toca el tramo del bosquejo. Sábado el del manuscrito. Domingo, terminamos, con el tramo final, llegando a la meta con la predicación del sermón.
Y al igual que ocurre con un triatlón, en la predicación también hay que saber hacer bien las transiciones entre disciplinas. Para que el sermón sea excelente, debe haber una relación lógica y armoniosa entre las diferentes etapas de preparación. De poco sirve, un buen esfuerzo en la hermenéutica si posteriormente el desarrollo homilético va por otras líneas que no tienen nada que ver con los significados identificados en el texto.
Finalmente, destacar que los mejores atletas no suelen pensar en sus carreras de manera aislada. Piensan en la temporada entera. Escogen una serie de carreras y se organizan para poder preparar cada una de ellas de la mejor manera posible.
Lo mismo se puede decir de la predicación. Planificar el conjunto de una serie y realizar un estudio global inicial, puede mejorar y acelerar todo el trabajo posterior de cada semana…
Tres disciplinas. Una sola carrera.
Panorámica 5. Sin herramientas es difícil trabajar
Sin herramientas es difícil trabajar. Como predicador, tus herramientas son los libros. Y si trabajas en un entorno digital, entonces los libros digitales y el software correspondiente, son tus herramientas.
Pero abordado el tema, debemos dejar algo muy claro. Al final del día, tu herramienta indispensable no son los libros, sino el libro – ¡La Biblia! Lo vital es un buen esfuerzo en la Biblia misma, junto con una dependencia sincera en la guía del Espíritu Santo.
Nuestras bibliotecas nunca pueden – ni deben – reemplazar las Escrituras.
Nuestros métodos y software nunca pueden – ni deben – sustituir al Espíritu Santo.
Pero dicho esto, también debemos dejar claro que nuestro propio estudio en las Escrituras puede ser ampliamente enriquecido por el estudio de otras personas en las Escrituras.
Lo que quiero decir es que lo que el Espíritu Santo nos puede haber mostrado a nosotros probablemente ¡no esté discutido con lo que le ha mostrado a otros! Así que enfatizar la importancia de nuestro estudio en la Biblia bajo la dirección del Espíritu Santo no tiene por qué entrar en conflicto con la lectura del estudio de otros en la Biblia bajo la dirección del Espíritu Santo.
De ahí que una buena biblioteca nos pueda ser de muchísima ayuda. Es más, puede mejorar nuestro estudio, guardarnos de ciertos errores y ahorrarnos mucho tiempo que podremos invertir en otras facetas de nuestro ministerio.
Pero volvamos a nuestro énfasis inicial.
Sin herramientas es difícil trabajar, y como predicadores, nuestras herramientas son el Libro y los libros. Y, dadas las fechas en las que vivimos, nuestras herramientas también pueden incluir un software bíblico logos que nos ayude a acelerar el trabajo.
¿Por qué?
Por qué los libros digitales son más portátiles, Los libros digitales son más funcionales, los libros digitales son más versátiles, y Los libros digitales suelen ser más baratos que los libros impresos.
Panorámica 6. Una buena preparación previa
Está muy bien decir: “Necesito realizar un desarrollo exegético, hermenéutico y homilético, para preparar una buena predicación.” Pero ¿cómo sabré realmente cuándo lo he conseguido? Necesitamos concretar nuestros objetivos de alguna manera.
Habiendo tomado un contacto inicial con las 3 disciplinas de la buena predicación, ahora toca acercar la mirada un poco más para ver con mayor claridad en qué consiste el trabajo real de preparar una buena predicación cada semana. Es más, además de aclarar nuestros objetivos, les pondremos unas metas definidas con “fecha de entrega” en nuestro marco semanal.
Pero exactamente ¿qué es una buena preparación previa sobre un libro bíblico? Como mínimo, necesitamos entender
¿Qué circunstancias se dieron para que este libro se escribiera?
¿Cuál es su mensaje principal?
¿Cómo se desarrolla el argumento del libro?
Resumiendo nuestro enfoque a la preparación previa, compartimos nuestra convicción de que el trabajo a realizar tendría el siguiente objetivo y que una vez terminado habrá conseguido la siguiente meta.
Objetivo: Orientarse en el libro bíblico en su totalidad y preparar la serie.
Meta: Tener una colección de notas que resuma toda la información importante sobre las circunstancias de los lectores originales y los motivos por los que el autor escribió, junto con una distribución de pasajes para la serie basado en un entendimiento de la estructura del libro en su totalidad.
Espero que sea evidente aquí que nuestra preparación previa tiene un doble propósito Primero, llegar a un entendimiento inicial global del libro que nos sirva de buen trasfondo para toda la serie y al mismo tiempo en segundo lugar, realizar una buena y práctica distribución de todas las porciones a predicar para toda la serie.
Para ver un ejemplo sobre lo que pretendemos conseguir con esta preparación previa, puedes echar un vistazo en lo que aparece al final de estas páginas. Llegar a algo parecido por tu propia cuenta por el fruto de tu estudio personal y de repetidas lecturas del libro entero te dejará en un estado óptimo para preparar cada sermón.
Panorámica 7. Lo prioritario en la etapa exegética
En las tres disciplinas vitales de toda buena predicación, el cometido especial de la etapa exegética es entender el mensaje original del pasaje. ¿Qué dice? Si no conseguimos eso, cualquier esfuerzo posterior que hagamos en nuestra preparación carecerá de fundamento firme.
Por consiguiente, en nuestra distribución semanal, sugerimos que lunes, martes y miércoles estén dedicados a entender el sentido original del texto bíblico. Pero ¿en qué consiste exactamente el hacer esto de manera acertada semana tras semana?
Si hemos completado nuestra preparación previa, ya contamos con un buen entendimiento global de la razón, propósitos y argumento del libro bíblico en su conjunto. Partiendo de ese trabajo, lo que toca hacer ahora con el pasaje a predicar se puede perfilar con tres objetivos importantes.
Lunes: Contexto. ¿Cuál es la relación del pasaje que voy a predicar este domingo con el resto del libro? Por consiguiente, el objetivo del día sería: “Situar el pasaje en su contexto histórico y literario.”
Martes: Contenido. ¿Qué palabras y afirmaciones necesito aclarar para entender lo que el texto quiere decir? El objetivo del día sería: “Determinar el sentido contextual de las palabras usadas en el pasaje.”
Miércoles: Estructura. ¿De qué manera ha organizado el autor este material para que comunique su argumento? El objetivo del día sería: “Descubrir la manera en que el autor organiza su pensamiento.”
Es evidente que cada uno de estos objetivos es de vital importancia si queremos entender bien el mensaje original del pasaje a predicar. Pero son tan importantes que necesitamos concretarlos de alguna manera. Si no, puede que nuestro esfuerzo produzca menos de lo deseado, principalmente por falta de precisión a la hora de estudiar.
De ahí que, en nuestro proceso semanal, para cada objetivo diario, hemos establecido una meta precisa a cumplir. Quizás prefieras ajustar alguna de estas metas a tu propia forma de trabajar.
Lunes: Contexto. Si el objetivo del día es: “Situar el pasaje en su contexto histórico y literario,” ¿cómo sabrás cuándo lo has conseguido? Puedes fijar una meta como la siguiente: “Escribir un párrafo que me ayude a explicar la aportación que este pasaje hace al argumento del libro, teniendo en cuenta su relación con la porción anterior y posterior en el texto.” ¿Tienes ese párrafo escrito? ¡Perfecto! Has alcanzado la meta y por consiguiente has cumplido con el objetivo del día.
Martes: Contenido. Si el objetivo del día es: “Determinar el sentido contextual de las palabras usadas en el pasaje,” ¿cómo sabrás que lo has conseguido? Nuevamente, puedes fijar una meta medible. Por ejemplo, “Para cada palabra importante en el pasaje, redactar una frase que le explique a la congregación lo que esa palabra significa en su uso aquí.”
Miércoles: Estructura. “Descubrir la manera en que el autor organiza su pensamiento.” ¿Cómo sabrás si lo has descubierto? Acláralo con una meta precisa. Por ejemplo, “Para cada bloque de pensamiento en el pasaje, escribir una oración que resuma la idea básica de lo que quiere comunicar.” Si al terminar el estudio del día tienes sobre papel estas oraciones resumen, has alcanzado la meta. El hombre ha llegado a la luna y no está perdido en el vacío del espacio.
Agregar que, evidentemente, no hay nada mágico ni imperativo en hacer cada una de estas tareas en días diferentes. Si necesitas distribuir el trabajo de otra manera, está bien, siempre que consigas hacer lo importante con integridad. Y se haga como se haga, lo importante es profundizar – de manera cuantificable – en el contexto, el contenido y la estructura de tu pasaje.
Eso sin olvidar, que en el fondo, indagar con cierto esmero en estas cuestiones es simplemente una manera de contestar de forma responsable, como obrero aprobado ante Dios, la pregunta exegética básica: ¿Qué dice?
Es imposible contar las predicaciones que han perdido el rumbo desde el primer momento porque el predicador nunca llegó a descubrir con acierto lo que el autor bíblico quería transmitir a sus lectores originales.
Cada una de estas metas ha sido pensada expresamente para ayudarte en el proceso de preparación, verás que porciones de tu sermón ya se están escribiendo por defecto, y eso es muy alentador.
Panorámica 8. Lo prioritario en la etapa hermenéutica
La etapa hermenéutica es la más breve en nuestro proceso semanal. A pesar de ello tiene una importancia especial, dado que esta disciplina sirve de bisagra y es la que recoge el fruto del trabajo exegético y la prepara para el trabajo homilético. Lo que nos obliga a contestar la pregunta, ¿Qué significa?
Esta es la disciplina que destapa la relevancia contemporánea del mensaje original. Por eso es tan importante el trabajo específicamente hermenéutico, que consiste en interpretar.
De ahí que en nuestro proceso semanal aparezca el siguiente objetivo:
Jueves: Significado. “Entender de qué manera el mensaje original es válido hoy en día, y concretar la idea principal.”
Jueves: Significado. Si el objetivo del día es: “Entender de qué manera el mensaje original es válido hoy en día, y concretar la idea principal,” es importante establecer una meta clara que casi garantice que nuestros oyentes escuchen algo que, en oración, responda a la aplicación de Dios a la situación actual. Por lo tanto, sugerimos lo siguiente como meta: “Tener escrita una interpretación y una aplicación para cada bloque de pensamiento identificado anteriormente en el texto, junto con una expresión memorable de la idea principal que resume el conjunto y que usarás en el sermón.” Y por si acaso no está del todo claro, quiero enfatizar que esto trata tanto de los puntos principales del pasaje, como del pasaje en su conjunto. Como se me decía en mis clases de predicación: “Si merece la pena resaltar un punto, merece la pena aplicarlo.”
Espero que sea evidente cómo el cumplir con esta meta ayudará a afirmar con convicción la relevancia contemporánea del texto que has de exponer. Al mismo tiempo irá aportando contenidos concretos al bosquejo del sermón.
Repetidas veces, mi experiencia ha sido que, esforzándome en esta disciplina y acertando con una interpretación sólida que surge clara y diáfanamente del texto, al pasar a la etapa homilética voy viento en popa, ¡con fuego ardiendo en el corazón! Voy convencido, sin lugar a dudas, de que el mensaje que tengo viene de Dios y hay que predicarlo. Ahora sólo hace falta estructurarlo e ilustrarlo bien, para que llegue con claridad y dinamismo a mis oyentes. Y precisamente a eso pasaremos en la última etapa del proceso semanal.