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· 6 views2 Corintios 9:1- 5 Nuestro compromiso con Dios y su Pueblo es un compromiso constante.
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La Historia:
La Historia:
En realidad, no necesito escribirles acerca del ministerio de ofrendar para los creyentes de Jerusalén. Pues sé lo deseosos que están de ayudar, y me estuve jactando en las iglesias de Macedonia de que ustedes, los de Grecia, hace un año estuvieron dispuestos a enviar una ofrenda. De hecho, fue su entusiasmo lo que fomentó que muchos de los creyentes macedonios comenzaran a dar.
Les envío a estos hermanos para estar seguro de que ustedes realmente están listos —como les he estado diciendo a ellos— y que ya tienen todo el dinero reunido. No quiero estar equivocado al jactarme de ustedes. Sería vergonzoso para nosotros —ni hablar de la vergüenza que significaría para ustedes— si algunos creyentes macedonios llegaran conmigo, ¡y encontraran que ustedes no están preparados después de todo lo que les hablé de ustedes! Así que pensé que debería enviarles a estos hermanos primero, a fin de estar seguro de que tienen lista la ofrenda que prometieron; pero quiero que sea una ofrenda voluntaria, no una ofrenda dada de mala gana.
Este pasaje se encuentra en medio de una narrativa la cual a su vez desenvuelve una serie de exhortaciones del apóstol Pablo a la iglesia de los cristianos de Acaya. Entre estas exhortaciones que Pablo le lanza a la iglesia se encuentra la exhortación con la que nos topamos en este pasaje. En la que podemos ver el aparente compromiso que la iglesia había formalizado con Pablo, probablemente, un año antes de que la carta se les escribiera (2 Co. 9:2 “hace un año estuvieron dispuestos a enviar una ofrenda”).
Cuando Pablo habla a la iglesia de Corinto sobre su compromiso de dar, también los alaga por haberse comprometido a servir a través de la ofrenda a los hermanos de Jerusalén 2 Co. 9:2 “Pues sé lo deseosos que están de ayudar, y me estuve jactando en las iglesias de Macedonia de que ustedes”. Pablo se refiere a los corintios como cristianos deseosos de ofrendar. Aspecto que muy probablemente fue mostrado por los corintios mientras que Pablo se encontraba entre ellos. De hecho, tal parece que lo que Pablo vio en aquella ocasión fue de tanta bendición que Pablo los había puesto como ejemplo para con los macedonios.
No obstante, el hecho de que Pablo estuviese al tanto de la situación de la iglesia de Corinto nos hace pensar que algunos de los problemas que los hermanos estaban viviendo en su rededor los podrían desanimar para cumplir con el compromiso de ofrendar de forma especifica para con los hermanos de Jerusalén. Por lo que Pablo prefiere enviar a unos hermanos (entre ellos a Timoteo) con una carta en la que se les informase de su pronta visita, acompañado de algunos hermanos de la iglesia de Macedonia. Entre ellos Tito.
La carta a nuestra iglesia:
La carta a nuestra iglesia:
En muchas ocasiones nos comprometemos en hacer algo que muy probablemente terminaremos no haciendo. La mayor parte del tiempo, nuestras preocupaciones, el cambio de ánimo o de circunstancias nos orillan a no hacer aquello con lo que nos habíamos comprometido. La iglesia tiene problemas a causa de eso muy frecuentemente. Pero desde el antiguo testamento podemos ver que el pueblo de Dios muy a menudo termina rompiendo la promesa de servirle y adorarle.
En la iglesia local vemos a personas comprometiéndose a llevar a cabo ministerios a principio de año. Pero también vemos a personas que a medio año y por distintos motivos terminan no llevando a cabo las labores que voluntariamente habían prometido llevar a cabo. Es en esos casos en los que se requieren líderes como Pablo que buscan que la iglesia lleve a cabo su tarea, y que se responsabilice de sus compromisos adquiridos.
Cuando la iglesia de Corinto recibió la carta de Pablo supo que era hora de cumplir con lo que había prometido. De la misma forma, muchos cristianos dentro del templo le prometemos a Dios tener toda la disposición para el cambio en nuestra vida, le prometemos que seremos diferentes y hasta que amaremos a quienes nos aborrecen, pero cuando es hora de cumplir con nuestras promesas demostramos que lo que dijimos fue producto de la emoción religiosa.
Por ello, la primer enseñanza que extraemos de este pasaje es que:
Pensemos bien antes de hacer un compromiso.
Pensemos bien antes de hacer un compromiso.
Nuestras palabras están basadas en el conocimiento, las circunstancias y las emociones. Y no existe un ser humano que no involucre estas áreas de la vida en cada una de sus palabras. No obstante, tenemos que asegurarnos de que nuestras palabras no sean influenciadas mayormente por nuestras emociones. Esto nos puede ayudar a no hablar desde las circunstancias en las que estamos viviendo, sino a través de dichas circunstancias. Es decir, no es lo mismo decir: Te odio a causa de lo que estamos viviendo, a decir a pesar de lo que estamos viviendo te amo.
De misma forma dentro de las iglesias en ocasiones hacemos promesas o compromisos basados en la emoción de un culto bonito o en medio de una temporada de paz. Pero, después nos cuesta trabajo cumplir con nuestras palabras. Especialmente cuando nuestras emociones y nuestras circunstancias ya no son las mismas que cuando nos comprometimos.