La viuda irresponsable
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41 Jesús se sentó cerca de la caja de las ofrendas del templo y observó mientras la gente depositaba su dinero. Muchos ricos echaban grandes cantidades. 42 Entonces llegó una viuda pobre y echó dos monedas pequeñas.
43 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Les digo la verdad, esta viuda pobre ha dado más que todos los demás que ofrendan. 44 Pues ellos dieron una mínima parte de lo que les sobraba, pero ella, con lo pobre que es, dio todo lo que tenía para vivir».
Introducción
Introducción
¿A cuántos les gustaría saber lo que cree el pastor acerca del diezmo?
Bueno pues les tengo una buena noticia y una mala noticia.
¿Cuál quieren escuchar primero?
Pues les voy a decir la buena primero...
El pastor no cree en el diezmo
Y la mala es que...
El pastor cree que el diezmo es una mediocridad
De hecho, estaba indeciso si le ponía ese título a esta predicación.
El diezmo, una mediocridad
Hoy quiero hablarles acerca del tema de la generosidad.
Pero primero tenemos que cualificar ese término. Porque el mundo tiene una idea de lo que es generosidad que no necesariamente concuerda con la generosidad que nuestro Señor demanda de sus hijos.
En otras palabras, la generosidad del mundo no concuerda con la generosidad bíblica. La generosidad del reino de este mundo ni siquiera se acerca a la generosidad en el Reino de Dios.
Todos los días escuchamos noticias de artistas o deportistas o filántropos que donan enormes cantidades de dinero a entidades sin fines de lucro.
Sin embargo, sabemos que muchos lo hacen por beneficios contributivos.
Y aunque pudiéramos reconocer que otros lo hacen de corazón, la pregunta obligada es quién se lleva la gloria. Pues ellos mismos. Porque no le dan la gloria a Dios.
Hace unas semanas la revista Forbes publicó la lista de los 25 donates más generosos de América.
El primero en la lista es Warren Buffett. Durante su vida ha donado $51.5 billones.
Los segundos son Bill y Melinda Gates. Durante su vida han donado $38.4 billones.
También están en la lista otros como Michael Bloomberg, el exalcalde de Nueva York con $14.4 billones.
Mark Zuckerberg y Priscilla Chan, el fundador de Facebook y su esposa con $3.9 billones.
Aunque sabemos que al final Dios siempre se llevará la gloria por todas las buenas acciones que se hacen en este mundo, la donación de estas grandes cantidades de dinero son como trapos de inmundicia delante de Dios, si no se hicieron para honrarle a Él.
Entonces quisiera definir el termino generosidad bíblica de la siguiente manera:
La generosidad bíblica es un acto de fe donde nos desprendemos de aquello que reconocemos que no es nuestro, con el fin de glorificar a Dios y expandir su reino en este mundo.
¿Por qué es importante que hablemos de este tema?
Porque aunque Jesús nunca prescribió el diezmo; nunca dio una instrucción directa acerca del mismo, sí habló del dinero más que de ningún otro tema. Habló más del dinero incluso que hasta del mismo infierno.
¿Y por qué lo hizo? Porque como le dijo Pablo a Timoteo:
10 Pues el amor al dinero es la raíz de toda clase de mal; y algunas personas, en su intenso deseo por el dinero, se han desviado de la fe verdadera y se han causado muchas heridas dolorosas.
¿Cuántos nos hemos causado heridas dolorosas a causa del dinero?
El dinero puede ser nuestra mayor bendición. Pero si no tenemos cuidado se puede convertir en nuestra mayor maldición, al desviar nuestra mirada de nuestro verdadero tesoro. De aquel que es nuestro verdadero sustento.
¿Por qué debemos hablar de este tema?
Porque en una ocasión Jesús dijo:
18 Un buen árbol no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos. 19 Por lo tanto, todo árbol que no produce frutos buenos se corta y se arroja al fuego. 20 Así es, de la misma manera que puedes identificar un árbol por su fruto, puedes identificar a la gente por sus acciones.
Hay cosas; frutos que nos identifican como auténticos hijos de Dios; como verdaderos cristianos. Y nuestro nivel de generosidad es uno de ellos.
Y mi trabajo como pastor es animarte a producir buenos frutos.
Este no es un sermón legalista. Yo no puedo hacer que te conviertas en un árbol bueno. Eso es un milagro que solo puede hacer Dios a través de su Espíritu Santo.
Pero si ya Dios te convirtió en un buen árbol, mi deseo es que produzcas buenos frutos.
Y la generosidad es uno de los frutos más evidentes en la vida de un verdadero hijo de Dios.
¿Y por qué esto es así?
Porque Jesús también dijo:
19 »No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. 20 Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. 21 Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
O sea, que mi nivel de generosidad grita más alto que mis palabras.
Mi nivel de generosidad es una evidencia de que el Evangelio realmente ha alumbrado mi vida.
Mi nivel de generosidad es un termómetro de mi amor, de mi entrega, de mi compromiso y de mi fidelidad a mi Señor.
Por mucho tiempo luché como pastor con la idea de si debía ver la lista de donantes de la iglesia.
Tenía el temor de que eso le hiciera más mal que bien a mi corazón.
Pero una vez escuché a un amigo pastor que me dijo, a mí me interesa saber lo que mi gente da a la iglesia, no para juzgarlos sino para ayudarlos.
Porque sé que Jesús dijo:
Hechos de los Apóstoles 20:35 (NTV)
35 ...“Hay más bendición en dar que en recibir”».
En otras palabras, parece que en el reino de Dios aquellas cosas que producen satisfacción son muy diferentes a las que producen satisfacción en el reino de este mundo.
¿Cuántos se han comprado un carro nuevo? ¿Recuerdan la emoción? El brillo de la pintura, el olor de los interiores. Algunos de nosotros hasta ganas nos daba de dormir en el carro. (El primer hoyo, el primer vómito)
Y aquellos que han comprado una casa, ¿recuerdan la emoción de la mudanza? ¿de pasar allí la primera noche? ¿Recuerdan la emoción de decir, wow, esta es mi casa?
Pues según las palabras de Jesús, parece que en el reino de Dios esas emociones y esa satisfacción se experimentan, no cuando se adquieren cosas, sino cuando uno se desprende de ellas.
Mientras en el reino de este mundo esas emociones y esa satisfacción duran muy poco, en el Reino de Dios son duraderas.
Entonces, cuando no siento satisfacción en mi vida, cuando me siento vacío, una de las primeras cosas que debo analizar es mi nivel de generosidad.
La viuda irresponsable
La viuda irresponsable
En la historia que acabamos de leer, vemos que Jesús aprovecha la escena que está observando en frente de Él para enseñarle una gran lección a sus discípulos.
Para mostrarles cómo son las cosas en el Reino de su Padre. Para mostrarles cuáles son los valores del Reino de Dios. Para derribar ideas preconcebidas y paradigmas humanos.
Para mostrarles un camino más alto. Para elevar la vara. Para mostrarles que hay una forma de vivir más elevada.
¿Recuerdan la famosa frase cuando Jesús decía usted han oído que se dijo…pero yo les digo? Exactamente eso es lo que está pasando aquí.
Jesús estaba en el templo y se sentó cerca de la caja de las ofrendas y observaba cómo la gente venía y depositaba sus ofrendas. Observaba a las personas y lo que daban. Observaba tanto la actitud de la gente como la cantidad que depositaban.
Y claro está, Él también tenía una ventana al interior del corazón de las personas.
Jesús veía que muchos ricos se acercaban y depositaban grandes cantidades de dinero y parece que lo hacían de una forma que era evidente para todos los que observaban.
Si voy a dar esta gran cantidad de dinero, quizás algunos pensaba, es mejor que la gente lo vea. La gente debe ver cuán comprometido estoy con Dios y cuán piadoso soy.
Y si esa era la actitud del corazón entonces, como dijo Jesús en otra ocasión, esa sería toda la recompensa que recibirán; la admiración de la gente.
Y de pronto, alguien entró al templo, pero nadie le prestó atención porque era una persona de muy poco valor. Como dirían los sociólogos, era un non-person; una no-persona.
Era una mujer, posiblemente anciana y para colmo viuda y pobre.
Pero este tipo de persona son los que verdaderamente captan la atención de Jesús, y no solo su atención, sino que captan su corazón.
Porque en el Reino de su Padre el más pequeño es el más grande. El más insignificante para el mundo es el más importante para Dios. Los últimos son los primeros.
Posiblemente muchos de los que estaban en el templo habrán pensado de aquella mujer:
Pero qué hace esta aquí. Para que pierde el tiempo viniendo al templo si es evidente que Dios la ha abandonado. Definitivamente Él no escucha sus oraciones. Mira su condición. No quiero ni siquiera pensar en la magnitud de su pecado para que Dios la esté castigando.
Los ricos habrán dicho:
Frente a lo que yo ofrendo, que importancia puede tener lo que esta ofrende.
Pero Jesús también la observó detenidamente. No solo observó su actitud sino también la cantidad que ofrendó. Y por supuesto, observó muy bien su corazón.
Aquella mujer se acercó y depositó dos pequeñas monedas de cobre.
La moneda de cobre era la moneda de menos valor en circulación en aquel tiempo. Es como decir, un centavo para nosotros. Sin embargo, tenía mucho menos valor que un centavo.
Se cree que aquella moneda equivalía a 1/64 de un denario. Y un denario era el salario de un día.
Y aunque es difícil calcular la equivalencia de aquella moneda al valor de hoy, se cree que un denario podía equivaler a 16 centavos. Entonces si dividimos 16 centavos entre 64 nos da a 1/4 de centavo.
En otras palabras, para qué molestarse. Para qué pasar todo el trabajo de ir al templo para dar una ofrenda tan insignificante.
Pero la cosa se complica porque Jesús dice, en el verso 44, que aquella mujer dio todo lo que poseía, o sea, todo lo que tenía para vivir.
Por lo cual aquella viuda no era una viuda cualquiera. Era una viuda sin familia.
Sabemos que la ley de Moisés hacía provisión para las viudas. Si la mujer quedaba viuda joven, su deber era casarse nuevamente, o ser redimida por algún familiar de su esposo. Pero si era anciana y ya no podía recasarse, la familia inmediata tenía que hacerse responsable de ella. Empezando por sus hijos.
Por lo tanto, si Jesús dice que aquella viuda dio todo lo que poseía para vivir, debemos asumir que no tenía familia que la sostuviera.
En este caso el cuestionamiento sería distinto.
Por eso le puse por título a este sermón La Viuda Irresponsable. Porque nuestra primera reacción sería juzgar a esta mujer de irresponsable.
Cómo va a ofrendar todo lo que le queda. No es eso prácticamente un suicidio. Prefiere morirse de hambre a no ofrendar al Señor.
Cómo va a ofrendar lo que le queda. Esta mujer no le importa que tiene que pagar la casa, el carro, la compra. Que tiene que pagar el colegio de los nenes, el plan médico, el seguro de vida. La luz, el agua, el internet, el celular.
Definitivamente ante los ojos del mundo, ante los ojos del reino de este mundo, aquella mujer fue una irresponsable.
Pero Jesús la vio de una forma muy distinta.
Jesús le dijo a sus discípulos que aquella mujer, pobre, viuda echó más cantidad que todos los contribuyentes al tesoro del templo.
Porque aquellos dieron de lo que les sobraba pero aquella mujer dio todo lo que tenía.
¿Se da cuenta porqué yo digo que el diezmo es una mediocridad?
Ninguno de nosotros jamás estará en la condición socioeconómica que estaba aquella mujer. Por lo tanto, frente a ella, todos tenemos que avergonzarnos.
El acto de aquella mujer no fue un acto irresponsable, sino un acto de fe. Para ella, su sustento era uno solo, el Dios de su pueblo Israel. Ella depositó todo lo que tenía con la entera confianza de que al otro día Dios le daría el pan nuestro de cada día.
Su confianza en el Señor era a tal grado que no tuvo reparo en entregarlo todo.
Con la actitud de aquella mujer Jesús les enseñó a sus discípulos que en el Reino de su Padre lo importante no son las cantidades. Él no necesita nuestro dinero. Él es el dueño del oro y la plata.
En el Reino de su Padre lo importante es la actitud del corazón.
En quién está verdaderamente puesta mi confianza. ¿En mi dinero, en mis ahorros, en mis inversiones, en mi trabajo, en mi capacidad crediticia? ¿O en el Dios que me da las fuerzas diariamente y la sabiduría para levantarme a ir a trabajar?
No es que yo no crea en el diezmo. Yo lo que creo es que el diezmo es un buen punto de comienzo para comenzar a practicar la generosidad bíblica.
El diezmo fue una de las tantas leyes que Dios le dio al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento; en el Antiguo Pacto.
Y el corazón de esa ley no era tanto la cantidad sino el concepto de las primicias.
¿Quién tiene la primacía en mi vida? ¿Quién tiene la preeminencia en mi vida? ¿Quién tiene la prioridad en mi vida?
El diezmo tenía que ver con probar la confianza que el pueblo tenía en Dios.
Cuando un agricultor cosechaba la primera cosecha del año, no sabía cómo se iba a comportar la cosecha en el resto del año. No sabía cómo se iba a comportar el clima. No sabía si sus cosechas iban a ser afectadas por inundaciones o por sequías. No sabía si los pueblos enemigos iban a invadirlos y a saquear sus cosechas o si iban a ser afectadas por alguna plaga.
Entonces el agricultor tenía que decidir, o guardo el diez porciento de la primera cosecha por si ocurre una de estas calamidades durante el año, o se la entrego a mi Dios en señal de que mi confianza está puesta solo en Él.
Por lo tanto el diezmo tenía que ver más con la actitud del corazón que con la cantidad.
¿Qué es lo primero que hacemos cuando cobramos? ¿Qué es lo primero pagamos? ¿A quién le damos las primicias del fruto de nuestro esfuerzo?
Posiblemente algunos de ustedes no pueden dar ni siquiera el diezmo debido a malas decisiones financieras. No hay problema. Todos hemos estado ahí.
Pero creo que es hora de que demuestres tu confianza en Dios, tomando decisiones, buscando ayuda, creando un plan para poner en orden tus finanzas y así poder comenzar a practicar la generosidad bíblica.
Finalmente, ¿cuánto es suficiente? ¿Cuánto debo de dar? Si el pastor dice que el diezmo es una mediocridad, ¿cuál es el límite?
En la Alianza no solo creemos que Cristo es nuestro Salvador, Sanador y Rey que Viene, sino también nuestro Santificador.
Si eres cristiano, estás en un proceso de santificación. Proceso que comenzó el día que creíste en Él y culminará el día que Él regrese o que vayamos a su presencia.
Y el proceso de santificación no es otra cosa que Dios preparándonos para encontrarnos con Él.
¿Y cuál es el resultado final de esa preparación?
Simple y llanamente parecernos a Jesús; ser como Jesús.
En otras palabras, la vida cristiana es un proceso progresivo de cada día parecernos más a Jesús.
Y parecernos cada día más a Jesús implica actuar cada día más como Él.
¿Y cómo actuó Jesús en el tema de la generosidad?
Lo entregó todo. Hasta su propia vida.
¿Por qué usted cree que aquella viuda llamó tanto la atención de Jesús?
Porque cuando la vio Jesús se dijo a sí mismo, esta mujer es como yo. Esta mujer tiene mi corazón. Esta mujer actúa como si verdaderamente conociera a mi Padre y a su Reino. Esta mujer actúa como una auténtica hija de Dios. Como una auténtica ciudadana de su Reino.
Si la meta de Dios con nosotros es que cada día nos parezcamos más a su Hijo entonces tiene que haber un progreso en mi nivel de generosidad.
De la misma manera en que cada día debo estar creciendo en mi lucha contra el pecado, cada día debo estar creciendo en mi nivel de desprendimiento de las cosas materiales. Cada día debo estar creciendo en mi nivel de generosidad.
Tengo que confesarles que mientras preparo este sermón me enfrento con la realidad de que Johanna y yo llevamos ya casi tres años ofrendando lo mismo a la iglesia. O sea, que no ha habido un progreso en nuestro nivel de generosidad.
Y yo quiero que usted sepa que Johanna y yo damos más del 10% de nuestros ingresos. Si quiere pregúntele a Cheo. Y no lo digo para jactarme ni enorgullecerme. Lo digo porque si el pastor lo hace, definitivamente usted lo puede hacer. Es cuestión de tomar decisiones y de creer la palabra de que hay más bendición en dar que recibir.
Amados, yo no vine hoy a regañarlos o a tratar de manipularlos. Yo vine a retarlos, a animarlos, a exhortarlos. A decirles que según Jesús, hay bendición en la generosidad bíblica. Que hay bendición en cada día ser más como Él. Que hay bendición en hacer tesoros en el cielo.
Tampoco les hablo como si yo fuera un titán en este asunto. Pregúntele a Johanna. Les hablo desde la misma trinchera donde estamos todos.
Que Dios nos ayude a cada día engordar más y más nuestro banco celestial al ser más y más generosos.
Quiero culminar con las palabras del apóstol Pablo a los corintios:
6 Recuerden lo siguiente: un agricultor que siembra sólo unas cuantas semillas obtendrá una cosecha pequeña. Pero el que siembra abundantemente obtendrá una cosecha abundante. 7 Cada uno debe decidir en su corazón cuánto dar; y no den de mala gana ni bajo presión, «porque Dios ama a la persona que da con alegría». 8 Y Dios proveerá con generosidad todo lo que necesiten. Entonces siempre tendrán todo lo necesario y habrá bastante de sobra que compartir con otros. 9 Como dicen las Escrituras:
«Ellos comparten con libertad y dan generosamente a los pobres.
Sus buenas acciones serán recordadas para siempre».
10 Pues es Dios quien provee la semilla al agricultor y luego el pan para comer. De la misma manera, él proveerá y aumentará los recursos de ustedes y luego producirá una gran cosecha de generosidad en ustedes.
11 Efectivamente, serán enriquecidos en todo sentido para que siempre puedan ser generosos; y cuando llevemos sus ofrendas a los que las necesitan, ellos darán gracias a Dios. 12 Entonces dos cosas buenas resultarán del ministerio de dar: se satisfarán las necesidades de los creyentes de Jerusalén y ellos expresarán con alegría su agradecimiento a Dios.
13 Como resultado del ministerio de ustedes, ellos darán la gloria a Dios. Pues la generosidad de ustedes tanto hacia ellos como a todos los creyentes demostrará que son obedientes a la Buena Noticia de Cristo. 14 Y ellos orarán por ustedes con un profundo cariño debido a la desbordante gracia que Dios les ha dado a ustedes. 15 ¡Gracias a Dios por este don que es tan maravilloso que no puede describirse con palabras!