LA PERSONA DE CRISTO
A través de los siglos, la iglesia ha dicho que Dios es uno en esencia, ser, o naturaleza, y tres en personas. En relación a la persona de Cristo, ha dicho todo lo contrario; se dice que él es una persona con dos naturalezas: una humana y una divina. Pero Eutiques negaba esta verdad
De hecho, la herejía monofisita ve a Cristo ni como Dios ni como hombre, sino como algo que es más que hombre y menos que Dios. Él representa una especie de humanidad deificada o una deidad humanizada. En consecuencia, en este pensamiento se oscurecía la distinción entre humanidad y deidad.
En la herejía nestoriana, las dos naturalezas de Cristo no eran meramente distintas, sino que estaban totalmente separadas.
La verdad de la separación de las naturalezas de Cristo fue muy importante en la cruz. La naturaleza humana murió, pero no murió la naturaleza divina. Por supuesto, en la muerte, la naturaleza divina estaba unida a un cadáver humano. La unidad seguía presente, pero el cambio ocurrido había tenido lugar en la naturaleza humana, no en la divina. Es muy importante que eso se entienda.
Nosotros, entonces, siguiendo a los santos Padres, todos de común consentimiento, enseñamos a los hombres a confesar a Uno y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en Deidad y también perfecto en humanidad; verdadero Dios y verdadero hombre, de cuerpo y alma racional; consustancial (coesencial) con el Padre de acuerdo a la Deidad, y consustancial con nosotros de acuerdo a la Humanidad; en todas las cosas como nosotros, sin pecado; engendrado del Padre antes de todas las edades, de acuerdo a la Deidad; y en estos postreros días, para nosotros, y por nuestra salvación, nacido de la virgen María, de acuerdo a la Humanidad; uno y el mismo, Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, para ser reconocido en dos naturalezas, inconfundibles, incambiables, indivisibles, inseparables; por ningún medio la distinción de naturalezas desaparece por la unión, más bien es preservada la propiedad de cada naturaleza y concurrentes en una Persona y una Sustancia, no partida ni dividida en dos personas, sino uno y el mismo Hijo, y Unigénito, Dios, la Palabra, el Señor Jesucristo; como los profetas desde el principio lo han declarado con respecto a Él, y como el Señor Jesucristo mismo nos lo ha enseñado, y el Credo de los Santos Padres que nos ha sido dado.