Teología Propia - Día 4
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Creación y providencia
Hemos dicho que la Escritura no discute sobre Dios, o explica que clase de ser es Dios, mas bien asume su existencia revelando la gloria de la obra de sus manos. La escritura nos invita a mirar lo que Dios ha hecho en su creación, lo que hace en su providencia y la salvación que ha obrado en favor de su pueblo, diciéndonos mirad las obras del Señor.
¡Cuán numerosas son Tus obras, oh Señor! Con sabiduría las has hecho todas; Llena está la tierra de Tus posesiones.
Como dice BavincK: “No aprendemos a conocer y a glorificar a Dios de forma independiente de su obra, sino en y a través de sus obras en la naturaleza y en la gracia. Por eso la Sagrada Escritura nos señala constantemente las poderosas obras de Dios”
¡Qué grandes son Tus obras, oh Señor, Cuán profundos Tus pensamientos!
Todo lo que Dios ha hecho lo hizo libremente. El hace, sostiene y dirige todas las cosas por su Palabra.
Porque Él habló, y fue hecho; Él mandó, y todo se confirmó.
Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
Todas las obras de Dios, tanto las de la creación como las de la redención, son producto no solo de su pensamiento sino también de su voluntad.
”Él es grande en consejo y poderoso en obras, cuyos ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno conforme a sus caminos y conforme al fruto de sus obras.
Dios es soberano sobre todas las cosas, también sobre la transgresión de los injustos al entregar a Cristo a la cruz y a la muerte
»Este fue entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios, y ustedes lo clavaron en una cruz por manos de impíos y lo mataron.
para hacer cuanto Tu mano y Tu propósito habían predestinado que sucediera.
BavinK: “El hecho de que las cosas y los acontecimientos, incluidos los pensamientos y las acciones pecaminosos de los hombres, se hayan conocido y fijado eternamente en ese consejo de Dios no les roba su propio carácter, sino que los establece y garantiza todos, cada uno en su propio tipo y naturaleza y en su propio contexto y circunstancias. En ese consejo de Dios están incluidos el pecado y el castigo, pero también la libertad y la responsabilidad, el sentido del deber y la conciencia, y la ley y la justicia. En ese consejo de Dios todo lo que sucede está en el mismo contexto en el que se manifiesta ante nuestros ojos. En él se definen las condiciones, las consecuencias, los medios y los fines, los caminos y los resultados, las oraciones y las respuestas a las oraciones, la fe y la justificación, la santificación y la glorificación. Según los términos de ese consejo, Dios dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que creyera en el tuviera vida eterna”
Que gran consuelo esta doctrina. No estamos en manos de un destino ciego, sino en manos del Dios todopoderoso, que es también un Padre misericordioso.
EL PROBLEMA DEL MAL
Si Dios en verdad es la causa, mediante su actividad providencial, de todo lo que sucede en el mundo, surge la pregunta: “¿Cuál es la relación entre Dios y el mal en el mundo?” ¿Es en realidad Dios la causa de las acciones malas que hace la gente? Si es así, ¿no es Dios culpable del pecado?
Dios no es autor del mal:
La Biblia nunca le echa la culpa a Dios del mal ni muestra a Dios complaciéndose en el mal, y la Biblia nunca excusa a los seres humanos por el mal que hacen.
Dios utiliza el mal
Varios pasajes afirman que Dios hizo que sucedieran algunos acontecimientos malos y que se hicieran obras malas. Pero no muestran a Dios directamente haciendo algo malo, sino más bien haciendo que se hagan obras malas mediante la acción voluntaria de criaturas morales.
La maldad de los hermanos de José: Gen 37:4, 5, 8, 11, 20, 24, 28. Gen 45:5; 50:20
El Éxodo: Ex 4:21; 7:3; 9:12; 10:20 (faraón endureció su corazón en 8:15, 32; 9:34). Dios lo usó: Ex 9:16; Rom 9:17-18; Ex 14:17; Sal 10:25
El caso de Job: Dios usó agentes secundarios: Job 1:12, 15, 17, 19. Job reconoció que todo venía de la mano de Dios (1:21) pero no le echó la culpa por el mal (1:22)
La cruz: Hch 2:23; 4:27-28 Dios no los forzó a actuar contra sus voluntades; más bien, Dios hizo que se realizara su plan mediante las decisiones voluntarias de ellos, de las que ellos, fuera como fuera, eran responsables (Lucas 22:22)
La tribulación: 2 Tes 2:11-12
Análisis de versículos que relacionan a Dios y el mal.
Dios usa todas las cosas para cumplir sus propósitos e incluso usa el mal para su gloria y para nuestro bien: Rom 8:28, Gen 50:20; Pr 16:4; Sal 76:10; Rom 9:14-24ç
Sin embargo, Dios nunca hace el mal y tampoco hay que echarle la culpa del mal: Lucas 22:22; Mateo 18:7; Santiago 1:13-14
Las alternativas a esto son contradicciones:
1) Si Dios causa el mal – entonces no es santo, y por tanto no es Dios
2) Si el mal existe, pero Dios no quiere – entonces no es soberano, y no es Dios
Dios rectamente culpa y juzga a las criaturas morales por el mal que hacen: Isa. 66:3-4; Ecl 7:29 ¿Entonces porque Dios juzga?
¿Qué diremos entonces? ¿Qué hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! Porque El dice a Moisés: «Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia, y tendré compasión del que Yo tenga compasión». Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: «Para esto mismo te he levantado, para demostrar Mi poder en ti, y para que Mi nombre sea proclamado por toda la tierra». Así que Dios tiene misericordia, del que quiere y al que quiere endurece. Me dirás entonces: «¿Por qué, pues, todavía reprocha Dios? Porque ¿quién resiste a Su voluntad?» Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: «Por qué me hiciste así?» ¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honorable y otro para uso ordinario? ¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar Su ira y hacer notorio Su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción? Lo hizo para dar a conocer las riquezas de Su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano Él preparó para gloria, es decir, nosotros, a quienes también llamó, no solo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles.
El mal es algo real, no una ilusión, y no debemos nunca hacer el mal porque siempre nos hace daño a nosotros y a otros: Mat 6:13; Stg 5:19-20; 1 Pe 2:11; Rom 3:8
¿Podemos imitar a Dios usando el mal para propósitos buenos? (cf. Adoración, juicio final)
A pesar de todas las afirmaciones anteriores, debemos llegar al punto en que confesamos que no entendemos cómo es que Dios puede ordenar que realicemos obras malas, y sin embargo considerarnos culpables a nosotros y no a él. A fin de cuentas el problema de la relación de Dios con el pecado sigue siendo un misterio
Libertad y Responsabilidad Humanas
¿Somos “libres”? ¿Tenemos “libre albedrío”?
Depende de nuestra definición de libertad
Una “libertad” absoluta, totalmente libre del control de Dios, es totalmente imposible en un mundo providencialmente sostenido y dirigido por Dios mismo. Si eso es a lo que llaman “libre albedrío”, no es el libre albedrío que la Biblia dice que tenemos. Estar fuera del control providencial de Dios ¡simplemente sería no existir!
Somos libres en el sentido de que hacemos lo que queremos hacer.
Pero Dios puede de alguna manera influir en lo que queremos (Fil 2:13; Pr 21:1).
Dios hace que sucedan todas las cosas que suceden, pero lo hace de tal manera que de cierta manera mantiene nuestra capacidad de tomar decisiones responsables y voluntarias, decisiones que tienen resultados reales y eternos, y por las que se nos considera responsables.
¿Qué importancia tienen nuestras acciones como humanos?
Sea como sea, somos responsables de nuestras acciones.
Nuestras acciones tienen resultados reales y cambian el curso de los acontecimientos. La oración es una clase específica de acción que tiene resultados definitivos y hace que cambie el curso de los acontecimientos
En conclusión, ¡debemos actuar!
Debido a que la Biblia enseña la providencia de Dios, debemos creerla, aunque no entendamos por completo cómo encaja con las demás enseñanzas de la Biblia
Cuando se sostiene como se debe la doctrina de la Providencia de Dios, el fruto será una más amplia confianza en Dios en toda circunstancia, gratitud por todas las bendiciones de Dios, y paciencia en toda clase de adversidad.
El mundo fue llamado a la existencia por la voluntad de Dios (Ap. 4:11) y que las cosas que se ven no fueron hechas de cosas que se ven (Heb. 11:3). En Génesis 1:1 inmediatamente Dios llamó a la los cielos y la tierra en su condición completa. Los ángeles también llegaron a existir aquí. ,
»¿Dónde estabas tú cuando Yo echaba los cimientos de la tierra? Dímelo, si tienes inteligencia. »¿Quién puso sus medidas? Ya que sabes. ¿O quién extendió sobre ella cordel? »¿Sobre qué se asientan sus basas, O quién puso su piedra angular Cuando cantaban juntas las estrellas del alba, Y todos los hijos de Dios gritaban de gozo?
Toda la obra de la creación, según el repetido testimonio de las Escrituras,' se completó en seis días. Estos días indican el orden temporal en el que las criaturas fueron creadas sucesivamente, pero al mismo tiempo contienen una sugerencia de la relación de rango en la que estas criaturas se enfrentan entre sí. La planta precede al animal, y el animal precede al hombre.
El hombre es y sigue siendo la corona de la creación: la creación y la preparación de la tierra surgen en él y convergen en él. De ahí que también la Escritura nos diga tan poco sobre la creación de los ángeles, limitándose principalmente a la tierra. En un sentido astronómico la tierra puede ser pequeña e insignificante. Pero en un sentido religioso y moral sigue siendo el centro del universo. La tierra y sólo la tierra ha sido elegida para ser la morada del hombre. Ha sido elegida para ser la arena de la lucha en la que debe librarse la gran batalla contra todo poder maligno.
Desde el principio, en el que fue creado y formado, el mundo comprendía el cielo y la tierra, las cosas visibles e invisibles, los ángeles y los hombres, las plantas y los animales, los seres animados e inanimados y los espirituales y no espirituales.
Todas las criaturas tienen diferentes roles:
Entre los ángeles hay tronos y poderes, dominios y principados.
Entre la humanidad hay hombres y mujeres, padres e hijos, gobernantes y súbditos, pueblos y naciones. lenguas y lenguas.
Y de manera similar las plantas y animales, y en cierto sentido también los minerales, se subdividen de nuevo en clases y grupos, familias y especies, variedades y tipos.
Dentro de los límites, todas estas criaturas tienen y conservan la naturaleza peculiar que recibieron de Dios (Gén. 1:11,21 en adelante), y como tales están todas sujetas a sus propias leyes.
La creación no es uniforme, sino que tiene un carácter pluriforme, y tanto en su totalidad como en sus partes, la más rica y hermosa de las variedades.
El Catecismo de Heidelberg describe muy bien esta providencia como el poder todopoderoso y presente en todas partes de Dios, por el que, por asi decirlo, por su mano, todavia mantiene el cielo, la tierra y todas las criaturas. La virtud, la fuerza, la fuerza todopoderosa y divina, procede de Dios, sale de Él, tanto para hacer que el mundo siga existiendo, como al principio para hacer que exista. Sin recibir tal fuerza ninguna criatura podria serlo ni por un momento. En el momento en que Dios retirara su mano y retuviera su fuerza, la criatura se hundiria de nuevo en la nada. Nada viene a ser ni permanece en el ser excepto cuando Dios envia su Palabra y su Espiritu (Sal. 104:30 y
107:25), excepto que Dios habla y lo ordena y lo quiere.
de Dios no viene de leios sino de cercar es una fuerza omnipresente
v con todo su ser en todo el mundo y en todas sus criaturas. En El vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser (Hch. 17:28).
El no está lejos de ninguno de nosotros (Hch. 17:27). El es un Dios a mano, y no un Dios lejano. Nadie puede esconderse en lugares secretos para que el Señor no lo vea. El llena el cielo y la tierra (Jer. 23:23-24). ¿Quién podría irse de su espiritu o volar de su presencia? El está en el cielo y en el reino de los muertos, en los confines del mar y en las profundas tinieblas (Sal. 139:7 en adelante). Su mantenimiento, su poder sustentador, se extiende a todas las criaturas: a los lirios del campo (Mt. 6:28), a las aves del cielo (Mt. 6:26), y hasta los cabellos de la cabeza (Mt. 10:30). Cada criatura existe de acuerdo a su naturaleza como existe y mientras exista - por el poder de Dios. Asi como es de Bl, también es a través de El (Rom. 11:36). El Hijo, a través del cual Dios hizo el mundo, continúa sosteniendo todas las cosas por la palabra de su poder (Heb.
1:2-3). Todas las cosas consisten en Aquel que fue antes de todas las cosas (Col. 1:17), y son creadas y renovadas por su Espíritu (Sal. 104:30).
ira la diferenci o, en el meior
CaSOS, come
entonces, como la esencia del mundo.
y el mundo como la manifestación de Dios. La relación es como la del océano y sus olas, la realidad y las formas de la realidad, los lados visibles e invisibles del mismo
Las Escrituras evitan esta herejía con tanto cuidado como el deismo. Tanto es evidente por el hecho de que Dios se presenta no sólo como haciendo un comienzo con la obra de la creación, sino también como completándola y descansando de la obra de la creación." Fin la creación algo se logra y así se completa. Es cierto que, como se indicó antes, el descanso de Dios no es un desistimiento de toda obra, porque la providencia también es obra (Jn. 5:17). Pero es un desistir de la obra específica designada por la creación. Y si se puede pensar que la ereación y la providencia están juntas en la relación entre el trabajo y el descanso, entonces no hay duda de que, aunque estén intimamente conectadas, también se distinguen. La creación implica la creación de algo de la nada y el mantenimiento es la causa de que ese algo persista en su existencia concedida. Por lo tanto, la creación no constituye el mundo independiente, ya que una criatura independiente es una contradicción de términos, pero sí constituye el mundo una esencia que debe distinguirse de la esencia de Dios. No es sólo en nombre Y loma que Dios y el mundo deben distinguirse entre sí, sino en esencia, en el ser.
Difieren como el tiempo difiere de la eternidad, lo infinito difiere de lo finito y d
Creador difiere de la criatura.
Incluso para sí mismo es de la mayor importancia aferrarse a esta diferencia de esencia entre Dios y el mundo. Quienquiera que crea o niegue esta distinción falsifica la religión, baja a Dios al nivel de la criatura, y en principio se hace culpable del mismo pecado que Pablo atribuye a los paganos cuando dice que ellos, conociendo a Dios, no le glorificaron ni le dieron gracias (Rom. 1:21), Pero hay otra consideración que hace necesario mantener la distinción.
Si Dios fuera idéntico al mundo, y por lo tanto no se distinguiera de manera esencial de la humanidad, entonces todo pensamiento y acción de los hombres tendría que ser inmediata y directamente encomendado a la responsabilidad de Dios. Entonces el pecado también es su responsabilidad - en resumen, ya no existe tal cosa como el pecado. Ahora bien, es cierto que por un lado la Sagrada Escritura afirma muy forzosamente que el hombre en todos sus pensamientos y actos, y también en sus pecados, está bajo el dominio de Dios. El hombre nunca es independiente de Dios. El Señor mira desde el cielo y ve a todos los hijos de los hombres (Sal. 33:13), El modela los corazones de todos ellos y considera todas sus obras (Sal. 33:15). El determina sus lugares de residencia (Dt. 32:8 y Hch. 17:26). Reflexiona sobre todos los acontecimientos de los hombres (Prov. 5:21 y Jer. 10:23). El hace su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra (Dan. 4:35). Estamos en su mano como la arcilla del alfarero y como una sierra en las manos del que la extrac." Cuando el hombre se convierte en un pecador, no se emancipa por ese hecho de Dios. Su dependencia de Dios adquiere entonces un carácter diferente. Pierde su naturaleza razonable y moral y se convierte en una sujeción de la criatura. El hombre que se convierte en esclavo del pecado se degrada a sí mismo y se convierte en un mero instrumento en su mano. Por lo tanto, es posible que la Escritura diga que Dios endurece el corazón del hombre.
I que pone un espíritu mentiroso en la boca de los profetas (1
Re. 22:23), que por medio de Satanás incita a David a contar a la gente (2 Sam. 24:1 y
1 Cró. 21:1), que ordena a Simei que maldiga a David (2 Sam. 16:10), que entrega a los hombres a la inmundicia de sus pecados (Rom. 1:24), que envía un fuerte engaño para que los hombres crean una mentira (2 Ts. 2:11), y que pone a Cristo para una caída de muchos (Lc. 2:34).
Sin embargo, independientemente del hecho de que la providencia de Dios también vigila el pecado, la Escritura también mantiene firme y decididamente que la causa del pecado no está en Dios sino en los hombres, y que debe ser considerado, no por Dios, sino por los hombres. El Señor es justo y santo, y está lejos de toda iniquidad (Dt. 32:4 y Job 34:10). El es una luz sin tinieblas (1 Jn. 1:5). Sin embargo, independientemente del hecho de que la providencia de Dios también vigila el pecado, las Escrituras también mantienen firme y decididamente que la causa del pecado no está en Dios sino en los hombres, y que debe ser considerado, no por Dios, sino por los hombres. El Señor es justo y santo, y está lejos de toda iniquidad (Dt. 32:4 y Job 34:10). Él es una luz sin tinieblas (1 Jn. 1:5). El no tienta a nadie (Stg. 1:13). El es la fuente desbordante de todo lo que es bueno y puro (Sal. 36:10 y Stg. 1:17). Él prohíbe el pecado en su ley (Ex. 20) y en la conciencia de cada hombre (Rom. 2:14-15), no se deleita en la iniquidad (Sal.
5:5), sino la aborrece y se enfurece contra ella (Rom. 1:18), y la amenaza con un castigo temporal y etero (Rom. 2:8).
Estas dos líneas de la Sagrada Escritura, según las cuales el pecado, de principio a fin, cae bajo el gobierno de Dios y, sin embargo, es imputable al hombre, sólo pueden reconciliarse entre si si Dios y el mundo, por una parte, no están separados entre si y. por otra, se distinguen esencialmente. La teologia se compromete a hacer precisamente esto cuando en su cuenta de la providencia habla de cooperación, así como de mantenimiento. Con este término la teologia quiere hacer justicia al hecho de que Dios es la primera causa de todo lo que sucede, pero que bajo El y a través de El las criaturas son activas como causas secundarias, cooperando con las primeras. Podemos hablar de tales causas secundarias incluso en referencia a las criaturas inanimadas. Porque si bien es cierto que Dios deja salir su sol sobre los malos y los buenos y envia la lluvia sobro los justos e injustos (Mt. 5:45), en tales ocasiones se sirve del sol y de las nubes. Pero la distinción que se hace aqui es mucho más fuerte entre las criaturas racionales. Porque éstas han recibido de la mano de Dios una razón y una voluntad y deben usarlas para guiarse y gobernarse a sí mismas. Es cierto que en estas criaturas racionales también toda la existencia y toda la vida, todo talento y toda fuerza, se derivan de Dios, y que, independientemente de cómo se utilicen el talento y la fuerza, permanecen bajo el gobierno de la providencia de Dios. De todos modos, hay que distinguir entre la primera y la segunda causa, entre Dios y el hombre. Asi como en el bien, es Dios quien según su beneplácito obra y cumple la voluntad de hacerlo, sin embargo, el hombre también quiere y actúa. Asi, y en mayor medida, es en el hacer el mal. Dios concede la vida y la energia para esto también, pero sin embargo es el hombre, y sólo el hombre, quien hace el pecado y quien es culpable de él. Simplemente no podemos resolver los enigmas que nos presenta la providencia de Dios en la vida. Pero la confesión de que Dios y el mundo no pueden separarse nunca, sino que deben distinguirse siempre, señala la dirección en la que debe buscarse la solución e impide que nos desviemos a la izquierda o a la derecha en nuestra búsqueda.
Entendida así, la doctrina de la creación y la providencia es rica en aliento y consuelo.
Hay tantas cosas on la vida que son opresivas y que nos roban la fuerza para vivir y actuar. Están las adversidades y decepciones que encontramos en el camino de la vida.
Hay esas temblos calamidades y desastres que a voces causan que cientos y miles de vidas se pierdan en una angustia sin nombre. Pero la vida en su curso ordinario también puode a veces plantear dudas en la mente sobre la providencia de Dios. ¿No es el misterio la porción de toda la humanidad? El gusano de la inquietud y el miedo roe toda la existencia. ¿No es cierto que Dios tiene una disputa con sus criaturas y que perecemos en su ira y estamos aterrorizados por su cólera? No, no son sólo los incrédulos y los frivolos, sino tambión los hijos de Dios, y éstos los más profundamente, los que se aferran a la terrible gravedad de la realidad. Y a veces la pregunta se abre camino desde el corazón hasta los labios: ¿Puede ser que Dios haya creado al hombre en la tierra para nada?
Pero entonces el cristiano abatido por la fe en la creación y la providencia de Dios vuelve a levantar la cabeza. Ningún diablo, sino Dios, el Todopoderoso, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, creó el mundo. Es en su totalidad y en sus partes la obra de sus manos, y sólo de sus manos. Una vez que lo creó, no lo dejo ir. Por su poder todopoderoso y omnipresente lo sostiene. El gobierna y gobierna todas las cosas de tal providencia de esa de ago, auto con el mantenimiento y la cooperación, también el tercer aspecto del gobierno. El es el Rey de los reyes y Señor de los señores (1 TI. 6.15 y Ap. 19.6) y su reino dura toda la eternidad (1 Ti. 1:17). Ningún accidente ni necesidad, ninguna arbitrariedad ni fuerza, ningún mero capricho ni destino de hierro controla el mundo y su historia y la vida y la suerte de la humanidad. Detrás de todas las causas secundarias acecha y obra la voluntad todopoderosa de un Dios todopoderoso y un
Padre fiel.
Habla por sí mismo que nadie puede realmente creer esto con su corazón y confesarlo con su boca, excepto la persona que se sabe hijo de Dios. La fe en la providencia está en la más íntima de las relaciones con la fe en la redención.
Es cierto que la providencia de Dios pertenece a aquellas verdades que hasta cierto punto son comprobables por la revelación general de la naturaleza y la historia. Algunos de los paganos a menudo la han expresado y descrito de una manera hermosa. Uno de ellos dijo que los dioses lo ven y oyen todo, que son omnipresentes y que se preocupan por todas las cosas. Y otro de ellos dijo que el orden y la disposición del universo eran mantenidos por Dios y por su bien. Pero ninguno de ellos conocía la confesión del cristiano de que este Dios que mantiene y gobierna todas las cosas es su Dios y su Padre por Cristo, su Hijo. La fe en la providencia de Dios fue consecuentemente sacudida por la duda en el mundo pagano y a menudo se demostró inadecuada frente a las vicisitudes de la vida. El siglo XVIII era muy optimista y sostenía que Dios había creado el mejor de todos los mundos posibles. Pero cuando en el año 1755 la ciudad de Lisboa fue destruida en su mayor parte por un terrible terremoto, muchos empezaron a blasfemar de la providencia de Dios y a negar su existencia. Pero el cristiano que ha experimentado el amor de Dios en el perdón de los pecados y la redención de su alma está seguro de que se jacta con el apóstol Pablo de que ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni el peligro, ni la espada lo separarán de ese amor (Rom. 8:35). Si Dios está por nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros? (Rom.
8:31). Aunque la higuera no florezca, ni haya fruto en las vides; el trabajo del olivo se acabará, y los campos no darán ningún alimento; las ovejas serán cortadas del redil, y no habrá ganado en los establos; pero yo me alegraré en el Señor, me gozaré en el Dios de mi salvación (Hab. 3, 17-18).
En tal alegria de corazón el cristiano llama incluso a la tierra a alabar al Señor: ¡El
Señor reina, que se alegre la tierra, que se alegre la multitud de las islas! (Sal. 97:1).
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