Seguridad, paciencia y comunidad
Santiago • Sermon • Submitted • Presented
0 ratings
· 21 viewsNotes
Transcript
¿Cuáles serán nuestras necesidades más apremiantes? Nos concentramos demasiado (y dedicamos demasiados de nuestros recursos energéticos, emocionales y espirituales) en nuestras necesidades materiales, pero tenemos que prestar atención a las otras, las invisibles, las que llevamos por dentro.
Necesitas sentirte seguro, y saber cuál es la verdadera fuente de seguridad, sin caer en errores.
Necesitas cualidades que te capaciten para administrar los tiempos de tu vida. El tiempo es uno de nuestros valores más importantes, y probablemente el que desgastamos con más liberalidad. Necesitas paciencia.
Necesitas rodearte de personas que te hagan bien, que te sostengan, que sean realmente una mano de ayuda para superar los diferentes desafíos de la vida. Necesitas una comunidad.
1. Seguridad
1. Seguridad
1 ¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. 2 Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. 3 Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros.4 He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. 5 Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. 6 Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia.
1 Ahora escuchen, ustedes los ricos: ¡lloren a gritos por las calamidades que se les vienen encima! 2 Se ha podrido su riqueza, y sus ropas están comidas por la polilla. 3 Se han oxidado su oro y su plata. Ese óxido dará testimonio contra ustedes y consumirá como fuego sus cuerpos. Han amontonado riquezas, ¡y eso que estamos en los últimos tiempos! 4 Oigan cómo clama contra ustedes el salario no pagado a los obreros que les trabajaron sus campos. El clamor de esos trabajadores ha llegado a oídos del Señor Todopoderoso. 5 Ustedes han llevado en este mundo una vida de lujo y de placer desenfrenado. Lo que han hecho es engordar para el día de la matanza. 6 Han condenado y matado al justo sin que él les ofreciera resistencia.
1 Presten atención, ustedes los ricos: lloren y giman con angustia por todas las calamidades que les esperan. 2 Su riqueza se está pudriendo, y su ropa fina son trapos carcomidos por polillas. 3 Su oro y plata han perdido su valor. Las mismas riquezas con las que contaban les consumirán la carne como lo hace el fuego. El tesoro que han acumulado se usará como evidencia contra ustedes el día del juicio. 4 Así que ¡escuchen! Oigan las protestas de los obreros del campo a quienes estafaron con el salario. El dinero que no les pagaron clama en contra de ustedes. Los reclamos de quienes les cosechan sus campos han llegado a los oídos del Señor de los Ejércitos Celestiales.
5 Sus años sobre la tierra los han pasado con lujos, satisfaciendo todos y cada uno de sus deseos. Se han dejado engordar para el día de la matanza. 6 Han condenado y matado a personas inocentes, que no ponían resistencia.
1 ¡Oigan ahora, ricos! Lloren y aúllen por las miserias que vienen sobre ustedes.
2 Sus riquezas se han podrido y sus ropas están comidas de polilla.
3 Su oro y su plata se han oxidado, su herrumbre será un testigo contra ustedes y consumirá su carne como fuego. Es en los últimos días que han acumulado tesoros.
4 Miren, el jornal de los obreros que han segado sus campos y que ha sido retenido por ustedes, clama contra ustedes. El clamor de los segadores ha llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.
5 Han vivido lujosamente sobre la tierra, y han llevado una vida de placer desenfrenado. Han engordado sus corazones en el día de la matanza.
6 Han condenado y dado muerte al justo. Él no les hace resistencia.
Cada uno de nosotros tiene la necesudad de sentirse seguro. Es una de nuestras necesidades básicas. Sí, necesitamos aire, agua, alimento para sobrevivir. Pero entre nuestras necesidades emocionales y espirituales se destaca la de sentirnos seguros.
Así que, ¿cuál es la fuente de tu seguridad? ¿En qué te apoyas para afirmar que “todo va a estar bien”?
La realidad es que vivimos rodeados de factores y situaciones que nosotros mismos no podemos controlar. Hasta las instituciones bancarias más antiguas, que se veían confiables, pueden caer en la bancarrota y dejar a sus clientes sin sus bienes. ¿Te das cuenta de la importancia de elegir bien la fuente de tu seguridad?
Este no es un asunto superficial, sino uno muy serio.
Hemos creído en Jesús y hemos aceptado que sea nuestro Salvador y el Señor de nuestras vidas. Eso debe incluir también que en Él también recibimos todas las promesas de Dios para confiar en ellas, para que sean nuestra fuente de apoyo en la vida. Sin embargo, es bien fácil caer en la imitación de lo que hacen, sienten y experimentan todos los que nos rodea. Sucede que “es normal”- que las personas le dediquen sus confianzas a los bienes materiales. Y como “es normal” (lo que significa que la mayoría de las personas viven conforme a ese concepto), muchas veces nosotros adoptamos el mismo estilo de vida que los demás. ¡Cuidado! ¡No hagas eso!
Los hijos de Dios somos llamados a hacer la diferencia. Tenemos valores diferentes, y en especial la fuente de nuestra seguridad es completamente diferente a la de la mayoría.
Estas palabras pueden sonar bien fuertes en contra de “los ricos”. En realidad son dirigidas a aquellas personas que hacen de los bienes materiales el apoyo de sus vidas. Si tu seguridad depende de lo que tienes, cuando lo material se pierda, se destruya o se termine, estarás en problemas.
Recordemos lo que el Maestro enseñó al respecto:
19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
De acuerdo a esta enseñanza de Jesús, ¿dónde está tu corazón? Elige bien cuál sea el tesoro de tu vida, porque allí estará también tu corazón.
Los bienes materiales son, en muchísimas ocasiones, la razón para que las personas mientan, engañen y usen a sus semejantes “con tal de tener más”. A Dios no se le pasan por alto las malas acciones motivadas por la codicia.
¿Estás procurando vivir tu vida en deleites sobre la tierra (versículo 9)? Cambia tu manera de pensar y vivir, para dejar que Dios sea la fuente de tu seguridad.
Dios no te dejará faltar si confías en Él.
2. Paciencia
2. Paciencia
7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.8 Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.
7 Por tanto, hermanos, tengan paciencia hasta la venida del Señor. Miren cómo espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto y con qué paciencia aguarda las temporadas de lluvia. 8 Así también ustedes, manténganse firmes y aguarden con paciencia la venida del Señor, que ya se acerca.
7 Amados hermanos, tengan paciencia mientras esperan el regreso del Señor. Piensen en los agricultores, que con paciencia esperan las lluvias en el otoño y la primavera. Con ansias esperan a que maduren los preciosos cultivos. 8 Ustedes también deben ser pacientes. Anímense, porque la venida del Señor está cerca.
7 Por tanto, hermanos, sean pacientes hasta la venida del Señor. Miren cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, siendo paciente en ello hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía.
8 Sean también ustedes pacientes. Fortalezcan sus corazones, porque la venida del Señor está cerca.
¿Has escuchado hablar de la paciencia? ¿Dirías que eres una persona paciente?
No, no nos gusta esperar. Es por eso que hemos inventado cosas como las que llamamos “café instantáneo” y “comida rápida”. Cuando queremos algo, “lo queremos ahora”.
Definitivamente, no nos gusta esperar.
Sin embargo, hay muchas cosas en nuestra vida que requieren que esperemos, y representan un llamado a la paciencia.
Aprendamos esto: Dios quiere que seamos pacientes. ¿Estás preparado para que Dios te enseñe al respecto?
La buena noticia es que Dios no nos deja abandonados a nuestra suerte a este respecto, sino que ha provisto su ayuda para que superemos nuestra impaciencia. La paciencia también es fruto del Espíritu:
22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
¿Por qué querría Dios que tuviéramos paciencia? ¿Por qué querría capacitarnos especialmente para que pudiéramos esperar? Porque las cosas en la vida no se producen instantáneamente, y aun el cumplimiento de las promesas de Dios llega en el momento de Dios, no cuando nosotros quisiéramos.
Estas palabras parecen especialmente diseñadas para nuestro tiempo, cuando la venida de Jesús parece tan inminente. Sí, la venida de Jesús sucederá de sorpresa, en el momento menos esperado, pero muchos de nosotros no podemos evitar la expectativa al respecto al ver el desarrollo de los eventos a nuestro alrededor y el cumplimiento de tantas de las profecías de Dios.
Pero la Palabra nos exhorta a que seamos pacientes. Sí, quisiéramos que ya se hiciera la justicia de Dios, que ya no hubiera llanto, ni clamor, ni dolor, sino que ya pudiéramos estar bajo el reinado eterno de nuestro Señor, donde no hay injusticia. Pero tenemos que esperar, ser pacientes.
¿Cómo? Como el labrador. Siembra la semilla y la cosecha no se produce instantáneamente. Tiene que esperar el desarrollo de las estaciones, la llegada de las lluvias y el crecimiento de las plantas.
En esta vida necesitamos acostumbrarnos a los procesos. Todos somos animados a la “búsqueda de la felicidad”, y creemos que eso consiste en algún tipo de existencia perfecta, sin privaciones ni pausas. Lo cierto es que en esta vida en la carne todo se produce como el resultado de los procesos, que llevan tiempo.
La paciencia es algo que tiene que ver con la estabilidad de nuestro corazón (v. 8: Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones). Todavía no vemos aquello que Dios nos prometió, no lo vemos concretado, no se ha materializado. Pero confiamos en su Palabra, en sus promesas. En eso consiste nuestra fe. Y la Palabra nos lo dice una vez más: ...porque la venida del Señor se acerca.
Es para eso que tenemos que estar preparados. Nos esperan mejores días. No nos adecuemos demasiado a la existencia material, injusta y perecedera de la que estamos rodeados. Hay algo más. Dios ha prometido otra cosa. Vamos camino a una existencia mejor y diferente.
Tengamos paciencia.
El día se acerca.
9 Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta.10 Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.11 He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.
9 No se quejen unos de otros, hermanos, para que no sean juzgados. ¡El juez ya está a la puerta!
10 Hermanos, tomen como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas que hablaron en el nombre del Señor. 11 En verdad, consideramos dichosos a los que perseveraron. Ustedes han oído hablar de la perseverancia de Job, y han visto lo que al final le dio el Señor. Es que el Señor es muy compasivo y misericordioso.
9 Hermanos, no se quejen unos de otros, o serán juzgados. ¡Pues miren, el Juez ya está a la puerta!
10 Amados hermanos, tomen como ejemplo de paciencia durante el sufrimiento a los profetas que hablaron en nombre del Señor. 11 Honramos en gran manera a quienes resisten con firmeza en tiempo de dolor. Por ejemplo, han oído hablar de Job, un hombre de gran perseverancia. Pueden ver cómo al final el Señor fue bueno con él, porque el Señor está lleno de ternura y misericordia.
9 Hermanos, no se quejen unos contra otros, para que no sean juzgados. Ya el Juez está a las puertas.
10 Hermanos, tomen como ejemplo de paciencia y aflicción a los profetas que hablaron en el nombre del Señor.
11 Miren que tenemos por bienaventurados a los que sufrieron. Han oído de la paciencia de Job, y han visto el resultado del proceder del Señor, que el Señor es muy compasivo y misericordioso.
La impaciencia tiene la capacidad de hacer que nos alteremos. Cuando estamos esperando algo y se nos hace larga la espera, solemos ponernos insolentes y tratamos mal a los que nos rodean.
¿Puede afectar la impaciencia tus relaciones?
Sí, lo hace.
Es por eso que Dios, en su Palabra, inspiró a Santiago para decirnos esto en medio de su enseñanza acerca de la paciencia:
Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta.
A veces, en nuestra impaciencia, podríamos llegar a alejarnos de las personas que Dios está poniendo en nuestras vidas para bendecirnos. Sí, Dios pone personas en nuestra vida, instrumentos suyos, para edificarnos, para acercarnos más a Él, para que aprendamos, le sirvamos y le conozcamos a Él.
¿Te has quejado de alguno de tus hermanos? ¿Tienes razones para quejarte de alguno? ¡Puede sueceder! Somos personas falibles, que cometemos equivocaciones, que erramos en nuestro cálculo, que olvidamos cosas, que fallamos una y otra vez. Pero Dios quiere construir algo especial con los que comparten su fe en Jesús.
No, no llegaremos a ser perfectos hasta que todos estemos en su presencia y todo haya cambiado en su venida. Es por eso que nuestra paciencia tiene que incluir la tolerancia para nuestros hermanos en la fe.
¿Te has dado cuenta de cómo la Palabra de Dios nos invita a recurrir a ella una y otra vez en busca de fortaleza espiritual? Aquí nos dice que tomemos como ejemplo a los profetas de Dios, nuestros héroes espirituales de la Biblia. Hay un capítulo en especial, Hebreos 11, que contiene lo que llamamos “la galería de la fe”. Es un recordatorio de la obra de Dios en las vidas de quienes le sirvieron antes de nosotros y son ejemplos y modelos para nosotros.
Las palabras del versículo 11 son particularmente llamativas:
He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren.
¿Es cierto esto?
Pues, no suena como lo que uno escucha por allí. Por lo general se destaca como dichosos a las personas a las que les va bien: “¿Te enteraste de lo bien que le ha ido a...?”. Entonces se habla de como esa persona se ha rodeado de bienes materiales, como no lo ha alcanzado la enfermedad y se “le ve prosperar”.
No es eso lo que dice aquí. ¿Cómo que “bienaventurados los que sufren”.
Recordemos lo que Jesús enseñó:
3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
Sí, Jesús anticipó la dicha de aquellos a los que el mundo llama “desdichados”.
Y Santiago había comenzado su propia carta afirmando esta locura:
2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.
Sí, lo dijo. Dijo “Alégrense cuando estén en problemas”.
Santiago sabía que le escribía a personas que estaban experimentando dificultades. Estaban siendo perseguidos, lo que implicaba que fueran desplazados de sus lugares, alejados de sus familias, que tuvieran que andar sospechando de otros, que tuvieran que esconderse, que tuvieran que sufrir la pérdida de personas que amaban que habrían tenido muertes violentas e injustas.
¿Y nosotros?
Gracias a Dios, hasta ahora no estamos experimentando una persecución a ese nivel (no quiere decir que no la vayamos a experimentar en algún momento), pero sí enfrentamos dificultades e injusticias. Sí, entiende esto muy bien: Dios conoce tus dificultades y sabe las injusticias a las que has sido expuesto. Así como Dios tuvo sus propósitos para permitir la persecusión y la injusticia en aquel tiempo, también permite las cosas que nos suceden a nosotros, y también tiene sus propósitos. Tenemos que confiar.
Es por eso que aquí nos pone como ejemplo la paciencia de Job. Aquel patriarca experimentó pérdidas duras y tuvo que enfrentar tristezas muy profundas. Dios lo sabía, y en ningún momento lo abandonó. De la misma manera, Dios nos alcanza con su presencia, su fidelidad y su amor en medio de nuestros momentos de dificultad, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo. El fin de Job fue bueno, y también lo será el nuestro, conforme a las promesas y planes de Dios.
12 Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.
12 Sobre todo, hermanos míos, no juren ni por el cielo ni por la tierra ni por ninguna otra cosa. Que su «sí» sea «sí», y su «no», «no», para que no sean condenados.
12 Pero sobre todo, hermanos míos, nunca juren por el cielo ni por la tierra ni por ninguna otra cosa. Simplemente digan «sí» o «no», para que no pequen y sean condenados.
12 Y sobre todo, hermanos míos, no juren, ni por el cielo, ni por la tierra, ni con ningún otro juramento. Antes bien, sea el sí de ustedes, sí, y su no, no, para que no caigan bajo juicio.
¿Cuán confiables son tus palabras? ¿Eres una “persona de palabra”? ¿Se puede confiar en lo que dices y lo que prometes? ¿Sueles cumplir con tus promesas?
Algunos lectores de la Biblia podrían encontrar que las enseñanzas de Santiago pueden parecer desconectadas unas de otras, como si estuviera saltando de un asunto al otro. No es así. Santiago está alentando a los cristianos que enfrentan la dificultad y la persecución a no dejarse llevar por lo que les sucede para cometer errores. A veces la vida nos distrae, las circunstancias absorven nuestra atención y podríamos cometer errores que tendrían que ser evitados.
Santiago ya le había hablado a sus lectores acerca de la manera en que una actitud de soberbia podría conducir a un mal uso de la comunicación que le haría daño a los demás. Ahora, a los cristianos a los que está llamando a la paciencia les indica que no necesitan llegar a un uso extremo de las palabras, sino que tienen que su paciencia se tiene que poner de manififesto en su forma de comunicarse.
Una persona impaciente va a dejar salir un flujo incontenible de palabras a veces innecesarias o inapropiadas.
Eso incluye los juramentos.
A veces quisiéramos asegurar lo que decimos, poniendo como testigos y como garantía al cielo, la tierra, las personas y las cosas más importantes para nosotros.
Calma.
No hace falta.
Lo importante es que las personas que te rodean lleguen a conocerte como una persona que cumple lo que promete.
¿Dijiste “Sí”? Que no haga falta una explicación, una extensión de la afirmación, un complemento. Quienes te rodean y conocen sabrán que cuando dices una cosa la cumples.
Simplemente, haz lo que dices.
No te permitas caer en el error de exagerar tus promesas. Eso no suena bien y suele producir el efecto contrario. Uno llega a desconfiar de quien exagera sus promesas.
¿Lo anunciaste? ¿Hablaste al respecto? Simplemente, hazlo.
3. Comunidad
3. Comunidad
13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. 14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. 16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
13 ¿Está afligido alguno entre ustedes? Que ore. ¿Está alguno de buen ánimo? Que cante alabanzas. 14 ¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. 15 La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y si ha pecado, su pecado se le perdonará. 16 Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz.
17 Elías era un hombre con debilidades como las nuestras. Con fervor oró que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y medio. 18 Volvió a orar, y el cielo dio su lluvia y la tierra produjo sus frutos.
13 ¿Alguno de ustedes está pasando por dificultades? Que ore. ¿Alguno está feliz? Que cante alabanzas. 14 ¿Alguno está enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia, para que vengan y que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. 15 Una oración ofrecida con fe, sanará al enfermo, y el Señor hará que se recupere; y si ha cometido pecados, será perdonado.
16 Confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos. 17 Elías era tan humano como cualquiera de nosotros; sin embargo, cuando oró con fervor para que no cayera lluvia, ¡no llovió durante tres años y medio! 18 Más tarde, cuando volvió a orar, el cielo envió lluvia, y la tierra comenzó a dar cosechas.
13 ¿Sufre alguien entre ustedes? Que haga oración. ¿Está alguien alegre? Que cante alabanzas.
14 ¿Está alguien entre ustedes enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia y que ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor.
15 La oración de fe restaurará al enfermo, y el Señor lo levantará. Si ha cometido pecados le serán perdonados.
16 Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho.
17 Elías era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.
18 Oró de nuevo, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto.
A Dios le importa cómo te sientes. Él conoce tu corazón y tus pensamientos. Sabe cuando te llenas de temores y preocupaciones. Y le importa. Está junto a ti para consolarte, fortalecerte, renovarte. No hay nada que se iguales a su presencia junto a ti.
¿Cuándo tenemos que buscar a Dios y acercarnos a Él? ¿Solamente cuando estamos en problemas? No, de ninguna manera. A Dios tenemos que buscarlo siempre, cada uno de nuestros días, en las buenas y las malas.
Dios quiere proveer para todas nuestras necesidades, en toda circunstancia.
Observa cómo Dios inspiró a Santiago a escribir esta sección donde, una vez más, nos impulsa a buscarle.
PREOCUPACIÓN. ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Estás preocupado? ¿Te angustia algo de lo que sucede, o algo que le sucede a una persona a la que amas? ¿Crees que Dios no lo sabe? ¿Se te ocurre pensar que Dios no quiere que le hables al respecto? ¡Todo lo contrario! ¡Vé y habla de ello con Dios! Sí, Dios quiere que hables con Él de lo que te pasa, de tus situaciones. A veces actuamos como si Dios siempre estuviera ocupado “con grandes cosas”. Tiene que tratar con los presidentes de las naciones, con los más pobres del planeta, con las víctimas de los terremotos y las guerras… ¡Y lo que me pasa a mí es tan pequeño en comparación! Sin embargo, lo que te está diciendo Dios con esta Palabra es que quiere escucharte. Sí, a ti. Tráele personalmente tu situación a Dios. Usa tus palabras, tu manera de comunicarte, siempre que le hables de todo corazón y seas absolutamente honesto. ¿A quién escucha Dios? 7Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 8Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.11 Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Mt 7:7–8. Cuando dice todo aquel se refiere a ti y a mí. Dios te quiere escuchar.
ALEGRÍA. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. No sé si te gusta cantar o si consideras que lo haces bien, pero seguro que a veces encontrarás razones para cantar. Tu búsqueda de Dios y tu comunión con Él no tienen que limitarse a los momentos de quebrantamiento y dificultad. Busca a Dios cuando todo salga bien. Dale tu gratitud y tus alabanzas. Canta y alégrate delante de Él. No te conformes con reconocer que “todo salió bien”. Dale a Dios la gloria, la gratitud y la alabanza por lo que salió bien. Dios quiere compartir también tu alegría.
ENFERMEDAD. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Algunas de nuestras reacciones van a involucrar a los cristianos a quienes Dios ha puesto en nuestra vida. Están allí para bendecirnos, para apoyarnos, para que juntos salgamos adelante atravesando las dificultades de esta vida. Sí, nos hace bien, nos bendice cuando intercedemos unos por los otros. ¿Observaste que se puede orar a Dios pidiendo sanidad aun cuando consideremos que sea una consecuencia de nuestros propios pecados? Nada queda oculto ante los ojos de nuestro Señor. Él sabe por qué suceden las cosas, y a veces es, simplemente, una consecuencia de nuestros propios pecados. Pero Dios quiere que nos volvamos a Él, que nos arrepintamos, que volvamos a su abrazo, que nos reconciliemos con Él en Jesús.
CULPA. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por los otros, para que seáis sanados. La oración del justo puede mucho. Sí, está escrito. Este sería tal vez el tema de conversación menos frecuente y más evitado. Sin embargo, los hijos de Dios tenemos que llegar a hablar de esto. ¿Observaste que no dice que solo confesemos nuestros pecados al Señor, y tampoco que solamente hablemos de estos asuntos con nuestros pastores o líderes? Aquí aparece el difundido y bien famoso “unos a otros”, implicando que tenemos que hablar de esto con nuestros hermanos. Todos sabemos que al hablar de nuestras propias fallas nos hacemos vulnerables, dignos de reprensión y exponemos nuestra fragilidad, lo cual no aporta nada a la buena imagen de nosotros mismos que queremos proyectar. No quisiéramos tener que hablar nunca de esto, pero aun la Palabra de Dios reconoce que es un paso sano y restaurador para nosotros. La iglesia tiene que ser este tipo de comunidad terapéutica en la que podamos contar con la discresión necesaria para sanarnos unos a otros sin convertirnos en objeto de burlas, acusaciones o etiquetados innecesarios. Dios quiera que entendamos el tipo de comunidad que Dios quiere que seamos. Debemos amarnos y restaurarnos tal como Él lo hace con cada uno de nosotros. Dios escucha cuando pedimos restauración unos por los otros.
Santiago nos alienta comparándonos con Elías. Él sabe que todos lo tenemos al profeta Elías como a “uno de los grandes”, una de esas personas en las que Dios ha intervenido de una manera muy especial. Sin embargo, lo presenta como hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras. Luego de haber participado en el milagro que Dios culminó enviando fuego del cielo para demostrar ser el único Dios verdadero, Elías se deprimió al saberse perseguido y deseó la muerte. No era, de ninguna manera, un superhéroe. Era como tú y yo, y sin embargo Dios lo utilizó para hacer grandes cosas. Observa como en todas las situaciones que Santiago mencionó, en la preocupación, la alegría, la culpa, la invitación siempre es al trato con Dios, a la oración.
¡Acerquémonos a Dios en todo tiempo, sin importar cómo nos sintamos!
19 Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, 20 sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.
19 Hermanos míos, si alguno de ustedes se extravía de la verdad, y otro lo hace volver a ella, 20 recuerden que quien hace volver a un pecador de su extravío, lo salvará de la muerte y cubrirá muchísimos pecados.
19 Mis amados hermanos, si alguno de ustedes se aparta de la verdad y otro lo hace volver, 20 pueden estar seguros de que quien haga volver al pecador de su mal camino salvará a esa persona de la muerte y traerá como resultado el perdón de muchos pecados.
19 Hermanos míos, si alguien de entre ustedes se extravía de la verdad y alguien le hace volver,
20 sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados.
Ocurre en todas las iglesias, que a veces los hermanos se apartan, se ofenden, dejan de congregarse, “desaparecen”… ¿Tenemos que “darlos por perdidos”?
No. Ni siquiera cuando consideremos que “tendríamos razones suficientes” para rechazarlos o acusarlos de haber hecho algo malo.
Santiago nos presenta aquí la restauración del pecador como uno de los mejores premios, una de las metas a las que tenemos que apuntar. Así lo hizo también el apóstol Pablo:
1 Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. 2 Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. 3 Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. 4 Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro; 5 porque cada uno llevará su propia carga.
Seamos sensibles ante las luchas y necesidades de los otros, no solamente de las nuestras.
¿Crees que tú nunca te vas a equivocar o que nunca vas a necesitar restauración? ¡No te equivoques! Ninguno es mejor que el otro, y todos somos el cuerpo de Cristo.
Salva almas.
Cubre pecados.
Restaura.
Edifica.
Sé un instrumento de Dios.