Conexión, resultados, amor
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¿Qué resultado está produciendo tu vida?
¿Qué resultado está produciendo tu vida?
¿Cuáles son las cosas importantes en tu vida? La familia, ¿verdad? Sí, la familia es importante. ¿Qué más? La salud, por supuesto. Es importante tener buena salud y conservarla. ¿Algo más?
Cuando analizamos nuestra escala de valores, tenemos que reconocer que a veces faltan cosas importantes. Medimos lo importante como lo mide la mayoría, conforme a valores del mundo. Pero Dios enseña otra cosa, nos enseña a medir nuestros recursos y riquezas conforme a los valores de su Reino.
Es así que aprendemos conceptos muy valiosos, como el hecho de que lo que somos vale más que lo que tenemos. El mundo enseña lo contrario. No siempre nos lo dicen así, pero para el mundo vale más un puñado de oro que la vida de una persona. No es así para Dios, y no tiene que ser así para nosotros. La vida vale más que todas las riquezas que podamos acumular, y más que todas las experiencias placenteras que podamos vivir.
Y hay cosas que son “de vida o muerte”, que realmente son vitales, y que necesitamos tratarlas, considerarlas, meditar en ellas y tomar decisiones sabias al respecto. Cultiva la vida eterna.
La importancia del fruto
La importancia del fruto
Eso es algo de lo que nos enseña este pasaje en el que el propio Maestro, nuestro Señor y Salvador Jesucristo, nos enseña, algo de lo que habló aquella misma noche en la que fue arrestado para entregar su vida por nosotros.
1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. 3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
1 »Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía. 3 Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado.
1 »Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Él corta de mí toda rama que no produce fruto y poda las ramas que sí dan fruto, para que den aún más. 3 Ustedes ya han sido podados y purificados por el mensaje que les di.
1 »Yo soy la vid verdadera, y Mi Padre es el viñador.
2 »Todo sarmiento que en Mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto.
3 »Ustedes ya están limpios por la palabra que les he hablado.
Jesús habló muchas veces de su identidad. Parece haber sido uno de sus tópicos favoritos, y de acuerdo a lo que Él mismo enseña, es su identidad como el Hijo de Dios la piedra fundamental sobre la que su iglesia es edificada. Por eso son tan importantes sus “Yo Soy”. Y aquí tenemos uno de ellos.
Jesús no está hablando aquí de lo que hace o va a ser, sino de quién es y la manera en que tenemos que valorarlo tú y yo. Pero aquí, de manera muy interesante, se identifica a sí mismo y al Padre en dos roles.
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
¿Quién es Él? Es la vid verdadera. Claro que esto es una metáfora, una comparación para que nosotros podamos entender una verdad espiritual profunda. Los árboles frutales, entre ellos la vid, han sido a lo largo de toda nuestra historia una preciosa fuente de provisión y alimentación. Jesús se nos presenta como la Vid. Pero Él no es cualquier vid, sino la vid verdadera. Eso implica que hay por ahí vides falsas, fuentes falsas de nutrición y alimentación, falsificaciones de lo que podría saciar nuestras almas y darnos vida. ¡Y vaya si las hay!
Jesús es fuente de vida y provisión, verdadero alimento para nuestro espíritu. Pero presta atención también a la identidad del Padre en esta metáfora: mi Padre es el labrador.
Así que contamos con la planta misma, la fuente del alimento, la nutrición, y quien la cultiva para que produzca lo mejor y su fruto no falte. Esta es una lección básica de jardinería: las plantas cultivadas y cuidadas son más hermosas y producen mucho mejor. Esa ha sido la labor del ser humano desde el orígen, desde el principio, siendo que Dios nos puso en el Jardín del Edén para cultivarlo.
Pero entonces, Jesús introduce nuestra identidad, nuestro lugar en esta historia: somos los pámpanos. Hoy en día no utilizamos esta palabra con frecuencia, así que nos hace falta “traducirla”. Es una referencia a las ramas, los brotes de la planta original, aquellos de los que colgarán los frutos, los racimos de uvas.
Jesús se había detenido a observar cómo los labradores cultivaban las vides, y esta es una práctica que se realiza hasta el día de hoy. Las ramas que no producen fruto (en mi país se les llama “vicio”) son cortadas, porque beben de la savia que necesitan las que sí producen fruto. Jesús quiere alimentar a los que van a fructificar. Es por eso que afirma:
Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
Ese es el rol, la función del Padre en esta parábola: quita de la iglesia, de la comunión de los santos, a todo el que no va a producir fruto. A los que quedan, los limpia, los cultiva, interviene en sus vidas para capacitarlos para que den más y mejor fruto.
¿Estás observando de qué manera el fruto se va convirtiendo en la meta principal para nosotros, ramas de Jesús?
Nada de esto funciona si no estás conectado con Jesús como la única fuente de vida, como el Único que puede darte salvación y vida eterna. Así que debes asegurarte, primero y principal, estar conectado a Jesús, recibirle como tu Salvador y someterte a Él como tu Señor. Todo lo demás procede de esta decisión.
Pero observa que esta enseñanza afirma que Dios está obrando en tu vida para que lleves más fruto.
¿En qué consiste este fruto?
Sí, tiene que ver con el hecho de que compartamos el evangelio y haya otros que crean en Jesús por nuestro testimonio. En una manera más amplia significa que produzcamos acciones de obediencia, que manifestemos la presencia y el carácter de Jesús donde estamos y afectemos nuestro ambiente (sal y luz) con la presencia y la gracia de Jesús en nuestras vidas.
Luego, Jesús vuelve a sorprender con lo que afirma:
Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
Aquellos discípulos (y nosotros mismos) tal vez no se habían dado cuenta, pero habían estado siendo objeto de la labor del Padre como labrador, y ya les había estado limpiando, cultivando, podando, por medio de su Palabra.
Estás siendo cultivado ahora mismo. Deja que Dios haga su obra en tu vida.
La importancia de permanecer para dar fruto
La importancia de permanecer para dar fruto
Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
4 Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí.
5 »Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. 6 El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman. 7 Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá.
4 Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Pues una rama no puede producir fruto si la cortan de la vid, y ustedes tampoco pueden ser fructíferos a menos que permanezcan en mí.
5 »Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada. 6 El que no permanece en mí es desechado como rama inútil y se seca. Todas esas ramas se juntan en un montón para quemarlas en el fuego. 7 Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pueden pedir lo que quieran, ¡y les será concedido!
4»Permanezcan en Mí, y Yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en Mí.
5»Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer.
6»Si alguien no permanece en Mí, es echado fuera como un sarmiento y se seca; y los recogen, los echan al fuego y se queman.
7»Si permanecen en Mí, y Mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y les será hecho.
El verbo “permanecer” es mencionado en 7 ocasiones en estos 4 versículos.
¿En qué consiste esto de “permanecer”? ¿Tú estás permaneciendo?
Estos versículos responderían a la importante pregunta: ¿Cuál es nuestra principal función como discípulos de Jesús?
La respuesta es muy clara: nuestra función principal es la de PERMANECER EN ÉL.
Es más, mira bien al texto, considera bien lo que Jesús está diciendo aquí. Permanecer es una orden, un mandamiento. Jesús te está diciendo directamente: “Permanece en mí”. ¿Estás permaneciendo en Jesús?
Permaneced en mí, y yo en vosotros.
Tu trabajo es permanecer en Jesús. ¿Qué quiere decir eso? ¿Que no tenemos que hacer nada, solo estar quietos? No; quiere decir que tenemos que desarrollar una relación permanente, real, auténtica, cotidiana y estable con nuestro Salvador. ¿Lo estás haciendo?
Jesús quería que quedara radicalmente claro que no se trata de “lo que nosotros podamos hacer para Dios”. Él no necesita las obras de nuestra carne, las acciones que podamos hacer por Él porque a nosotros se nos han ocurrido. Se trata de lo que Jesús haga en nosotros y a través de nosotros. ¿Te das cuenta? ¡Dios quiere obrar en ti!
Estas palabras indican con extremada claridad que no seremos capaces de producir el fruto deseado sin nuestro contacto vital con nuestro Salvador.
Aférrate a esta promesa:
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
Sin tu permanencia en Jesús no puedes hacer nada. Y llevar fruto para el Señor es de tremenda importancia. ¿Estás haciendo lo necesario para permanecer en Él hoy y cada día?
Podemos caer, con exagerada facilidad, en el error de pensar que con un poco de espiritualidad en nuestra vida “todo está solucionado”. ¡Despierta! No es así. DEBES producir fruto para Él, y eso no lo lograrás con tu esfuerzo o buenas obras. Necesitas de la intervención del Espíritu Santo, el poder de Dios, para hacer sus obras.
¿Has observado la advertencia en cuanto a los que no dan fruto, los que no permanecen?
El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.
Sí, se refiere al infierno. Sí, está hablando de condenación. Sí, se trata de que si no damos fruto para Él, si no permanecemos conectados con Él y no se manifiestan sus obras en nosotros, estamos perdidos y sin esperanza.
El extremo opuesto habla de una relación poderosa con Dios:
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
¡Preciosa promesa! ¿Te imaginas? Tener una vida de oración poderosa en el Señor es el resultado de una relación viva y vibrante con Él. ¡Dios quiere que le conozcas, que le veas obrar, que veas sus milagros, experimentes su gracia y seas un canal de su poder! Pero la condición es la perseverancia en caminar con Él, hablarle, volver a aprender de Él, buscar su Palabra y andar en obediencia.
¿Permaneces o no?
¿Cómo se hace para permanecer y dar fruto de Jesús?
¿Cómo se hace para permanecer y dar fruto de Jesús?
8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
12 Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. 16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. 17 Esto os mando: Que os améis unos a otros.
8 Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos.
9 »Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. 10 Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11 Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa. 12 Y éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. 13 Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos. 14 Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. 15 Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes. 16 No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. 17 Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros.
8 Cuando producen mucho fruto, demuestran que son mis verdaderos discípulos. Eso le da mucha gloria a mi Padre.
9 »Yo los he amado a ustedes tanto como el Padre me ha amado a mí. Permanezcan en mi amor. 10 Cuando obedecen mis mandamientos, permanecen en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11 Les he dicho estas cosas para que se llenen de mi gozo; así es, desbordarán de gozo. 12 Éste es mi mandamiento: Ámense unos a otros de la misma manera en que yo los he amado. 13 No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos. 14 Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. 15 Ya no los llamo esclavos, porque el amo no confía sus asuntos a los esclavos. Ustedes ahora son mis amigos, porque les he contado todo lo que el Padre me dijo. 16 Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre. 17 Este es mi mandato: ámense unos a otros.
8 »En esto es glorificado Mi Padre, en que den mucho fruto, y así prueben que son Mis discípulos.
9 »Como el Padre me ha amado, así también Yo los he amado; permanezcan en Mi amor.
10 »Si guardan Mis mandamientos, permanecerán en Mi amor, así como Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre y permanezco en Su amor.
11 »Estas cosas les he hablado, para que Mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea perfecto.
12 »Este es Mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, así como Yo los he amado.
13 »Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos.
14 »Ustedes son Mis amigos si hacen lo que Yo les mando.
15 »Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero los he llamado amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído de Mi Padre.
16 »Ustedes no me escogieron a Mí, sino que Yo los escogí a ustedes, y los designé para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca; para que todo lo que pidan al Padre en Mi nombre se lo conceda.
17 »Esto les mando: que se amen los unos a los otros.
Ahora que podemos reconocer la importancia de dar fruto de Jesús y permanecer en Él, ¿podemos saber cómo se hace?
1. Honrando a Dios (dando fruto) y siendo discípulos de Jesús (v. 8).
1. Honrando a Dios (dando fruto) y siendo discípulos de Jesús (v. 8).
8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
Dar fruto de Jesús y permanecer en Él están directamente vinculados con nuestra adoración, con el hecho de que honremos a Dios, que le demos gloria. Al mismo tiempo, eso se traduce en nuestra relación con Jesús como sus discípulos. Tu vida, ¿honra a Dios? ¿Estás viviendo como su discípulo, aún ante los ojos de quienes te rodean?
2. Permaneciendo en su amor (v. 9).
2. Permaneciendo en su amor (v. 9).
9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
Permanecer en Jesús y dar fruto de Él está enlazado con “permanecer en su amor”. Esto habla de nuestra relación directa con nuestro Salvador, que cultivemos esta relación con Él, deleitándonos en su amor. Sabemos que la Palabra nos enseña que nada ni nadie nos puede separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús.
38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Sin embargo, aquí Jesús nos está llamando a tomar decisiones personales e individuales para permanecer en ese amor. Haz tu parte. Permanece en el amor del Señor.
3. Guardando sus mandamientos (v. 10)
3. Guardando sus mandamientos (v. 10)
10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
Aquí tienes el “cómo se hace”. El Señor quiere que cultives obediencia a sus mandamientos, y es por tu bien. Haciéndolo, permanecerás en su amor.
4 El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; 5 pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. 6 El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.
4. Experimentando su gozo (v. 11)
4. Experimentando su gozo (v. 11)
11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
El mundo nos vende el concepto de que los que obedecen son personas sometidas, vulneradas y privadas de libertad. Jesús nos revela que los que honramos a Dios y escogemos andar en sus caminos experimentamos el gozo que viene del cielo.
5. Amando a nuestros hermanos en la fe (v. 12-15)
5. Amando a nuestros hermanos en la fe (v. 12-15)
12 Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.
Jesús acaba de hablar de la importancia de nuestra obediencia, y a continuación nos habla de su “mandamiento”. Amar a los hermanos no es una opción para los que seguimos a Jesús: es un mandamiento, es una obligación. Al mismo tiempo, está relacionado con el amor que Él nos ha revelado al entregarse por nosotros en la cruz.
6. Entendiendo y asumiento que los planes y propósitos del Señor son los que se cumplen, que son muy superiores a los nuestros (v. 16-17)
6. Entendiendo y asumiento que los planes y propósitos del Señor son los que se cumplen, que son muy superiores a los nuestros (v. 16-17)
16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. 17 Esto os mando: Que os améis unos a otros.
Estamos en Jesús porque decidimos creer en Él. Nadie nos obligó. Sin embargo, al mismo tiempo y de una manera que no sabemos explicar, fuimos escogidos por Él. Somos sus escogidos, y Él tiene propósitos para nosotros:
a. Que demos fruto.
b. Que nuestro fruto permanezca.
c. Que nuestra vida de oración sea poderosa en Dios.
d. Que nos amemos unos a otros (reiteración, insistencia).
Dios quiere que vivas a otro nivel. No es cuestión de dónde estás, sino de con quién caminas. Hoy, Dios te está llamando a permanecer en Jesús, dar fruto para Él (lo que no podrías hacer sin permanecer en Él, y te acaba de indicar las marcas del fruto que tienes que dar (obediencia, amor por los hermanos, honra a Dios).
Aplica a tu vida la Palabra del Señor.
Pon las cosas en su lugar.
Da fruto.