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1 Corintios 2:1–5 NTV
Amados hermanos, la primera vez que los visité, no me valí de palabras elevadas ni de una sabiduría impresionante para contarles acerca del plan secreto de Dios. Pues decidí que, mientras estuviera con ustedes, olvidaría todo excepto a Jesucristo, el que fue crucificado. Me acerqué a ustedes en debilidad: con timidez y temblor. Y mi mensaje y mi predicación fueron muy sencillos. En lugar de usar discursos ingeniosos y persuasivos, confié solamente en el poder del Espíritu Santo. Lo hice así para que ustedes no confiaran en la sabiduría humana sino en el poder de Dios.

Nuestras palabran elocuentes no demuestran nuestra relación con Dios.

Al igual que Pablo, hoy en día no son necesarias las palabras elocuentes para convencer a los demás del poder de nuestro Señor. Sin embargo, aunque no es indispensable tener un lexico ampli, es bueno que nosotros cultivemos nuestro vocabulario.
De hecho, se puede decir que un vocabulario amplio nos puede ayudar y a perjudicar en varios aspectos de nuestra vida:
Nos puede ayudar a alcanzar a personas con un alto nivel academico.
Pero nos puede alejar de las personas con un nivel de estudió bajo.
Nos puede ayudar a entrar en lugares de alto nivel social.
Pero nos puede cerrar las puertas de las personas de las bajas esferas sociales.

Nuestras mensaje debe ser entendido por todos.

Pablo estaba interpretando la situación de los corintios como un problema social, los hermanos de alto nivel social estaban muy contentos escuchando el mensaje elocuente de Apolos, sin embargo, el mensaje de Pablo era simple y enfocado. Pablo hablaba únicamente sobre Jesús en la cruz y sobre Jesús resucitado.
La pregunta es: como debemos predicar a Cristo a través de nuestras acciones?
Si seguimos el ejemplo al que Pablo nos invita a seguir, sería con las cosas mås simples y sencillas de nuestro diario vivir. Esto implica nuestro comportamiento en el hogar, en el tabajo y en nuestra iglesia.

Cuando compartimos el evangelio lo importante no somos nosotros.

Muchos predicadores enfocamos mucho nuestras fuerzas en vernos elegantes, en tener las diapositivas correctas, en convinar nuestras ropas con la decoración del auditorio en el que predicamos. Sin embargo, Pablo nos recuerda que no somos el centro de la predicación del mensaje. Lo importante siempre será que Cristo sea predicado; ya sea que se le predique a través de un mensaje desde el púlpito o a través de nuestras acciones.

El mensaje de Cristo se predica a través del respeto a nuestro prójimo.

No podemos intentar predicar el evangelio a la fuerza, tampoco podemos violentar con el mensaje de Dios. Mucho menos podemos intentar juzgar a quienes desconocen de Dios.
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