LA PARÁBOLA DEL BUEN MAESTRO (2)
Introducción
Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia,
El padre de una familia era responsable por el bienestar de todos en ella, y parte importante de su deber era mantener un amplio suministro de alimentos, ropa y todas las demás cosas que los miembros de la familia pudieran necesitar. Él mantenía esos suministros en una bodega, o tesoro, de donde repartía los artículos a medida que se necesitaban.
El prudente padre de familia era moderado y tenía cuidado de no desperdiciar los víveres. Cuando algo podía reutilizarse, como alimentos que no se consumían y ropa que no se usaba, se devolvía al tesoro para ser usado de nuevo. Cuando surgían más necesidades, la economía demandaba que estas cosas viejas se repartieran primero, antes que se proveyeran cosas nuevas.
Al igual que cuando la caravana que va por el desierto, con todos los que la forman sedientos y a punto de morir bajo el sol abrasador, llega hasta el tan deseado pozo y —¡horror de los horrores!— lo encuentra sin una sola gota de agua, así ocurre cuando las almas que sedientas de Dios llegan a un ministro vacío de gracia: corren peligro de perecer porque no encuentran el agua de vida. Es mejor abolir los púlpitos que llenarlos de hombres que no conocen por experiencia aquello que enseñan.
Tiene que guiar a los viajeros por un camino que él mismo nunca ha transitado, ¡que hacer navegar un barco a lo largo de una costa de la cual no conoce ninguna de las señales fijas! Está llamado a instruir a otros siendo él mismo un necio. No puede ser otra cosa sino una nube sin lluvia, un árbol que solamente tiene hojas