Algo que debes saber en cuanto al Evangelio

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Introducción

Me han encomendado que os hable hoy del Evangelio, la esencia de la fe cristiana.

Y con la ayuda de Dios es lo que me dispongo a hacer

¿Sabéis que algunos dicen que la fe cristiana no es racional, que es sólo emocionalismo?

Pero no es cierto.

¿Y sabéis por qué lo sé?

¡Porque si no fuese racional yo no sería cristiano!

Los que me conocéis sabréis que si hubiese de definirme a mí mismo como emocional o racional, sin término medio, claramente yo me colocaría en el segundo grupo.

Y siendo así el Señor me iluminó para que, con la ayuda de su Santo Espíritu, pudiese aceptar de forma racional al Señor Jesucristo como mi Salvador.

Por eso, porque creo que el Evangelio es la buena noticia de Dios expresada de forma que los hombres la puedan entender y aceptar clara y racionalmente, voy a tratar de presentaros el Evangelio de esta manera.

Teniendo en cuenta:

-         Los hechos

-         Las consecuencias

-         Las alternativas

-         Los beneficiarios

-          y lo que en este mundo resulta, a menudo, tan importante . . . el precio!

1)    El hecho de partida.

Para establecer un razonamiento lógico uno tiene que partir de un hecho de partida.

Si no es así, todo el razonamiento posterior estaría en entredicho.

Y el hecho, en el caso que nos ocupa, es que todos somos pecadores, enemigos de Dios.

En Romanos 3:10-12 encontramos la descripción de la situación en la que nos encontramos, por naturaleza, todos los hombres y mujeres:

“Como está escrito:

No hay justo, ni aun uno;

No hay quien entienda,

No hay quien busque a Dios.

Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;

No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.”

Nuestro hermano y anciano Eduardo, recuerda en ocasiones que los cristianos no somos mejores ni diferentes. Que la única diferencia con los no creyentes es que nosotros sabemos que somos pecadores; que lo hemos asumido y que el Espíritu Santo intercede por nosotros.

2)    La consecuencia.

Y esta situación, el hecho de que todos somos pecadores, produce una consecuencia de forma directa; la que nos describe Romanos 3:23:

“Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,”

Aquí, encontramos reiterado el hecho de partida, todos somos pecadores. Y por tanto, la consecuencia para todos los seres humanos es que estamos destituidos de la gloria de Dios.

Estamos por tanto condenados a vivir apartados de Dios y de su gloria. A vivir por toda la eternidad en un lugar de sufrimiento del que todos conocemos el nombre: el Infierno.

3)    El Evangelio.

Evangelio quiere decir “Buena Noticia”.

Ante este desolador panorama para todos, Dios provee una solución.

A través de Su Palabra nos comunica esta buena noticia, este Evangelio de Salvación. Entre otros lugares, en 1ª Corintios 15:1-5 podemos leer:

“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también

recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la

palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.

Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por

nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al

tercer día, conforme a las Escrituras;”

Después de considerar el hecho de partida y la consecuencia del mismo, podríamos

sumirnos en un pozo de desolación por el futuro que nos aguarda.

Pero Dios mismo, a través de su Hijo, estableció una salida con su muerte en la

Cruz.

Sí, tenemos una deuda con Dios por nuestro pecado.

Sí, para pagar este pecado hemos de morir.

Pero el Evangelio, la buena noticia es que podemos tener vida eterna en Cristo Jesús

por la gracia de Dios.

Romanos 6:23 resume de forma magistral estas realidades:

“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva (el regalo) de Dios es vida

eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”

4)    ¿Por quiénes murió Cristo?

Pero claro, uno podría pensar que cristo murió por las “buenas personas”, por las que merece la pena morir, pero esto no es así.

La Palabra de Dios, en Romanos 5:6-8 nos aclara que Cristo murió por los pecadores. Y si, según acabamos de ver, todos somos pecadores destituidos de la gloria de Dios, entonces Cristo murió por todos; por todos nosotros:

“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

5)    ¿Quién se puede beneficiar de Su sacrificio? ¿Quién puede conseguir la Salvación a través de la muerte de Jesucristo en la cruz?

     Dios nos despeja esta duda una vez más a través de su Palabra, por ejemplo en Hechos 10:43:

“De éste (de Cristo) dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.”

Al decir que Cristo murió por todos, uno puede tener todavía ciertas dudas.

A veces la palabra “todos” es tan general que uno puede no estar seguro de si quiere decir “casi todos” o “la mayoría”

Este versículo bíblico nos aclara que “todos” quiere decir todos.

Y que recibir el regalo de la Salvación, el perdón de pecados, sólo depende de que uno haga los “trámites” necesarios para recibir este privilegio.

6)    ¿Cómo se puede uno beneficiar?

Romanos 10:9 resume de forma escueta, pero a la vez explícita, qué tenemos que hacer para convertirnos en beneficiarios de esta salvación, para ser salvos:

“Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

En muchas ocasiones en nuestra sociedad, uno tiene el derecho de disfrutar de un privilegio determinado. Pero no puede disfrutarlo en tanto no demuestre que reúne los requisitos necesarios.

En el caso de la Salvación, salvando las distancias, ocurre algo parecido.

Podríamos establecer cierto paralelismo con el hecho de recibir una herencia.

De hecho, la Palabra de Dios, para que entendamos un poco mejor de qué se trata, se refiere a la Salvación en algunas ocasiones como “herencia” de Dios.

Si un familiar nuestro deja dicho en su testamento que somos herederos de sus bienes, nosotros no tenemos que hacer nada para ganar esta herencia.

La herencia es nuestra, desde un punto de vista legal, porque el fallecido ha dispuesto que así sea. El mérito no es nuestro, es suyo, independientemente de quiénes seamos o cómo seamos, el testador ha dispuesto que se nos regalen sus bienes.

Pero claro, para tomar posesión de estos bienes, para poder gastar este dinero, hemos de constatar quienes somos; hemos de “dar fe” de que somos quienes decimos que somos.

Una vez de que, ante cierto público, hemos “dado fe” de nuestra identidad, la herencia está a nuestra disposición.

En el caso de la Salvación también hemos de “dar fe”, como hemos leído, de que estamos en situación de empezar a beneficiarnos de la gran herencia que Dios ha dispuesto que disfrutemos.

Leamos de nuevo Romanos 10:9:

“Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

7)    ¿A qué precio?

Hemos dicho al principio que en este mundo en el que vivimos todo tiene un precio.

Incluso, siguiendo el ejemplo de la herencia hay que pagar algo.

De entrada, una herencia es algo gratuito; pero en este mundo imperfecto, alejado de la voluntad de Dios, ni siquiera las herencias son gratis.

Para disfrutar la herencia, probablemente hemos tenido que dar algo durante la vida del que nos ha legado (amor, cariño, cuidados, trabajo, fidelidad . . .).

Pero aunque no haya sido así (cosa difícil), cuando llega el momento de cobrar, nadie puede escaparse de Hacienda.

Aún en el caso de que haya sido un regalo totalmente inmerecido, para poder tomar posesión de la herencia hay que pagar unos impuestos. Hay que pagar un precio.

En el caso de la Salvación no es así.

Dios ha dispuesto que podamos recibir su Salvación de forma totalmente gratuita, sin pagar nada.

Había una cuenta que pagar, es cierto, una cuenta que saldar.

Por nuestro pecado, como hemos leído, habíamos de pagar con nuestra vida.

Pero como Cristo la pagó en la Cruz con su propia vida, no queda nada que nosotros tengamos que pagar, ni siquiera a Hacienda, para recibir la herencia: Su Salvación.

Por tanto, podemos regocijarnos al leer en Efesios 2:8-9 que la Salvación es gratuita para nosotros; sólo hemos de tener fe, creer en el Señor Jesucristo, y por gracia (gratis) disfrutaremos desde ese momento de expresión de nuestra fe de la más grande herencia que podíamos recibir, la Salvación eterna de nuestras almas.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es

don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”


Conclusión

Si haces buenas obras, si vienes a las reuniones de la Iglesia regularmente, pero no has creído en el Señor estás perdiendo el tiempo.

No me malinterpretes, los cristianos estamos encantados de verte y quizás de tener una buena amistad contigo.

Pero créeme, pensando en tus intereses he de decirte que seguramente harías mejor no viniendo y aprovechando para hacer otras cosas y disfrutar de ellas (ahora que puedes, porque cuando estés en el infierno no podrás disfrutar demasiado).

El hecho de asistir a las reuniones no concede ningún mérito en relación a la salvación; probablemente tranquilizarás tu conciencia, probablemente harás buenos amigos, desde luego que el Señor te hablará en múltiples ocasiones, pero nada más.

El día que mueras, acabando así tu vida aquí, y estés delante del Señor, el hecho de haberte relacionado, aún estrechamente, con cristianos, no tendrá la suficiente validez como para evitar pagar la deuda que tienes con Dios.

Recuerda que la deuda es tu pecado y que para pagarla tendrás que hacerlo mediante una eternidad de dolor y sufrimiento.

Como cristiano me entristece pensar en todas las personas que están ahí afuera, pensando que aprovechan su vida y que realmente la están perdiendo.

Pero me entristece especialmente pensar en alguien como tú; con el que probablemente tengo cierta amistad, por que sé que si no aceptas al Señor no vas a alcanzar la Salvación que Cristo te ofrece gratuitamente.

Puede que no veas las cosas como yo en este sentido.

Puede que no estés de acuerdo con lo que dice la Palabra de Dios respecto a tu futuro.

En ese caso le pido a Dios que, por medio de su Espíritu Santo te haga cambiar de parecer y te convenza de pecado y de la necesidad de ser justificado.

O puede que sí, que creas que las cosas van a ser como hemos visto hoy que dice la Palabra de Dios que van a ser.

Pero claro, piensas que eres joven y que te queda mucho tiempo para aceptar al Señor y disfrutar así de la Salvación eterna.

Pero, si reflexionas un momento, también estarás de acuerdo con Dios cuando dice en Su Palabra, en Lucas 12:20 y 1ª Tesalonicenses 5:2-4:

“Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”

“Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón.”

¿Sabes si mañana, o pasado, o la semana próxima estarás todavía a tiempo de tomar la decisión que sabes acertada?

La Palabra dice que hoy, no sabemos si mañana es el día de Salvación para ti.

Por favor, obra con sabiduría y encomienda tu vida al Señor lo antes posible, mientras todavía estás a tiempo.

El Espíritu Santo descenderá sobre ti para morar permanentemente contigo y asegurarte así el gozo de la Salvación; desde el momento en el que aceptes a Jesucristo como Señor y Salvador de tu vida hasta la eternidad.

Una eternidad de auténtico gozo y disfrute de la Salvación de Dios.

¿Lo has pensado?

¿Qué crees que es lo que más te interesa?

¿Vas a decirle “Sí” al Señor o vas a seguir retrasando la decisión más trascendente de tu vida?

¿Quieres aceptar al Señor ahora?

Si lo haces, oraremos por ti.

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