Sermón del monte: La oración
Introducción
Aquellos que más han hecho por Dios en este mundo han estado de rodillas desde muy temprano. El que desperdicia las primeras horas de la mañana, su oportunidad y su frescura, para ocuparse de otras cosas y no de buscar a Dios, hará muy pobres avances tratando de buscarlo durante el resto del día. Si Dios no es lo primero en nuestros pensamientos y esfuerzos por la mañana, ocupará el último lugar en lo que queda del día.
E. M. BOUNDS
I. El modo de orar (5-8)
II. El ejemplo de oración (9-13)
III. La disposición de la oración (14-15)
Aplicación
Y ahora examinémonos a nosotros mismos, para ver si verdaderamente deseamos tener las cosas que se nos enseña a pedir en la oración del Señor. Es de temer que miles de personas repiten estas palabras a diario como una fórmula, pero nunca se paran a pensar en lo que están diciendo. No les preocupa para nada la “gloria”, el “reino” ni la “voluntad” de Dios; no tienen ninguna noción de dependencia, pecaminosidad, debilidad ni peligro; no tienen amor ni bondad para con sus enemigos; ¡y, sin embargo, siguen repitiendo la oración del Señor! Esto no debería ser así. ¡Ojalá podamos tomar la decisión, con la ayuda de Dios, de aunar siempre nuestro corazón con nuestros labios! Dichoso aquel que en verdad puede llamar “Padre” a Dios, por medio de Jesucristo como Salvador suyo, y puede, por tanto, exclamar un sincero “amén” a todo lo que dice el Padre nuestro.
Mateo 6:16–24