La Gloria de Cristo CAPITULO 8

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La Gloria de Cristo
Capítulo 8 (PDF CAPITULO 9)
Páginas 59-63 (PDF 39-42)
Bosquejo del capítulo 8
La Gloria de Cristo en su unión con la Iglesia
La imputación.
1- No hay injusticia en Dios al transferir los pecados de algunos a otros y castigarlos
2- Siempre existe una relación especial entre los que pecan y aquellos quienes son castigados.
3- Existe una unión mayor y una relación más cercana entre Cristo y la Iglesia que la que existe en cualquier otra unión en el mundo.
- Hay un vínculo natural entre Cristo y su Iglesia.
- Hay una vínculo moral y espiritual entre Cristo y la Iglesia.
- La tercera manera en que Cristo está unido con la Iglesia es por medio del nuevo pacto del cual El mismo es el fiador y prenda.
Nuestra unión con Cristo es tan real que ante los ojos de Dios es como si nosotros hubiésemos hecho y sufrido lo que Cristo hizo y sufrió para redimir a la Iglesia. Cristo actuó gloriosamente cuando "llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero" y cuando "padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 Pe.2:24, 3:18). El propósito de nuestro santo y justo Dios fue el de salvar a su Iglesia, pero no podría pasar por alto su pecado sin castigarlo. Por lo tanto, fue necesario que el castigo de ese pecado fuese transferido de aquellos que lo merecían pero no podrían soportarlo, a otro quien no lo merecía pero que si era capaz de sobrellevarlo. Este es el fundamento de la fe cristiana y toda la revelación divina contenida en la Escritura. Consideremos un poco más de cerca esta verdad y fijémonos cuan llena es de la gloria de Cristo.
1 No hay injusticia en Dios al transferir los pecados de algunos a otros y castigarlos
- Por ejemplo, cuando David pecó, setenta mil hombres fueron destruidos por el ángel de Jehová. "Y David dijo a Jehová cuando vio al ángel que destruía al pueblo: Yo pequé, yo hice la maldad; ¿Qué hicieron estas ovejas?" (2 Sam.24:15-17).
- Cuando los hijos de Judá fueron llevados cautivos (cautiverio Babilónico), Dios los castigó por los pecados de sus antepasados, especialmente aquellos pecados cometidos en los días de Manases (vea 2 Rey.23:26-27).
- Los siete hijos de Saúl fueron muertos a causa de los pecados de su padre (2 Sam.21:9-14).
- Así fue también con los hijos y los infantes que perecieron en la destrucción de Sodoma y Gomorra.
- En la destrucción final de la nación judía, Dios los castigó por haber derramado la sangre de todos los profetas desde el principio del mundo (Luc. 11: 50-51).
No hay injusticia en Dios al transferir los pecados de algunos a otros y castigarlos. La justicia divina no castiga arbitrariamente a algunos por los pecados de otros.
2 Siempre existe una relación especial entre los que pecan y aquellos quienes son castigados.
Por ejemplo, hay una relación 40
entre el padre y sus hijos
entre el rey y sus súbditos.
Hay también un sentido en que comparten el castigo.
A los hijos de Israel les fue dicho: "Y vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y ellos llevarán vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto" (Núm.l4:33).
El castigo debido a sus pecados fue transferido en parte a sus hijos.
Pero una parte de su propio castigo fue también el conocimiento de lo que ocurriría a sus hijos.
3 Existe una unión mayor y una relación más cercana entre Cristo y la Iglesia que la que existe en cualquier otra unión en el mundo
Hay un vínculo natural entre Cristo y su Iglesia.
ES NUESTRO HERMANO
Dios ha hecho todas las naciones de una misma sangre (vea Hech.l7:26). Cada hombre es hermano y prójimo de cada otro hombre (vea Luc.10:36).
Esta misma relación existe entre Cristo y la Iglesia. "Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo... porque él que santifica y los que son santificados, de uno son todos..." (Heb.2: ll, 14).
Sin embargo, en dos aspectos hay una diferencia entre la unión de Cristo con su Iglesia, y la hermandad común de toda la raza humana.
Primero, Él tomó nuestra naturaleza por un acto libre de su propia voluntad, pero nosotros no tuvimos ninguna opción de escoger el relacionarnos los unos con los otros por el nacimiento.
Segundo, El vino a ser unido con nosotros con un sólo propósito, es a saber, que en nuestra naturaleza redimiese a la Iglesia: "Para destruir por medio de la muerte, al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre" (Heb.2:14-15).
Hay una vínculo moral y espiritual entre Cristo y la Iglesia.
EL NOS AMO
Esto es como la relación entre
la cabeza y los miembros del cuerpo,
entre la vid y los pámpanos (Vea Ef.l:22-23 y Jn.5: l-2).
También es parecido a la unión que existe entre el esposo y la esposa. "Maridos amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella" (Ef.5:25).
Así como Él fue la cabeza y el esposo de la Iglesia (la cual sólo podría ser salvada y santificada por su sangre y sus sufrimientos), entonces fue apropiado que El sufriera, y que los beneficios de su sufrimiento pertenecieran a aquellos por quienes El sufrió.
Pudiera surgir la objeción dé que "siendo aún pecadores Cristo murió por nosotros" (Rom.5:8) y que no había ninguna unión entre Él y la Iglesia en ese momento. Somos unidos con Cristo por medio de la fe.
Por lo tanto, antes de nuestra regeneración, no estábamos unidos con El.
Pero entonces ¿Cómo podría sufrir justamente en favor de nosotros? Contesto que fue el propósito de Dios, antes de que Cristo sufriera, que la Iglesia de los elegidos fuera su esposa a fin de que El la amara y sufriera por ella. Jacob amaba a Raquel antes de que ella llegara a ser su esposa. "Jacob sirvió para adquirir mujer y por adquirir mujer fue pastor" (Os.l2:12). Raquel es llamada la esposa de Jacob debido a su amor por ella y porque ella estaba destinada a ser su esposa antes de que él se casara con ella.
Así Dios el Padre dio todos los elegidos a Cristo encomendándolos a Él para ser salvados y santificados. Cristo mismo dice al Padre: "He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran y me los diste... Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son" 011.17:6,9).
La tercera manera en que Cristo está unido con la Iglesia es por medio del nuevo pacto del cual El mismo es el fiador y prenda.
EL ES NUESTRO MEDIADOR
PERO NUESTRO SACRIFICIO TAMBIEN
"Jesús es hecho fiador de un mejor pacto." (Heb.7:22) Aquí tenemos el corazón del misterio de la manera sabia en que Dios salva a la Iglesia.
La transferencia de los pecados de los pecadores a Cristo (Aquel que es en todo sentido inocente, puro y justo en sí mismo) es la vida y alma de toda la enseñanza bíblica. La imputación
Lo que Cristo ha hecho por nosotros es lo que le hace glorioso para nosotros.
Consideremos la justicia de Dios en perdonar nuestros pecados. Todos los elegidos de Dios son pecadores. ¿Cómo puede Dios permanecer como justo si permite que sus elegidos no sean castigados puesto que no perdonó a los ángeles que pecaron y tampoco a Adán cuando pecó al principio?
La respuesta está en la unión entre Cristo y la Iglesia. Porque Cristo representa a la Iglesia ante los ojos de Dios, Dios le castiga justamente a Él por los pecados de ella, y así ellos son libre y gratuitamente perdonados (vea Rom.3:24-26).
En la cruz, la santidad y la justicia divinas se encuentran con su gracia y su misericordia. Esta es la gloria con la cual se deleitan y se satisfacen las almas de todos aquellos que creen. ¡Cuán maravilloso es para ellos ver a Dios regocijándose en su justicia y al mismo tiempo, mostrando misericordia al darles la salvación eterna! En el disfrute de esta gloriosa verdad quiero vivir y quiero morir.
También Cristo es glorioso en su obediencia a la ley, la cual El cumplió perfectamente. Fue absolutamente necesario que la ley fuese cumplida, pero nosotros nunca hubiéramos podido hacerlo.
No obstante, mediante la unión de Cristo y la Iglesia, la ley fue cumplida por El a favor nuestro. "Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la i unir; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne sino conforme al espíritu." (Rom.8:3-4)
Un entendimiento por la fe de esta gloria de Cristo acabará con todos los temores y quitará todas las dudas de las pobres almas tentadas. Tal conocimiento será un ancla para mantenerles firmes en todas las tormentas y pruebas de esta vida y en la hora de la muerte.
1- ¿Cuál es el fundamento de la fe cristiana y toda la revelación divina contenida en la Escritura? página 59 (PDF 39)
La doctrina de la imputación es fundamental
Genesis 15:6
6Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.[1]
Romanos 4:22-25
22por lo cual también su fe le fue contada por justicia. 23Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, 24sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, 25el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación. [2]
2 Corintios 5:21
21Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.[3]
1 Pedro 2:24
24quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.[4]
1Pedro 3:18
18Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios,[5]
Romanos 4:6-8
6Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, 7diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
Y cuyos pecados son cubiertos.
8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado. [6]
«Explicaré lo que queremos significar por la imputación de la justicia de Cristo.
A veces la expresión es tomada por nuestros teólogos en un sentido más amplio, por la imputación de todo lo que Cristo hizo y sufrió por nuestra redención con lo cual somos libres de culpa, y permanecemos justos ante los ojos de Dios;
y así la imputación implica tanto la satisfacción [la reparación o el pago] como la obediencia de Cristo.
Pero aquí yo la uso en un sentido más estricto, como la imputación de aquella justicia o virtud moral que consiste en la obediencia de Cristo. Y por esa obediencia imputada a nosotros, se quiere decir no otra cosa que esto, que esa justicia de Cristo es aceptada para nosotros, y admitida en lugar de aquella perfecta justicia interior que debería estar en nosotros mismos: la perfecta obediencia de Cristo será puesta a nuestra cuenta, así que tendremos los beneficios de ella, como si nosotros mismos la hubiéramos realizado: y así asumimos, que se nos es dado un derecho a la vida eterna como la recompensa de esta justicia» (Jonathan Edwards).
El pasaje que irradia la más clara luz sobre aquel aspecto de la justificación que ahora estamos considerando es 2 Corintios 5:21, «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.» Aquí tenemos las contra imputaciones: de nuestros pecados a Cristo, de Su justicia a nosotros. Como la enseñanza de este versículo es de tan vital importancia permítanos empeñarnos en considerar sus términos lo más detenidamente. ¿Cómo fue Cristo «hecho por nosotros pecado»? Por la imputación que Dios hizo sobre Él de nuestra desobediencia, o de nuestras transgresiones a la ley; de igual manera, nosotros somos hechos «justicia de Dios en Él» (en Cristo, no en nosotros mismos) por la imputación que Dios nos hace de la obediencia de Cristo, de Su cumplimiento a los preceptos de la ley por nosotros.
Nótese cuidadosamente que en 2 Corintios 5:21 es Dios quien «hizo» o estableció legalmente a Cristo para que fuera «pecado por nosotros,» aunque como Hebreos 10:7 muestra, el Hijo gustosamente accedió a esto. «Él fue hecho pecado por imputación: los pecados de todo Su pueblo fueron transferidos a Él, cargados sobre Él, y puestos a Su cuenta y teniéndolos sobre sí, Él fue tratado por la justicia de Dios como si Él hubiera sido no solamente un pecador, sino una masa de pecado: porque ser hecho pecado es una expresión más fuerte que ser un pecador» (John Gill). «Para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él» significa ser legalmente constituidos justos delante de Dios –justificados. «Esta es una justicia ‘en Él,’ en Cristo, y no en nosotros mismos, y por lo tanto debemos dar a entender la justicia de Cristo: así llamada, porque es forjada por Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas, el verdadero Dios, y la vida eterna.
Nuestra unión con Cristo es tan real que ante los ojos de Dios es como si nosotros hubiésemos hecho y sufrido lo que Cristo hizo y sufrió para redimir a la Iglesia. Cristo actuó gloriosamente cuando "llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero" y cuando "padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 Pe.2:24, 3:18). El propósito de nuestro santo y justo Dios fue el de salvar a su Iglesia, pero no podría pasar por alto su pecado sin castigarlo. Por lo tanto, fue necesario que el castigo de ese pecado fuese transferido de aquellos que lo merecían, pero no podrían soportarlo, a otro quien no lo merecía pero que si era capaz de sobrellevarlo.
La transferencia de los pecados de los pecadores a Cristo (Aquel que es en todo sentido inocente, puro y justo en sí mismo) es la vida y alma de toda la enseñanza bíblica. La imputación
2- ¿Cuáles son los dos aspectos que difieren entre la unión de Cristo con su Iglesia, y la hermandad común de toda la raza humana? página 61 (PDF 40)
‌‌ Primero, Él tomó nuestra naturaleza por un acto libre de su propia voluntad, pero nosotros no tuvimos ninguna opción de escoger el relacionarnos los unos con los otros por el nacimiento.
Segundo, El vino a ser unido con nosotros con un sólo propósito, es a saber, que en nuestra naturaleza redimiese a la Iglesia: "Para destruir por medio de la muerte, al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre" (Heb.2:14-15).
3- ¿Qué es lo que hace a Cristo glorioso para nosotros? página 62 (PDF 41)
Lo que Cristo ha hecho por nosotros es lo que le hace glorioso para nosotros.
4- ¿Por qué fue necesaria la obediencia perfecta de Cristo? página 63 (PDF 42)
‌También Cristo es glorioso en su obediencia a la ley, la cual El cumplió perfectamente. Fue absolutamente necesario que la ley fuese cumplida, pero nosotros nunca hubiéramos podido hacerlo.
No obstante, mediante la unión de Cristo y la Iglesia, la ley fue cumplida por El a favor nuestro. "Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la i unir; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne sino conforme al espíritu." (Rom.8:3-4)
5- ¿Porque es tan necesario para los cristianos tener un entendimiento por la fe de la gloria de Cristo en Su Unión con la Iglesia? página 63 (PDF 42)
Un entendimiento por la fe de esta gloria de Cristo acabará con todos los temores y quitará todas las dudas de las pobres almas tentadas. Tal conocimiento será un ancla para mantenerles firmes en todas las tormentas y pruebas de esta vida y en la hora de la muerte.
Aplicaciones
[1] Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 15:6. [2] Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Ro 4:22–25. [3] Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), 2 Co 5:21. [4] Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), 1 P 2:24. [5] Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), 1 P 3:18. [6] Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Ro 4:6–8.
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