alimentacion de los 5000
cuando ponemos los recuersos en nuestros esfuerzos
5Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? 6Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer. 7Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco. 8
18Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. 19Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. 20Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron.
8Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: 9Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?
Andrés, el hermano de Simón Pedro, se dio cuenta de que la única comida disponible que había eran las cinco hogazas de pan de cebada y los dos pececillos que un muchacho había llevado para él. Los más pobres comían pan de cebada. La ofrenda del muchacho no era mucho, y era la comida diaria de la gente pobre.
3Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
El Señor Jesús llama “bienaventurados” a los que son pobres en espíritu. Se refiere a los humildes, los sencillos, los que no se dan importancia a sí mismos; se refiere a aquellos que tienen una profunda convicción de su naturaleza pecadora ante los ojos de Dios; estos son quienes no se creen “sabios en sus propios ojos y prudentes delante de sí mismos”. No son “ricos y enriquecidos”; no les gustaría estar en una posición en la que poder decir: “de ninguna cosa tengo necesidad”; se consideran “desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos”. ¡Bienaventuradas son tales personas! La humildad es como la primera letra del alfabeto cristiano. Para edificar muy alto debemos empezar muy abajo (cf. Isaías 5:21; Apocalipsis 3:17).