Articulo 8 Trinidad (4)
Articulo 8
Deuteronomio 6:4-6Reina-Valera 1960
UNO PUEDEN SER 3
El concepto de la Trinidad se ha erigido como un criterio para la verdad, un artículo no transigible de la ortodoxia cristiana.
Cuando confesamos nuestra fe en la Trinidad, afirmamos que Dios es uno en esencia y tres en personas. De este modo, Dios es uno en A y tres en B. Si dijéramos que él es uno en esencia y tres en esencia, eso sería una contradicción. Si dijéramos que él es una persona en tres personas, también sería una contradicción
MONOTEISMO
Antes de que podamos hablar de la Trinidad, tenemos que hablar de la unidad, porque la palabra Trinidad significa “tri-unidad”. Detrás del concepto de unidad está la afirmación bíblica del monoteísmo. El prefijo mono significa “uno” o “único”, mientras que la raíz teísmo tiene que ver con Dios. Por lo tanto, monoteísmo comunica la idea de que hay un solo Dios.
El término animismo denota la idea de que existen almas vivientes, espíritus, o personalidades en lo que normalmente consideraríamos como objetos inanimados o no vivientes, tales como rocas, árboles, tótems, estatuas, etc
La religión griega, la religión romana, la religión nórdica, y muchas otras, tenían un dios o una diosa para casi todas las funciones humanas: un dios de la fertilidad, un dios de la sabiduría, un dios de la belleza, un dios de la guerra, y así sucesivamente. Esta idea nos es bastante familiar a partir de nuestros estudios de las mitologías del mundo antiguo. En palabras simples, la gente creía que existían muchos dioses para asistir varias funciones de la vida humana.
Después del politeísmo,
que es una especie de híbrido entre el politeísmo y el monoteísmo, una etapa transicional, por así decirlo. El henoteísmo es la creencia en un dios (el prefijo hen viene de una palabra griega para “uno”, distinta de mono), pero la idea es que hay un dios para cada pueblo o nación, y cada uno domina sobre un área geográfica en particular. Por ejemplo, el henoteísmo sostendría que había un dios para el pueblo judío (Jehová), un dios para los filisteos (Dagón), un dios para los cananeos (Baal), etc. Sin embargo, esta idea no postula que en última instancia hubiese un solo dios.
Los pueblos henoteístas reconocían que las demás naciones tenían sus propios dioses, y a menudo veían las batallas entre las naciones como batallas entre los dioses de esos pueblos. Algunos estudiosos encuentran esta idea en el Antiguo Testamento, porque en muchos de los conflictos allí registrados se presenta al Dios de Israel subiendo contra Dagón, Baal, u otro dios pagano, pero eso no significa que Israel fuese henoteísta.
Los argumentos ortodoxos sostienen que el monoteísmo estuvo presente en el comienzo mismo de la historia bíblica. Ya en el primer verso de la Escritura leemos, “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra”. La narración de la creación afirma que el Dios que se presenta en la primera página del Pentateuco posee la creación entera como su dominio, no solo las limitadas fronteras del Israel del Antiguo Testamento. Dios es soberano sobre el cielo y la tierra, por haberlos creado con la palabra de su mandato.
Los críticos a menudo observan que en los primeros capítulos de la Escritura hay una vacilación entre dos nombres para Dios. Por una parte, se le llama Jehová o Yahvé; por otra parte, se le llama Elohim. Ese nombre, Elohim, es interesante, porque el sufijo him es la terminación plural del pronombre hebreo, por lo que el nombre Elohim se podría traducir como “dioses”. Sin embargo, si bien el nombre Elohim tiene una terminación plural, siempre aparece con formas verbales en singular
Cuando llegamos a Éxodo 20, el relato de la entrega de la ley, vemos que el primer mandamiento que Dios dio en el Sinaí era firmemente monoteísta. Dios dijo, “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (v. 3). Algunos dirían que este verso es una evidencia de henoteísmo, porque Dios está implicando que hay otros dioses, y el mandamiento declara que el pueblo no debe dejar que esos dioses lo superen a él; Dios debe ser la deidad principal en sus vidas. Pero el hebreo indica que cuando Dios dice “delante de mí”, quiere decir “en mi presencia”. Su presencia, desde luego, es ubicua; él es omnipresente. Así que cuando Dios dice “No tendrás dioses ajenos delante de mí”, básicamente está diciendo que cuando una persona adora a cualquier cosa aparte de él, ya sea que esa persona viva en Israel, Canaán, Filistea, o cualquier otro lugar, se está involucrando en un acto de idolatría, porque solo hay un Dios. El segundo mandamiento, por lo tanto, refuerza el primero con su prohibición absoluta de cualquier forma de idolatría.
En los libros proféticos, vemos una diatriba casi constante contra los falsos dioses de otras religiones. No se ve a estos dioses como deidades rivales, sino como ídolos inútiles. De hecho, es característico en los profetas burlarse de las personas que adoran árboles, estatuas, y otras cosas que han hecho con sus propias manos, como si un pedazo de madera pudiera ser habitado por un ser inteligente. Ellos ridiculizan de continuo el animismo y el politeísmo.
Estas declaraciones de monoteísmo son una extraordinaria dimensión de la fe del Antiguo Testamento debido a lo inusitado de tales afirmaciones en el mundo antiguo. La mayoría de las culturas de la antigüedad de las cuales contamos con registros históricos no eran monoteístas