Ecuanimidad y fe visible
Sangiago • Sermon • Submitted
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1 Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. 2 Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, 3 y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; 4 ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? 5 Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? 6 Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? 7 ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?
1 Hermanos míos, la fe que tienen en nuestro glorioso Señor Jesucristo no debe dar lugar a favoritismos. 2 Supongamos que en el lugar donde se reúnen entra un hombre con anillo de oro y ropa elegante, y entra también un pobre desharrapado. 3 Si atienden bien al que lleva ropa elegante y le dicen: «Siéntese usted aquí, en este lugar cómodo», pero al pobre le dicen: «Quédate ahí de pie» o «Siéntate en el suelo, a mis pies», 4 ¿acaso no hacen discriminación entre ustedes, juzgando con malas intenciones?
5 Escuchen, mis queridos hermanos: ¿No ha escogido Dios a los que son pobres según el mundo para que sean ricos en la fe y hereden el reino que prometió a quienes lo aman? 6 ¡Pero ustedes han menospreciado al pobre! ¿No son los ricos quienes los explotan a ustedes y los arrastran ante los tribunales? 7 ¿No son ellos los que blasfeman el buen nombre de aquel a quien ustedes pertenecen?
1 Mis amados hermanos, ¿cómo pueden afirmar que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo si favorecen más a algunas personas que a otras?
2 Por ejemplo, supongamos que alguien llega a su reunión vestido con ropa elegante y joyas costosas y al mismo tiempo entra una persona pobre y con ropa sucia. 3 Si ustedes le dan un trato preferencial a la persona rica y le dan un buen asiento, pero al pobre le dicen: «Tú puedes quedarte de pie allá o bien sentarte en el piso», ¿acaso 4 esta discriminación no demuestra que sus juicios son guiados por malas intenciones?
5 Escúchenme, amados hermanos. ¿No eligió Dios a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe? ¿No son ellos los que heredarán el reino que Dios prometió a quienes lo aman? 6 ¡Pero ustedes desprecian a los pobres! ¿Acaso no son los ricos quienes los oprimen a ustedes y los arrastran a los tribunales? 7 ¿Acaso no son ellos los que insultan a Jesucristo, cuyo noble nombre ustedes llevan?
1 Hermanos míos, no tengan su fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo con una actitud de favoritismo.
2 Porque si en su congregación entra un hombre con anillo de oro y vestido de ropa lujosa, y también entra un pobre con ropa sucia,
3 y dan atención especial al que lleva la ropa lujosa, y dicen: «Siéntese aquí, en un buen lugar»; y al pobre dicen: «Tú estate allí de pie, o siéntate junto a mi estrado»;
4 ¿acaso no han hecho distinciones entre ustedes mismos, y han venido a ser jueces con malos pensamientos?
5 Hermanos míos amados, escuchen: ¿No escogió Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que Él prometió a los que lo aman?
6 Pero ustedes han despreciado al pobre. ¿No son los ricos los que los oprimen y personalmente los arrastran a los tribunales?
7 ¿No blasfeman ellos el buen nombre por el cual ustedes han sido llamados?
¿Eres capaz de recibir bien una exhortación? En realidad, no todo el mundo lo es. Una de nuestras reacciones típicas es ponernos a la defensiva si alguien tiene algo que decir en cuanto a nuestro comportamiento, nuestro estilo de vida o nuestras decisiones. “Mi vida es mi vida”, es el razonamiento y el argumento que prevalece generalmente.
Pero cuanto nos presentamos ante Dios, cuando nos acercamos a nuestro Creador, el que nos conoce mejor que nosotros mismos y aun así nos ama, tenemos que tener otra actitud. De Dios siempre tenemos que estar dispuestos a recibir exhortaciones, correcciones, regaños y todo lo que Él quiera decirnos, porque siempre será por amor, y siempre será para nuestro bien.
1 Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas.
1 Hermanos míos, la fe que tienen en nuestro glorioso Señor Jesucristo no debe dar lugar a favoritismos.
1 Mis amados hermanos, ¿cómo pueden afirmar que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo si favorecen más a algunas personas que a otras?
1 Hermanos míos, no tengan su fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo con una actitud de favoritismo.
Este versículo es algo así como un título para lo que Santiago va a enseñar a continuación. Necesitamos recordar que él no escribió su carta con capítulos y versículos, sino que “simpemente escribió”. Nos acaba de exhortar en cuanto al hecho de que no alcanza con que escuchemos la Palabra, sino que la tenemos que poner en práctica. Ahora tiene esto para decirnos.
Una vez más, su enseñanza en este versículo es algo así como el título de lo que está desarrollando a continuación. Pero reflexionemos:
¿Qué significa que nuestra fe en Jesús sea sin ascepción de personas?
La palabra que aquí se traduce como “acepción de personas” es una referencia a las apariencias. Eso incluye algunas referencias a la raíz de esta palabra como “máscara” o “antifaz”.
Lo que Santiago nos está diciendo que debemos evitar como creyentes en el Señor Jesucristo es que nuestro trato con nuestros semejantes sea determinado por su apariencia.
No trates a las personas de acuerdo a cómo se ven.
Tal comportamiento relacionar no es digno de quienes han creído en Jesús y le siguen como sus discípulos.
¿Eres consciente de que la apariencia de las personas te impresiona y a veces determina cómo les tratas? ¿Te has dado cuenta de que procuramos vestirnos de tal manera que podamos provocar una buena impresión en las personas con las que nos relacionamos?
Sí, estas son cosas que influyen en nuestras relaciones, y debemos prestar atención para evitar cometer errores y caer en el juicio de quienes nos rodean.
Este es uno de esos casos en los que necesitamos prestar atención a la Palabra con cuidado, luego compararla con nuestro comportamiento y ver de qué manera la podemos aplicar a nuestras vidas. Si nos descuidamos, si no tomamos la Palabra en serio, no vamos a prestar atención a cuáles son los reales motivos por los que tratamos a unos de una manera y a otros de otra.
2 Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, 3 y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; 4 ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? 5 Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? 6 Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? 7 ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?
2 Supongamos que en el lugar donde se reúnen entra un hombre con anillo de oro y ropa elegante, y entra también un pobre desharrapado. 3 Si atienden bien al que lleva ropa elegante y le dicen: «Siéntese usted aquí, en este lugar cómodo», pero al pobre le dicen: «Quédate ahí de pie» o «Siéntate en el suelo, a mis pies», 4 ¿acaso no hacen discriminación entre ustedes, juzgando con malas intenciones?
5 Escuchen, mis queridos hermanos: ¿No ha escogido Dios a los que son pobres según el mundo para que sean ricos en la fe y hereden el reino que prometió a quienes lo aman? 6 ¡Pero ustedes han menospreciado al pobre! ¿No son los ricos quienes los explotan a ustedes y los arrastran ante los tribunales? 7 ¿No son ellos los que blasfeman el buen nombre de aquel a quien ustedes pertenecen?
2 Por ejemplo, supongamos que alguien llega a su reunión vestido con ropa elegante y joyas costosas y al mismo tiempo entra una persona pobre y con ropa sucia. 3 Si ustedes le dan un trato preferencial a la persona rica y le dan un buen asiento, pero al pobre le dicen: «Tú puedes quedarte de pie allá o bien sentarte en el piso», ¿acaso 4 esta discriminación no demuestra que sus juicios son guiados por malas intenciones?
5 Escúchenme, amados hermanos. ¿No eligió Dios a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe? ¿No son ellos los que heredarán el reino que Dios prometió a quienes lo aman? 6 ¡Pero ustedes desprecian a los pobres! ¿Acaso no son los ricos quienes los oprimen a ustedes y los arrastran a los tribunales? 7 ¿Acaso no son ellos los que insultan a Jesucristo, cuyo noble nombre ustedes llevan?
2 Porque si en su congregación entra un hombre con anillo de oro y vestido de ropa lujosa, y también entra un pobre con ropa sucia,
3 y dan atención especial al que lleva la ropa lujosa, y dicen: «Siéntese aquí, en un buen lugar»; y al pobre dicen: «Tú estate allí de pie, o siéntate junto a mi estrado»;
4 ¿acaso no han hecho distinciones entre ustedes mismos, y han venido a ser jueces con malos pensamientos?
5 Hermanos míos amados, escuchen: ¿No escogió Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que Él prometió a los que lo aman?
6 Pero ustedes han despreciado al pobre. ¿No son los ricos los que los oprimen y personalmente los arrastran a los tribunales?
7 ¿No blasfeman ellos el buen nombre por el cual ustedes han sido llamados?
Los ejemplos siempre son buenos para que podamos comprender las enseñanzas. Aquí nos es presentado un ejemplo.
Se trata de una reunión de la iglesia, una reunión en la que participan varias personas. A veces, cuando venimos a las reuniones procuramos vernos todos parecidos. Las primeras ocasiones en que participamos en las reuniones del grupo observamos atentamente lo que la gente hace, cómo hablan, la vestimenta que llevan puesta y otros detalles. Entonces, luego, tendemos a mimetizarnos, a parecernos a los demas, a no desentonar. ¿El propósito? No queremos ser criticados o diferenciados como consecuencia de ese tipo de detalles.
¿Puede existir este tipo de discriminación social en nuestra iglesia? ¿Puede suceder en las iglesias del siglo XXI? Lamentablemente, sí sucede, y es por eso que tenemos que recordar y aplicar esta enseñanza.
El rico y bien vestido llega a la congregación y se le trata con otro respeto. A veces es simplemente algo inconsciente, no planificado, pero así “nos sale”.
El pobrel y mal vestido es practicamente ignorado, en el mejor de los casos, siempre y cuando no se le haga notar diretamentre que no perenece allí. ¿No pertenece?
¿Qué es lo que discriminamos en nuestro tiempo? ¿Los tatuajes? ¿El cabello de colores “no naturales”? ¿Determinadas vestimentas?
“Ves a la persona y ya sabes cómo es”… ¿En serio? ¿Es cierto esto?
Ya quisiéramos nosotros tener la capacidad que tenía el Señor.
23Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. 24Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, 25y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre. 11 Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Jn 2:23–25.
¿Para quién o quienes es el evangelio? ¿Solamente para los que sen bien o realmente para todos?
¿Con qué tipo de personas se relacionó Jesús? El Maestro sorprendió a todos en su entorno. Los rabinos de su época por lo general se rodeaban de “gente digna”. Jesús vivía rodeado de prostitutas y hombres de mala vida, los marginados de la sociedad.
El error a evitar, entonces, es hacer distinciones entre nosotros mismos y venir a ser jueces con malos pensamientos.
No. De ninguna manera somos jueces de nadie.
Evita esos malos pensamientos que conducen a malas actitudes.
¿Cuál e4s la actitud de Dios hacia las personas?
Es posible que justamente aquellos a los que nosotros despreciaríamos por su apariencia o su conducta sean justamente aquellos a quienes Dios quiere bendecir y proteger, los que serían más capaces que otros de entender su condición espiritual y volverse a Él con un corazón arrepentido.
Eso fue lo que sucedió durante el ministerio de Jesús, y en diversos momentos de la historia.
A eso se refiere Santiago cuando de que Dios ha elegido a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman.
Sí, no se ven bien. Tal vez no huelan bien. Es posible que tengan poca educación. Tal vez no hablen como nosotros hablamos. Pero Dios les ama.
8 Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; 9 pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. 10 Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. 11 Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. 12 Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. 13 Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.
8 Hacen muy bien si de veras cumplen la ley suprema de la Escritura: «Ama a tu prójimo como a ti mismo»; 9 pero si muestran algún favoritismo, pecan y son culpables, pues la misma ley los acusa de ser transgresores. 10 Porque el que cumple con toda la ley pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda. 11 Pues el que dijo: «No cometas adulterio», también dijo: «No mates.» Si no cometes adulterio, pero matas, ya has violado la ley.
12 Hablen y pórtense como quienes han de ser juzgados por la ley que nos da libertad, 13 porque habrá un juicio sin compasión para el que actúe sin compasión. ¡La compasión triunfa en el juicio!
8 Por supuesto, hacen bien cuando obedecen la ley suprema tal como aparece en las Escrituras: «Ama a tu prójimo como a ti mismo»; 9 pero si favorecen más a algunas personas que a otras, cometen pecado. Son culpables de violar la ley.
10 Pues el que obedece todas las leyes de Dios menos una es tan culpable como el que las desobedece todas, 11 porque el mismo Dios que dijo: «No cometas adulterio», también dijo: «No cometas asesinato». Así que, si ustedes matan a alguien pero no cometen adulterio, de todos modos han violado la ley.
12 Entonces, en todo lo que digan y en todo lo que hagan, recuerden que serán juzgados por la ley que los hace libres. 13 No habrá compasión para quienes no hayan tenido compasión de otros, pero si ustedes han sido compasivos, Dios será misericordioso con ustedes cuando los juzgue.
8 Si en verdad ustedes cumplen la ley real conforme a la Escritura: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo», bien hacen.
9 Pero si muestran favoritismo, cometen pecado y son hallados culpables por la ley como transgresores.
10 Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero falla en un punto, se ha hecho culpable de todos.
11 Pues el que dijo: «No cometas adulterio», también dijo: «No mates». Ahora bien, si tú no cometes adulterio, pero matas, te has convertido en transgresor de la ley.
12 Así hablen ustedes y así procedan, como los que han de ser juzgados por la ley de la libertad.
13 Porque el juicio será sin misericordia para el que no ha mostrado misericordia. La misericordia triunfa sobre el juicio.
Dios nos creó como seres relacionales, con la necesidad de interactuar con otros, de apoyarnos unos a otros, de reir juntos, de compartir. Al mismo tiempo, Dios también sabe que es en nuestras relaciones donde cometemos la mayoría de nuestros pecados y errores. Es cuando nos relacionamos que podemos caer en mentir, codiciar, robar, agredir y mucho más. Es por eso que el propio Maestro reconoció el valor de los mandamientos más importantes.
34Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. 35Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: 36Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38Este es el primero y grande mandamiento. 39Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. 11 Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Mt 22:34–40.
¿Cumplimos con estos mandamientos? Sabemos que debemos amar a Dios por encima de todo, y procuramos que eso determine nuestro estilo de vida. Hemos sido creados para darle honra y alabanza a nuestro Dios, para amarle con todo nuestro ser.
Pero, ¿prestamos atención al segundo mandamiento en importancia? Es el propio Jesús que los categorizó de esta manera, como el mayor y el que le sigue, añadiendo que si cumplimos con estos dos mandamientos, cumpliremos con toda la ley de Dios.
Al mismo tiempo, el mandamiento de amarnos los unos a los otros es el más reiterado del todo el Nuevo Testamento, tal vez el más reiterado de toda la Biblia.
¿Amas a tu prójimo como a ti mismo? Tal vez creas tener el pretexto de que “no sabes quién es tu prójimo”. Cuando un intérprete de la ley le preguntó a Jesús al respecto, Él le respondió con la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37), y luego le indicó “Ve, y haz tú lo mismo”.
¿Estás haciendo tú lo mismo?
Somos llamados a cuidar de los que están a nuestro alrededor.
Esto no se aplica solamente a nuestras reuniones, sino a nuestra actitud hacia quienes nos rodean en todo momento. Nuestra sociedad ya cuenta con suficiente rechazo, egoísmo y desprecio. No necesitamos añadir el nuestro. Al contrario, tenemos que hacer la diferencia, tal como nuestro Maestro lo hizo.
¿Vamos a ser diferentes a otras iglesias si lo hacemos? Probablemente, sí. Pero debemos siempre preferir agradar y honrar al que nos ama y nos salvó por encima de todo otro valor en la vida.
Santiago es muy directo: “...si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedais convictos por la ley como transgresores” (recordemos que esta carta está dirigida a “las doce tribus en la dispersión”, es decir, judíos cristianos, profundamente conocedores de la Ley y que le tenían mucho respeto). En resumidas cuentas: no caigas en el error de la discriminación. No quieres ser culpable de juicio ante el Señor.
¿Esto quiere decir que tengo que estar a favor del movimiento LGBT, por ejemplo? No, quiere decir que no tienes que señalar a los homosexuales como seres humanos despreciables, indignos de ser perdonados por Dios o de segunda categoría. Los homosexuales también pueden llegar a conocer a Jesús como su Salvador, y Él puede obrar en sus vidas.
En esta enseñanza hay un detalle bien interesante: Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. No hables ni actúes como si los únicos que fueran a ser juzgados fueran los otros, los diferentes, esos a quienes llamamos “rebeldes”. Tú y yo vamos a ser juzgados, por lo que tenemos que conducirnos con temor y vestirnos de humildad. No estamos por encima de nadie, y no se nos ha otorgado la posición de juzgar a otros.
Ahora, presta atención al valor que Santiago destaca en el versículo 13: la misericordia.
Somos llamados a tener misericordia de los demás, así como Dios ha tenido misericordia de nosotros. La misericordia puede ser definida como “amor en acción”, que una vez más, es aquel que el Maestro enseña en la parábola del buen samaritano.
Ni tú ni nadie quiere recibir juicio sin misericordia. Bueno, pues, eso es lo que le espera a toda persona que no hiciere misericordia.
Presta atención: la misericordia no es algo que se siente, que se lleva muy por dentro; es algo que se hace.
¿Estás haciendo misericordia con los que te rodean?
Los hijos de Dios se caracterizan por la misericordia.
7Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 11 Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Mt 5:7.
Podríamos agregar que los que no hacen misericordia son dignos de lástima.
No nos conformemos con saber que esto está escrito en la Biblia. Hagamos misericordia.
14 Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. 19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. 20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? 21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? 23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. 24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. 25 Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? 26 Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
14 Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? 15 Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, 16 y uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse», pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso? 17 Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta.
18 Sin embargo, alguien dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras.»
Pues bien, muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras. 19 ¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios lo creen, y tiemblan.
20 ¡Qué tonto eres! ¿Quieres convencerte de que la fe sin obras es estéril? 21 ¿No fue declarado justo nuestro padre Abraham por lo que hizo cuando ofreció sobre el altar a su hijo Isaac? 22 Ya lo ves: Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la perfección por las obras que hizo. 23 Así se cumplió la Escritura que dice: «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia», y fue llamado amigo de Dios. 24 Como pueden ver, a una persona se la declara justa por las obras, y no sólo por la fe.
25 De igual manera, ¿no fue declarada justa por las obras aun la prostituta Rajab, cuando hospedó a los espías y les ayudó a huir por otro camino? 26 Pues como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
14 Amados hermanos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe si no lo demuestra con sus acciones? ¿Puede esa clase de fe salvar a alguien? 15 Supónganse que ven a un hermano o una hermana que no tiene qué comer ni con qué vestirse 16 y uno de ustedes le dice: «Adiós, que tengas un buen día; abrígate mucho y aliméntate bien», pero no le da ni alimento ni ropa. ¿Para qué le sirve?
17 Como pueden ver, la fe por sí sola no es suficiente. A menos que produzca buenas acciones, está muerta y es inútil.
18 Ahora bien, alguien podría argumentar: «Algunas personas tienen fe; otras, buenas acciones». Pero yo les digo: «¿Cómo me mostrarás tu fe si no haces buenas acciones? Yo les mostraré mi fe con mis buenas acciones».
19 Tú dices tener fe porque crees que hay un solo Dios. ¡Bien hecho! Aun los demonios lo creen y tiemblan aterrorizados. 20 ¡Qué tontería! ¿Acaso no te das cuenta de que la fe sin buenas acciones es inútil?
21 ¿No recuerdas que nuestro antepasado Abraham fue declarado justo ante Dios por sus acciones cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿Ya ves?, su fe y sus acciones actuaron en conjunto: sus acciones hicieron que su fe fuera completa. 23 Y así se cumplió lo que dicen las Escrituras: «Abraham le creyó a Dios, y Dios lo consideró justo debido a su fe». Incluso lo llamaron «amigo de Dios». 24 Como puedes ver, se nos declara justos a los ojos de Dios por lo que hacemos y no sólo por la fe.
25 Rahab, la prostituta, es otro ejemplo. Fue declarada justa ante Dios por sus acciones cuando ella escondió a los mensajeros y los ayudó a regresar sin riesgo alguno por otro camino. 26 Así como el cuerpo sin aliento está muerto, así también la fe sin buenas acciones está muerta.
14 ¿De qué sirve, hermanos míos, si alguien dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarlo?
15 Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario,
16 y uno de ustedes les dice: «Vayan en paz, caliéntense y sáciense», pero no les dan lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?
17 Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta.
18 Pero alguien dirá: «Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras».
19 Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan.
20 Pero, ¿estás dispuesto a admitir, oh hombre vano, que la fe sin obras es estéril?
21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
22 Ya ves que la fe actuaba juntamente con sus obras, y como resultado de las obras, la fe fue perfeccionada;
23 y se cumplió la Escritura que dice: «Y Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia», y fue llamado amigo de Dios.
24 Ustedes ven que el hombre es justificado por las obras y no solo por la fe.
25 Y de la misma manera, ¿no fue la ramera Rahab también justificada por las obras cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?
26 Porque así como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin las obras está muerta.
¿Eres una persona de fe? ¿Tienes fe?
¡Excelente! ¡Qué bueno! ¡Te felicito!
Ahora, muéstrame tu fe. ¿Cómo lo harías?
Nuestra explicación más directa sería que la fe es algo que se lleva en el corazón, que lo llena a uno de seguridad, paz y consuelo, y que no se ve externamente. ¿No es así? Pues, tal vez...
Lo que necesitamos entender es que hay ciertas cosas que si no se exteriorizan no existen, y Santiago, muy directo y frontal como siempre, diría que están muertas.
¿No es el amor también un sentimiento, algo que uno lleva bien profundo en el corazón, algo que uno siente y que no se ve?
Díselo a tu familia. Si llevas tu amor por ellos tan profundo y bien grabado en tu corazón pero no se exterioriza ni se manifesta en ninguna de tus acciones, permíteme decirte que estás en problemas.
Lo mismo sucede en cuanto a la fe. Si no se exterioriza, si no se pone de manifesto en nuestras acciones, relaciones y decisiones, estamos en problemas. La fe auténtica se hace visible.
Santiago conecta el asunto de la fe directamente con la cuestión de la salvación. ¿Podrá la fe salvarle? Esto en el caso de que uno lleve la fe en su corazón pero no tenga ninguna acción que la demuestre.